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miércoles, 8 de noviembre de 2017

Cachito


Lo primero que hice fue leer el libro. Era una novelita corta que se vendía con el título de Cachito, y que fue publicada por Alfaguara, una vez que, al parecer, había sido publicada por entregas en El País y que , inicialmente, se titulaba "Una cuestión de honor" . 

Se trataba de un cuento con buenos y malos para adultos que al transformarse en película da lugar a una road movie, en la que está presentes las aventuras y la miseria y la picaresca española. Al hacerse película el título de la película se transforma Cachito y que fue rodado, entre Madrid y Tarifa (Cádiz) por un director bilbaino que - por entonces- tenía 32 años, nacido en 1962, aunque también fue guionista y profesor en el departamento de Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid, tras licenciarse en Ciencias de la Información (rama de Publicidad) por la Universidad del País Vasco. 

Tras varios cortos dirige en 1987 su primer largometraje, Tu novia está loca, comedia con Antonio Resines y María Barranco, pero que tuvo cierto éxito en 1991 dirigió Todo por la pasta, y que le hizo que se le vinculara el género de la comedia. Gran parte de ellas serán de encargo para el productor Andrés Vicente Gómez, entre las de Cómo ser infeliz y disfrutarlo (1994) y Cuernos de mujer (1995), ambas películas estaban basadas en unos libros de la periodista Carmen Rico-Godoy. 

Sin embargo, poco después tuvo la opción de adaptar un relato de Arturo Pérez-Reverte, Cachito, lo que le dará pie para trabajar también en el guión de la adaptación cinematográfica de otra novela, en este caso, de Pérez-Reverte, El club Dumas, que, con el título de La novena puerta, será llevada a la pantalla años más tarde, y dirigida por Roman Polanski en 1999.

Un asunto de honor, el relato breve de Arturo Pérez-Reverte, era una obra maquinea, en el ambiente de un puti-club de carretera. En la historia había una banda de malos, "malísimos", con Sancho Gracia, Elvira Mínguez y Aitor Mazo; por otra, de buenos, no muy inteligentes, personificada en Amara Carmona y Jorge Perugorría.

El cartagenero Arturo Pérez-Reverte había concluido su obra en julio 1994 “Un Asunto de honor”, que se convirtió en Cachito en 1995. 

El director que años después sería el responsable de La caja 507(2002) o No habrá paz para los malvados ( 2011), dos thriller y que en diciembre de 2006 se convirtió en vicepresidente primero de la Academia de Cine, al resultar ganadora la candidatura encabezada por Ángeles González-Sindese lanzó al vacío con un guión de Francisco Pino, Jesús Regueira, Imanol Uribe y el mismo Enrique Urbizu, partiendo - claro esta- de la novela de Arturo Pérez-Reverte y con el apoyo en la producción de   Antena 3 Televisión , Origen PC , Aurum Producciones,  Canal + España y Producciones Cinematograficas SA siendo  Líder Films la distribuidora. 

La película contaba con la música de Bingen Mendizábal, la fotografía de Alfredo Mayo , hijo del mítico actor .

En el reparto aparecen el cubano Jorge Perugorría como Manolo , Sancho Gracia como  Rafael,  Amara Carmona como  Toñi , Elvira Mínguez como  Nati , Aitor Mazo como  Gordo - o Porky- Sara Mora como  Aurora , Luis Cuenca como Señor o Sidi , Pilar Bardem como  Prima, Pepo Oliva  como   Lucas , May Pascual como  Ameli, Txema Blasco como Don Cayetano, Lola Lemos como la abuela,  Carmen Sánchez como  Trujillo , Roberto Cairo como el   Guardia Civil , Sayago Ayuso como  Nazario.

La historia comienza momentos antes de que muera la abuela (Lola Lemos)de una niña de 16 años de nombre Toñi (Amara Carmona), una chica que había sido abandona por su madre y dejada a su abuela y que vive en una casa de campo de un pueblo extremeño del que no había salido nunca.

La chica se echa a la carretera con la vieja foto y una carta , la última escrita por su madre, en la que cuenta que está trabajando en un un hotel llamado Paraíso de la localidad de Jerez de los Caballeros.

La chica , que no ha salido en su vida del pueblo,  hace autostop y es recogida por un camionero solitario que la deja en el lugar de trabajo. El camionero Manolo (Jorge Perrugorría) tiene sus dudas al llegar pues ve que el hotel en cuestión en un puticlub de carretera , de los muchos que tachean la geografía española. La chica insiste y se baja del camión, despidiéndose del camionero.

Tras eso la chica llama a la puerta, pero nadie le abre. Eso sí, tras unos momentos se persona un extraño personaje, el Gordo o Porky (Aitor Mazo), vestido como la camiseta del Betis, que le lleva al interior del complejo. Allí hay tres chicas comiendo, entre ellas una que se hace llamar la Trujillo. Pero , tras la llegada de María, irrumpe en la cocina, Nati (Elvira Mínguez) quien le pregunta qué hace allí. Tras hablar con ella y decirle que busca a su madre, le dice que se olvide del tema y que se vaya. A la salida María se para con la Trujillo, a la que ayuda a recoger la ropa, pero en eso llega el dueño del club, Rafael (Sancho Gracia) , completamente bebido.

La chica que no sabe dónde ir, protegida por la Trujillo, se queda en el almacen, refugiada con una manta y detrás de unas casas de botellas vacías. Pero la mala suerte hace que ese sea el lugar en la que Rafael guarda la cocaína para él y sus clientes. Tras descubrir a la chica y saber que es la hija de su antigua trabajadora, pretende violarla , pero es detenida por Nati que le dice que sería muy retable venderla como virgen a Don Cayetano.

Aprovechando un descuido de Rafael la chica logra escapar del local y meterse en el camión de Manolo , el camionero de 27 años y ex presidiario, que llega al puticlub que dirige Rafael (Sancho Gracia) y en el que trabaja  Nati (Elvira Mínguez) acompañado de un amigo que en breves fechas se va a casar.

Mientras tanto Toñi se escapa y busca refugio en el camión de Manolo. Toni se esconde en el compartimiento con litera detrás de la cabina del camión de Manolo,  pero éste , al darse cuenta de su presencia, y pese a que ella le confiesa que tanto la Nati como Rafael, le han vendido por 300.000 pesetas  su virgo a Don Cayetano, un tipo enriquecido de gustos exclusivos - con farlopa incluida- ,  Manolo no la cree y llama al puticlub creyendo que es familiar de los dueños del club.

Tras ponerse desde un bar de carretera en la que la chica pide unas fantas y dos toblerones llega llega Rafael (Sancho Gracia). La chic se resiste a Don Rafael, pero es retirada por el Gordo y Rafael , se despide amablemente de Manolo, y se ofrece a pagar la cuenta.

Como quiera que el conductor sospecha que las maneras de Rafael esconden un lado turbio, así como la resistencia de Toni con Porky para entrar en el coche , y no pudiéndosela quitar de la cabeza, regresa a Club Paraíso donde logra rescatar a Toñi justo cuando se está a punto de consumar la violenta pérdida de su virtud. 

Manolo irrumpe en el puticlub y violentamente consigue llevársela, escapando hacia el sur, en concreto, a Tarifa, pues Nati le ha contado que la última referencia de la madre de María era la ciudad gaditana.

Don Cayetano le hace saber que el ha pagado por un servicio, y que dicho servicio no se ha consumado. Ahora, no pide que le devuelva el dinero, que es lo primero que le dice Rafael, sino que se trata de un asunto de honor.

Con la búsqueda de los dos huidos, elemento que prácticamente ocupará la segunda mitad de la película, acompañado por su amante, Nati (Elvira Mínguez) y  Porky (Aitor Mazo), que se encarga habitualmente de vigilar aquel antro se inicia la road movie, dejando la carga de comedia que , en principio, pudiera tener la película.

Como no saben hacia que punto del sur se dirigen la joven pareja Rafael decide pedir ayuda a su prima (Pilar Bardem). Por medio de las comunicaciones averiguan que Manolo se trata de un camionero conocido como el Correcaminos y sólo saben que su ruta es el sur. Sin embargo, la prima consigue saber que han parado en un motel de carretera. 

En el motel de carretera los fugitivos hacen el amor. Justo , en ese momento, irrumpen en la habitación los perseguidores. Porky noquea a Manolo y Rafael , al que Don Cayetano le ha hecho saber que ahora el asunto es un asunto de honor, viéndolo el tema de la virginidad frustrado, decide marcar a María en la cara y entregársela gratis.

Pero antes de que esto ocurra, Manolo se espabila y violentamente consigue escapar de nuevo con María en su camión.

Tras ellos van Rafael,  la Nati y Porky, el vigilante nocturno, quien conduce un coche. Sin embargo, la huida es frenada por la Guardia Civil que detiene el vehículo de los perseguidores.  Vuelven a tirar de contactos y averiguan que al puticlub manolo fue acompañado de un compañero, así que van a por él. Le dan una paliza y logran averiguar que la pareja se dirige a Tarifa, última referencia de su madre. 

María y Manolo llegan a su destino, y en la localidad gaditana, María ve por primera vez a la madre ya que está ejerciendo la prostitución en otro establecimiento –Aurora’s Club-.

Pero , igualmente, llegan también los perseguidores. Ahora Rafael empuña una pistola. Manolo, está decidido a matar o morir por María, y  «con un par de cojones», va por el chulo Rafael que ha  llegado con el ánimo predispuesto a todo, provocando un estallido de violencia que concluye con el enfrentamiento con Manolo a vida o muerte en lo alto de la muralla del Castillo de Tarifa. La película acaba con el cuerpo de Rafael enganchado a la muralla. 

Enrique Urbizu se enfrentaba en Cachito a su quinta película con un equipo de actores, según declaró al diario El País "que hacen fácil lo difícil". El autor de la obra original, Arturo Pérez Reverte declaró que era "(...) la primera vez que me encuentro un guión de una de mis obras que amplía la historia y no he tenido la tentación de tocar ni una sola coma".

Arturo Pérez-Reverte, quien congenió tan bien con Urbizu que viajó a Tarifa    para presenciar los últimos días de trabajo de un rodaje de exteriores que había comenzado el 24 de julio en algunas carreteras de la provincia de Madrid y que se reanudó el  día 9 de agosto en el pueblo y las playas de Tarifa, aunque también se rodó en    Guadalajara,  Toledo y Ávila.

Como ya he señalado la película partía de "Un asunto de honor", el relato se publicó Pérez Reverte por entregas durante el verano de 1994 en EL PAÍS.

El mismo autor en su blog nos relata en su blog Cómo "Un asunto de honor" se convirtió en "Cachito" , y nos narró lo siguiente:

"Todo empezó en una comida con el productor de cine Antonio Cardenal y su machaca ejecutiva Marta Murube, que son mis amigos desde que Antonio se jugó el patrimonio para meterle mano con Pedro Olea a El maestro de esgrima. (...) Acababa de contratarme El club Dumas y habíamos estado manteniendo reuniones con el guionista Anthony Shaffer -aquel de Sommersby y La huella de Mankievicz-, para ver cómo se planteaba el asunto en términos cinematográficos.  (...) Antonio, a quien le encanta complicarse la vida, acababa de decirme que tenía ganas de producir una película de mediano presupuesto, con acción y jóvenes y música y cosas así, y mientras él hablaba y yo le daba vueltas a un tocino de cielo y un cortado vi de pronto la historia mirándome allí, sobre el mantel: un fulano en un camión, hacia el sur, con camiseta y tejanos, y un yogurcito joven de ojos grandes, a su lado. Bares de carretera y faros de automóviles, una persecución, y una playa con el viento agitando el cabello de ella. Antonio seguía contándome no se qué, pero yo no lo escuchaba. Se me había ido la olla junto al camionero y la niña, y acababa de agregarles tres malos muy de caricatura, que los perseguían para darle emoción a la cosa. Muchas peripecias, peleas, entradas y salidas, la niña tierna que era sabia como todas las mujeres lo son, por instinto; y el chico duro que en el fondo era un infeliz buscándose la ruina. Algo así como érase una vez un yogurcito dulce por fuera y un camionero tierno por dentro que se enamora de ella y se la lleva -o en realidad la sigue-, hasta el final, sabiendo de antemano que el precio va a ser condenadamente alto. Una historia de amor, de carretera. Y de soledad, y ternura. Y de valor, y de coraje, y de muerte. Pero con final feliz. "Era la más linda Cenicienta que vi nunca...", pensé. 

Y de pronto miré a Antonio y le dije que iba a escribirle una película. Un relato corto para que alguien le hiciera un guión y lo llevara a la pantalla. Y me puse a improvisar. Recuerdo muy bien la cara de Antonio y Marta cuando empecé a contarles la historia, construyéndola a medida que lo hacía. Al terminar, Antonio me miró a través de sus gafas siempre torcidas y dijo, muy serio: -Escríbemela ahora mismo, cabrón. Y me puse a ello, dispuesto a hacer por primera vez en mi vida algo directamente destinado al cine. 

Se daba la feliz casualidad de que por aquellas fechas Juan Cruz, mi editor de Alfaguara, quería un relato corto, por entregas, para publicar en agosto en el diario El País. El año anterior ya nos habíamos estrenado con La sombra del águila, y Juan estaba dispuesto a repetir folletín, con intención de sacar después la historia en forma de libro. 

(...) Así que terminé por claudicar, y un día que me desperté más espabilado que otros resolví matar ambos pájaros de un tiro. La historia del camionero se publicaría por entregas, y luego serviría de base para el guión de la película. De ese modo cobraba dos veces por el mismo trabajo, y todos contentos. Así que me puse a trabajar. 

Fue una semana de tecla. La historia salió de un tirón, sin más dificultades que las normales, y elegí un tono que permitía escribirla de modo coloquial, rápido, sin detenerse mucho en correcciones ni florituras. 

La idea era que el papel de Manolo, el protagonista, encajara con Javier Bardem, a quien Antonio Cardenal quería en el papel de camionero. María, el yogurcito, sería una chica joven, de casting. 

En cuanto al malo, la posibilidad de que el papel recayera sobre Joaquin Almeida -el magnífico marqués de los Alumbres de El maestro de esgrima- me sugirió la idea de convertirlo en el Portugués Almeida, con diente de oro incluido. 

Antonio estaba dispuesto a que la película la dirigiera Imanol Uribe, que por aquellas fechas acababa de terminar el rodaje de Días contados con adaptación libre de la novela de Juan Madrid. Así que a la hora de describir el personaje de Nati lo dejé abierto para una eventual interpretación a cargo de María Barranco. 

En lo demás me olvidé por completo del cine y escribí la historia disfrutando muchísimo con ella, y convirtiéndola, de modo ya más personal, en un pequeño homenaje al lenguaje y el mundo carcelario, marginal y cutre, de los amigos y compañeros -macarras, lumis, presidiarios, trileros y prendas varias- que durante cinco años me habían acompañado cada noche de viernes en el programa de RNE La ley de la calle. 

La trama la planteé desde el principio como una especie de cuento de hadas de la Cenicienta y el Caballero de Limpio Corazón, con bruja mala, dragón y final feliz. Lo del final feliz era importante, porque Antonio Cardenal me había hecho jurarle por mis muertos más frescos que la gente saldría sonriendo del cine, en plan oye qué bien. 

Sin embargo, a medida que tecleaba el asunto iba cobrando vida propia; y ocurrió lo que pasa a menudo con este tipo de cosas: algo que te planteas como una simple diversión superficial va encarnándose en otro plano más profundo, y terminas por implicarte a fondo. De ese modo, y sin pretenderlo, el relato se fue llenando de ángulos menos evidentes y de ese humor desgarrado y amargo que ya figuraba en La sombra del águila. 

Y Manolo Jarales Campos, un personaje plano al servicio de la idea de una película, se transformó poco a poco en la encarnación de muchas otras cosas a medida que su autor le iba dejando, en riguroso préstamo, ciertos personales puntos de vista sobre el mundo, la mujer, el Destino, y lo que Manolo habría definido como puta vida. El cuanto a los malos, quise salvar un poco al portugués Almeida. 

Los cinco años en permanente contacto semanal con chorizos de variopinto pelaje me enseñaron un par de cosas sobre ellos, así que decidí dotarlo de un retorcido sentido del honor, en forma de ese peculiar código que a veces tienen ciertos malandrines. Y en homenaje, sobre todo, a uno de mis mejores amigos: Angel Ejarque Calvo, ex boxeador, ex delincuente profesional, trilero y estafador callejero a base de arte y labia, que se dejó la calle hace seis o siete años y fue, tanto en su vida choricil como en la honrada que lleva desde entonces, uno de los hombres más cabales y cumplidores que he conocido nunca. De ese modo, lo que cuenta en el relato para el Portugués Almeida no es ya tanto el dinero o la virginidad de la niña -el tesoro que codician los piratas- sino ajustar cuentas con su honor mancillado por la pareja fugitiva. El honor del portugués, el honor del camionero, la honra de la niña. El título estaba claro: Un asunto de honor. 

Pero, mientras le daba a la tecla, lo del final feliz cada vez lo veía menos claro. Tampoco es que a esas alturas de la historia me preocupara mucho, así que me consolaba diciendo que a la hora de hacer el guión ya se las apañarían otros para que la cosa resultara. Yo tenía clarísimo el final en la playa, Manolo y la niña, la navaja, y la ruina patatera que le había caído encima a mi protagonista. Andaba ya en las últimas líneas, buscando que se me perfilara el toro para rematar. Sin tener muy claro si mi héroe se cargaba al Portugués Almeida e iba al talego, o si el pobre Manolo palmaba allí, en la playa, defendiendo a Trocito y a esa cierta idea de la vida y de sí mismo que había descubierto gracias a ella. De pronto, cuando llegué al momento de la arrancada, me dije: para, muchacho. Has llegado al final. Ahí está. Ya no hay nada más que decir, y lo que cuentes a partir de ahora importa un carajo. Y pensé bueno, pues vale, pues me alegro. Que lo guionistas se las arreglen como puedan. 

Se publicó el relato. Entusiasmado con la historia, con ese calor que pone en todo cuanto se le mete entre ceja y ceja, Antonio Cardenal se la pasó a Imanol Uribe para que éste hiciera el guión, y me desentendí del asunto, decidido a mantenerme al margen. 

Todavía tuvimos una comida Imanol, otro guionista y yo, en El Escorial, para discutir un poco el asunto e intercambiar ideas. (...) De todas formas, como suelo decir siempre, uno corre esos riesgos cuando le vende una historia al cine. Y cuando vas de remilgado y estrecho, siempre queda el digno recurso de no dejar que nadie haga películas con ella. Así nadie te macula la cosa. 

En el caso de Imanol Uribe, procuré no mezclarme para nada, limitándome a discutir las posibilidades de ampliación de de los personajes y de la estructura. Antonio Cardenal y él estaban de acuerdo en que la trama venía definida, y sólo quedaba ampliarla para cubrir la hora y media necesaria para la película. Así que me dediqué a otros asuntos. 

Al cabo de un tiempo, Antonio me dijo que el título Un asunto de honor era poco cinematográfico, y yo sugerí Trocito. Por fin la cosa quedó en Cachito a instancias de Imanol, por aquello de la canción. Me pareció un buen título. 

Pasaron varios meses, y el productor me llamó un día para decirme que el guión estaba listo, pero que había un problema. El problema me lo contaron Imanol y él durante una comida en el restaurante La Ancha de Madrid. Tras el éxito de Días Contados, Uribe acariciaba el proyecto de Sí, Bwana: una película sobre el racismo que pensaba rodar con Andrés Pajares y María Barranco. -Ahora me apetece mantener una línea como de más seriedad -dijo-, a tono con Días contados. Quizá Cachito tenga un tono de acción, de thriller, demasiado ligero para mí, en este momento. 

Antonio Cardenal me miraba sin decir palabra, angustiado, pues Imanol había estado con el guión varios meses antes de comunicarle su cambio de intenciones, y el tiempo se nos echaba encima. -Pues ten cuidado con el cine trascendente -le dije a Uribe-. Cierto cine demasiado trascendente del que se hace en España suele ser más peligroso que el frívolo. Sobre todo en taquilla. Imanol aseguró que eso no significaba que él se fuese del proyecto. Iba a seguir trabajando en el guión, cuya primera versión ya estaba lista. Y proponía un nombre para hacerse cargo de la historia: Enrique Urbizu. Un director vasco, joven, que había rodado la excelente Todo por la pasta y después un par de encargos sobre las historias de Carmen Rico Godoy. 

A Antonio, que a tales alturas se le echaban las fechas encima, le pareció una buena opción. Y a mí también. Así quedaron las cosas. A los dos días recibí la primera versión del guión, que venía firmada por Imanol Uribe y otros dos guionistas. Lo leí muy despacio, página a página, y me quedé estupefacto. Nada de aquello tenía que ver con la historia que yo había escrito. La tierna historia de amor del camionero y su yogurcito se convertía allí en una sórdida y confusa historia de racismo y puterío, de hijas ocultas, de abuelas y de madres, con fantasmas incluidos, que terminaba con un camión cayéndose -lo juro- desde lo alto del peñón de Gibraltar. Para más inri, la tierna Trocito se había convertido en una pequeña zorra maliciosa con muy mala leche, y en el guión de Imanol, mi ingenuo héroe Manolo no sólo no era ingenuo, sino que estaba a punto de casarse con una novia a la que tenía preñada, y no contento con eso, se calzaba a la niña protagonista la noche antes de su boda, y además borracho. Leí el texto por segunda vez, porque tal vez me había equivocado y no sabía captar la esencia cinematográfica del evento. Luego cerré el guión y cogí el teléfono para hablar con Antonio Cardenal: -Ahora ya sé por qué Imanol no quiere hacer la película -dije-. Ha intentado convertir Cachito en una cosa seria, grave, trascendente, con mucho mensaje, y se ha cargado la historia. No tiene nada que ver con la que escribí para ti. El pobre Antonio estaba hecho polvo. -¿Y qué hacemos? -preguntó (luego supe que mientras hablábamos intentaba autoestrangularse con el cable del teléfono, sin éxito). -Pues no sé -dije-. Igual a Imanol le sale una película buenísima, que no lo dudo. Pero para ésto no me necesitabais a mí. De la historia original no ha quedado ni rastro. Tiene que arreglarse, decía Antonio. Una reunión. Discutir el asunto. Cuéntales lo que no te gusta. El rodaje empieza dentro de tres meses y nos pilla el toro. 

Se celebró la reunión en la productora Origen, con asistencia de Imanol, sus dos coguionistas, Antonio Cardenal y sus asesores, y Carmen Dominguez, ex colega de TVE en representación ahora de Antena 3, que coproducía en una pequeña parte y compraba los derechos de antena. Yo expuse mis razones sobre el guión, precisé los puntos en que la historia podía, a mi juicio, recuperar parte de lo perdido, y el equipo de Antonio y los de Antena 3 estuvieron de acuerdo. Imanol y sus guionistas tomaron nota de todo y juraron tenerlo en cuenta. 

Dos semanas después enviaban otro guión absolutamente idéntico al anterior. Estaba claro que a Imanol, ya pendiente de su otra película, Cachito lo traía al fresco. Entonces me cabreé, y mucho. -Paso del tema -le dije a Antonio-. La película es vuestra, así que rodad con este guión lo que os de la gana, pero yo no quiero saber nada de ella. Y os prohíbo que utilicéis mi nombre ni siquiera en los créditos. No tiene nada que ver conmigo. Así que agur. Que os vayan dando. 

Antonio, siempre fiel y buen amigo, hizo un último intento. Enrique Urbizu, a quien yo aún no conocía, estaba dispuesto a reescribir él sólo todo el guión, y un encuentro entre ambos podía, quizás, enderezar el asunto. Me mandó la cinta de Todo por la pasta, que aún no había visto. La vi y llamé a Antonio (...) Coincidía conmigo en que Urbizu había visto mucho cine norteamericano y lo había visto bien, pero al mismo tiempo era muy español. Así que me picó la curiosidad, fuimos a cenar juntos a un restaurante de Chamberí, y desde el primer momento congenié con aquel joven de pelo recogido en una coleta y botas tejanas, que tenía muy claro el cine que le gustaba hacer y, habiendo leído la historia original, me explicó detalladamente sus proyectos sobre Cachito. 

Para alivio de Antonio Cardenal, que andaba poniéndole velas a la Virgen y rezando novenas a Santa Gema para salir del punto muerto -habíamos perdido a Javier Bardem con tanto retraso y malentendidos, y sospecho que también porque le hicieron llegar el guión en su primera o segunda versión-, Enrique Urbizu y yo salimos del restaurante tan de acuerdo que al día siguiente emprendíamos en plan Pili y Mili un viaje de tres días en mi coche, para que se ambientara en la historia antes de reescribir el guión maldito. 

En realidad, la película Cachito surgió de aquel viaje. Durante mil quinientos kilómetros, basándonos de nuevo en el texto original de Un asunto de honor, recorrimos carreteras, bares de camioneros, puticlubs extremeños, hablamos con los guardias de Tráfico, comimos caña de lomo, tomamos copas a lo largo de la geografía andaluza, y nos lo pasamos, como hubiera dicho Manolo Jarales Campos, de cojón de pato. 

Un día llegamos a las playas de Tarifa y comprendimos que era allí donde iban a amanecer Cachito y Manolo para que ella viera el mar. Y Enrique, que no conocía Tarifa, se enamoró de aquella ciudad y la metió, por el morro, en su película. Pocos viajes han dado tanto de sí. 

De ese salieron escenas, ideas, situaciones cómicas que a veces nos hacían estallar en carcajadas y nos obligaban a detener el coche para no estamparnos contra un camión. La idea del Correcaminos y el Coyote-Portugués-Rafael, el "Ahí estáis, cabrones" del radar de la Guardia Civil, la escena de Rafael con el picoleto de la pantera rosa, el desguace de Lucas, Tarifa de noche, el Mercedes hecho polvo, los muertos más frescos y el clavel y la campana, la impagable escena del señor escuchimizado de la barra poniéndole al malo el pistolón en el careto... Cuando en el amanecer del cuarto día arrié a Enrique en un semáforo de Madrid, supe que Cachito se había salvado. 

La prueba me llegó a los pocos días, en el guión magnífico que, tomando como partida el de Uribe, pero manejando todos los ingredientes y recursos presentes en el texto de Un asunto de honor, Enrique Urbizu escribió en un tiempo récord. Antonio Cardenal me envió el tocho y corrió a rezarle al Cristo de Medinaceli, supongo, mientras yo lo leía. 

Apenas lo hube terminado, lo telefoneé:   -Hay una cosa -dije-. Un chorizo que ha estado en la cárcel no diría nunca "me cago en la sota de oros", sino "me cago en la puta de oros". -¿Y lo demás? -preguntó Antonio, con un hilo de voz. -Lo demás es buenísimo. Nunca había leído un guión tan estupendo en mi vida. Y era cierto. No sentí necesidad de tocar ni una sola coma del texto conseguido por Enrique. Una historia que te enganchaba tanto como una road movie norteamericana bien planteada, pero al mismo tiempo profundamente española, con un humor oportuno, soberbio. Incluso había tenido momentos, durante su lectura, en que la interrumpí riéndome a carcajadas en escenas que eran hallazgos exclusivos de Enrique, como la cocaína en la olla de sopa o cuando el guardia civil lo detiene y empieza a pedirle papeles en plena persecución. Uno de esos guiones que le habría gustado escribir a uno. Y firmarlos. 

Después de aquello, el equipo de Origen se lanzó a una frenética actividad para poner en marcha la película: ocho semanas y media de rodaje en Madrid y el sur de Cádiz y un presupuesto de 250 millones, con dos tercios de la película en exteriores. 

El casting decidido entre Antonio y Enrique resultó excelente: Jorge Perugorría, que arrasaba con Fresa y chocolate y a punto de estrenarse Guantanamera, encarnaría a Manolo en lugar de Bardem. Trocito-Cachito salió de una ardua selección realizada por Enrique hasta dar con los ojazos gitanos de Amara Carmona, que llenaban la pantalla en las pruebas -contar cómo se pactaron las escenas eróticas, bajo estricta supervisión familiar, sería suficiente para escribir una novela-, y daba el aspecto de yogurcito, o petisuis, como quieran, apropiado para la historia. 

El papel de Nati, para quien Enrique había pensado en Kity Manver (Todo por la pasta), no pudo ser encomendada a ésta porque se hallaba rodando una serie para televisión, pero encontró una extraordinaria intérprete en Elvira Minguez, de quien yo le había hablado con entusiasmo a Cardenal tras verla bordar su papel de etarra en Días contados, y que en Cachito supo dar un contenido perfecto con su personaje hastiado, bronco, a la parte femenina del triángulo de malvados. Un Trío Calaveras maravilloso, que Enrique completó con Aitor Mazo como Porky, y con el que a mi juicio es el hallazgo más genial de la película: Sancho Gracia en el papel tragicómico, violento, estremecedor, hilarante, desaforado, esperpéntico, del Portugués Almeida transformado en Rafael. Hay que decir en honor de Sancho -y de Enrique Urbizu- que, en cuanto leyó el guión, aceptó hacer el personaje del Portugués-Rafael. La decisión no era baladí, pues Curro Jimenez no había hecho nunca de malo en la pantalla, salvo en la aparición televisiva de El Jarabo. Pero según me contó más tarde, la fuerza del personaje, sus contradicciones, la solidez y el humor del guión lo decidieron a aceptar el desafío. -Es que este hijoputa de Urbizu -contaba- lo tiene muy claro.   Enrique y él se entendieron de maravilla, lo que no deja de ser singular en un actor veterano con más conchas que la tortuga D'Artagnan y un director que aún no ha cumplido los treinta años. 

En cuanto a Enrique, con mucho cine clásico de acción norteamericano visto y asimilado de modo impecable, y con una intensa admiración por los también clásicos de la pantalla española, rescatar a Curro Jimenez para el personaje de Rafael en una historia como Cachito le permitía bordear -de ese modo peligroso y entrañable que tanto le gusta- la épica cinematográfica, la acción, el humor, el guiño al espectador, la amalgama de todos los matices y homenajes a nuestro cine de todas las épocas, refundidas y relanzadas en una lectura inteligente que de nada reniega y de todo aprende. 

No es casual que en esa línea pensara en Sancho para el papel, encomendase a Luis Cuenca el de vigilante del puticlub de Tarifa, o rescatase a la bella y magnífica Sara Mora del cine erótico de los setenta para convertirla, con una cicatriz en la cara, en madre de Cachito veinte años después. 

No asistí mucho al rodaje, fiel a mi propósito de autor que debe mantenerse a prudente distancia. Acudí alguna vez al estudio donde Luis Valle, el director artístico que realizó para Pedro Olea los maravillosos interiores de El maestro de esgrima, había construido el burdel donde transcurre la primera parte de la película. Luis, alias Koldo, no era el único miembro del equipo de El maestro que repetía historia mía, y también tuve el placer de encontrar a Alfredo Mayo como director de fotografía, y a Antonio Guillén como machaca de producción sobre el terreno, siempre al borde del agotamiento nervioso. 

En cuanto a Jorge Perugorría, simpatizamos en seguida cuando lo conocí en plan camionero, encantador, profesional, paseándose con el tatuaje de Cachito en el brazo, como recién salido de las páginas de mi relato, con ese acento cubano que Enrique Urbizu resuelve en la película con una sola frase de Cachito, de modo genial. 

Y recuerdo la timidez de Amara Carmona cuando me contaba lo impresionada que estaba el primer día que tuvo que rodar una escena con Sancho Gracia: -Me puse nerviosísima, imagínate... ¡Tenía delante de mí a Curro Jiménez! 

Antonio Cardenal iba y venía, disfrutando de todo aquello como disfruta en cada película en la que se mete: como un crío con videoconsola nueva. A fin de cuentas, quien pagaba toda aquella maravillosa locura era él. 

El rodaje prosiguió en una presa de la sierra de Madrid, donde Sancho, colgado del un abismo tras negarse a ser doblado por un especialista, se empeñó en interrumpir una escena para llamarme a su lado y recitarme, sobre el vacío, una escena del Don Juan Tenorio que tenía previsto estrenar el primero de noviembre en un teatro de Madrid: -No es verdad, ángel de amor... 

La última semana transcurrió en Tarifa, rodando de noche, donde la gente acudía en masa a ver a Curro Giménez -los niños le preguntaban dónde estaban los caballos-, y Antxón, el ayudante de dirección, se veía obligado a rogar continuamente al público con un megáfono que no aplaudiesen a Sancho después de cada escena hasta que el director dijese "corten". 

Por fin, una mañana en que el viento levantaba espuma a las olas, vi a Jorge Perugorría y a Amara Carmona amanecer en la cabina del camión, en una playa del sur. Y ella abrió esos ojos grandes y negros que tiene y dijo: "el mar". Y Manolo Jarales Campos la miraba con la misma ternura que en el texto que yo había escrito año y medio antes, imaginando esa misma mirada. Y Trocito sonreía con una sonrisa idéntica a la que yo había puesto en sus labios. Y me dije que sí, que el cine te gasta a menudo bromas pesadas. Pero a veces una mujer, una actriz, una mirada, un amanecer filmado por un equipo de gente silenciosa tras una cámara, pueden encarnar con absoluta precisión, con fidelidad, el momento mágico, fugaz, de la historia que una vez soñaste.

Señalar que para el actor cubano era el primer papel que asumía en España tras el éxito de Fresa y Chocolate. "Fresa y Chocolate ha marcado una etapa en mi vida. Antes era un desconocido, como todos los actores cubanos porque el bloqueo va más allá de lo económico. Ahora tengo que rechazar ofertas por falta de tiempo", comentó Perugorría, quien aseguraba que Cuba está llena de grandes actores. "No sólo yo, mi carrera está empezando".

Para Amara Carmona, 18 años y bailaora de flamenco, Cachito fue su lanzamiento en la pantalla grande. "Mi papel me fascinó cuando lo leí. La verdad es que me presenté al casting de Alma gitana, de Chus Gutiérrez, por casualidad. Esa fue mi primera experiencia en el cine, pero ahora tengo claro que quiero quedarme", afirmaba.

El tercero en discordía fue Sancho Gracia que , según declaró un joven Urbizu, en una entrevista que se emitió antes de la película en "Historias de nuestro cine" cuando escribía el guión ya tenía en mente a Sancho Gracia, para él, el único actor especializado en cine de aventuras en la España de los noventa. A su vez Sancho Gracia comentaba que "Cuando me propusieron el papel, pensé que yo no serviría. Es un personaje extraño, sometido a un ritmo febril que pasa de la sonrisa a la rabia y es capaz de llevarse a cualquiera por delante. La película tiene una parte grotesca, pero también está llena de ternura". Reconoce que durante el rodaje en tarifa se convirtió en el centro de atracción de los vecinos de Tarifa.

Se esperaba que la película fuese un taquillazo, pero fue más bien un gatillazo tanto para la crítica como para el público. María Casanova escribió sobre ella en Cinemanía diciendo que "La película tiene ritmo, bonita fotografía, los actores hacen buenos trabajos y muchas secuencias arrancan carcajadas, lo que siempre se agradece". Participa igualmente su hijo , Rodolfo Sancho, que hace de camarero con pocos recursos y menos neuronas, en uno de sus primeros papeles.

Tiene razón el escritor al señalar que la película es un trama en la que se mezcla casi por igual  el drama, la acción, un ritmo trepidante , la emoción,  y algunas notas de  humor negro.

A destacar la luminosa , colorida y brillante  fotografía de Alfredo Mayo, la consistente banda sonora de  Bingen Mendizabal. La película la he visto en el marco de ese programa de es Historia de nuestro cine de la 2.

Una película que , si bien no fue el éxito esperado ni de público , ni de crítica, si es hoy una buena muestra de una road movie patria con Sancho Gracia en un papel que le viene como anillo al dedo.

domingo, 8 de octubre de 2017

Entrelobos


Estuve trabajando durante nueve años fuera de mi ciudad. Primero en una importante ciudad del norte de la provincia de Córdoba, Pozoblanco, y después en un pequeño pueblo de Sierra Morena, Adamuz. En esos nueve años, no había nada mejor, además de estar atentos a la conducción, que mirar el paisaje. 

Un paisaje verde, que muchos españoles desconocen, pues creen y , a veces con razón, que Andalucía es un secarral, sin descubrir que al norte e Sierra Morena hay una auténtica selva de color verde intenso. Ese espacio que, en gran medina se ha mantenido virginal por presentar grandes latifundios, va a servirle de marco a mi paisano, Gerardo Olivares, para contarnos una historia que, a diferencia de aquella que nos contó Truffaut en 1969 sobre El pequeño salvaje - que me impresionó en mi niñez- tiene mucho más que ver con el Libro de la Selva, la primera película de la que tengo conciencia, que con ella. 

Gerardo Olivares tuvo el valor de contarnos una historia real, la de Marcos Rodríguez Pantoja, un niño que durante la época de la posguerra vivió en plena naturaleza y rodeado de lobos, y con ella hacer un canto a la comunicación entre el hombre y la naturaleza. Entrelobos es una tiene mucho de dramática y de aventuras . 

Se trata de una película del año 2010 escrita y dirigida por Gerardo Olivares, que junto a sus dos películas siguientes, Hermanos del viento (2015) y El faro de las orcas (2016), forma una trilogía en la que el hilo conductor es la relación hombre-animal. Además de su intervención en el guión Gerardo Olivares contó con diversos asesores en los argumental como Manuel Moral , Javier Moro , Ángela Nieto y John Truby , así como otros muchos en el plano de la biología y de la etiología. 

En la música contó con Klaus Badelt, mientras que en la fotografía el encargado será Óscar Durán. Al no ser una plícula fácil y que en su radaje el tiempo podía jugar de forma adversa la película contó con un amplio número de productoras para financiarla como Arakao Films, Canal Sur Televisión, Deutscher Filmförderfonds (DFFF), Eurimages, Instituto de Crédito Oficial (ICO), Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA), la Junta de Andalucía, la RoundAboutMedia (en co-producción), Televisión Española (TVE) Wanda Visión SA, y Sophisticated Films. La inversión para la misma fue de € 4.500.000 euros. 

El reparto lo encabeza nominalmente Juan José Ballesta como el protagonista Marcos, con 20 años, , Sancho Gracia como Atanasio, Manuel Camacho como Marcos con 7 años , Carlos Bardem como Ceferino, Àlex Brendemühl como Balilla, Eduardo Gómez como Caragorda, Agustín Rodríguez López como Juan José, Luisa Martín como Isabel, Vicente Romero como Hocicotocino, Dafne Fernández como Pizquilla, José Chaves como Doroteo, Francisco Conde como Manuel, José Manuel Soto como Don Honesto el Señorito, Félix Sancho como Pichote, Antonio Dechent como el Guardía Civil. 

La historia comienza con dos hermanos que llevan sus cabras por la Sierra de Córdoba allá por la primavera o el otoño de 1954. Mientras esto ocurre una manada de lobos observa la parada de los cabreros en un arroyo en el que aprovechan para bañarse.

Cuando se quitan las ropas se adivina los golpes que han recibido de su madrasta, Isabel (Luisa Martín) . Pero el plácido y caluroso día acabará de mala manera. Los chicos cerca de la casa van a ver como su rebaño se ve diezmado en cinco miembros tras el ataque de los lobos. La llegada a la casa no es mucho mejor, pues Isabel, la nueva compañera de su padre, los recibe a base de empellones y tortazos que acaban con los niños fuera de la casa, a la intemperie, bajo la lluvia a la llegada del padre, que "eslomao" se dedica a beber mientras escucha las cansinas quejas de su mujer. 

A la mañana siguiente Isabel ha convencido al padre que lleve a uno de ellos, el menor, Marcos (Manuel Camacho) para que su padre lo entregue a un terrateniente Don Honesto (José Manuel Soto) para saldar la deuda por las cinco cabras. 

Al llegar al cortijo, éste acepta la propuesta dejando al niño en manos de Atanasio (Sancho Gracia), un pastor de cabras que vivía en una cueva en un sitio alejado de la humanidad conocido como el Valle del silencio. 

El niño será llevado por uno de los capataces de Don Honesto, Ceferino ( Carlos Bardem) al alejado lugar. Durante la noche Marcos y Ceferino, reciben la inesperada visita de una patrulla de la Guardia Civil que le alerta de un robo en una finca cercana. Se han llevado unos cerdos y el responsable parece ser un bandolero dicen ellos, - realmente un maquis- conocido como Balilla (Àlex Brendemühl). Por él darán un buena recompensa de 10.000 duros. 

Al día siguiente Ceferno pregunta en un chozo si saben algo del Balilla, pero el señor no dice nada. La hija del mismo pide algo de comer, pero Ceferino se niega, aunque el chico le suelta un saco destinado a Atanasio. 

Al llegar ambos conocen a un hombre huraño, que no responde a las indicaciones de Ceferino sobre todo si le da información por el Balilla. Como no responde le deja únicamente una quinta parte del trigo que le llevaba. Marcos, pasa la noche muerte de miedo, pero desde el dia siguiente descubre a un señor que le enseñará a cazar, a buscar comida y a hacer fuego. 

Con él comienza a conocer las maravillas naturales de la zona. También intenta superar sus temores cuando descubre que en la zona se han instalado una manada de lobos. Un día comienza a entrar en contacto con ellos tras explicar el pastor el proceder ante los mismos. Igualmente, el pastor empieza a actuar como un padre con el niño. 

Una noche reciben la visita de la partida de maquis encabezada por el Balilla, que resulta ser su único hijo superviviente que durante la guerra se había incorporado al Ejército Repulicano. Y que ahora malvivía escondido por la zona con su partida. Esa misma noche a la partido de los maquis escuchan disparos. 

Desde ese momento Atanasio va perdiendo interés por la vida y, tras una breve enfermedad,  muere en la soledad de la naturaleza. 

Marcos se queda solo al fallecer el pastor y desde ese momento comienza su vida por la lucha por supervivencia, pero igualmente su conexión con la naturaleza, especialmente, con los lobos que le darán incluso de comer. 

El niño crece ( ya como Juan José Ballesta) como un salvaje entre los animales y rehuyendo de Ceferino que cada cierto tiempo se pasa por la cueva en busca del Balilla, que aún sigue libre por la Sierra. Un día ve como una partida de la Guardia Civil con la gente de Ceferino lo persigue. Marcos le ayuda a escapar y le cura las heridas. Eso también supone su detención por parte de Ceferino. 

Éste obsesionado con el maquis decide dejar al chico en el chozo y va en busca del Balilla. La noche se cierne sobre él y con ella la niebla, que es aprovechada por los lobos para atacarle y acabar con la vida del malnacido. 

Al día siguiente la partida de la Guardia Civil se lleva al chico supuestamente a la civilización. Han pasado los años, Sierra Morena sigue allí inmensa y poderoso, cobijando una naturaleza maravillosa. Estamos en 2010, Marcos regresa al espacio en qué vivió, ya como hombre. DE cualquier manera se quita la camisa, llama a los lobos. Una llega y lo lame. Sigue viviendo entre lobos y así acaba la película. 

La historia de la misma comenzó el 13 de enero de 2007 cuando Gerardo Olivares (Córdoba, 1964) descubrió en la portada del diario El País, la foto de una chica asiática que iba acompañada del título "Veinte años perdida en la selva camboyana". 

El cineasta cordobés, primer español en ganar la Espiga de Oro en la Seminci de Valladolid con su "14 kilómetros" empezó a leer el artículo. Al final del artículo, un enlace digital remitía a otros casos similares, y entre ellos descubrió el nombre de un paisano cordobés, de Añora. Se trataba de Marcos Pantoja que como el cineasta ha declarado en alguna ocasión "De 1954 a 1966, Marcos Rodríguez Pantoja vivió solo en Sierra Morena. Cada vez que entraba gente en el valle que habitaba, él se escondía", explica el cineasta. "Con su imaginación, Marcos luchó contra su soledad. Yo podía haber hecho otra película, la de la recreación de lo que él creyó vivir, pero he optado por apegarme a los hechos, a lo que él realmente vivió. Y desde luego convivió con los lobos, el filme le devuelve parte de su dignidad. 

Gabriel Janer, el antropólogo que escribió El pequeño salvaje en Sierra Morena, comenta que a él le fascina todo ese mundo interior que creó ese niño para sobrevivir". 

Tras eso y con un amplio grupo de colaboradores y asesores argumentales que antes he citado culminó la redacción. 

Buscó a especialista en el rodaje en la naturaleza como Gutiérrez Acha que durante dos semanas, filmó camuflado cómo unos buitres bajaban a comerse un ciervo. Estudiaron la luz y la unidad de Olivares rodó cuatro meses después con la misma luz -"yo iba detrás, para que encajara todo" y mostraban a Juan José Ballesta peleándose por la carne con dos buitres amaestrados. "La película integra naturaleza y ficción, y sin una no se puede entender la otra". 

Olivares ha dirigido la primera unidad, pero el equipo contaba con dos patas más: el documentalista Joaquín Gutiérrez Acha que ha sido el capitán de la segunda unidad, el responsable del rodaje de los animales, fundamental para poderse creer la historia; y Pepe España, el biólogo experto en lobos, aportó su conocimiento y un grupo de estos canes. "Cuando Pepe leyó el guión, en muchas secuencias ya me advirtió: 'Esto es imposible de hacer". 

Olivares, veterano de los documentales y realizador remató una entrevista informando que esta historia estaba pensada "en llegar al gran público y cuanta más gente la vea, mejor. ¿Que es un filme familiar? Pues sí". 

La película se rodó en diversos puntos de Sierra Morena. Me ha parecido reconocer lugares de Adamuz, Montoro, Cardeña, y me imagino que en Villanueva y Pozoblanco. 

Hubo dificultades para llevar a cabo el rodaje debido al temporal que azotó al Parque Natural de Cardeña-Montoro, donde se realizaron la mayoría de los exteriores. Un rodaje que comenzó en la primavera de 2009 y se alargó hasta mayo de 2010. 

Durante los meses de abril y junio de 2009, se realizaron los procesos selectivos para elegir a los personajes de Marcos y su hermano cuando son pequeños. Tras presentarse 206 niños, los elegidos han sido para el primero Manuel Camacho de 8 años y natural de Villanueva de Córdoba y para su hermano, un niño de 12 años natural de Añora. 

La película fue estrenada en Varsovia el 10 de octubre de 2011 en el Festival de Cine de Varsovia. En España su estreno fue el 26 noviembre 2010 en 223 pantallas. También en otros países como Alemania , Bulgaria y Francia. Consiguió rentabilizarlo con unos ingresos que alcanzaron los 6,820,000 de euros. 

La película se centra en muchos aspectos reales de la historia de Marcos Rodríguez Pantoja, el menor de tres hermanos, nacido en Añora (Córdoba) en junio de 1946. Su madre, Araceli, murió. Su padre, Melchor, se juntó con una mujer, en la película Isabel, y se fueron a vivir al campo y entregó a unos parientes a sus dos hijos mayores. 

Marcos se quedó con su padre, su madrastra y las palizas de mil demonios que ésta le propinaba. Vivían en una choza levantada con palos y matojos. Palos y sacos de paja. Eran piconeros: hacían carbón. Creo que a los de Añora, los noriegos, le llaman por eso tiznaos como a los de Torrecampo. 

Como apenas tenían un mendrugo de pan, un día declaró Marcos que "Llegó un señor, el dueño de una finca, y estuvo hablando con mi padre. Le dijo: "Tanto dinero le doy por llevarme a este chico". Entonces me cogió, me llevó a su casa y me hartó de comer. Y cuando anocheció me llevaron a Sierra Morena, donde se escondía un viejecito con barbas. Tenía cabras que guardaba el viejo aquel. Había lobos aullando, zorros, cabras, ciervos. Antes de llevarme allí me pusieron un plato de chorizo, tocino, morcilla, tasajo de ciervo, carne seca .  

Marcos, en una artículo publicado por El País, rememoraba a salto de mata la historia en que su padre lo vendió como el que vende un cerdo. El director de cine Gerardo Olivares ha escuchado muchas veces ese relato entrecortado. 

Olivares llegó a él a través del artículo del País y por la tesis que el antropólogo Gabriel Janer escribió a mediados de los setenta. El plató de rodaje fue la misma Sierra Morena donde Marcos anduvo sin pizca de contacto humano, más o menos, desde los 7 hasta los 19 años. Desde 1953 hasta 1965. 

Marcos comentó que con "... el viejo huraño aquel convivió poco. Una noche le dijo que lo esperara en la cueva donde dormían. "Y no lo volví a ver más. Ya me quedé solo y no lo he vuelto a ver más". Marcos, se tuvo que inventar una familia. Con el tiempo, se hizo a todo. A los lobos, los zorros, las culebras, las águilas, las ratas. La ropa se le fue rompiendo. Se hizo una zamarra con la piel de los venados. Sólo se cortaba el flequillo; para estar ojo avizor en la vida animal, donde imperaban los colmillos. -Yo estaba preparado con el cuchillo. La carne que yo no quería se la llevaba a los lobillos. Los padres no me dejaban, pero como veían que yo les llevaba de comer, cogieron confianza. Yo olía como ellos. Cuando yo quería que vinieran, cuando me veía que no tenía salida, empezaba a aullar. Venían varios lobos y, como se daban cuenta de que estaba perdido, se tiraban a mí dando saltos y me cogían los brazos con la boca hasta que yo reía. Empezaban a jugar. Luego me señalaban el camino hasta la cueva de ellos y, desde allí, yo ya sabía irme. Me divertía yo solo con los animales. Y se entendía con ellos. Con sus mismos sonidos. (...) 

Marcos era uno más en la naturaleza. "Dormía con la zorra. La zorra era la primera que se metía debajo de mis piernas cuando había tormenta o llovía". También vivió un tiempo con una camada de ratones, a los que daba leche de cabra. Y siempre planeaba por allí algún águila, a la que le troceaba los conejos o perdices que atrapaba. "Ponía la presa en un plato de aquellos de corcho y más contentos. Acariciaba a las águilas, las besaba, y se iban más contentas ". Janer, el antropólogo, analizó estos pasajes y llegó a la conclusión de que "Marcos no inventa, pero cubre con la imaginación su necesidad de saberse querido por alguien". 

Con razón Marcos piensa que su "rescate" por la sociedad humana al principio le confundió, y , en ocasiones, le humilló.

La Guardia Civil lo encontró, por el aviso de un guarda, en 1965. Esto pasó: "Buenas tardes", le saludaron los agentes. Marcos se levantó y fue a echar mano del cuchillo. "No te vamos a hacer nada". Le montaron en un caballo y lo llevaron a Fuencaliente, en Ciudad Real. A una barbería. Cuando el hombre cogió la navaja, Marcos creyó que le iban a decapitar. Gritó y se echó encima del barbero. Se calmó cuando vio que a un chico sólo le estaba cortando el pelo. "¿Cómo estoy aquí y allí?", se preguntaba. El espejo le imitaba. En el río no se veía tan claro. 

Un cura joven, Juan Luis Gálvez, que estudiaba en Madrid, le enseñó a pronunciar. Al principio dormía debajo de la cama. Quizá porque le recordaba más a su cueva. La religión se lo pasó de mano en mano. Marcos se tuvo que ir con unas monjas al Hospital de Convalecientes de la Fundación Vallejo, en Madrid. Las hermanas no querían que saliera en los periódicos. "Ay, qué deshonra", clamaban. Entre imágenes de santos, empezó a socializarse: cantaba la copla Una paloma blanca, de Antonio Molina, y ellas le gritaban olé como a un torero de los grandes. Las monjas le enseñaron a caminar derecho. Hizo la comunión. "¿Y esto para qué es?", preguntó. "Para estar bien con Dios. Las cosas feas son pecado", le contestaron. No entendía nada. "Me explicaron que si uno se acostaba con una mujer salía un chiquillo. Yo no me lo creía. Fueron metiéndome en vereda. Como un mulo que no está domado". 

Un día Marcos tuvo que salir a la sociedad. A partir de entonces, su vida transcurrió en Palma de Mallorca, donde trabajó en bares y hoteles y donde le timaban como le ha pasado a lo lago de toda su vida. 

En los ochenta acabaría malviviendo en otra cueva. En Alhaurín el Grande (Málaga). Le conocían en el pueblo y el alcalde le consiguió una pensión no contributiva. En Fuengirola conoció a Manuel, sus pies y sus manos, con el que vive en Galicia. "Me tocó la lotería. Hago lo que me da la gana siempre que tenga las cosas a raya". 

Durante el rodaje Gerardo le decía "Ahí es donde vas a aullar". El sitio es una roca desde donde uno se siente dueño del mundo. Han traído un par de lobos. Son lobos amaestrados. Tienen que hacerse con Marcos para que en la toma salga todo bien. Tensión fuera: enseguida empiezan a lamerle. Marcos los acaricia. Se revuelca por el suelo. Los besa. 

Dijo Gerardo Olivares que "En aquellas montañas entró un niño de ocho años, de aquella experiencia salió un veinteañero que nadie creyó, un hombre "nada maleado, profundamente buen tipo e inocente" "Es curioso cómo habla Marcos. Él dice: 'Nosotros, los animales; vosotros, la raza humana". 

El mismo Marcos Rodríguez Pantoja aparece al final de la película. La película obtuvo algún premio en 2010, siendo nominada al Goya en el apartado de mejor actor revelación (Manuel Camacho). 

Las críticas fueron en general positivas. Javier Ocaña dijo en El País que era "Un producto notable (...) no son pocos los aspectos sobresalientes de una obra a la que se le nota el esfuerzo de producción" 

Jordi Batlle Caminal en el barcelonés diario La Vanguardia que era "Buen cine de aventuras. (...) Impecablemente facturada, bellamente fotografiada y el largo tramo en que el héroe vive solo con las bestias, sin diálogo alguno, tiene el vigor del mejor cine físico" 

Duro con ella fue Sergi Sánchez en La Razón al decir "Lo más auténtico de la película son los lobos, los buitres, las cabras: en cuanto aparece un ser humano, por muy mono que sea, la película se derrumba" . Al igual que el anterior, Nando Salvá en el también catalán El Periódico consideraba que era "Una odisea desperdiciada. (...) Pantoja, convertido casi en personaje secundario de su propia vida a causa de la incapacidad del director para dotarla de verdadero impacto dramático (...) " 

Irene Crespo en Cinemanía escribía que era "Una película muy arriesgada en su producción, aunque de resultado aletargador (...) no se te quita la sensación de estar viendo un documental muy bonito de los lobos en Sierra Morena. (...)" 

Personalmente , a  mi me ha gustado. Al fin y al cabo son espacios que conozco, por lo que me he movido desde niño. He entrado por sus bosques , que cuando hay agua no tienen que envidiar a otros de la España cercana al clima oceánico. He visto muchos de esos animales correr por los cerros, los zorros o "juanicos" como le llamaba el abuelo de un amigo, las jinetas, los jabalíes que , a veces me impedían el paso por la carretera mientras iba a trabajar, los ciervos con sus berreas, ni noches que he ido a escuharlos. Hace unos meses me cruce con un lince que saltó justo delante de mi. 

Y claro en este entorno ¿qué puedo pensar? En ocasiones me ocurre -como a Marcos- que recuerda su infancia en la naturaleza como el período más feliz de su vida, sin embargo, el presente es siempre mucho mejor.

martes, 9 de agosto de 2016

La comunidad


Cuando Adrián Massanet publicó en blog de cine las diez películas españolas de la década (2000-2009) no aparece ninguna de un director que puede ser excesivo en su cine, pero que representa lo mejor del espíritu de Berlanga. Hablo sin lugar a dudas del director actual más singular que hay en España, Alex de la Iglesia. Un director que puede ser calificado como desmesurado, retorcido, anárquico, extremo, intenso, bizarro, inquietante, con afición a colgar a sus personajes de las alturas y que plantea sus películas como una una metáfora de España y sus conflictos. 

Es conocida su pasión por los cómics y en este caso yo creo que en la película que vi anoche, La Comunidad, su quinta película tiene mucho de esta historieta de una España cutre creada por Francisco Ibáñez en 1961 que en realidad es una macroviñeta que ocupa una página, dividida a su vez en viñetas no secuenciales, y que muestra en clave de humor un edificio de apartamentos y la comunidad que lo habita. Sin embargo, el afirmaba en una entrevista Jot Down que «Mis referencias fundamentales son televisivas o cinematográficas, o literarias, poco más. Para entendernos: para mí, el Capitán Haddock es más importante que muchas personas. De hecho, me gustaría que, en mi vida, desaparecieran muchas personas y apareciera el Capitán Haddock. El cómic es muy importante para mí. Tampoco puedo ocultar que en mi película hay mucho de Polanski, pero también mucho de Atraco a las tres, de Forqué; y también de El pisito". Según declaró Alex de la Iglesia en una entrevista a Beatrice Sartori  en El Mundo," el infierno empieza tras la puerta del vecino".

La comunidad es la quinta película española dirigida por Álex de la Iglesia a sus 34 años y que tiene como protagonista a  Carmen Maura. Se trata de una producción de Andrés Vicente Gómez a través de su productora Lola films a la que se suman Antena 3 y la desaparecida Vía Digital contando con 4 millones de euros para su realización.

Esta  comedia, de humor negro, se estrenó en el 2000. Como suele ser habitual el director bilbaino contó con el guión de Jorge Guerricaechevarria y de él mismo. Igualmente tira de su equipo de trabajo habitual el músico Roque Baños, a fotografía de Kiko de la Rica.

El reparto está integrado por Carmen Maura (Julia García), Emilio Gutiérrez Caba (Emilio Garrido), Eduardo Antuña (el descerebrado Charly), Terele Pávez (Ramona), Roberto Perdomo (Oswaldo), Paca Gabaldón (Hortensia), Jesús Bonilla (Ricardo), Sancho Gracia (Castro), Kiti Manver (Dolores), María Asquerino (Encarna), Marta Fernández Muro (Paquita), Ane Gabarain (Karina), Manuel Tejada (Julián Chueca), Enrique Villén (Domínguez), Eduardo Gómez (García). A los que se suman Ramón Barea (policía) , Luis Tosar ( policía) Mariví Bilbao (una clienta que quiere ver el piso), Antonio de la Torre (el camarero), junto a  Ion Gabella (Camillero), Aitor Mazo (Bombero) y Borja Elgea (Luis), .

En la secuencia de los créditos iniciales, una cámara posiciona a los espectadores como observadores de la historia. La secuencia comienza con un movimiento de cámara simulando el vuelo de un pájaro que se sitúa sobre un edificio majestuoso y muestra un gato en una de sus ventanas.

La cámara, siguiendo al gato, entra en una habitación llena de basura, agua sucia y un cadáver descompuesto que el gato empieza a lamer.

La secuencia se cierra con el gato disolviéndose en una espiral, en cuyo centro aparece un ojo que pertenece, según indican los créditos, a la actriz y protagonista de la película, Carmen Maura.

La cámara aísla su aterrorizado rostro a la izquierda de la pantalla y revela la causa de su terror: quince individuos dispuestos de manera que recuerdan a una rueda de reconocimiento policial y que resultan ser los miembros de La Comunidad.

Una vez comenzada la película vemos a la protagonista  Julia (Carmen Maura) hablando por teléfono con su marido en frente del mismo edificio de los créditos iniciales. A medida que se acerca al edificio para conocer a sus clientes, Julia se encuentra un naipe con la figura del joker encima de una alcantarilla que lleva inscrito el nombre de Madrid.

Al abrir la puerta ya junto a los clientes que están mojados por la lluvia y han estado esperando se encuentra con un vestíbulo sucio, paredes agrietadas y desconchadas, manchas de humedad y goteras, y un contenedor de basura con el nombre de la calle: San Jerónimo 14, la calle del Congreso de los Diputados.

A pesar de las pésimas condiciones del interior, Julia, que trabaja para una agencia inmobiliaria, enfatiza las “superventajas” de su ubicación al tratar de vender el piso a sus clientes (metro, zonas verdes,...). A partir de ese momento, descubrimos que el céntrico edificio (metáfora de Madrid, y por ende, de España) es un teatro de apariencias engañosas, donde los individuos  tienen fuertes intereses bastardos.

Tras salir los potenciales compradores Julia, que se prendado del piso, especialmente de su dotación interior, llama a su marido Ricardo para que vaya allí. Julia García decide aprovechar que tiene las llaves del mismo para preparar una suculenta cena, haciendo que Ricardo, su marido acuda vestido de smoking para pasar una noche de lujo y lujuria con él.

Ricardo, quien recientemente ha empezado a trabajar como portero de discoteca, llega cabreado por su nuevo trabajo en el que , además de ir en un frac que el ha de comprar, le vacilan hasta los adolescentes. En eso descubrimos qie la pareja pasa por una crisis de pareja y que sus discursos son contrarios, Ricardo amargado desde que le despidieron de la mutua en que trabajaba cuatro años atrás y frustrado porque se ha enterado de que su ex compañero de trabajo, Antonio Pesadas —que trabajaba en la misma compañía de seguros que les despidió tras una reducción de plantilla— ahora es taxista y conduce un Mercedes, mientras que él es un simple portero de discoteca, vive amargado .
Julia trata de animarlo, recordándole que llevan 6 meses sin acostarse, pero él no se concentra, diciendo que se escucha la televisión del vecino. Por su parte, ella esperanzada, ahora, con el lujoso piso que tiene que vender y que decide quedarse para disfrutar de una noche romántica con su marido. El piso, que incluye televisión de pantalla gigante, sofá de cuero, cama de agua extragrande, e incluso jacuzzi y sauna finlandesa, simboliza todo lo que Julia no tiene y desea poseer. La lujosa decoración del piso y su exquisito diseño, su ubicación céntrica y el abrumador confort que irradia prometen reducir la distancia entre lo que Julia es y la fantasía en la que aspira a convertirse,  Sin embargo, Ricardo está lleno de envidia y tiene su orgullo herido, Ricardo es incapaz de compartir la emoción que Julia siente por el piso. Su noche romántica se ve completamente arruinada cuando deciden utilizar la cama de agua y decenas de cucarachas empiezan a caer a través de una grieta en el techo. Este suceso parece confirmar que la aparente perfección del apartamento es tan falsa como las promesas que Julia vende a sus clientes.

Además, la cámara muestra a alguien disfrazado de Darth Vader y con respiración pesada espiándoles con binoculares desde el otro lado de la ventana con lo que el apartamento ni siquiera garantiza la intimidad que prometía a la pareja.

Terminando por enfriar su ánimos con la aparición de un montón de cucarachas y aguas que caen desde una grieta abierta en el techo, pese a los cual finalmente se quedarán dormidos en el sofá,

Ambos serán despertados a la mañana siguiente con el timbre de la puerta, Son una pareja de potenciales compradores. Ricardo debe ocultarse en el balcón para no ser visto, empapándose bajo la lluvia mientras su mujer debe mostrar el piso a una pareja, que, al ver el estado de la habitación deciden llamar a los bomberos pues la cama se está inundando de lo que cae desde el techo. Cuando se personan los bomberos aparecen por primera vez los vecinos .

Los bomberos derribarán la puerta del vecino de arriba ante la expectación de todos sus vecinos que parecían odiar al dueño del piso. Descubrirán que el piso está lleno de basura, estando el dueño muerto frente al televisor y medio devorado por los gatos.

La entrada de los vecinos en pantalla se intercalan con las imágenes del programa de televisión, un documental de animales,  que Ricardo y Julia están viendo tras su experiencia con las cucarachas. El programa de televisión muestra una pareja de buitres en primer plano buscando una presa desde la rama de un árbol mientras una voz en off comenta las imágenes: “El buitre, sepulturero por naturaleza, devora a los muertos. Tan pronto como un buitre localiza a un animal muerto otros veinte descienden a compartir la presa. El chacal se une a ellos y el sombrío festín continúa hasta que ya no queda nada más”.

Evocando la imagen de los dos buitres buscando su presa desde el árbol, la cámara muestra desde un plano contrapicado a Encarna y Paquita vestidas con batas oscuras y observando desde la barandilla de la escalera. Un zoom-in las aproxima al espectador para que éste pueda percibir su emoción al mirar al piso del anciano, tal y como han estado vigilando durante años según revelará la película más adelante.

Impacientes por confirmar la muerte del anciano, el resto de vecinos también se reúne frente al piso como buitres frente a un cadáver: Charli (quien resulta ser el personaje disfrazado de Darth Vader), su madre Dolores (quien le propina una bofetada por ir vestido como “un travesti”), Ramona (quien también le propina otra bofetada), Julián y Hortensia.

Cuando uno de los bomberos confunde a Julia con el administrador de la comunidad, los vecinos trasladan toda su atención a ésta, posicionándola como la intrusa, el chacal que no pertenece a la comunidad: “¿Esta quién es? ¡Pero si no la conocemos de nada!” Julia, a la que todos toman por la nueva dueña del piso de abajo.

La rapacidad de ambos, vecinos (buitres) y Julia (chacal), se pone en evidencia poco después del descubrimiento del cadáver del anciano.

Julia, que ha entrado en el piso del muerto, se encuentra a Domínguez (Enrique Villén), otro vecino, hurgando entre la basura del viejo mientras canta una canción de piratas “¡15 hombres van en el cofre del muerto!”

No mucho más tarde, Julia canta la misma canción poco después de que los camilleros del Samur se lleven el cuerpo descompuesto del vecino y a este se le caíga la cartera. Julia se lleva a su casa la cartera. Al abrirle ve el DNI y encuentra un plano de un suelo ajedrezado. Cuando ella se tira en el sofá descubre que corresponde con el suelo del piso del vecino con una especie de crucigrama hecho a mano, comprendiendo por la noche al ver una anuncio de "Don Limpio", que lo que hay dibujado no es un crucigrama, sino un plano de las baldosas de la casa del muerto.

Julia, esa noche se cuela en la casa del vecino pese al precinto, consiguiendo gracias al plano encontrar enterradas bajo una baldosa movida bajo la que hay varias bolsas llenas de dinero. Tras cargar con las bolsas baja hasta "su casa", aunque antes de llegar a la misma sale Ramona, una de las vecinas que, creyendo que Julia va a bajar la basura la acompaña hasta la calle, hasta que comprueba que las echa en el contenedor.

Las recogerá poco después, ya sin la vigilancia de Ramona y justo antes de que se las lleven los del camión de la basura.

Tras encontrar el dinero llama al marido para que vaya al piso. Así acabaría la primera parte de la película , con una secuencia similar a la ocurrida entre Julia y Ricardo en su primer encuentro, pero con matices. Avisado por ella llega Ricardo, que aparece con un ojo morado y con la ropa destrozada, por el dueño de la discoteca, que además de golpearlo lo ha  despidido, por lo que no está de humor para atender a su mujer, a la que le echa en cara que le esté recordando constantemente que lo echan de todos los trabajos y que es ella quien ahora tiene un sueldo fijo y quien lleva la casa. Mientras Julia sueña con las posibilidades que el dinero le ofrece (“Soy totalmente rica, puedo no gastarme un duro y vivir el resto de mi vida de los intereses sin trabajar ni un solo día”), Ricardo vuelve a interrumpir sus sueños. Esta vez Ricardo  se marcha a su casa sin querer montarse fantasías en su cabeza de gente rica, no dándole a Julia la oportunidad de contarle lo que ha sucedido.

Cuando Julia intenta contarle su inesperado golpe de suerte, Ricardo le interrumpe diciendo que prefiere no imaginar nada. En ese preciso momento, se escucha un anuncio en televisión con el eslogan: “La droga más fuerte no es la velocidad. Es el dinero”, que muestra una serie de imágenes de coches de lujo y mujeres hermosas que obligan a imaginar precisamente lo que Ricardo no quiere. El anuncio produce un efecto contradictorio en la pareja: por un lado, aumenta la frustración y la resignación de Ricardo (“En esta vida tú y yo no vamos a poner el culo en un asiento de esos ni de coña, al menos que cojamos el taxi de Pesadas [...] Yo no puedo comprarme ni un Audi ni un Mercedes, ni tener a una chica como la del anuncio [...] Sabes porque no quiero quedarme en este piso ¡porque es exactamente lo que no vamos a tener nunca!”). Frente a ello los deseos materialistas de Julia aumentan. En cuanto se ve en posesión del dinero, Julia empieza a deshacerse de aquellos que se interponen entre ella y sus deseos, incluido su maridotras verse como un sujeto no querido por parte de Ricardo,  y , tras salir, comenta para sí misma, que no sabe lo que se ha perdido.

Julia recibe la visita de uno de sus vecinos, Oswaldo. Ahora no dudará en “hacer desaparecer” de un ataque al corazón cuando Oswaldo, un vecino cubano e instructor de baile, le ofrece la oportunidad de pasar una noche animada en un fiesta, la de su llegada a España, y ¿por qué no? ...de pasión. Julia, que se siente de inmediato atraída por él acepta.

La segunda parte de la película comienza con la fiesta de bienvenida que los vecinos organizan para Julia con el fin de averiguar lo que sabe sobre el dinero. Mientras esperan la llegada de Julia, la cámara posiciona visualmente a Emilio (Emilio Gutiérrez Caba) , el administrador de la comunidad, como figura de autoridad.

Durante la fiesta, a la que acuden todos los vecinos, le presentan finalmente a Emilio Garrido, recién llegado de Eurodisney, donde estaba cuando murió el vecino de arriba. Encarna y Paquita le cuentan que al muerto le tocó una quiniela, y que desde entonces no volvió a salir de su piso.

En cuanto Oswaldo anuncia la llegada de Julia, la cámara muestra a todos los vecinos esperando inmóviles la señal de Emilio para comenzar la actuación y, a sonar la música. El administrador dirige sus movimientos como director de una orquesta y tras su señal, los vecinos interpretan una comunidad ideal con el fin de atraerla e impedir que se escape con el dinero. La importancia de esta farsa, es mostrar la rapacidad e hipocresía de los vecinos y el rol que se les asigna con sus respectivos lugares, poderes y funciones. Mostrando simultáneamente la farsa escénica y lo que ésta oculta tras el telón,

La actuación-farsa de los vecinos se lleva a cabo en tres actos. El primer acto empieza con la fiesta ficticia. Nada más llegar, Julia pregunta si todos los presentes son vecinos. Oswaldo contesta que son “una comunidad muy unida [...] como una piña”.  Emilio añade que todos comparten un interés “por el bien común, el interés que todos [tienen] por el edificio”, ya que la mayoría de ellos han vivido allí toda su vida.

Al margen, Paquita y Encarna explican que el único vecino que no compartía un interés por el bien común era el anciano, quien enloqueció tras ganar la quiniela de catorce y nunca quiso dejar su piso porque aparentemente les tenía miedo. “Fíjese usted qué tontería, miedo a nosotras, ¡miedo!” dicen con risa histérica.

Como queriendo disipar cualquier atisbo de duda, Oswaldo insiste que la comunidad es como una familia y que se siente afortunado de vivir en el edificio. La escena termina con una imagen de toda la comunidad que finge cantar y bailar alegremente alrededor de Oswaldo y Julia.

La fiesta prosigue y  Oswaldo y Julia parecen que van a enrollarse. Ambos suben al piso de Julia. Esta piensa que va a tener sus minutos de pasión con el cubano, aunque éste lo que quiere es servir de caballo de Troya para la comunidad. Antes de poner el cerrojo Julia mira por la mirilla  y ve como varios vecinos golpean a Domínguez, al haberles contado ella a Hortensia y a Dolores, que él también entró estuvo en el piso. Tras entrar al piso, Julia  y Oswaldo van a la cama de agua. Previamente él ha quitado el cerrojo de la puerta.

Los miembros de la comunidad han entrado y están revisando el piso, buscando el dinero. Al escuchar ruido Julia sale y ve el salón infectado de vecinos , que sin miramientos miran por todas las partes, pero no encuentran nada. Los echa amenazando con llamar a la policía. Salen y cuando ella regresa al dormitorio encuentra a Oswaldo en el cuarto de baño buscando el dinero. Ella, dolorida, lo hecha de su casa. Revisa que está el dinero que sigue en la maleta y decide escapar.

El segundo acto se inicia en el ascensor, cuando Julia trata de escapar con el dinero dentro de una maleta tras descubrir las intenciones de la comunidad. Así como en el primer acto los vecinos se presentan como una comunidad unida por un sentimiento compartido de pertenencia e identidad, en este acto los vecinos se retratan a sí mismos como una comunidad contractual (es decir, legal) basada en un acuerdo que supuestamente les concede el derecho a repartirse a partes iguales el dinero del anciano.

Trata entonces de marcharse de la casa, Tan pronto como Julia entra en el ascensor, Domínguez le advierte que los vecinos le persiguen para matarlo y que están abajo los están esperando y que los matarán a los dos, como mataron al ingeniero que vivía anteriormente en la casa que ocupa ella por no aceptar las normas de la comunidad negándose a participar en los turnos de vigilancia establecidos para evitar que su vecino pudiera escapar con los 500 millones - que Julia le aclara que son solo 300 - que le tocaron en las quinielas, y que todos estaban esperando la muerte del viejo para hacerse con su dinero y repartirlo. Amenazándola con un cuchillo en la garganta, le explica que todos acordaron vigilar al anciano día y noche para asegurarse de que no escapase para así repartir su dinero tras su muerte. El único que se negó a aceptar las reglas fue el ingeniero, el anterior inquilino del lujoso apartamento, y como consecuencia, simplemente “desapareció”.

Pronto comprobará Julia que los temores de Domínguez no eran infundados, ya que mientras tratan de huir en el ascensor que se había parado entre dos pisos se rompe el cable de este, quedando Domínguez atrapado entre el techo del ascensor y el suelo, ya que tenía medio cuerpo fuera, acabando su cuerpo cortado por la mitad brutalmente seccionado.

Hortensia (Paca Gabaldón), otra vecina, aprovecha el momento para apoderarse de la maleta con el dinero, pero Julia consigue amedrentarla con el cuchillo de Domínguez.

Hortensia, mujer de (Manuel tejada) , propietario de un videoclub en la esquina, bajo amenaza, trata de persuadir a Julia de la “buena fe” de la comunidad: el anciano no disfrutaba del dinero, y con el fin de que no revertiese en Hacienda tras su muerte.

Asustada, Julia se oculta en casa de Hortensia, a la que conseguirá mantener reducida con un cuchillo, y la cual le cuenta que habían acordado repartírselo todo a partes iguales y que no querían hacer daño a nadie. Tratando de salir de la comunidad se valdrá de Hortensia como rehén, sin hacerles caso pese a que le dicen que lo repartirán con ella.

El acto termina con los vecinos en la escalera intentado convencer a Julia de que forme parte de la comunidad de interés: “En esta maleta hay dinero para todos. Tú ya has demostrado lo que hay que tener. Te has ganado tu parte”.

Sale entonces Castro armado con su escopeta dispuesto a acabar con ella, salvándola la llegada de la policía, que acude a investigar la muerte de Domínguez,

Con el accidente y muerte de Gutiérrez la policía ha sido avisada y se personan los agentes Pradillo (Ramón Barea) y Gómez (Luis Tosar). Inicialmente ayudan a Julia e incluso la protegen, tratando ella de aprovechar la coyuntura para escabullirse,  , pero Emilio Garrido le recuerda dos cosas:que ella fue la última que lo vio con vida, por lo que deberá ser interrogada. y que no ha echado la llave y que eso es peligroso para ella. Ella sube con Emilio, pero ella le pide a la policía que espere.

El tercer acto empieza cuando Emilio obliga violentamente a Julia a entrar en el piso. En forma de monólogo Emilio posiciona a Julia como la intrusa que amenaza con destruir el vínculo ético que une a la comunidad.

Garrido, que la golpea brutalmente, lamentando que todo ocurriera durante las únicas vacaciones que se permitió en 20 años, diciéndole que el mérito de la quiniela fue suyo, porque le dijo el resultado que le dio el dinero. Le dice que no está dispuesto a perder algo por lo que ha luchado durante tantos años, y que todos los vecinos sueñan con poder solucionar sus problemas con ese dinero, ante lo que Julia le dice que sabe que ese dinero no es para la comunidad, sino que se quedará él con todo, pues piensa que si ha sido capaz de matar, primero al ingeniero y después a Domínguez, no es por 30 millones, sino por 300.

A pesar de ofrecerle la oportunidad de ser “uno de ellos” y compartir “la suerte de vivir en esta casa”, Julia ha optado por seguir sus propios placeres e intereses. El egoísmo de Julia se opone a los valores de solidaridad, respeto y sacrificio en los que se fundamenta la comunidad: “La gente como tú me da pena [...] Sois todos iguales. Sólo pensáis en vosotros mismos [...] Vosotros no queréis responsabilidades, sólo vivir el presente, disfrutar de la vida a lo loco [...] Bueno, pues aquí no. Aquí somos una comunidad.” Como prueba de ello, Emilio aporta una lista de necesidades de cada vecino corregida anualmente, queriendo posicionar a la comunidad en un plano ético superior: “García tiene mal la cadera [...] [n]ecesita un coche [...] Paquita [...] [n]ecesita una dentadura nueva”. Si bien los vecinos interpretan su papel de comunidad ideal , tras el telón la película revela un orden de dominación basado en la desigualdad y la exclusión.

El orden de dominación se manifiesta de forma explícita en una conversación que Charli y su madre mantienen en la fiesta de bienvenida. Cuando Charli pide permiso a su madre para irse, su madre insiste en que se quede porque así lo quiere Emilio. Charli entonces se queja de que él nunca quiso firmar el acuerdo (“Yo no quería firmar, tú me obligaste”). Su madre le advierte de que puede acabar como el ingeniero.

La conversación demuestra que bajo la apariencia de acuerdo existen, como Charli, individuos que no son miembros voluntarios de la comunidad de consenso. A lo largo de la película, los vecinos tratan a Charli como un ser inferior (“un subnormal” como lo define Castro), sometido al cuidado materno e incapaz de pensar por sí mismo. Al relegar a Charli a la categoría de “subnormal”, la comunidad le excluye del espacio público de negociación colectiva y toma de decisiones.

Existen sólo dos opciones para aquellos que osen desafiarla: o bien se les obliga a aceptar el proyecto común, sus valores y reglas, convirtiéndose así en miembros pero no participantes en la comunidad (Charli); o si se niegan (como el viejo o el ingeniero), o se considera que han violado las reglas (como Domínguez), se convierten automáticamente en amenaza que debe ser eliminada, si es necesario por la fuerza.

Así, cuando Julia es capaz de discernir la retórica manipuladora de Emilio y le acusa directamente “Usted es un farsante y un ladrón, como yo ¡como todos!”, Emilio deja progresivamente de fingir y de justificarse y trata de matarla.

Garrido, armado con una enorme llave inglesa se dispone a acabar con ella en el baño, aunque, cuando ya parece que no va a poder salvarse del ataque, Julia tira de la alfombrilla y hace que Garrido caiga y se golpee en la cabeza, siendo él quien muera. Consigue arrastrarlo hasta la cama, simulando cuando llega un compañero de la inmobiliaria para suplirla que es su amante, y consiguiendo quitárselo de ese modo de encima, tras lo cual se acuesta a descansar junto a él, dándose cuenta entonces de que no está muerto y que despierta.

Llaman entonces al timbre, y cuando llega frente a la puerta le habla Oswaldo, que trata de convencerla de que se siente muy atraído por ella y de que él la puede ayudar a huir juntos, pero cuando abre la mirilla y mira se da cuenta de que junto a él se encuentran los demás vecinos armados, esperando que salga para acabar con ella.

Llega entonces Emilio Garrido hasta ella y tras hacerse con el cuchillo que llevaba ella trata de matarla, viéndose obligada a acabar con él a golpes de lámpara, si bien los vecinos, cansados de esperar derriban la puerta, debiendo ella ocultarse en el balcón tras romper la cuerda de la persiana.

Con esta ata la maleta y la lanza hasta el piso superior, hasta el que ella trepa pese al enorme peligro que entraña, llegando finalmente hasta el balcón de la casa del vecino muerte, donde cae finalmente desmayada. Ata la maleta con la cuerda de esta y la lanza hasta otro piso, al que trepará por esa puerta, quedándose colgando antes de empezar a trepar hasta otro balcón, el del muerto, cayendo allí desmayada.

Tras eso decide huir, usando como ía de escapa el piso del muerto. La última parte de la película comienza con la imagen de Julia atrapada en el piso del muerto, tras su lucha con Emilio.

Al tiempo que los vecinos tratan de forzar su entrada, Charli el hijo de Dolores, que es un poco retrasado, pero que, tras verla desnuda duchándose, se quedó prendado de ella, y que la ayuda a escapar por un agujero del techo, hacia la azotea. Charli consigue entrar de forma inesperada para ayudarle a través de un agujero en el techo que, según explica, planeaba utilizar con el anciano para escapar. El muchacho le explica que él era amigo del anciano muerto, al que había ayudado a planear la huida, que no llegó a producirse debido a que murió antes, prometiendo que la ayudará haciéndose el tonto como siempre. Charli, obsesionado con Darth Vader, del que siempre va disfrazado, trata en efecto de distraer a los vecinos con su espada de plástico mientras Julia ha de huir a través de los tejados cargada con la maleta.

Cuando Charli y Julia salen a la azotea, Charli intercambia la maleta con el dinero por otra maleta idéntica sin que Julia se de cuenta.

En la azotea mantienen el siguiente diálogo:

Charli: Este es mi plan. Tú huyes mientras yo los distraigo, como en La Estrella de la Muerte.
Julia: ¿Pero qué Estrella?
Charli: Han Solo distrae a los soldados imperiales mientras Luke y la princesa huyen. Pero vamos a ver, ¿cómo no te puedes acordar?
Julia: Por favor, ¡esto no es La Guerra de las galaxias!
Charli: La Fuerza está conmigo.
Julia: ¿Pero no te das cuenta de que te pueden matar?

Charli: Tranquila mujer, que no pasa nada. Me haré el tonto como siempre. Confía en mí, ¿vale?

Mientras Julia huye con la maleta, Charli, todavía disfrazado de Darth Vader, se encara con los vecinos con una espada de plástico.

Oswaldo y Castro se preguntan “¿pero mira por dónde nos ha salido el subnormal este?” y le propinan una paliza. Su madre sentencia cruelmente: “Tenía que haber hecho caso a tu padre y ahogarte en la bañera nada más nacer”.

Apartándolo a un lado, y tras ser golpeado, todos corren tras Julia que huye por los tejados y azoteas del centro de Madrid,

Oswaldo y Castro también se pelean entre sí, lo que le permite a Julia cobrar algo de ventaja, acabando Oswaldo tras la discusión colgado del mástil de la bandera del edificio del BBVA de la calle de Alcalá, desde el que acaba cayendo y muriendo.

Mientras Castro, aunque cojo, continúa la persecución, observado desde algo más atrás por el resto de los vecinos, entre los que se encuentra Ramona, que, en posesión de la escopeta de Castro dispara contra Julia, aunque falla el disparo, por lo que Castro la llama estúpida, ante lo que Ramona vuelve a disparar, aunque esta vez no contra Julia, sino contra el propio Castro, tras lo cual será ella la que continúe la persecución de Julia, que escala hasta lo alto del edificio, al que poco después llega Ramona, tras un salto espectacular, tiene lugar una pelea entre las patas de los caballos de las cuadrigas de las esculturas de Higinio Basterra que coronan el edificio.

Finalmente Ramona la empuja, aunque Julia consigue agarrarse a la pata de uno de los caballos, de la que queda colgando, consiguiendo volver hasta el pedestal donde discute con Ramona que le dice que son igual de ambiciosas porque se nace así, pidiéndole que reconozca que es como ella, lo que Julia se niega a aceptar.

En la escena culminante en que Julia y Ramona se enfrentan bajo la estatua ecuestre en la azotea del edificio, Ramona replica pero invierte las palabras anteriores de Julia a Emilio para obligarle a reconocer que ella también es como el resto de vecinos (“¡Qué mentirosa eres! Mira cómo te agarras a la maleta, como si llevaras el alma dentro. Tú eres como nosotros, como todos”).

Esta vez, sin embargo, Julia se ve reflejada en Ramona y rechaza la identificación: “No, Ramona, tú nunca harías esto” ,  mientras le lanza la maleta con el dinero, que Ramona atrapa, pero no suelta pese a que al hacerlo pierde el equilibrio cayendo hasta un patio de luces donde muere abrazada a la maleta, Tan pronto como Ramona yace muerta en el suelo, los demás vecinos llegan y empiezan a pelear entre ellos, como buitres ante una presa, por el dinero de la maleta, sin darse cuenta de que Charly huye con una maleta igual.

Un plano contrapicado muestra a Julia mirando hacia abajo donde reposa el cadáver de Ramona, que yace en la misma postura en la que se podía observar a Julia en el apartamento del viejo , lo que sugiere visualmente que Julia podría haber yacido muerta de no haber renunciado al dinero.

Los espectadores tienen noticia de la suerte final de la comunidad a través de un titular periodístico: “Un grupo de vecinos se mata entre sí por un dinero que no existe”, aludiendo al dinero del Monopoly que Charli había puesto en la maleta que entregó a Julia.

Días después del incidente con los vecinos, Julia lee el siguiente anuncio en el periódico: “Caballero Jedi necesita Princesa para relación seria. Julia te necesito, la Fuerza está conmigo. Interesadas dirigirse a El Oso y El Madroño”.

Julia esperará cada día a las 6 de la tarde en el Oso y el Madroño. Tras pasar varios días por la Puerta del Sol, sin éxito, finalmente Julia descubre que "El Oso y el Madroño" es un bar, donde encuentra finalmente a Charly, al que le pregunta por qué no le dijo que la maleta que se llevaba era falsa, asegurándole él, que, de haberlo hecho los demás lo habrían notado y no habría conseguido escapar y que si Charli le explica que si se lo hubiese contado, los vecinos lo habrían adivinado y no hubiera sido capaz de escapar.

Vemos entonces de nuevo la maleta, ahora abierta en el patio en medio de la sangre de Ramona y llena con los billetes de Monopoly que Charly acumuló durante años.

De manera más importante, Charli confiesa que quería probar si en el fondo Julia era igual que su madre. La escena cierra con una imagen que recuerda y al mismo tiempo se distancia de la fiesta falsa organizada por la comunidad de vecinos. Si aquella escena presentaba una imagen grotesca de la comunidad de vecinos fingiendo cantar y bailar alrededor de Julia y Oswaldo para hacerse con el dinero, esta última escena presenta de una forma similarmente grotesca una “comunidad” de clientes con aspecto de freaks bailando al son de un organillo y cantando alrededor de Julia y Charli, mientras éste último les reparte el dinero. Así se pone fin a la película.

Al ser cuestionado sobre esta imagen aterradora de la sociedad, Alex de la Iglesia afirma en una entrevista con Borja Hermoso que la violencia y el horror de la película no son nada en comparación con la crueldad de la realidad que aparece todos los días en los medios de comunicación. Según él, la comunidad de vecinos funciona como espejo en el que “vemos grotescamente distorsionados nuestros propios defectos”

Con el propósito de crear este reflejo grotesco, De la Iglesia utiliza diferentes estrategias narrativas y estéticas: desde el estilo de la sátira, la caricatura y el esperpento que ahondan en la intertextualidad; hasta interpretaciones exageradas, primerísimos primeros planos y un casting de actores veteranos del cine, televisión y teatro español caracterizados como desagradables y horrendos, bufos y aterradores, hilarantes y repugnantes al mismo tiempo.

Mercedes Maroto se centra en el personaje de Julia para enfatizar las relaciones de género. En su opinión, la película utiliza la caricatura social para denunciar el sexismo que impregna la sociedad española y sugiere alternativas para el cambio social e individual.

En una entrevista realizada al diario El mundo en la presentación de su película en el Festival de San Sebastian comentó a la entrevistadora, Beatrice Sartori que El eslogan dice "hay algo podrido en esta casa". ¿Qué, exactamente? La respuesta del director bilbaino fue "Lo que huele a podrido es la conciencia de todos los personajes. El planteamiento general de la película es que todos somos malas personas. Yo creo que es fundamental que el género humano vaya asumiendo esto.La película trata de un grupo de gente que vive así y que no lo reconoce. Que vive en su comunidad de vecinos y que está deseando que todo sea maravilloso y perfecto. Y que todo el mundo se lleve bien y que todo sea fabuloso y encantador. Todos esconden un contrato que han firmado entre ellos mismos para engañar y acabar con uno de los miembros de la comunidad que acertó una quiniela de 14. La moraleja de la historia y es triste que la tenga porque no me gustan las historias con moraleja dice: "Asumamos este elemento, no lo neguemos". Todos queremos la pasta. Vamos a asumirlo e intentemos hacer algo con ello.

Sobre Carmen Maura el director comentó en la entrevista que «Como actriz, yo la compararía con un megacentro comercial. Cuando Jorge Guerricaecheverría estábamos escribiendo el guión, nos dijimos: "Como esto no lo haga Carmen, no tiene ningún sentido". La llamé y le dije: "Carmen, si quieres hacer esta película, la escribimos; si no, no". Bueno, que no se entere de esto mi productor». 

Sin embargo , y  a pesar del protagonismo de ella, la auténtica protagonista de esta truculencia no es la taquicárdica agente inmobiliaria encarnada por la Maura, sino la propia comunidad, ese vecindario a medio camino entre los personajes de tebeo de 13, Rue del Percebe, de Ibáñez, la Historia de una escalera de Buero y la familia Monster. Y concluye «Sí, pero las cosas que les pasan a estos vecinos las puedes leer todos los días en los periódicos. Lo que les ocurre es una broma comparado con lo que ocurre en la realidad. O sea, abuelos que aparecen muertos porque la familia los ha abandonado. Eso ocurre de verdad en muchas casas, y la gente no se da cuenta de lo que pasa hasta que el inquilino muere y empieza a oler».

Lo que es cierto que en esta comedia negra hay grandes dosis de violencia soterrada  -aunque tratadas desde un ángulo tebeístico y plagado de humor-

«La violencia real es infinitamente mayor en cantidad y en calidad cuando la gente no llega a un crimen. Todos los días hay situaciones de violencia legales. O sea, yo no tepuedo pegar un tiro, porque me detiene la policía. Pero sí te puedo amargar la vida, todos los días. Eso es acojonante».

Destacar como desde la secuencia de los créditos se establece la posición central del edificio, el tono general de sospecha y vigilancia enfatizada por una música ominosa, y el “régimen de lo-todo-visible”; esto es, un mundo de total transparencia en el que absolutamente todo (público y privado, exterior e interior, apariencia y realidad) se exhibe ante el espectador.

La película fue  multipremiada. En los Goyas que hacían referencia a las películas del año 2000 recibió 3 Goyas: a la mejor actriz (Maura), al mejor  actor secundario (Emilio Gutiérrez Caba), y a los  efectos especiales

En el Festival de San Sebastián del año 2000 la premiada fue Carmen Maura a la Mejor actriz . En los Premios del Cine Europeo del año 2001 la película tuvo dos nominaciones y el Premio del Público.

La crítica es únanimemente  elogiosa con la película. Pablo Kurt en filmaffinity destaca que "Carmen Maura -magnífica- encuentra una fortuna en el piso de un anciano muerto, y decide que no está demasiado dispuesta a compartirlo. Pero claro, el resto de los vecinos -curtido y estupendo reparto-, que saben de la existencia del dinero, quieren su parte... Humor negro y un toque de terror para un gran éxito de taquilla español, una cinta bien dirigida por De La Iglesia pero que, tras un comienzo prometedor, y a excepción de algunas escenas homenaje-plagio confeso a Hitchcock, ofrece mucha energía pero pocas sorpresas. En cualquier caso una interesante película que, tras la fallida "Muertos de risa", vuelve a situar al director vasco como el mejor garante de un género típicamente español: la comedia negra.

Carlos Boyero crítico al que Alex de la Iglesia lo valora en sus críticas apuntaba en las páginas del entonces su diario , El Mundo"Solté varias carcajadas interminables y mantuve la liberadora sonrisa durante la proyección de La Comunidad, dirigida por ese virtuoso de la imagen, señor dotado de humor contagiable, imaginativo, perveso y arriesgado Alex de la Iglesia"

Miguel Ángel Palomo en el  Diario El País comentaba que era un "Delirio urbano, tan hilarante como estremecedor. (...) espléndido guión"

Muy interesante el artículo de Mónica López Lerma publicado por la Universidad de Helsinski y titulado Disenso en La Comunidad de Álex de la Iglesia .

Señalar que La comunidad es una pesadilla porque su horror es cercano, descifrable, prosaico. Esta comedia negrísima una enorme fuerza extrapolativapresente en las imágenes de la misma, en   los diálogos Maura-Bonilla, en la confesión de Emilio, en la actuación de Carmen Maura, en la espectacularidad de ese elenco coral encabezado por Emilio Gutiérrez Caba, Terele Pávez y Sancho Gracia.

Tal fue su impacto en la sociedad española que parte del elenco pasaría a ser la inspiración de una comedia ligera como fue Aquí no hay quien viva que fue emitida en Antena 3 entre el 7 de septiembre de 2003 y el 6 de julio de 2006 cuyo su éxito se encuentra en que ese carácter coral, en donde los diversos personajes comparten protagonismo casi por igual y unos guiones muy trabajados.Desde abril de 2007 se emite en Telecinco La que se avecina, su adaptación, con gran parte del equipo de actores, guionistas, productores y técnicos de Aquí no hay quien viva. Reconozco que no he visto ni una ni otra, pero sabiendo de lo que van, el padre putativo de la historia está en La Comunidad de Alex de la Iglesia. Pedazo de película.