En el cine español existen títulos de los que uno ha leído - tampoco tanto- y ha escuchado mucho. A veces son películas míticas, mil veces presentadas y repetidas en televisión. Otros títulos, principalmente clasificadas como películas de autor, son conocidos por su carácter “maldito” o por ser películas de culto o experimentales. Son obras de las que se hablan, pero que apenas se han visto. Prácticamente no han sido pasadas por televisión, y - por supuesto- tienen (o tuvieron) un corto recorrido comercial y, únicamente, han sido presentadas en Filmotecas o en Cine Forum. Es allí donde se han convertido en veneradas por los que la han visto o lo mucho que se ha escrito de ella. Eso es lo que le ocurre a una película española del año 1976, dirigida por Jaime Chávarri, y lleva por título El desencanto.
Yo, personalmente, hasta el pasado martes no la había visto. Fue en la 2 de televisión española. Y, tras verla, motivos tiene para ser una película de culto. Pues ayer, volví a verla.
Fue una película producida por Elías Querejeta. Jaime Chávarri estuvo presente en el interesante coloquio posterior a la película, en el que también estaba presente Juan José Millas.
La película aparentemente es producto de una idea de Jaime Chávarri, pero en la que influyó mucho uno de sus protagonistas, Michi Panero. Querejeta que conocía la obra de Chávarri le dio vía libre para su filmación. Para ello contó con un reducidísimo grupo técnico, unas cinco personas, y tardó año y medio en su rodaje. Este se movió entre la localidad leonesa de Astorga y Madrid. Entre los que participaban estaba Teo Escamilla encargado de una grandiosa fotografía en blanco y negro. La música que se escucha en algún momento, al final, es de Franz Schubert.
Los protagonistas absolutos y exclusivos son la viuda y los tres hijos del poeta falangista Leopoldo Panero (que había muerto en 1962), es decir, Felicidad Blanc y Juan Luis, Leopoldo María y Michi Panero.
Es una película dirigida por la cámara a la que se dirigen abiertamente los protagonistas y en la que se intercalan diálogos a dos entre hermanos (Michi y Juan Luis / Michi y Leopoldo), entre madre e hijos (Michi y Leopoldo María), y en la que se desentraña la historia familiar.
La película se inicia con una fotografía familiar de los cuatro protagonistas sobre la que se van añadiendo los títulos de crédito. Tras la misma, la imagen que Chávarri muestra es la una estatua envuelta y oculta del poeta con la voz en off de Felicidad, su mujer. A lo largo de la película metafóricamente iremos desenfundando y descubriendo las miserias del poeta y su familia por medio de las declaraciones de sus hijos y su viuda, Felicidad.
De inmediato una voz de radio nos introduce en el homenaje y la inauguración de la estatua del poeta, que el pueblo de Astorga le dedica al autor doce años y un día después de su fallecimiento en Castrillo de la Piedras, una entidad de la localidad leonesa en la que está su finca.
Inicialmente es Felicidad, una mujer mayor ya mayor pero que en su juventud fue una de las mujeres más bellas y cultas de su época. La viuda habla de sus recuerdos presenta su pasado, cómo llegó a conocer a su difunto marido, cómo fue su llegada y el impacto que ella generó en el pueblo. Su comentario da paso a una conversación entre Michi y Juan Luis sobre qué fue lo más determinante en sus vidas y discuten, pues para Michi fue la enfermedad de su hermano Leopoldo, habitual compañero de sus juegos infantiles, mientras que para Juan Luis lo determinante fue la muerte de su padre. De esos primeros intercambios de opiniones vemos ya las ruindades y oscurantismo de la familia panero. Eso sí, Leopoldo está ausente, pero presente.
Leopoldo irá apareciendo entre lápidas. ¿Anunciará próximamente la lapidación familiar? Es curioso pues hablan incluso sobre la película y el papel de la misma para sus miembros.
Llama la atención la opinión de Juan Luis que habla de la muerte del padre y la califica como cataclismo personal y frente a esa opinión Michi – que al igual que su hermano habla frente a un vaso ya vacío- habla que el pasado, el presente y el futuro de la familia Panero representa la sordidez más absoluta. Este es el campo de batalla.
Tras este primer desencuentro Juan Luis, el que aparente ser el heredero – y ahora patriarca de los Panero- nos presenta sus símbolos, y lo que para el representan: una cruz de Calatrava (yo creo, que es Caravaca), regalo de su madre; una navaja semiautomática – comprada en París- ; un caballo japonés comprado en Chinatown; y un sombrero, así como un libro de poemas de Borges, al que imita; una estilográfica y cuatros fotos (Scott Fitzgerall – alcohólico-, Albert Camus- España libre, viene grabada en la foto- Luis Cernuda y Cavafis – ambos sus poetas favoritos, ambos homosexuales- ). Todo frente a un vaso de vidrio vacío.
Michi posteriormente se nos presenta. Nos describe como se ve, como estudió , al igual que sus hermanos en el prestigioso Liceo Italiano de Madrid y comenzó varias carreras universitarias (Filosofía, Ciencias Políticas o Cine) no acabando ninguna, y como irá creciendo en un ambiente de sofisticado intelectualmente hablando y con cierta holgura económica, pero que se muestra como nulo frente al trabajo. Algo similar hace posteriormente Juan Luis leyendo un semblante suyo.
Tras ello le toca el turno a Felicidad. Una mujer que habla muy literariamente. Felicidad nació en una familia de la burguesía madrileña, hija de un doctor, mujer culta y bella, que contraerá matrimonio con el poeta Leopoldo Panero (1909–1962) en 1941. Nos informa de esa juventud a través de una entrevista con su hijo José Moisés, Michi, el pequeño de sus hijos. Se enlaza la entrevista con la de Juan Luis, centrándose éste más en sus relaciones con la política y la cultura. Pero es ella la que mantiene la imagen oficial y personal del poeta maragato. Nos habla por primera vez de la doble clara de Leopoldo Panero (padre) la del hombre tranquilo e íntimo, y la otra, la del hombre necesitado de sus amigos. De entre ellos destaca a Luis Rosales, que aparece en un acto en homenaje al poeta. Sabemos que es el mejor amigo de su marido.
Por medio de Michi conocemos a su madre. Y da datos como se posición relegada con respecto al marido. Él culpa al elemento machista de los Panero y al gusto por lo que él llama, “Vitón”, amante del vino – es exceso-. Poco a poco el perfil del homenajeado se diluye entre aristas por su machismo (ella habla de malhumorado) y por su abandono de la familia.
Con todo se produce la aparición de Leopoldo, introducido a través de los dos hermanos, el mayor y el menor. El mayor está haciendo sus últimas apariciones y nos va presentando su alejamiento del seno familiar hasta la muerte del padre, pero también su enorme capacidad poética.
El poeta Panero, el padre, “hombre del misterio” como definió Lain Entralgo va descubriendo familiarmente sus misterios, pero también sus ruindades y su vida aparente como la de Felicidad y su determinación para acabar con los cachorros de perros, su opinión sobre Luis Rosales o el alejamiento del padre de los hijos narrado brutalmente por Michi.
Por último entre Juan Luis y Felicidad nos cuenta el acercamiento de la muerte al poeta. Entre ambos – y mínimamente Michi que apunta al alcohol- nos descubren los últimos momentos de su padre y el traslado a Astorga.
Tras la muerte de Panero, se produce el renacer y rejuvenecer de Felicidad y se acercamiento al mundo de la cultura a través de su hijo el poeta Juan Luis. Es en ese momento en el que aparece la sombra de Leopoldo María.
Es Michi quien adora a Leopoldo. Lo considera el más brillante de los hermanos y a los cincuenta minutos del filme hace acto de aparición. Impresiona su capacidad de expresión, pero también su mirada y su pose. Desde este momento la película gira alrededor de Leopoldo , mientras que alrededor se mueven la madre y Michi. Son las palabras impúdicas y afiladas de Leopoldo las que se presentan como dardos dirigidos hacia el padre, ese conejo blanco del que habla Leopoldo María, o hacia su madre a la que le acusa abiertamente de condenarle.
Es el propio Leopoldo María, el hermano mediano, el que dice que a partir de la muerte de su padre apareció el humor, siendo el fuerte carácter del padre el que habría impedido todos esos comportamientos excéntricos y jamás habría permitido esta visión tan “desencantada” de la familia. Los diálogos cruzados entre los tres, o los monólogos de de Leopoldo dan la puntilla a la familia Panero, a su apariencia, a su formación, a la maternidad, a la condena psiquiátrica, a los hermanos. Es la automutilación familiar. Es la ablación de la familia Panero.
Los cuarenta minutos que quedan nos muestran la esquizofrenia, el suicidio, la paranoia, las amistades no aceptadas, el amor, el odio, su acercamiento político a la izquierda (al PT) el descenso al mundo de las drogas, el alcoholismo, el paso por la cárcel, la homosexualidad, la casi prostitución. Leopoldo se considera el fracaso más absoluto. Se cumplió lo dicho por sus profesores. Pudo ser todo o nada. Y en esta película se mostró que había alcanzado, a pesar de su capacidad, la nada. Entre reproche y reproche vemos trufado de fracasos vemos grados de relación animosa entre Leopoldo, Michi y Felicidad. Es Leopoldo el más clarividente, el más preclaro y el más oscuro de los Panero.
La película se despide con los poemas de Leopoldo (padre) recitados por Felicidad en la finca de Castrillo de las Piedras, ya en ruinas, como la propia familia después de la muerte de Leopoldo Panero, los de la reflexión de Juan Luis recitados por el mismo mientras se desplaza por la calle la opinión de Leopoldo de su familia y responsabiliza a los hijos del desastre de la familia, Michi acaba hablando de lo mismo que comentaba al principio: son un clan sin descendencia, el fin de una raza.
La película acaba con un poema, el Epitafio, de Leopoldo Panero, un auténtico monumento al desencanto con música de Schubert.
Ha muerto
acribillado por los besos de sus hijos,
absuelto por los ojos más dulcemente azules
y con el corazón más tranquilo que otros días,
el poeta Leopoldo Panero,
que nació en la ciudad de Astorga
y maduró su vida bajo el silencio de una encina.
Que amó mucho,
bebió mucho y ahora,
vendados sus ojos,
espera la resurrección de la carne
aquí,
bajo esta piedra.
Leopoldo Panero (1909-1962)
Tras este impresionante documento, volvemos a ver oblicuamente la estatua que la ciudad de Astorga levantó a Panero y que vimos al principio. Al fondo, la catedral de Astorga en fondo negro con la sonata únicamente de acompañamiento.
Comentaba en el coloquio de Versión Española el director Jaime Chávarri tras la película que su intención inicial era la de grabar el sonido ambiente de un manicomio o rodar un cortometraje en un manicomio, pero su intento fue abortado por las instituciones de la época dadas las reiteradas negativas de rodar en este tipo de centros. Fue después, hablando con Michi Panero, amigo de copas, cuando este le propuso hacer una película sobre su familia. Así lo explicó Jaime Chávarri en una entrevista: “Al principio no me gustó la idea, pero cuando conocí a Felicidad y hablé con ella me entusiasmé. A partir de las conversaciones con Michi -al que ya conocía- Leopoldo, Juan Luis y Felicidad, nació una historia que se fue improvisando y se rodó sin guión. Así que entre su productor Elías Querejeta y por el entusiasmo de su amigo Michi Panero, Chávarri se embarcó en una largometraje que iba a durar según comentaba año y medio que retrata a los miembros de la familia Panero, seducido sobre todo por la madre, Felicidad Blanc, (funcionaria del Ministerio de Cultura) y por el hijo mayor, Leopoldo María, uno de los mejores poetas españoles vivos del momento.
Partiendo de estas dos ideas, Chávarri quiso tratar en el documental lo psicológico y los problemas mentales.
Aquel clan giraba en torno a la figura discutida del patriarca, Leopoldo Panero -fallecido 12 años antes y poeta de referencia en el franquismo- y estaba representado por su ya citada viuda, Felicidad, y sus tres hijos: Juan Luis, Leopoldo María y Michi, el pequeño. Los cuatro forman la piedra angular de esta película. El desencanto fue además la última película mutilada por la censura cinematográfica en España que suprimió las breves alusiones de Leopoldo María Panero a sus experiencias sexuales en la cárcel.
Se trata de una de las obras de Chávarri más reconocidas por la crítica.
Estrenada en 1976, "El desencanto " parece haber sido un fruto conjunto de las mentes de Michi y el director y amigo Jaime Chávarri. Del contexto de la película podemos comentar que en su estreno no fue demasiado bien recibida por la crítica, pronto se convertiría en un título de culto. Tuvo un rodaje intermitente que duró más de un año y su relación con la familia. Además, el poeta encuadrado dentro del grupo de los “novísimos” Leopoldo María Panero, figura clave tanto en sus ausencias como en sus apariciones, aceptó participar tardiamente y para ello regreso de “posiblemente” un sanatorio mental.
He leído que 'El desencanto' es un relato sobre la crueldad de las relaciones familiares y el papel de los ausentes. Es una película que escandalizó a su época y que todavía sigue fascina por lo narrado y como se ha realizado a través de una impresionante combinación de inteligencia, humor, honestidad, crueldad y cultura. La familia narra sus vivencias, en la que se entrecruzan sus recuerdos, y aprovechan para cobrarse deudas pendientes.
Dado el año de su rodaje y presentación, y dada la personalidad del protagonista ausente, uno de los grandes poetas de la falange, la película ha sido tenida como una metáfora del final del franquismo y ataque frontal contra la concepción que éste mantenía de la familia. Sin embargo, yo no estoy de acuerdo. Es un ajuste de cuentas familiar. Se habla de poder, de dinero, de traiciones, y de decepciones. Hablamos de las familias. Podríamos ir a cualquier barrio de nuestras ciudades y vemos que esto es una radiografía de la destrucción de una familia. Pública e importante culturalmente hablando, pero no muy diferente a cualquier otra con marejada de fondo. Tanto la película como sus protagonistas alcanzaron pronto dimensiones míticas en los sectores «cultos» del cine español. .
Señalar que en 1994 Michi Panero llamó a Jaime Chávarri con el fin de hacer una segunda parte de esta película, según comentó en Versión Española. Chávarri rechazó la idea pero no Ricardo Franco, quien llevará a la gran pantalla Después de tantos años, pero esta vez, sin la presencia de la madre, ya fallecida en el 2000.
Señalar que poco tiempo después falleció Michi, y que Juan Luis Panero publicó en 1996 su libro de poesía completa (1968–1996) en un volumen de la editorial Tusquets y que dio algunas de sus conferencias, en particular la que recoge su relación con Luis Cernuda, incluidas bajo el título de «Páginas sobre cine y poesía» en el libro Después de tantos desencantos. Vida y obra poéticas de los Panero, de Federico Utrera (Ed. Festival Internac. de Cine de LPGC, 2008).
Jorge Semprún en el prólogo para la edición del guión: “Ante El desencanto, su texto y sus imágenes, los actuales defensores ultraconservadores de la familia tradicional pondrán, sin duda, el grito donde suelen ponerlo todo […] en el cielo […] Porque es El desencanto de Jaime Chávarri uno de los más terribles alegatos, […] uno de los más amargos y más despiadados que yo conozca, contra la familia española: católica, patriarcal, autoritaria y monoándrica.”
"El desencanto” muestra una visión psicológica de los personajes: una especie de terapia de grupo sobre el gran trauma de la familia tras la muerte del padre, del patriarca, de Leopoldo Panero, la indiscutible figura de poder ejercida dentro de la casa hasta el día de su muerte. Leopoldo Panero es querido, pero a su muerte es rechazado incluso por los suyos. A grandes rasgos podría decirse que es un documental psicológico, en el que priman las palabras y el estado mental de los personajes a otros aspectos cinematográficos.
Chávarri pretende dar a entender al espectador que la inteligencia o el saber no tienen por qué estar unidos a una mente estable. Aplicando un ejemplo del documental a la psicología freudiana observamos un claro complejo de Edipo: todos los hermanos Panero muestran amor y cariño hacia la madre (incluso lo admiten en varias ocasiones a lo largo del documental) y odian profundamente al padre fallecido. El propio Leopoldo María afirma que Michi es un esquizofrénico, que Juan Luis es un paranoico y que él es el chivo expiatorio de la familia por llevar a cabo actos de locura. También se hace referencia a los excesos de drogas, sobre todo de alcohol, e intentos de suicidio como “algo normal” dentro de la familia. Chávarri no busca engañar al espectador, sino mostrar con mayor crudeza la mentalidad de los Panero.
En definitiva, estamos ante una película que desde el martes y hasta que he escrito estas líneas he visto ya en tres ocasiones. Es una película impresionante, monumental.
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