Siempre he defendido que el cine norteamericano crítico con el poder es mucho más duro que el planteamiento de los europeos, que salvo en los setenta, momento en qué fue realmente "engagé", como dirían los franceses, ha sido bastante dócil o ha tenido poca pegada con respecto al poder. Directores como Oliver Stone, Michael Moore, o Adam McKay tienen más vitriolo que otros muchos que se quedan en el discurso social, para la galería, pero poco más.
El retrato de Dick Cheney , desde sus orígenes en Wyoming hasta que se convirtió en el vicepresidente más "poderoso" de la historia de Estados Unidos resulta asombroso, crítico y despiadado.
*EC: En construcción.
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