domingo, 5 de enero de 2025

Sin perdón



El mismo comienzo y el mismo fin, y entre medias el retorno de las vieja actividades profesionales de William Munny como ya comenté en una entrada del año 2015, precisamente cuando lo vi en un videocassette, que tengo que reconocer que fue el último videocassette que me compré en un videoclub que estaba vendiendo a saldo sus volúmenes en los primerísimos años de este milenio. 



La historia evidentemente no ha cambiado. Han pasado once años desde que William Munny dejó la pistola, dejando atrás su mala vida como asesino a sangre fría que robaba trenes y asaltaba ciudades, matando a mujeres y niños si era necesario o a cualquier marshalls que se le cruzara. Ahora vive con sus dos hijos criando cerdos en Kansas, ya que su esposa -cuya influencia lo ha cambiado profundamente- ha muerto hace tres años. Sin embargo, la dura realidad de las praderas durante la década de 1880 ha hecho que Munny y sus hijos estén en la quiebra. Así, acuciado por la necesidad, decide aceptar el encargo de un joven pistolero que lo requiere para asesinar a dos vaqueros que han marcado la cara de una prostituta. 

Mientras suena una guitarra y van apareciendo los títulos créditos de la Warner Bros y Malpaso produttión, y vislumbramos la imagen de una persona con un atardecer de Kansas de fondo  bajo un árbol, se nos informa que " ella era una muchacha guapa y con ofertas de matrimonio. Así que su madre se le rompió el corazón cuando decidió contraer matrimonio con William Munny , un asesino y un ladrón, un ñhombre notorio por su carácter vicioso e inmoderado. Cuando ella murió, no fue él , como esperaba la madre, que la mató sino la viruela. Fue en el año mil ochocientos setenta y ocho." Tras eso comienza una auténtica historia de violencia  en la pequeña localidad de Wyoming de nombre Big Whiskey. Después iremos conociendo a los protones como son William Munny de Missouri, , Little Bill, Bob el inglés, Ned  y el Salón Greely con sus chicas, pues todos son   protagonistas.

Con sentencias tan ciertas como " matar a un hombre es algo muy duro. Le quitas todo lo que tiene y todo lo que podría tener". 

Al final volvemos casi a la misma imagen de ese crepúsculo de Kansas y mientras suena la guitarra leemos que" , la Señora Antonia Feathers el arduo viaje Hodgeman County para visitar el último descanso de su única hija.  William Munny había desaparecido con sus hijos mucho tiempo atrás decían Casa San Francisco y dicen que prosperó por la venta de provisiones. Y ya no había nada en la tumba no había nada en la tumba para explicarle a la señora feathers porque su hija se casara con un ladrón y asesino, conocido un hombre notorio por su carácter vicioso e inmoderado". 

Considerada unánimemente por el público y la crítica como la mejor película de 1992, "Sin perdón" representó la consolidación de la leyenda como realizador del también actor, productor y músico Clint Eastwood, uno de los nombres legendarios de Hollywood. 

Esto ha escrito Lorenzo Silva a los veinte años del estreno en Madrid de la película 

Un cine oscuro, triste, poco concurrido, dicho sea de paso. Me la había recomendado con entusiasmo un amigo, pero hasta entonces Clint Eastwood era para mí una especie de discípulo poco aventajado del gran Sergio Leone. No lo digo con la pretensión de que resulte una afirmación fundada: no era más que mi percepción subjetiva, basada en alguna película de la serie de 'Harry el Sucio' y en 'El jinete pálido', que me había gustado, sin alharacas. 

Vi la película, conteniendo cada vez más el aliento. Y cuando se encendieron las luces pensé algo que he pensado muy pocas veces en un cine: «Esto tengo que volver a verlo, ya». Volví a verla, inmediatamente, y desde entonces la he revisado al menos media docena de veces. 

Me he preguntado pues con bastante frecuencia por qué 'Sin perdón' es tan buena, por qué desde ese día y sólo con ella, aunque no hubiera hecho nada más, Clint entró en el club de los grandes. Y me he ido suministrando una serie de respuestas, de las que cada vez estoy más convencido, y que son las que trataré de resumir aquí. 

Para empezar, una película son los seres humanos que aparecen en pantalla. Los personajes cinematográficos no son ideas, ni mera escritura, como los literarios. Tampoco son personas que respiran ante nosotros y nos hacen sentir su carne y su sudor, como en la representación teatral. Son algo extraño a medio camino: una proyección en dos dimensiones (o en tres, qué más da) del alma de unas personas que aciertan (o no) a darles vida, verdad y fascinación a las escuetas líneas de un guion. El día que Eastwood decidió juntar a Gene Hackman, Richard Harris, Morgan Freeman y él mismo delante de una cámara (los cuatro en un momento de madurez interpretativa absoluta) debió de pensar, mejor dicho, debió de saber que tenía entre las manos algo que iba a recordarse. Como no parece tener excesivos problemas de humildad (para prueba, su reciente reprimenda a Obama) debía constarle que prestar su corpachón gastado y su mirada incólume al terrible y desdichado asesino William Munny era un punto de partida inmejorable. Nos lo encontramos al comienzo de la historia rehabilitado, persiguiendo torpemente a unos cerdos de los que saca el sustento de su familia y que lo esquivan una y otra vez. Pero en la primera ocasión en que decide apelar al asesino dentro de sí, para cobrar el dinero que unas prostitutas ofrecen a quien liquide a los 'cowboys' que han vejado a una de ellas, basta que mire a cámara, o a cualquiera de los demás personajes, para que sepamos que es él, ese tipo al que la voz en off que abre la película define como un hombre de carácter destemplado y notoriamente disoluto. Pero qué decir del temible cazarrecompensas británico encarnado por Richard Harris, apodado 'el Duque', que acude a disputarle el premio. O de Little Bill, el sheriff que se cree capaz de parar a cuantos acudan al reclamo de las meretrices, al que interpreta Gene Hackman y que en una de las más memorables secuencias de la película humilla al Duque, con el recochineo añadido de cambiarle todo el rato el apodo, de Duke a Duck (pato). O, en fin, del amigo de Munny a quien da vida, en uno de sus más sobrios y hermosos papeles, el siempre seguro Morgan Freeman. Rodar con actores así es jugar con demasiada ventaja, algo abusivo para quienes tratan de perpetrar películas con intérpretes corrientes. Bien dirigidos, como Eastwood ha demostrado sobradamente que sabe hacer, son capaces de conseguir que la pantalla tiemble con la tensión que surge entre ellos. Súmese a lo anterior el impecable elenco de secundarios (ese detallito que es la gran baza del cine norteamericano, incluso del de menor nivel, y que es en cambio el talón de Aquiles que hunde a otros, incluso en sus mejores manifestaciones). O la fotografía espléndida, ya sea en campo abierto, ya en la oscuridad de la taberna, la fiebre o las noches lluviosas que se suceden a lo largo del relato. O la sencillísima pero sobrecogedora música original del propio Eastwood. 

Sólo falta un texto que esté a la altura (máxima) del resto de los ingredientes. Y para terminar de redondearlo, he aquí que Eastwood lo tiene. No el texto. Sino el Texto. Una de las más bellas demostraciones de ese axioma que los cineastas imprudentes ignoran (o si no lo ignoran, porque ningún cineasta sensato puede permitirse tal despropósito, prefieren pasarlo por alto): no hay película grande con un guion pequeño, nadie filma algo memorable y definitivo si no lo hace a partir de algo memorable y definitivo que ha sido escrito antes, cuando la película no era más que una posibilidad incierta. El guión de 'Sin perdón' es probablemente uno de los más brillantes de toda la historia del cine. Por la narración perfectamente engarzada, por el desarrollo de los personajes y por su estructura de tragedia clásica (el héroe cuyo don es su maldición, cuya potencia es su vicio, cuyo triunfo es su hundimiento). Pero también por unos diálogos que invitan una y otra vez a quitarse el sombrero. Preparando estas líneas empecé a buscar esos pasajes que me dejaron clavado a la butaca aquella primera vez, y que aún hoy me sacuden cuando vuelvo a paladearlos. He descubierto que son demasiados, y no quiero convertir esta pieza en una galería de citas. Así que me he permitido destacar sólo dos. Se trata, en ambos casos, de réplicas: una de Munny y otra de Little Bill. Son sintéticas, una más que la otra, pero tienen en común que cualquiera de las dos está a la altura de las mejores de la Historia. No desmerecen del «Nobody’s perfect» de Wilder o del «I've been going to bed early» de 'Érase una vez en América', la más deslumbrante de las películas del maestro Sergio Leone. 

Réplica 1: Munny mata a sangre fría al dueño del saloon del pueblo, después de preguntar de quién es ese local a cuya puerta han expuesto el cadáver de su amigo, para escarmiento público. Atónito y furioso, el sheriff le afea haber disparado contra un hombre desarmado. Le espeta Munny, sin pestañear: «He should have armed himself if he was gonna decorate his saloon with the body of my friend» («Debió haberse armado, cuando consintió en decorar su local con el cuerpo de mi amigo»). 

Réplica 2: Little Bill apalea a Munny, en su primer enfrentamiento, y cuando lo echa a la calle una de las prostitutas le dice que ha pateado a un hombre inocente. Pregunta el sheriff, con un mohín de asco: «Innocent of what?» («¿Inocente de qué?»). Confieso que gustándome mucho la primera, esta segunda es mi favorita. Esas tres palabras valen por un libro entero, el que relata la historia mísera y grandiosa de todos: de Munny, del propio Little Bill, de los buscavidas que tratan de salir adelante en esta historia oscura como la noche y vibrante como el golpeteo de la sangre en las venas que permite saberse vivo. El libro donde se resume nuestra propia historia, en la que siempre estamos pagando nuestros crímenes, tan indisolubles de lo que somos como nuestros actos de nobleza o generosidad. Por cierto, lo he dejado para el final con toda la intención. El artista que escribió el guión se llama David Webb Peoples. Para que no se olvide, y se le honre como se le debe y merece.

La película está basada en un guión sin fisuras de David Webb Peoples , que fuera con guionista de Blade runner o doce moños, teniendo el filme cuatro premios oscar a la mejor película mejor director mejor actor secundario para hartman y mejor montaje. Adobe además de el oscar se llevó el globo de oro y el basta al mejor actor de reparto por este papel. Junto a ellos secundarios en no menor estado de gracia como Jaimz Wool ett, Saúl Rubinek, Francés Fisher y Anna Levine



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