viernes, 12 de junio de 2020

Peckinpah Suite




Buen documental, aunque no maravilloso. Cercano, eso sí, aunque lastrado por la emotividad que siente su protagonista, Lupita Peckinpah cuando habla de su padre, el que fuera un director indomable y rabiosamente poético al que busca y apenas lo encuentra. Ese es el viaje equinocial de Lupita Peckinpah, hija del maestro y de la actriz mexicana Begoña Palacios, a la que conoció durante el rodaje de Mayor Dundee. 

Un viaje emocional tras el recuerdo de un padre al que apenas conoció. Lupita tenía 12 años cuando falleció aunque hoy también ella forma parte de la industria no como actriz o directora sino como directora de vestuario. Una hija que llega a decir que «Odié a mi padre, pero en la balanza pesa más lo positivo».


Para ello la hija se desplaza desde su México natal a Bozeman (Montana) ya que en una localidad cercana, Livingston, una de las puertas al Parque Nacional de Yellowstone por la que yo pasé, buscó refugió en el Hotel Murray que hoy exige a modo de reverencia y casi museo una habitación llamada, Peckinpah Suite, la habitación este hombre solitario que se recluyó en las innolvidables tierras de Montana cuando ya no quiso saber nada más de Hollywood. Allí se instaló, en lo que algunos consideran el verdadero oeste, junto a Arizona y California, doy fe de aquello.  

En las cercanias de Livington, en el área de distribución de una Montaña que, en parte, se dirige al este y en parte , al sur, compró junto con Warren Oates, su amigo y protagonista absoluto de una de sus obras maestras, Quiero la cabeza de Alfredo García, En ese rancho en el que Oates se quedó con el área llana y Peckinpah con el área de montaña del rancho montó su cabaña de madera sin luz y sin agua potable para refigiarse de esa sociedad que lo abrumanba y oprimía.¡Qué recuerdos me ha traído el disfrutar de ese espacio que pude recorrer en 2015! O esa cabaña similar a la que alquilamos en la perifería del Parque, en el Shoshone Forrest.

Un director genial, este californiano natural de Fresno y que protagonizó algunos episodios paranoicos ocasionados por el abuso de drogas y alcohol, que dormía pegado a una pistola cuya habitación estaba llena de balazos o que le servía para esconder rollos de película tras barrotes y alambres o disparando a su gato para arrancarle la cola.. Todo eso sin contar las continuas disputas con los estudios para los que trabajaba y responsable de títulos como Grupo Salvaje, la primera que vi de este genial director, pero a la que siguieron Pat Garrett y Billy the Kid, Perros de paja, The Getaway o La huida , así como las geniales, descubiertas y vistas no hace mucho y que responden a los títulos de Duelo en la alta sierra o esa obra también algo melancólica como La balada de Cable Hogue.


La película documental que he visto y que lleva por título Peckinpah Suite ha sido dirigida, montada y escrita por el director español Pedro González Bermúdez, responsable de otros documentales como “Regreso a Viridiana”, “El último adiós de Bette Davis”, “Sacristán, delantera de gallinero”, “Nostromo, el sueño imposible de David Lean” o “2001 destellos en la oscuridad” , y cuenta con una banda sonora escrita y grabada por Remate & Wild Honey por parte de los compositores habituales en los documentales de este director y que estrenada en TCM en el 35 años del gran Sam Peckinpah.


La película fue producida por María José Bacallado y cuenta con la producción ejecutiva de Guillermo Farré y José Skaf y fotografiada por Raúl Cadenas.  

En una entrevista publicada en Cinemanía Lupita afirmaba que “No suelo conceder muchas entrevistas sobre mi padre. Esta vez ha sido diferente porque todo cuadró y Pedro, el director, es una persona muy sensible. Para mí ha sido duro. Hablo de cosas íntimas. De un padre ausente. Pero creo que todo acaba con una sonrisa. Me siento en paz y tranquila de haberlo hecho”. 

Y añade que “No suelo conceder muchas entrevistas sobre mi padre. Esta vez ha sido diferente porque todo cuadró y Pedro, el director, es una persona muy sensible. Para mí ha sido duro. Hablo de cosas íntimas. De un padre ausente. Pero creo que todo acaba con una sonrisa. Me siento en paz y tranquila de haberlo hecho”. 

También señalaba que “¡Cuánto daría por trabajar con un director como mi papá! Él siempre tenía en la cabeza las películas súper claras, desde el día uno: cómo la iba a filmar, cómo la iba a editar… Ahora, muchas veces no hay la claridad de los directores de antes, porque se apoyan mucho en el director de fotografía o en la edición”. 

No obstante, en el Periódico de Barcelona, en otra entrevista, señalaba que “Mi padre estaba casado con el cine, y sus verdaderas hijas eran sus películas, así por ellas era capaz de hacer cualquier cosa”, y continúa Lupita en la entrevista que “Al principio era algo que no entendía, pero con el tiempo poco a poco me he dado tiempo de que eso forma parte también de mi propia historia”. 

Destacaba la hija de Peckinpah que “Una cosa que me gusta mucho de sus películas es el sonido, por ejemplo. Ahora están tan tratados digitalmente que no tienes la naturalidad de los sonidos de las películas de mi padre” Durante el reportaje un grupo de alumnos de la Facultad Estatal de Montana destacaban precisamente estos términos. 

La hija añadío en Cinemanía que “Se fijaba hasta en el último extra. Era muy duro en el trabajo, pero yo conocí a los vestuaristas de Grupo salvaje y me dijeron que lo admiraban mucho, que no era el típico pesado ni complicado… pero sí que les hizo sufrir, seguro. Era uno de esos directores que se involucraba mucho en cada detalle, ya fuera el vestuario, la foto o el arte para que todo quedara impecable”. 

Sobre la relación con sus amigos y compañeros de rodaje afirmaba que  “Le gustaba jugar con la gente y manejaba mucho humor negro. Nadie sabe qué tanto era verdad… Pasaba algo curioso con mi papá: hizo muchos amigos muy entrañables. Si hablas con Kris Kristofferson, o si hubieras podido hablar con Steve McQueen, te habrían dicho que tenía muy buena relación con ellos, de corazón”. Aunque en El Periódico señaló que “No, mi papá era así. Un hombre muy críptico, muy huraño, cuando lo mirabas a la cara te intimidaba”. 

Y en este mismo diario señala que “Era un director de cine muy visceral, muy auténtico, por eso creo que tuvo tantos problemas. No sé cómo hubiera encajado su cine en la actualidad, pero creo que se atrevió a plasmar la violencia de una manera muy cruda que ha servido como fuente de inspiración a muchos creadores”. 

El documental trasluce ago que ella igualmente señaló en el documental “Tenía una imagen de persona dura, pero se deprimía mucho cuando los productores tocaba su obra. Le costaba mucho. Él se entregaba por completo. Las películas eran sus bebés. Hoy seguro que habría sido mucho más feliz: habría montado su productora independiente, que fue lo que intentó hacer con Látigo Films y no consiguió” 

Por último reconoce Lupita que  “He pasado épocas muy peleada con el cine. Sobre todo a raíz del nacimiento de mi hija. Pero es lo que sé hacer y lo que me llena. Sé lo sacrificado que es porque lo viví en carne propia”

Rodada en Montana, entre Bozeman y Livingston y cuanta con la participación de su mejor amigo, el abogado Joseph T. Swindlehurst,   

La película documental es, en el fondo, un homenaje al director de cine, pero también un acercamiento emocional a un padre un hombre que conoció parcialmente y no dejó de ser sino un "rompecabezas de un padre que nunca estuvo presente". 

En su entrevista en El Periódico añade que “La gente puede hablar de la técnica, del uso de la cámara lenta… pero creo que lo más importante es que tenía la capacidad de crear imágenes que se te quedaban grabadas en la cabeza”. 

Del documental el guionista Diego Soto señala que "Explorar la figura de una leyenda del cine como excusa para contar una pequeña gran historia humana (en este caso sobre la memoria y la paternidad). Qué bien hace esto Pedro González Bermúdez, y qué bien le vuelve a salir en Peckinpah suite ".

Se trata de una película narrada en primera persona, con una voz en off que pretende recalcar la relación entre la hija un padre que tanto anheló. Durante la misma descubrimos a uno de sus mejores amigos, como el abogado Joseph T. Swindlehurst o las anécdotas de Dan Bailey, vemos fragmentos de sus películas, y da detalles de su vínculo con su madre, de otros aspectos de la vida familiar, pero también contrasta las informaciones de ser un director casi desconocido por las nuevas generaciones en su propio país y con opiniones de estudiantes de cine. Igualmente nos muestras fotografías y cartas familiares en lo que pretende ser el momento más emotivo.




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