Que la Segunda República Española era un poco picajosa en temas de cine, no lo puede discutir nadie. Esta actitud nacionalista y nada liberal lo sufrieron tanto a Buñuel con su Tierra sin pan, su mítico documental sobre Las Hurdes, como la mítica Paramount, que por una película estuvo a punto de ver sus producciones vetada en el mercado nacional. La razón no era otra que la de presentar lo que eramos, un país atrasado, cañí, con exiliados, con gitanas que baílan en los trenes a las primeras de cambio, con folkloricas que cantan en tabernas llenas de hombres ardiantes, con un carnaval que aterrorizaba a las autoridades por los crímenes y tropelías que se podías cometer, por toreros, por celestinas amantes de la codicia, con manolos que te matan con la mirada, pero sobre todo con fuerzas de orden público y militares a veces sin cabeza, a veces sin escrúpulos. Esa visión que podía tener su fundamento o no llevó a las autoridades republicanas a vetar algunas películas e incluso a pedir su destrucción.
Y eso fue lo que le paso a The devil is a woman una película, la última, surgida de la colaboración entre dos genios, uno de la dirección, Josef von Sternberg, y otra de la interpretación, Marlene Dietrich, a la que descubrió en una de las primeras películas habladas del cine sonoro europeo, El ángel azul.
De esa relación entre ambos, posiblemente interesada, pero sobre interesante surgieron, cuando ambos acabaron en Hollywood, cinco grandes títulos siendo el último El diablo es una mujer , historia que se desarrolla en la España de inicios de siglo, y que fue adaptada al cine por John Doss Passos.
*EC: En construcción
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