lunes, 5 de octubre de 2015

Huella de luz


Hubo un momento en la historia del cine español que parecía seguir los cánones del cine norteamericano. A las comedias de Lubistch, de Gregory LaCava, de Franck Capra o de Franz Borzage se responde con la misma manera, con cine de calidad que tenían en las comedias ligeras de corte romántico su máximo exponente. De entre los directres que no apuestan en estos años cuarenta por el folclore , sino por este cine absolutamente presentable, pero que no escapa del la mentalidad y del poder político dominante. 

Uno de los principales representantes de este tipo de cine antes descrito fue Rafael Gil. Uno de los más importantes, fecundos y con mejor manejo de la cámara. Además gustaba de acompañarse de importantes guionistas como del gallego Wenceslao Fernández Flórez, algunas de cuyas novelas fueron llevados al cine en estos años. Una de ellas es Huella de luz cuyo guión fue escrito por el mismo autor Wenceslao Fernández Flórez, conjuntamente con Rafael Gil. Como otras películas de los años cuarenta detrás de ellas se encontrana la productora Compañía Industrial Film Español S.A. (CIFESA), así como UPCE. En esta interesante industria cinematográfic participan importantes técnicos como Juan Pallejá en el montaje, Alfredo Fraile en la fotografía o la música de Juan Quintero 

El reparto está encabezado por Isabel de Pomés como Lelly Medina, Antonio Casal como Octavio Saldaña, Juan Espantaleón en el papel de Sánchez Bey, Camino Garrigó coma la Madre de Octavio, Juan Calvo como Mike, Fernando Freyre de Andrade como Moke, Mary Delgado como Rosario, Nicolás D. Perchicot como Mayordomo, Ramón Martori en el papel de Medina, Julio Infiesta como Jacobito, José Prada como Cañete, Alejandro Nolla como el Gerente del hotel, Ana María Campoy como Isabel, Francisco Hernández como Don Eduardo, Joaquín Torréns como el Conserje y Fernando Porredón como Emilio. 

La historia se centra en Octavio Saldaña (Antonio Casal), un joven soñador y pobre, que está empleado en las oficinas de la empresa Manufacturas Sánchez-Rey. Su sueño es muy básico y , en ocasiones, se reduce a comer a diario cosa que , de vez en cuando, dificultan los gatos. 

Vive en una buhardilla que ocupa con su madre anciana (Camino Garrigó) y siempre están en una pelea diaria con los gatos vecinos que le quitan su merienda. Octavio Saldaña (Antonio Casal) trabaja para el empresario textil Sánchez Beyal (Juan Espantaleón), un hombre soltero surgido desde la nada y que gran parte de su negocio lo tiene en el exterior. 

Su jefe (Juan Espantaleon) le brinda la oportunidad de vivir una nueva experiencia, que le sacará de su triste existencia al regalarle una estancia de vacaciones en un lujoso balneario como premio a su trabajo y al esfuerzo como administrativo. 

Allí, con un actual "todo incluido" se hace pasar por un rico empresario ante un grupo de jovenzuelos ricos e impertinentes del balneario. El joven oficinista, una vez instalado en el hotel, se deja llevar por el ambiente y se inventa su propio pasado y su identidad ante los jóvenes millonarios. 

En su calidad de hombre poderoso conoce a Lelly, hija de un fabricante de paños competidor de Sánchez - Rey, y decide hacerse pasar ante ella por un millonario. Ahora puede enamorarse, asumir la imagen de ser jefe de algo, vivir a cuerpo de rey, y manifestar una dignidad. Frente a esta vida de estrecheces y miseria que vive en casa contrasta la vida lujosa del Hotel que representa el cumplimiento de los sueños del oficinista: allí come hasta hartarse, disfruta del lujo, se divierte con amigos y encuentra también el amor. 

Para impresionar a la bella hija de un industrial (Isabel de Pomés), se hace pasar por millonario consciente de que ambos representan una clase social contrapuesta. Los sufrimientos que ello le causa cuando recapacita sobre su real situación (hombre sin recursos en un ambiente de alta sociedad) no le impiden encontrar su hueco en el afecto de la heredera a la que ama. 

Su relación funciona y se refuerza cuando sale en favor de su jefe en una gestión ante los representantes de la ficticia república de Turolandia, un país del este de régimen democrático y altamente corrupto. Curiosamente era una democracia que sólo traía conflictos y males mayores. Estos enviados de Turolandia tienen la misión de comprar ropa militar a dos empresarios, previa aceptación de sus comisiones y una importante donación al país. Uno de estos empresarios es el jefe del oficinista y el otro el padre de la muchacha enamorada del oficinista. 

La situación va viento en popa con Lelly Medina hasta que aparece su madre, una señora bondadosa, humilde, cariñosa, abnegada y protectora que le despierta del sueño dorado, la que le devuelve a su vida real. En un "pic nic" en el que ella le lleva sus platos favoritos es descubierto por riquísima y guapa muchacha. El hijo que, inicialmente, se avergüenza de su madre, ante los comentarios necios y mezquinos de Jacobito (Julio Infiesta)rectifica, abandona el balneario, y se marcha con ella a la casa. 

La película termina con un final feliz propio del género de la comedia. Gracias a la intervención favorable de su jefe, el oficinista asciende de clase social al ser nombrado apoderado de la nueva empresa resultante de la fusión de la Sánchez Rey con la Medina, las dos empresas exportadoras, y puede prometerse con su joven y rica enamorada. Para elloo se aprovecha la recpeción que da la embajada de la República de Turolandia. 

Al final de la película, reciben un telegrama anunciando que el país ha sufrido un golpe de estado y que se ha cambiado de gobierno, con lo que se quedan sin trabajo y sin comisiones. Acabando la película con un primer plano de sus rostros ilumidados por la juventud y los fuegos artificiales. 

La obra de Wenceslao Fernández Flórez, un escritor de alta tendencia irónica ha propiciado muchas adaptaciones cinematográficas, como “El malvado Carabel” de Edgar Neville, otra versión de Fernán Gómez, “El destino se disculpa” de Sáenz de Heredia o “El bosque animado” de José Luis Cuerda. Esta huella de luz es una versión de una novela corta homónima. El periodista y escritor Wenceslao Fernández Flórez ( galardonado en la década de los años veinte con premios como el de Bellas Artes y el Nacional de Literatura), era un intelectual muy crítico contra la izquierda de la II República, que logró escapar de las purgas de Madrid gracias a la Embajada de Holanda donde se refugió y dónde escribió que: «El olor a rojo es tan fuerte y típico que creo posible distinguir un marxista y aún seguir su rastro con olfato poco ejercitado. El marxismo —religión de presidiarios, fracasados, de envidiosos, de contrahechos, de vividores, de perezosos, de gente de cubil— tenía que oler así precisamente: a conciencia podrida, que huele peor que una ballena muerta porque el marxismo materialista es una doctrina intestinal...» 

Se trata de una de las mejores películas del prolífico Rafael Gil, en la que podemos encontrar algunas gotas de crítica social y ambigüedad soterrada que se filtran a través de sus fotogramas en esta tierna comedia sentimental, por supuesto, dentro de una obra afín al ideario que el régimen franquista quería mostrar a través del cine. Resulta interesante también el tratamiento paródico que se da en la película a la república de Turolandia, conforme a la ideología anti-democrática extendida por la época. El presidente de esta república, se nos dice, es un ladrón. Y los dos representantes se mueven únicamente por el interés económico de las comisiones, además de ser ellos mismos los personajes más ridículos de la obra. Corrupción e inestabilidad, por tanto, son la caracterización principal de la democracia. 

Diego Galán el 3 de diciembre de 1984 escribía en El País, ante la emisión ese día de esta película a las 20:30 horas y resalta de ella que "Quizá sea Huella de luz uno de los mejores largometrajes que Rafael Gil ha realizado en su ya larga carrera. Inspirándose en la novela corta de Wenceslao Fernández-Flórez, con adaptación y diálogos del mismo autor, Gil encontró en ese punto de inicio la fórmula para insistir con tino en el tono secreto de los cuentos de hadas. Desde que iniciara su carrera profesional, en 1941, dos años antes, Gil había mostrado su preferencia por las historias agridulces (El hombre que se quiso matar, Viaje sin destino), donde alternaran los optimistas mensajes del cine oficial con un breve dolor por personajes que no son felices."  

El director, considerado el Frank Borzage español, "maestro en la penetración de vidas humildes y de psicologías sin complicaciones artificiosas", según escribió Carlos Fernández Cuenca. Este entusiasmo se explica más por el ardor patriótico de la crítica del momento que por similitudes reales entre tan distintos autores. La crítica de los años 40 vivió una contradicción entre el deseo por encontrar un cine mejor y el no descolgarse del carro de la victoria. 

La película se plantea con un tono de parábola de la esperanza por medio de un ingenuo relato. Lo menos apreciable del mismo es la sobreactuación de los intérpretes (Isabel de Pomés especialmente, que recita sus frases bastante huecas), perp que se presenta de frma espectacular, preciosa. Tanto es así que el actor Francisco Rabal, hablando de esta bella actriz años después, dijo que él también se enamoró de ella, como tantos españoles, cuando la vio en “Huella de Luz”. A destacar igualmente el personaje principal interpretado a la perfección por Antonio Casal. Brillantes también  se muestran los secundarios Juan Espantaleón y una magistral Camino Garrigó. 

Huella de luz adquiere su auténtico interés situándose en el contexto en que nació. Ángel Zúñiga en su Historia del cine: "Gil trae una inquietud, unos deseos de incorporar su visión a un movimiento más ambicioso que el que es corriente en el país". 

Tras esta película Rafael Gil se especializó poco después en la filmación de dramones históricos (Reina Santa, La señora de Fátima, La guerra de Dios - comentada la pasada semana-  ... ). abandonando la alta comedia de ambiente cosmopolita defendido y cultivado por Jacinto Benavente, y que tanto éxito aún tenía en los años 40. 

Una prueba de que el cine es un maravilloso escaparate de ilusiones, de esperanzas que se concretan en la ficticia realidad cinmematográfica, de historias condenadas al fracaso que alcanzan el esplendor y la gloria en esta “Huella de luz” de Rafael Gil. Como en estas comedias, la acción de la película se sitúa principalmente en un hotel lujoso de un país indeterminado a donde va a alojarse la elite de la nobleza y la burguesía. 

Rafael Gil crea con Huella de luz un cuento de hadas, una fábula moral disfrazada de comedia de enredo, llena de ternura y sentido del humor. A pesar de la austera puesta en escena y de la sencillez de una historia con fuerte carga emotiva o la existencia de una especie de "supremacía moral" de la clase trabajadora a la que pertenece frente a esa clase ociosa y cruel representada por un Jacobito que es capaz de humillar a una chica coja y pobre. 

Rafael Gil participa igualmente de la defensa del régimen detallando en negativo el modelo democrático de la república inventada que según comentan en el film solo se mueve por sobornos y donde los votos hay que comprarlos, y donde llegan a decir de la persona que es demócrata "Al demócrata lo que le gusta es el dinero, tanto el suyo como el ajeno". 


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