Hoy ha habido dos noticias luctuosas relacionadas con el cine. Una como protagonista indirecto, y el otro parte esencial de la "nueva ola" de cine japonés. La primera de la que me he enterado ha sido la muerte Leon Leyson, el último de los supervivientes de la famosa lista de Schidler, y que Steven Spielberg llevó magistralmente al cine, tras conocer la obra de Thomas Keneally. La segunda, la muerte de uno de los grandes de la dirección japonesa: Nagisa Oshima, autor entre otras de "Bienvenido Mister Lawrence", cuya música siempre quedará en mi recuerdo, y la celebérrima “El imperio de los sentidos”. De este último intentaré ver para recordar cualquiera de sus dos películas citadas.
Mientras hago este trabajo, y en homenaje a ese último personaje real que formaba parte de esa impresionante lista que te salvaba o te condenaba, recupero mi entrada dedicado a esta película desde su ubicación original. La entrada lleva como título "La importancia de estar allí", y por si hay problemas con el enlace la voy a transcribir literalmente.
Esta entrada se la debía tanto al libro como a la película. Empezaré por lo último. La película todavía la recuerdo nítidamente en aquella noche que de invierno de 1993 en una sala del cine del Isabel La Católica. Fui solo a aquella sesión de las 8 de la tarde. No me gustaba ir sin compañía, pero no encontré a nadie. En la entrada me encontré con mi tío Paulino y con mi tía Susi. La sala se ennegreció y el humo surgió de una vela. 195 minutos más tarde salíamos todos con los ojos llorosos y emocionados tras ver una emotiva historia.
El libro tiene un contexto contrario. Una luminosa piscina de Chiclana me sirvió de marco en aquellas primeras páginas. Era mayo de 2011 y en el libro, una historia novelada de título "El arca de Schindler "(Schindler's Ark), escrita por Thomas Keneally, y en el que había un pequeño recorte de prensa que guardé allí hacía muchos años. En concreto en marzo de 2001. Procedía del diario “El mundo” y era una semblanza del recién fallecido por entonces Leopold Page. Este era uno de 900 judíos que en 1944 fueron enviados a la fábrica de municiones que tenía Schindler en Brinnlitz. Era el prisionero 173 y por entonces se llamaba Leopold – Poldek- Pfeffenberg. La suerte hizo que este polaco acabara trabajando en Los Ángeles y que casualmente entrara en su tienda un periodista australiano. Su nombre Thomas Keneally. Éste iba buscando una cartera de cuero, y Poldek como había hecho con otros clientes le contó al austrialiano esa historia que siempre había querido contar, su historia y la de 1200 judíos que lograron sobrevivir a la brutalidad del campo de Plaszow. La novela es más extensa en el tiempo que el libro y se extiende por la infancia, en la juventud y la vejez de Schindler. La novela nos da una visión más humanista que la película. De hecho, recuerdo como yo no quedé tan impresionado - en positivo- con Schindler hasta que no leí la novela. Hasta ese momento para mí era sólo un aprovechado con buenos sentimientos. Fue mucho más que eso.
Fue protagonizada en sus principales papeles por Liam Neeson (como Schindler), Ralph Fiennes (como oficial de las SS Amon Leopold Goeth), y Ben Kingsley (el contable de Schindler, Itzhak Stern). A ellos se le suman otros actores algunos desconocidos hasta entonces como Caroline Goodall (Emilie Schindler), Jonathan Sagall (Poldek Pfefferberg) y Embeth Davidtz (Helen Hirsch), así Norbert Weisser, Martin S. Bergmann.
La película ganó siete premios Oscar, película, director, guión, montaje, música, dirección artística, fotografía; también ganó 7 Premios BAFTA, película, fotografía, montaje, bso. 13 nominaciones y 3 Globos de Oro (Película: drama, guión, director. 6 nominaciones). Igualmente fue nominada al César (1993), consiguió el National Board of Review ala mejor película y tres premios Círculo de críticos de Nueva York, incluyendo actor secundario (Fiennes).
Se relata la historia de un empresario de origen alemán, Oskar Schindler miembro del Partido Nazi quien acababa de llegar a Cracovia. Inicialmente se aprovecha de la situación en Polonia (recientemente invadida por el ejército nazi) para crear una fábrica de artículos de cocina, y para ello llega a un acuerdo con el director de un campo de trabajos forzados para usar mano de obra judía proveniente del ghetto de Cracovia, la opción de trabajo más económica disponible. Schindler depende de su contable judío, Itzhak Stern.
Pero pronto, Oskar intenta ayudar a sus trabajadores impidiendo que vayan a los campos de concentración o de exterminio. Para ello, tiene que comprar a los judíos para salvarlos de su cruel destino en aquella época.
La película e inicia con una imagen cargada de oscuridad, en la que se encienden un par de velas, en una tranquila tarde, mientras una familia judía bendice y canta durante el sabbat. La escena en color, hace énfasis poco a poco en el par de velas, que mientras se consumen se desvanece el color, quedando poco a poco en blanco y negro. Al momento en que las velas se consumen por completo, el humo de la mecha asciende y da lugar a una imagen de un tren recién llegado a una estación al aire libre.
Estamos en septiembre de 1939 y ha pasado tan sólo una semana desde que las tropas alemanas han entrado marchando con victoria a Polonia. Miles de judíos de Cracovia reciben la orden de que deben registrarse junto a sus familias en un censo que dicta el Gobernador General del Reich, Hans Frank.
Oskar Schindler es un checo – Bohemio- de origen hombre alemán, joven y enigmático, a quién por primera vez vemos (sin ver aún su rostro) en un pequeño apartamento, escuchando la melancólica canción húngara "Gloomy Sunday", lleno de maletas, algunas sin abrir, lo que muestra que es un recién llegado a Cracovia, mientras fuma, bebe y prepara sus mejores y más elegantes ropas, enormes cantidades de dinero y finalmente, un enorme y dorado alfiler con la esvástica, el emblema del partido Nazi, del cual él es miembro. Tras engalanarse logra entrar a un elegante restaurante polaco, mientras se escucha el tango "Por Una Cabeza" de Carlos Gardel, gracias a que sobornó al camarero en la puerta con dinero para dejarlo entrar. El camarero, llamado Martin, le pregunta a su compañero, Jerzy, si sabe quién es el altivo y enigmático caballero que acaba de entrar, a lo que Jerzy responde que no sabe.
Mientras tanto, Schindler fumando un cigarrillo con estilo galante, con su mirada, examina el lugar y a las personas, a las mujeres hermosas, a las que les encamina sonrisas llenas de encanto, y, sobre todo, a los oficiales de las SS, fijándose en sus rangos, buscando los más altos puestos con el objetivo de entablar "amistad" con ellos.
Estamos en septiembre de 1939 y ha pasado tan sólo una semana desde que las tropas alemanas han entrado marchando con victoria a Polonia. Miles de judíos de Cracovia reciben la orden de que deben registrarse junto a sus familias en un censo que dicta el Gobernador General del Reich, Hans Frank.
Oskar Schindler es un checo – Bohemio- de origen hombre alemán, joven y enigmático, a quién por primera vez vemos (sin ver aún su rostro) en un pequeño apartamento, escuchando la melancólica canción húngara "Gloomy Sunday", lleno de maletas, algunas sin abrir, lo que muestra que es un recién llegado a Cracovia, mientras fuma, bebe y prepara sus mejores y más elegantes ropas, enormes cantidades de dinero y finalmente, un enorme y dorado alfiler con la esvástica, el emblema del partido Nazi, del cual él es miembro. Tras engalanarse logra entrar a un elegante restaurante polaco, mientras se escucha el tango "Por Una Cabeza" de Carlos Gardel, gracias a que sobornó al camarero en la puerta con dinero para dejarlo entrar. El camarero, llamado Martin, le pregunta a su compañero, Jerzy, si sabe quién es el altivo y enigmático caballero que acaba de entrar, a lo que Jerzy responde que no sabe.
Mientras tanto, Schindler fumando un cigarrillo con estilo galante, con su mirada, examina el lugar y a las personas, a las mujeres hermosas, a las que les encamina sonrisas llenas de encanto, y, sobre todo, a los oficiales de las SS, fijándose en sus rangos, buscando los más altos puestos con el objetivo de entablar "amistad" con ellos.
Acto seguido, Schindler, ve a Rolf Czurda, un oficial nazi de las SS con su novia y un subordinado en una mesa; Schindler levanta su mano mostrando algunos billetes, se acerca Jerzy y Schindler le pide que les envíe una botella de su parte. "Muy bien, señor- dice Jerzy, algo intimidado por semejante hombre- ¿Y quién les digo que la envía?" A lo que Schindler responde con serenidad "Dígales que es de parte mía", y es así como Jerzy lleva una botella a la mesa de Czurda, éste, algo extrañado, pregunta a su novia Agnieszka y a su subordinado si conocen al misterioso hombre que les ha invitado. Czurda ordena a su subordinado que averigüe quién es, el subordinado llega y es invitado por Schindler a quedarse, y Czurda, que ha intentado cortejar a su novia, se interrumpe por la sorpresa de ver que su subordinado ha sido también encantado por Schindler, y lejos de cumplir la misión de averiguar quién es, ahora está sentado a su mesa conversando con él. Algo molesto y dispuesto a terminar con esto, Czruda le dice a su novia que le espere, y se levanta determinado a increpar a Schindler, sin embargo, apenas está a unos pasos de distancia de la mesa de Schindler cuando éste, sonriendo, más erguido y alto que Czurda, le saluda cortésmente y le cuestiona por qué deja a una hermosa mujer sola en una mesa, camina hacia Agnieszka y la toma del brazo, besándole la mano e invitando a Czurda a su mesa y a un trago de vodka. El confundido Czurda finalmente sonríe fascinado por su nuevo camarada.
Mientras la noche avanza, Schindler, contemplando con deleite a algunas bailarinas polacas de cabaret, le entrega a Jerzy un nuevo fajo de billetes, con tal de llenar su mesa de los mejores banquetes que tengan. Más mesas se suman a la de Schindler, oficiales de las SS, SD y las bailarinas, así como algunas mujeres y miembros del partido, entre ellos Czurda y Hermann Toffel, que se burlan de los judíos que han tomado la recién dada orden de portar la banda con la estrella de David, como una oportunidad para hacer negocios, y se burlan también de la tendencia de los judíos a escapar siempre de las tormentas. Schindler, se asegura de que a nadie le falte comida y bebida, y no pasa mucho para que todos estén riendo, adorándole como el alma de la fiesta. Más personas se suman a la mesa, tentados por el hecho de que nadie en la fiesta la está pasando mejor que los que están con Schindler. Momentos después, todos están algo ebrios, cantando alegremente, mientras Schindler, liderando el canto, igual de alegre se conserva sobrio, a pesar de haber bebido igual o tal vez más que todos sus invitados. En ese momento, llega el Oberführer Julian Scherner con su esposa, se sientan a la mesa diagonal, y Scherner no tarda en llamar a Martin para preguntar quién es ese hombre del que emana toda la diversión, y Martin, ahora le responde con gran entusiasmo: "¡Es Oskar Schindler!". Scherner, intrigado, fija su mirada en él.
En el libro sabemos que el empresario juega con su apellido y el vínculo del mismo con un militar de alta graduación del ejército alemán. Una fotógrafa – que estaba presente desde el principio en el restaurante- comienza a sacarle fotos a Schindler con todos los compañeros del restaurante, sonrientes: Czurda, que bloquea a Agniezka con tal de salir más cerca de Schindler, las bailarinas, los oficiales, todos sonrientes, ninguno quiere perderse la oportunidad de una fotografía con él. Finalmente, Julian Scherner y su esposa acaban por compartir la diversión, junto a Schindler, que ha tenido victoria en entrar al círculo de aristocracia Nazi, y que ahora no dudará en usar tal ventaja para su beneficio propio.
Algún tiempo después, en las calles de Cracovia, donde los Nazis humillan y maltratan a judíos cortándoles los rizos o golpeándoles, el gueto judío acaba de ser terminado. Schindler, mientras tanto, visita el Judenrat, el consejo judío de Cracovia, un lugar donde hay innumerables quejas por parte de muchos judíos residentes, todos elegantemente vestidos, pero con la estrella de David en sus brazos. El señor Juda Dresner es uno de los encargados de atender en el Judenrat a dos judíos de clase acomodada: El maestro de escuela Chaim Nowak y el rabí Jakob Levartow, que critican el hecho de que los Nazis violen los artículos de la constitución sobre la privacidad de morada y el respeto a la religión y creencias individuales. Maria Mischel, una joven mujer judía, se queja acerca de los oficiales de las SS que llegan a su casa y les sacan diciendo que ya no les pertenece a ellos sino al Reich. Al cuestionar qué harían los Nazis si ella decidiera quitarse la banda con la estrella, el señor Dresner responde que la matarían.
Schindler, imponente como siempre, llega a la cámara del Judenrat y pregunta en alta voz por el contador Itzhak Stern a quien le ofrece, en una conversación en privado, el trabajo de contador de una empresa, pidiéndole que lo contacte con importantes empresarios judíos para así poder comprar una empresa de fabricación de metales esmaltados que estaba en bancarrota. Schindler y Stern son hombres sumamente diferentes.
Muy al contrario de Schindler, Stern es calmado, sereno y serio, muchas veces callado y habla siempre con gran sensatez. Schindler, muy inteligente, astuto y lleno de vigor, le pone de manifiesto su plan: Sacando provecho de que las SS quitaran pertenencias a los judíos, les quitaran su ciudadanía, les bloquearan sus cuentas bancarias y les impidieran la entrada a restaurantes, tiendas y otros lugares públicos, Schindler piensa contratar sólo a trabajadores judíos, ya que al ser mano de obra barata, pagada por el empresario a la Oficina de Economía del Reich (es decir, al bolsillo de los Nazis, por lo que Schindler prácticamente estaría poniendo en marcha un ciclo en el que siempre ganaría) y en ofrecerles como pago, artículos de cocina, que pudieran utilizar para su propio uso o canjear en el mercado negro. Stern duda mucho en las intenciones de Schindler y se rehúsa al principio, sin embargo, analizando que Schindler no parece ser un alemán tiránico como los demás, acepta. Schindler consigue la ayuda teniendo a Stern como su contable oficial, y entonces lo encarga de que vaya reclutando mano de obra.
En aquellos tiempos, las iglesias católicas eran centros de reunión de judíos que se dedicaban al contrabando. Es ahí donde se muestran a dos negociantes, Goldberg y Chilowicz, y a un joven comprador llamado Poldek Pffeferberb, quien demanda a Chilowicz la entrega de 10 mil unidades de betún para zapatos en envases de metal como él había pedido, en lugar de cristal que Chilowicz le había dado, que iba dirigido al ejército alemán y que a causa del frío se rompió. Pfefferberg amenaza con delatar a Chilowicz a menos que haga lo que le pide, y Schindler, que ha estado delante de ellos todo el tiempo, se da la vuelta y negocia con Pfefferberg sobre la camisa que éste lleva. Temiendo la esvástica que Schindler lleva en su solapa, los demás judíos abandonan prudentemente la iglesia. Pfefferberg, algo renuente, decide seguir haciendo tratos con Schindler. En el libro conocemos como este judío polaco había pertenecido al ejército.
Llega marzo de 1941, la fecha límite para entrar al gueto judío. Los judíos de Cracovia son forzados a abandonar sus casas y hacinarse en el gueto. Los polacos lanzan barro a los judíos, los golpean o los insultan, mientras que les gritan “ ¡Fuera! ¡ fuera judíos!”. Mientras, Schindler toma posesión de la casa lujosa de una familia judía recién evacuada. Se ve la situación horrible del gueto en la que en un solo cuarto debían vivir muchísimas personas, muchas veces desconocidas. Goldberg y Chilowicz se han unido a los OD, una rama de policías del Judenrat que trabaja para las SS, y Goldberg le ofrece a Pfefferberg un puesto, que Pfefferberg rechaza, y entra al gueto junto con su joven esposa, Mila.
Schindler, por iniciativa de Stern, negocia con dos hombres adinerados, dueños de la fábrica en quiebra, y tras dudar un poco, aceptan darle a Schindler la fábrica y todo su dinero a cambio de los artículos de cocina. La fábrica es ahora oficialmente de Schindler. Stern busca generalmente a aquellos que no son considerados "trabajadores esenciales" y son deportados ("esencial" para los nazis eran aquellos que aportaban al desarrollo industrial tales como obreros, constructores, etc.). Stern les recalca que lo único que deben decir es que tienen experiencia en el manejo de metales y el hablará por ellos. Entre ellos está el maestro de escuela Chaim Nowak – que se considera esencial pues “desde cuando no es esencial la enseñanza de la literatura y la historia”, junto con el señor Dresner y su mujer Chaja, junto a sus hijos Jonas y Danka. Aquellos que son declarados "trabajadores esenciales" reciben una tarjeta azul, la Blauschein, con la cual irán a parar a manos de Schindler.
Mientras, él busca secretaria, y atiende una larga fila de hermosas y jóvenes secretarias. A Schindler poco le importa su habilidad como secretarias comparada con su belleza y termina por contratarlas a todas. Finalmente, su fábrica Deutsche Emailwaren Fabrik es inaugurada. En paralelo, Schindler, con productos como chocolates, cigarros, frutas y licores, conseguidos ilegalmente por Pfefferberg, lisonjea a sus amigos Nazis, como Czurda, Toffel o Scherner, para que se asocien con la D.E.F. (Deutsche Emailewaren-Fabrik), la empresa de metales esmaltados de Schindler.
Para este tiempo, Schindler se ha hecho colega de dos miembros del partido, también dueños de fábricas como él: Franz Bosch y Julius Madritsch, un hombre de buen corazón- fenomenalmente retratado en la novela- , dueño de una fábrica de telas que también contrata obreros judíos. Poco a poco, la D.E.F comienza a prosperar considerablemente. Schindler, complacido, llama a Stern a su oficina para agradecerle por su ayuda y le invita a un trago. Al igual que en la ocasión que se conocieron, Stern se mantiene impasible y se rehúsa a aceptar el trago. Schindler enfurece y le pide a Stern que se largue.
Schindler ha entablado una relación amorosa con una de sus secretarias, Victoria Klonowska. Cierto día, tocan el timbre de la casa de Schindler, y Klonowska, vistiendo sólo una bata de dormir, abre la puerta a la que está una mujer hermosa y de aspecto refinado, recién llegada de muy lejos, sosteniendo una dirección de casa. Al ver a Klonowska, considera el haberse equivocado, pero al escuchar la voz de Oskar desde dentro, preguntándole a Klonowska quién es, no le cabe duda de que está en el lugar correcto, y a Klonowska no le cabe duda de quién es esa mujer: Emilie, la esposa de Oskar. Oskar no se inmuta de la situación, pero Emilie, aunque ya acostumbrada a la infidelidad constante de su marido, se encuentra molesta. Schindler entonces decide invitarla al restaurante donde hizo su aparición, para compensarla. Al bajar las escaleras de la casa, el guardia le dice a Emilie: "Cuidado al bajar, señorita". Emilie se ofende un poco, y Schindler contesta al guardia: "Señora Schindler, Marek". El guardia no puede ocultar su sorpresa, y Schindler no puede ocultar su vergüenza. En el restaurante, Emilie le pregunta a Schindler si todo el lujo no es más que una fachada, y Schindler le contesta que es imposible que sea una fachada, ya que cuenta con más de 300 obreros que trabajan todos los días con el único propósito de hacer dinero para él. Schindler pregunta acerca de su familia y su hogar en Checoslovaquia, y le confiesa a su esposa sus sueños sobre el futuro, en el que el nombre "Schindler" no sería olvidado fácilmente, siendo él recordado como un hombre que hizo una obra extraordinaria, un hombre que hizo algo que nadie más hizo (una profecía sobre lo que habría de ser su destino, pero que en ese momento él enfocó al hecho de haber conseguido una empresa en bancarrota y convertirla en una fábrica importante). Schindler le comenta a Emilie que entiende ahora por qué en negocios anteriores había fracasado, debido a la ausencia a la única cosa en el mundo que hace la diferencia entre el éxito y el fracaso: la guerra. Mientras bailan, Schindler posa su mirada en una joven hermosa, bailando con un oficial de las SS. A la mañana siguiente, Emilie le pregunta a Oskar si debe quedarse en Cracovia con él. Schindler le comenta que es una hermosa ciudad, pero esa no es la respuesta que ella quiere y él lo sabe, Emilie pregunta de nuevo y Schindler le dice que depende de ella. Emilie se lo dice claramente: Si él puede prometerle que nadie jamás la confundirá con otra mujer que no sea "la señora Schindler" ella se quedará con él. Él no puede prometer eso. La escena siguiente muestra a Emilie en un tren de vuelta a casa, mientras Schindler la despide desde la estación, y una vez alejado el tren, vuelve a sus asuntos. En el libro conocemos la historia de amor, infidelidad, perdón y ruptura entre Oskar y Emilie Schindler.
En su oficina en la fábrica, Schindler, mientras almuerza, recibe la visita de Stern, que después de un frío informe de la prosperidad de la fábrica le pide a Oskar un minuto para ver al señor Lowenstein, un anciano judío sin un brazo que le agradece repetidas veces el trabajo hasta que Schindler se harta, retando más tarde a Stern por molestarlo de esa forma y por contratar a un trabajador limitado físicamente. Un día, mientras los trabajadores de Schindler salían del gueto camino al trabajo, son detenidos por oficiales de las SS para limpiar el camino lleno de nieve. El señor Lowenstein es separado por los oficiales y llevado hasta el final de la fila de judíos. Lowenstein alega que es un trabajador esencial de Oskar Schindler mientras los oficiales se burlan de eso. Es entonces cuando recibe un disparo en su cabeza y muere. En una escena paralela, Schindler reclama a Rolf Czurda la pérdida de un día de producción y la muerte de un obrero. Czurda le responde que el asunto de poner a los judíos a quitar la nieve es más un ritual que una necesidad. Schindler le demanda una compensación a Czurda, el cual, riendo le dice que no puede hacer más que presentar una queja a la Oficina de Economía. Luego le dice claramente: "Oskar, el gobierno alemán podría considerar un crimen el considerar a un judío manco "trabajador esencial", a lo que Schindler responde: "Era muy hábil en la prensa de metales, muy hábil" intentando defender al hombre al que hacía un tiempo había discriminado. Schindler está teniendo relaciones sexuales con una de sus amantes cuando es interrumpido por Poldek Pfefferberg, quien le dice que ha habido un problema con Stern.
Stern ha sido embarcado en un tren camino a un campo de exterminio. Schindler llega a la estación de trenes, donde un oficial instruye a los judíos que dejen todo su equipaje y pertenencias en la plataforma, marcados claramente con sus nombres y apellidos, prometiéndoles que los recuperarán después. Schindler hace clara su situación y viendo la lista en la que aparecía Itzhak para ser enviado allí, se enfrenta al encargado, el Hauptscharführer Kunder, anotando su nombre y el de su asistente, Klaus Tauber, convenciéndolos de que lo ayudaran con la frase: "Caballeros, ambos estarán en el sur de Rusia a fin de mes" Esto los intimida y sacan a tiempo a Stern; cuando le piden a Schindler que firme la lista, Tauber le dice que para ellos no hay ninguna diferencia entre un judío y otro. Stern intenta explicar a Schindler que se trataba de un error, en el que había olvidado su tarjeta de trabajo en casa, mientras caminan, Schindler dice: "Y si hubiese llegado cinco minutos tarde, ¿qué habría sido de mí?", lo que demuestra que sólo se preocupaba por él o ¿no será por su empresa y fortuna?. Al momento en que Schindler y Stern abandonan la estación, los OD toman en carretas todo el equipaje que los judíos han dejado en la plataforma. Lejos de cumplir lo prometido, las pertenencias de los judíos – ropa, zapatos,…- son llevadas a depósitos, donde las cosas de valor son apartadas – lámparas u objetos de oro y plata- y repartidas entre los Nazis, y las cosas sin valor económico como fotografías son destruidas. El joyero judío Markus Wulkan es explotado trabajando puliendo y dándole forma a cientos de dientes de oro removidos de judíos.
La vida en la "ciudad judía" del gueto de Cracovia en el invierno de 1942 era ya muy diferente para sus habitantes de lo que hacía un tiempo solían ser. La vida en el gueto era miserable y decadente. Los judíos eran obligados a hacinarse, muchos en una misma habitación, comparten cierto día una conversación en círculo. Poldek y Mila, Chilowicz con su uniforme de OD, Chaim Nowak, Fischer y los Nussbaum, entre otros, acerca de las condiciones de vida del gueto. Todos coinciden en una cosa: A pesar de que es deplorable vivir así, finalmente se sienten en paz y creen que ya han tocado el fondo, que ya nada más inhumano donde caer. ¡Qué ilusos son! Wilhelm Kunde, un alto oficial de las SS, recorriendo el gueto dentro de un auto descapotable, describiendo las situaciones y secciones del mismo a un joven Untersturmführer (equivalente a un teniente) llamado Amon Goeth.
El gueto se divide en gueto en dos mitades, el gueto A, dedicado a los ingenieros civiles y los trabajadores industriales y el gueto B, donde estaban los obreros sobrantes, los ancianos y los enfermos, que era naturalmente el lugar por el cual Goeth desearía comenzar. Amon Goeth es unos pocos meses menor que Oskar Schindler. Alto, erguido y de aspecto pasivo. Kunde le lleva del gueto de Cracovia a un sector en las afueras de la ciudad donde se estaba a punto de terminar de construir un nuevo Arbeitslager (campo de trabajo forzado) llamado Plaszow, donde la villa de residencia de Goeth está ubicada en lo alto de un monte de baja altura, justo sobre el campo. Kunde le comenta a Goeth que cuentan con dentistas, zapateros, médicos, un jardín de infantes y una sinagoga pronta a ser convertida en establo. Se acerca un Unterscharführer llamado Albert Hujar con un pequeño grupo de mujeres judías. Goeth les dice que una de ellas será afortunada de dejar el trabajo de esclavos que tenían en el campo, con tal de trabajar para él en su nueva villa. Al preguntar quién de ellas tiene experiencia previa en servicio doméstico, nota que todas levantan la mano con una única excepción, una joven y hermosa muchacha. Amon, al notarla, se acerca a ella diciendo que ha cambiado de parecer, ya que no quiere la criada de otra persona con costumbres molestas que corregir. La joven, tiritando de frío, le dice a Goeth que su nombre es Helen Hirsch. Goeth la mira unos instantes y se vuelve a Hujar diciendo que ya ha elegido. En ese preciso instante, Goeth vuelve la mirada a una mujer judía, gritando fuertemente la necesidad de desarmar una barraca debido a la inestabilidad de los cimientos. La mujer, Diana Reiter, se acerca a Goeth para explicarle que toda la estructura de la barraca debe ser echada abajo para volver a construirla y así prevenir un hundimiento. Goeth la mira comprensivamente y le pregunta si es ingeniera y Reiter responde que sí, graduada de ingeniería civil en la Universidad de Milán. Goeth responde sonriendo: "Una judía educada. Igual que el mismo Karl Marx". Goeth se vuelve a la barraca y mira durante unos instantes, luego se vuelve a Hujar dándole una orden: "Mátela." Ante la resistencia de Reiter y la incomprensión de Hujar y Kunde, Goeth responde que no pretende tener discusiones con los judíos. Bajo la jurisdicción de Goeth y frente a los ojos de Helen Hirsch, Hujar mata a Reiter de un tiro en la cabeza. Una vez cumplida la orden, Goeth le da una nueva: derribar la barraca y construirla de nuevo, según las instrucciones de Diana Reiter.
El 13 de marzo de 1943, Goeth reúne a los soldados de las SS y les da un discurso acerca de cómo los judíos habían invadido Cracovia desde hacía más de seis siglos “gracias” al rey Casimiro , y animándoles a convertir esos seis siglos en un rumor en una noche. Mientras estas cosas suceden en el gueto, Oskar Schindler se prepara para salir a cabalgar con Ingrid, una de sus secretarias. Stern, dentro del gueto, comprende que algo terrible va a suceder, así como la familia Dresner y Poldek Pfefferberg. Comienza la liquidación del gueto, los soldados de las SS entran violentamente y sacan a los judíos, quitándoles su equipaje y pertenencias, ordenándoles que se reúnan en la plaza principal. Asesinan en el instante a aquellos que consideren. Goeth se encarga de la liquidación del ghetto, y saca violentamente a muchos judíos que serían deportados.
El área de dieciséis manzanas del ghetto se ven sumidas en una atmósfera de caos y terror, que Schindler presenciaría desde un terreno elevado montando a caballo con Ingrid. Ahí ve la matanza de judíos, a veces a la suerte, o por querer escaparse. Aquí viene uno de los momentos más conmovedores de la película, cuando entre el caos ve a una niña, cuyo vestido destaca por ser de color rojo, y no estar en blanco y negro. El director argumenta un dato interesante acerca de esta parte del filme; "Para el resto de los aliados, la matanza que se lleva a cabo en Alemania es tan visible como una niña caminando en medio de una matanza", y en efecto es así, pues la niña camina osada entre los soldados de las SS y los judíos. Schindler ve cómo la niña pasa entre soldados y judíos, entre balas y cadáveres, representando la inocencia e insignificancia de los niños. Esto impacta a Schindler hasta que su acompañante le pide que se vayan de allí.
En el recorrido de la historia se logran ver algunos judíos que conocieron a Schindler durante su intento de comprar la fábrica, que ahora estaban escapando de la muerte en manos de las SS, ocultándose en lugares impredecibles. Se ve cómo Poldek Pfefferberg, el que ayudó a Schindler consiguiendo productos para él en el mercado negro, intenta convencer a su mujer para huir por las alcantarillas no consiguiendo su colaboración y se introduce en una alcantarillas pero en la boca de la misma están los SS matando a quienes quieren huir, al salir por la boca de una de ellas, , se encuentra en la calle con el mismísimo Goeth, ante quien ordena las maletas tiradas al suelo por los alemanes con el pretexto de "quitar obstáculos del camino". Goeth se marcha riéndose junto a su compañía de soldados.
En otra escena se ve cómo Danka Dresner y su madre tratan de escapar, y tan sólo la niña cabe en el refugio en el piso en donde estaba su amiga; con mucho pesar, deja a su hija y escapa encontrándose con un antiguo amigo de su hijo, que también era judío y ahora estaba al servicio de los nazis. Increíblemente el niño, aunque pequeño, reconoce a la madre de Danka y a la niña, quien bajó del edificio en busca de su madre. El niño las ayuda y las conduce a la fila en la cual no serán deportadas. Entre tanto se ve a Stern nervioso viendo cómo sus compañeros caían muertos alrededor de él, aunque esta no sería la última vez.
Días después, se encarga a Goeth construir el campo de Plaszow, en donde reúne a todos los judíos de Cracovia. Goeth y otros empresarios están preparando un convenio para que sus empresas se instalen en el campo y toman a los judíos como mano de obra, en esto llega Schindler, quien saluda a todos los presentes (casi todos "viejos amigos") bajo la mirada atenta de Goeth a quien saluda después. Allí conoce más profundamente a Goeth, y le habla cuando éste ya estaba embriagado. Goeth le dice que la razón de que los judíos les temen es que tienen el poder de matar, y Schindler responde diciendo que eso es justicia, y que "Poder es cuando tenemos justificación para matar y no lo hacemos. (...) Es lo que tenían los Emperadores. Un hombre roba algo, le conducen ante el Emperador. Se echa al suelo ante él e implora clemencia; él sabe que va a morir. Pero el Emperador le perdona la vida, a ese miserable y deja que se vaya. Eso es poder." Esto convence momentáneamente a Goeth, quien perdona a un niño judío por haber manchado su silla de montar y una niña que supuestamente estaba fumando en el trabajo. Cuando Lisiek, el niño encargado de limpiar su bañera, no puede quitar las manchas de estas lo deja ir, y desde el balcón lo mata de un tiro en la cabeza.
Otra de las atrocidades de Goeth es cuando sale al balcón de su casa en Plaszow, que le da una vista perfecta del campo, toma un rifle, y le dispara a dos personas como pasatiempo. Mientras tanto, Itzhak Stern seguía reclutando judíos reclusos en Plaszow, incluso a personas no precisamente buenas en el trabajo, pero que, según él, poseían características positivas.
Muchos judíos, con el consentimiento de Goeth, fueron a parar a manos de Schindler. Se les ponía a prueba constantemente, y por la noche volvían al campo. Pero la desocupación de Plaszow comenzaría. Cierto día unos médicos retuvieron a todos los judíos adultos, les ordenaron desnudarse y los pusieron a correr, separando a los sanos de los enfermos. Los enfermos, obviamente, serían deportados a campos de exterminio para ser ejecutados. Pasada la prueba, se muestra el júbilo del sector de las mujeres declaradas sanas, mientras se visten, ven pasar a camiones con sus niños en ellos. La desesperación cunde entre las madres que intentaron sacarlos de allí, pero los guardias alemanes fueron suficientes para detenerlas. Se muestra en otra escena algunos niños que se ocultaron, sabiendo lo que les pasaría si eran llevados en camiones usando una vez más la gran capacidad de ocultarse de la vista, hasta en las letrinas sucias del campo.
En abril de 1944, la ciudad de Cracovia se sorprende al ver que del cielo caen pequeñas hojuelas, en la misma manera en que caería nieve en invierno. Schindler es uno de los pocos que reconoce que no se trata de nieve. Se trata de cenizas humanas. En Chujowa Gorka, a Amon Goeth le dan la orden de exhumar e incinerar los cadáveres de más de 10000 judíos asesinados en Plaszow y en la masacre del gueto de Cracovia.
El grado de deshumanización que Schindler, desde lo alto de un monte, presencia, es radical e incomprensible, y por lo mismo, más macabro que cualquier cosa que haya visto. El humo, pesado y negro, cubre el cielo, haciéndole oscuro e infernal. Mientras los Nazis gritan insultos y órdenes con violencia e indiferencia, los prisioneros judíos, horriblemente demacrados y delgados, algunos vestidos con uniforme a rayas o con miserables harapos de lo que en otro tiempo fueran sus mejores ropas, como Poldek y Mila, cavan enormes fosas, o arrastran cadáveres carcomidos por el fuego, para amontonarlos en las fosas, uno sobre otro, mientras los Nazis incendian los cadáveres. La escena infernal muestra enormes montañas de cuerpos ya sin forma humana, ardiendo. Schindler, que debe cubrir su nariz con un pañuelo, escucha a Goeth hablar tranquilamente, incluso con algo de tedio, que le han asignado la orden de incinerar a los muertos y enviar a los sobrevivientes a Auschwitz, ya que es la orden máxima de exterminio y no hay nada qué hacer para oponerse.
Goeth le dice a Schindler que enviará a los prisioneros de Plaszow a Auschwitz en un lapso de poco más de un mes. Schindler presencia horrorizado cómo los prisioneros llevan carretillas miserables, atestadas de cuerpos, una tras otras. En una de esas carretillas, Schindler sin poder contener su dolor y horror, descubre un pequeño cuerpo brutalmente quemado, envuelto en un abrigo rojo. Schindler no tiene palabras ni corazón para describir tal inhumanidad. Una vez a solas con Stern, Schindler le comenta a su amigo que no debe temer nada, ya que Goeth le prometió recomendarlo y darle en Auschwitz un buen trabajo. Stern sabe, sin embargo, a dónde los llevan y que no hay ya ninguna esperanza de salvación. Por el contrario, anima a Schindler a continuar con la empresa, que ha alcanzado un gran apogeo, a pesar de que ya no podrá contar con sus trabajadores judíos, los cuales son más baratos que los polacos. Schindler le dice con gran tristeza en su mirada que ya no tiene nada que hacer en Polonia y volverá a casa en Checoslovaquia, ya que logró la ambición de si vida, cumplió el propósito que se hizo al llegar: Ganar más dinero del que un hombre pudiera gastar en toda una vida. Pero para la sorpresa de Stern, no hay deleite en la mirada de Schindler, no hay ningún sentido de realización o complacencia en el cumplimiento de tal meta, no está la alegría con la que Schindler una vez se describió ante Emilie. Schindler, tratando de consolar a Stern y a sí mismo, le dice que algún día todo el horror iba a terminar, y que entonces ellos dos podrían juntos beber un trago. Derramando lágrimas, Stern decide tomarlo en ese momento. Y con una triste sonrisa, ambos brindan.
Algunos días después, una mañana, Schindler está vestido con bata de dormir, junto a su cama, donde yace una mujer hermosa y desnuda. La mirada de Schindler expresa tristeza y desánimo. Camina lentamente a lo largo de la habitación y se encuentra con las maletas listas ya para su viaje de regreso a casa. El vacío, sin embargo, que Schindler siente es enorme, y se dirige a la ventana, donde queda en silencio unos segundos, meditando. Su mirada entonces de pronto gana un breve destello, una idea ilumina su espíritu y sus ojos parecen recobrar la vida. Ha tomado una decisión. Acto seguido, Schindler, elegantemente vestido y con gran animosidad, saca todo su dinero y lo guarda en enormes maletas. Todas están repletas de dinero. Toda la fortuna que Schindler ha hecho desde su llegada.
En esos últimos días de Plaszow, Schindler y Goeth, compartiendo una de sus habituales charlas de camaradería, hablan acerca de un plan de Schindler, tan sin sentido que Goeth no logra entenderlo. Schindler le explica que es sencillo: Él piensa volver a Checoslovaquia, de eso nadie tiene duda, pero debido a que los negocios van tan bien, quiere llevar su fuente de riquezas con él: Quiere transportar a todas y todos sus trabajadores con él. Goeth le dice que eso no tiene ningún sentido, ya que sólo el transportar a los prisioneros y la maquinaría exigiría una cantidad aún mayor de la que los judíos le pueden hacer ganar con su trabajo, y que hay algo que Schindler está manteniendo en secreto. Schindler le dice que no hay nada secreto, que es simplemente una cuestión de comodidad, ya que él los conoce y sabe que son eficientes y así no tiene que contratar y entrenar nuevos obreros. Goeth le dice a su amigo que aceptará cualquier trato que proponga, pero que le irrita no saber qué se trae entre manos. Schindler sólo le dice que fije el precio, Y Goeth, astutamente, le dice a Schindler que lo ajuste él. Schindler sonríe, victorioso. En la oficina de Stern, Schindler, fumando, dicta nombres de su memoria, y Stern los anota en máquina de escribir en una lista. "Poldek Pfefferberg. Mila Pfefferberg, Paul Stagel, los inversionistas, Ismail Fischer, Josef Scharf. Los niños. Todos los niños" dice Schindler, y Stern, con velocidad febril, escribe sin parar.
Los nombres de la lista van aumentando con gran rapidez: Horowitz, Lewartow, Goldberg, Wulcan son algunos de ellos. Stern le dice a Schindler que llevan ya 450 nombres, y Schindler con fuerza le pide que añadan aún más. Simultáneamente, se ve a Schindler, elegantemente vestido, dirigirse a la villa de Amon con un enorme maletín negro en la mano. Mientras todo esto sucede el sonido de Stern tecleando no deja de escucharse. El tiempo avanza en la oficina de Stern, donde sólo están él y Schindler. Goeth abre el maletín que Schindler le trae: Una enorme pila de billetes.
Los nombres en la lista siguen surgiendo: Wein, Feigenbaum, Dresner. Ya llevan 600 y Schindler pide que añadan más. Simultáneamente se ve la fábrica de telas de Julius Madritsch, y Schindler a su lado diciéndole que ya sabe que les da comida y ropa adicional pagada de su propio bolsillo y que se una a su plan, ya que al combinar sus esfuerzos podrían sacar a más de 4000 judíos y llevarlos a un lugar seguro en Moravia. Madritsch duda de que el plan tenga éxito pero Schindler insiste. Madritsch le dice a Schindler que ya hizo demasiado por los judíos y que no puede hacer más. Schindler no está dispuesto a aceptar esa respuesta. Pero la decisión de Madritsch es firme.
Mientras, Stern sigue escribiendo y escribiendo sin parar. Llevan ya más de 850 nombres. Luego de unas cuantas horas, ya en medio de la noche, Schindler, con aire de realización le pide a Stern que termine esa página y se detenga. Doce páginas de nombres. 1200 personas ahora en manos de Schindler. Stern descubre con asombro el radical crecimiento espiritual del hombre que cinco años atrás tenía en mente el único propósito de hacerse rico, cuando se da cuenta de que por cada nombre Schindler le paga a Goeth una fortuna. Termina la página, dice Schindler ,y deja un espacio al final.Stern obedece y termina la última página. La lista está completa. Stern, con gran orgullo y un sonrisa de felicidad y esperanza la toma en sus manos y la pone frente a los ojos de Schindler. La lista es el bien absoluto, dice Stern, la lista es la vida. Alrededor de sus márgenes yace el abismo. El espacio al final de la última página tiene un propósito especial. Una promesa que Schindler debe cumplir: Es un espacio reservado para Helen Hirsch, la empleada judía de Goeth, de quien él estaba enamorado y no sabía si maltratarla o adorarla; esto lo torturaba. Schindler le propone a Goeth una partida de 21. Si Goeth gana, Schindler pagará 7400 marcos, con 21 sacado a la primera, le pagará 14800 marcos, pero si Schindler gana el juego, entonces Goeth deberá dejar que Schindler añada a Helen a su lista. Goeth se niega a aceptar. Schindler le dice a Goeth que sea lo que sea que haga, enviarán a Helen a Auschwitz. Goeth dice que jamás dejaría que Helen fuera a parar a Auschwitz y que quiere llevársela con él a su Viena natal. Temiendo una locura, Schindler le hace ver a Goeth la realidad, no puede llevarla con él a Viena. Goeth sabe que no, a pesar de que es lo que más desea con toda su alma, lo más misericordioso que puede hacer por Helen sería pues, llevarla al bosque y dispararle sin dolor en la nuca. Unos segundos después, Amon acepta el desafío de cartas.
Los Schindlerjuden dicen sus nombres ante los encargados de las listas, los cuales tienen copias de la lista de doce páginas de Schindler. La lista de la vida, en palabras de Stern. La familia Dresner, la familia Rosner, los Pfefferberg, la familia Horowitz, Goldberg, el rabino Levartow, Itzhak Stern, el joyero Wulkan, Adam Levy, los Nussbaum, Rebecca y Josef Bau, así como una enorme cantidad de personas más. Altman, Luftig, Rothberg, Zuckermann, y el último nombre de la lista: Helen Hirsch. Una vez enlistados, separan a los hombres y a las mujeres, y los envían con destino a Brünnlitz, Checoslovaquia, en trenes de ganado.
El tren con hombres llega a la ciudad de Brünnlitz (Brněnec), ciudad natal de Schindler, quien los recibe cariñosamente en su nueva fábrica de materiales de artillería, como granadas y casquillos. El problema se presenta cuando el tren de las mujeres es enviado por error a Auschwitz, por lo que Schindler se ve obligado a viajar allí para rescatarlas. Se muestra una escena en que mujeres y niñas son metidas a una ducha, donde piensan que las van a matar con gas, pero finalmente es solo agua de la que disfrutarían. Oskar logra sobornar al jefe del campo de Auschwitz y lleva a las mujeres a su fábrica en Brünnlitz.
Después de siete meses, Schindler y su empresa quiebran puesto que en realidad allí no se realizaba ningún tipo de trabajo. Al finalizar la guerra, luego de dar un discurso en el que condenaba los crímenes perpetrados por los Nazis y alentar a los judíos a restablecer sus vidas, evita que los guardias del campo maten a los judíos de su fábrica al quitarles el último vestigio de inhumanidad que quedaban: "Podrían exterminarlos a todos. Esta es su oportunidad. Pero también podrían irse y así volver a sus familias como hombres y no como asesinos". Uno a uno, los oficiales abandonan la planta. En conmemoración de las incontables víctimas del pueblo judío, Schindler pide tres minutos de silencio, que son acompañados de una oración de luto por parte del rabí Levartow.
Momentos más tarde, Stern, el señor Dresner, Markus Wulkan y el rabí Levartow agradecen a uno de los trabajadores, llamado Jereth, mientras este ofrece sus dientes de oro, los cuales Wulkan remueve con cuidado y más adelante funde y da forma de anillo, puliéndolo.
Mientras esto sucede, Schindler y Emilie empacan a toda prisa sus pertenencias, con el objetivo de escapar. Al momento de partir, Schindler le da a Stern algunas instrucciones de repartir equitativamente entre los trabajadores algunas pertenencias de la fábrica, como telas, botellas de vodka y cigarrillos, con tal de darles un poco de capital para iniciar una nueva vida. Los judíos le entregan una carta firmada por todos los obreros, en la que explicaban todo lo sucedido en caso de que Oskar fuera capturado por los aliados. Schindler, agradecido, comienza a conmoverse. Stern entonces le hace entrega del anillo que momentos atrás habían forjado para él. El anillo tenía una inscripción en hebreo, proveniente del Talmúd que decía: "Aquel que salva una vida, salva al mundo entero". Schindler y Stern estrechan manos en signo de la verdadera y fuerte amistad que han desarrollado con el paso de los años, mientras Schindler le confiesa a Stern con gran pesar que pudo haber salvado una persona más si hubiera tenido más dinero. Schindler lentamente va perdiendo más y más su compostura, su voz se hace quebradiza mientras que Stern, intentando consolarle, le dice que gracias a él, más de mil doscientas personas están vivas, y que gracias a lo que él hizo, vivirán generaciones. Sin embargo, Schindler no puede ver eso. Y señalando su lujoso auto se cuestiona en voz alta por qué lo conservó, si con él hubieran sido diez personas más que Goeth le hubiera dado a cambio, toma su alfiler con la esvástica, alegando que es de oro y que por él Goeth le hubiera dado dos personas más, o al menos una más. Una persona más. Cayendo a los pies de Stern, devastado y lleno de dolor, clama, sintiendo gran culpa, que pudo haber salvado una persona más y no lo hizo, y llora amargamente con el dolor que reprimía desde hacía años, mientras es abrazado por Stern y Emilie, que lloran también, y por sus trabajadores judíos. Schindler y Emilie, disfrazados con uniformes de prisioneros, escapan en medio de la noche, mientras Schindler, a través de la ventana de su auto, con sus ojos aún humedecidos, a los miles de seres humanos que rescató.
A la mañana siguiente, un soldado soviético anuncia a los judíos de Schindler que han sido liberados por el ejército rojo; tras la pregunta de Stern sobre si queda algún judío vivo en Polonia, el soldado queda en silencio, comprensiblemente diciendo que no ha visto a ninguno con vida. Los judíos, necesitando comida, marchan al pueblo más cercano, por recomendación del oficial soviético.
Mientras los judíos de Schindler caminan hacia un nuevo futuro, finalmente en libertad, se muestra que Amon Goeth fue arrestado en un sanatorio en Bad Tolz y que fue condenado a morir en la horca por crímenes contra la humanidad. Las últimas palabras de Goeth antes de morir ahorcado son "Heil Hitler!".
Y en cuanto a Oskar Schindler, se nos muestra que después de la guerra fracasó en su matrimonio y en muchos negocios que intentó, que a finales de los años 50 el Yad Vashem le declaró "Persona Justa entre las Naciones" y le honró invitándole a plantar un árbol en el "Jardín de los Justos" que aún hoy perdura.
Mientras la noche avanza, Schindler, contemplando con deleite a algunas bailarinas polacas de cabaret, le entrega a Jerzy un nuevo fajo de billetes, con tal de llenar su mesa de los mejores banquetes que tengan. Más mesas se suman a la de Schindler, oficiales de las SS, SD y las bailarinas, así como algunas mujeres y miembros del partido, entre ellos Czurda y Hermann Toffel, que se burlan de los judíos que han tomado la recién dada orden de portar la banda con la estrella de David, como una oportunidad para hacer negocios, y se burlan también de la tendencia de los judíos a escapar siempre de las tormentas. Schindler, se asegura de que a nadie le falte comida y bebida, y no pasa mucho para que todos estén riendo, adorándole como el alma de la fiesta. Más personas se suman a la mesa, tentados por el hecho de que nadie en la fiesta la está pasando mejor que los que están con Schindler. Momentos después, todos están algo ebrios, cantando alegremente, mientras Schindler, liderando el canto, igual de alegre se conserva sobrio, a pesar de haber bebido igual o tal vez más que todos sus invitados. En ese momento, llega el Oberführer Julian Scherner con su esposa, se sientan a la mesa diagonal, y Scherner no tarda en llamar a Martin para preguntar quién es ese hombre del que emana toda la diversión, y Martin, ahora le responde con gran entusiasmo: "¡Es Oskar Schindler!". Scherner, intrigado, fija su mirada en él.
En el libro sabemos que el empresario juega con su apellido y el vínculo del mismo con un militar de alta graduación del ejército alemán. Una fotógrafa – que estaba presente desde el principio en el restaurante- comienza a sacarle fotos a Schindler con todos los compañeros del restaurante, sonrientes: Czurda, que bloquea a Agniezka con tal de salir más cerca de Schindler, las bailarinas, los oficiales, todos sonrientes, ninguno quiere perderse la oportunidad de una fotografía con él. Finalmente, Julian Scherner y su esposa acaban por compartir la diversión, junto a Schindler, que ha tenido victoria en entrar al círculo de aristocracia Nazi, y que ahora no dudará en usar tal ventaja para su beneficio propio.
Algún tiempo después, en las calles de Cracovia, donde los Nazis humillan y maltratan a judíos cortándoles los rizos o golpeándoles, el gueto judío acaba de ser terminado. Schindler, mientras tanto, visita el Judenrat, el consejo judío de Cracovia, un lugar donde hay innumerables quejas por parte de muchos judíos residentes, todos elegantemente vestidos, pero con la estrella de David en sus brazos. El señor Juda Dresner es uno de los encargados de atender en el Judenrat a dos judíos de clase acomodada: El maestro de escuela Chaim Nowak y el rabí Jakob Levartow, que critican el hecho de que los Nazis violen los artículos de la constitución sobre la privacidad de morada y el respeto a la religión y creencias individuales. Maria Mischel, una joven mujer judía, se queja acerca de los oficiales de las SS que llegan a su casa y les sacan diciendo que ya no les pertenece a ellos sino al Reich. Al cuestionar qué harían los Nazis si ella decidiera quitarse la banda con la estrella, el señor Dresner responde que la matarían.
Schindler, imponente como siempre, llega a la cámara del Judenrat y pregunta en alta voz por el contador Itzhak Stern a quien le ofrece, en una conversación en privado, el trabajo de contador de una empresa, pidiéndole que lo contacte con importantes empresarios judíos para así poder comprar una empresa de fabricación de metales esmaltados que estaba en bancarrota. Schindler y Stern son hombres sumamente diferentes.
Muy al contrario de Schindler, Stern es calmado, sereno y serio, muchas veces callado y habla siempre con gran sensatez. Schindler, muy inteligente, astuto y lleno de vigor, le pone de manifiesto su plan: Sacando provecho de que las SS quitaran pertenencias a los judíos, les quitaran su ciudadanía, les bloquearan sus cuentas bancarias y les impidieran la entrada a restaurantes, tiendas y otros lugares públicos, Schindler piensa contratar sólo a trabajadores judíos, ya que al ser mano de obra barata, pagada por el empresario a la Oficina de Economía del Reich (es decir, al bolsillo de los Nazis, por lo que Schindler prácticamente estaría poniendo en marcha un ciclo en el que siempre ganaría) y en ofrecerles como pago, artículos de cocina, que pudieran utilizar para su propio uso o canjear en el mercado negro. Stern duda mucho en las intenciones de Schindler y se rehúsa al principio, sin embargo, analizando que Schindler no parece ser un alemán tiránico como los demás, acepta. Schindler consigue la ayuda teniendo a Stern como su contable oficial, y entonces lo encarga de que vaya reclutando mano de obra.
En aquellos tiempos, las iglesias católicas eran centros de reunión de judíos que se dedicaban al contrabando. Es ahí donde se muestran a dos negociantes, Goldberg y Chilowicz, y a un joven comprador llamado Poldek Pffeferberb, quien demanda a Chilowicz la entrega de 10 mil unidades de betún para zapatos en envases de metal como él había pedido, en lugar de cristal que Chilowicz le había dado, que iba dirigido al ejército alemán y que a causa del frío se rompió. Pfefferberg amenaza con delatar a Chilowicz a menos que haga lo que le pide, y Schindler, que ha estado delante de ellos todo el tiempo, se da la vuelta y negocia con Pfefferberg sobre la camisa que éste lleva. Temiendo la esvástica que Schindler lleva en su solapa, los demás judíos abandonan prudentemente la iglesia. Pfefferberg, algo renuente, decide seguir haciendo tratos con Schindler. En el libro conocemos como este judío polaco había pertenecido al ejército.
Llega marzo de 1941, la fecha límite para entrar al gueto judío. Los judíos de Cracovia son forzados a abandonar sus casas y hacinarse en el gueto. Los polacos lanzan barro a los judíos, los golpean o los insultan, mientras que les gritan “ ¡Fuera! ¡ fuera judíos!”. Mientras, Schindler toma posesión de la casa lujosa de una familia judía recién evacuada. Se ve la situación horrible del gueto en la que en un solo cuarto debían vivir muchísimas personas, muchas veces desconocidas. Goldberg y Chilowicz se han unido a los OD, una rama de policías del Judenrat que trabaja para las SS, y Goldberg le ofrece a Pfefferberg un puesto, que Pfefferberg rechaza, y entra al gueto junto con su joven esposa, Mila.
Schindler, por iniciativa de Stern, negocia con dos hombres adinerados, dueños de la fábrica en quiebra, y tras dudar un poco, aceptan darle a Schindler la fábrica y todo su dinero a cambio de los artículos de cocina. La fábrica es ahora oficialmente de Schindler. Stern busca generalmente a aquellos que no son considerados "trabajadores esenciales" y son deportados ("esencial" para los nazis eran aquellos que aportaban al desarrollo industrial tales como obreros, constructores, etc.). Stern les recalca que lo único que deben decir es que tienen experiencia en el manejo de metales y el hablará por ellos. Entre ellos está el maestro de escuela Chaim Nowak – que se considera esencial pues “desde cuando no es esencial la enseñanza de la literatura y la historia”, junto con el señor Dresner y su mujer Chaja, junto a sus hijos Jonas y Danka. Aquellos que son declarados "trabajadores esenciales" reciben una tarjeta azul, la Blauschein, con la cual irán a parar a manos de Schindler.
Mientras, él busca secretaria, y atiende una larga fila de hermosas y jóvenes secretarias. A Schindler poco le importa su habilidad como secretarias comparada con su belleza y termina por contratarlas a todas. Finalmente, su fábrica Deutsche Emailwaren Fabrik es inaugurada. En paralelo, Schindler, con productos como chocolates, cigarros, frutas y licores, conseguidos ilegalmente por Pfefferberg, lisonjea a sus amigos Nazis, como Czurda, Toffel o Scherner, para que se asocien con la D.E.F. (Deutsche Emailewaren-Fabrik), la empresa de metales esmaltados de Schindler.
Para este tiempo, Schindler se ha hecho colega de dos miembros del partido, también dueños de fábricas como él: Franz Bosch y Julius Madritsch, un hombre de buen corazón- fenomenalmente retratado en la novela- , dueño de una fábrica de telas que también contrata obreros judíos. Poco a poco, la D.E.F comienza a prosperar considerablemente. Schindler, complacido, llama a Stern a su oficina para agradecerle por su ayuda y le invita a un trago. Al igual que en la ocasión que se conocieron, Stern se mantiene impasible y se rehúsa a aceptar el trago. Schindler enfurece y le pide a Stern que se largue.
Schindler ha entablado una relación amorosa con una de sus secretarias, Victoria Klonowska. Cierto día, tocan el timbre de la casa de Schindler, y Klonowska, vistiendo sólo una bata de dormir, abre la puerta a la que está una mujer hermosa y de aspecto refinado, recién llegada de muy lejos, sosteniendo una dirección de casa. Al ver a Klonowska, considera el haberse equivocado, pero al escuchar la voz de Oskar desde dentro, preguntándole a Klonowska quién es, no le cabe duda de que está en el lugar correcto, y a Klonowska no le cabe duda de quién es esa mujer: Emilie, la esposa de Oskar. Oskar no se inmuta de la situación, pero Emilie, aunque ya acostumbrada a la infidelidad constante de su marido, se encuentra molesta. Schindler entonces decide invitarla al restaurante donde hizo su aparición, para compensarla. Al bajar las escaleras de la casa, el guardia le dice a Emilie: "Cuidado al bajar, señorita". Emilie se ofende un poco, y Schindler contesta al guardia: "Señora Schindler, Marek". El guardia no puede ocultar su sorpresa, y Schindler no puede ocultar su vergüenza. En el restaurante, Emilie le pregunta a Schindler si todo el lujo no es más que una fachada, y Schindler le contesta que es imposible que sea una fachada, ya que cuenta con más de 300 obreros que trabajan todos los días con el único propósito de hacer dinero para él. Schindler pregunta acerca de su familia y su hogar en Checoslovaquia, y le confiesa a su esposa sus sueños sobre el futuro, en el que el nombre "Schindler" no sería olvidado fácilmente, siendo él recordado como un hombre que hizo una obra extraordinaria, un hombre que hizo algo que nadie más hizo (una profecía sobre lo que habría de ser su destino, pero que en ese momento él enfocó al hecho de haber conseguido una empresa en bancarrota y convertirla en una fábrica importante). Schindler le comenta a Emilie que entiende ahora por qué en negocios anteriores había fracasado, debido a la ausencia a la única cosa en el mundo que hace la diferencia entre el éxito y el fracaso: la guerra. Mientras bailan, Schindler posa su mirada en una joven hermosa, bailando con un oficial de las SS. A la mañana siguiente, Emilie le pregunta a Oskar si debe quedarse en Cracovia con él. Schindler le comenta que es una hermosa ciudad, pero esa no es la respuesta que ella quiere y él lo sabe, Emilie pregunta de nuevo y Schindler le dice que depende de ella. Emilie se lo dice claramente: Si él puede prometerle que nadie jamás la confundirá con otra mujer que no sea "la señora Schindler" ella se quedará con él. Él no puede prometer eso. La escena siguiente muestra a Emilie en un tren de vuelta a casa, mientras Schindler la despide desde la estación, y una vez alejado el tren, vuelve a sus asuntos. En el libro conocemos la historia de amor, infidelidad, perdón y ruptura entre Oskar y Emilie Schindler.
En su oficina en la fábrica, Schindler, mientras almuerza, recibe la visita de Stern, que después de un frío informe de la prosperidad de la fábrica le pide a Oskar un minuto para ver al señor Lowenstein, un anciano judío sin un brazo que le agradece repetidas veces el trabajo hasta que Schindler se harta, retando más tarde a Stern por molestarlo de esa forma y por contratar a un trabajador limitado físicamente. Un día, mientras los trabajadores de Schindler salían del gueto camino al trabajo, son detenidos por oficiales de las SS para limpiar el camino lleno de nieve. El señor Lowenstein es separado por los oficiales y llevado hasta el final de la fila de judíos. Lowenstein alega que es un trabajador esencial de Oskar Schindler mientras los oficiales se burlan de eso. Es entonces cuando recibe un disparo en su cabeza y muere. En una escena paralela, Schindler reclama a Rolf Czurda la pérdida de un día de producción y la muerte de un obrero. Czurda le responde que el asunto de poner a los judíos a quitar la nieve es más un ritual que una necesidad. Schindler le demanda una compensación a Czurda, el cual, riendo le dice que no puede hacer más que presentar una queja a la Oficina de Economía. Luego le dice claramente: "Oskar, el gobierno alemán podría considerar un crimen el considerar a un judío manco "trabajador esencial", a lo que Schindler responde: "Era muy hábil en la prensa de metales, muy hábil" intentando defender al hombre al que hacía un tiempo había discriminado. Schindler está teniendo relaciones sexuales con una de sus amantes cuando es interrumpido por Poldek Pfefferberg, quien le dice que ha habido un problema con Stern.
Stern ha sido embarcado en un tren camino a un campo de exterminio. Schindler llega a la estación de trenes, donde un oficial instruye a los judíos que dejen todo su equipaje y pertenencias en la plataforma, marcados claramente con sus nombres y apellidos, prometiéndoles que los recuperarán después. Schindler hace clara su situación y viendo la lista en la que aparecía Itzhak para ser enviado allí, se enfrenta al encargado, el Hauptscharführer Kunder, anotando su nombre y el de su asistente, Klaus Tauber, convenciéndolos de que lo ayudaran con la frase: "Caballeros, ambos estarán en el sur de Rusia a fin de mes" Esto los intimida y sacan a tiempo a Stern; cuando le piden a Schindler que firme la lista, Tauber le dice que para ellos no hay ninguna diferencia entre un judío y otro. Stern intenta explicar a Schindler que se trataba de un error, en el que había olvidado su tarjeta de trabajo en casa, mientras caminan, Schindler dice: "Y si hubiese llegado cinco minutos tarde, ¿qué habría sido de mí?", lo que demuestra que sólo se preocupaba por él o ¿no será por su empresa y fortuna?. Al momento en que Schindler y Stern abandonan la estación, los OD toman en carretas todo el equipaje que los judíos han dejado en la plataforma. Lejos de cumplir lo prometido, las pertenencias de los judíos – ropa, zapatos,…- son llevadas a depósitos, donde las cosas de valor son apartadas – lámparas u objetos de oro y plata- y repartidas entre los Nazis, y las cosas sin valor económico como fotografías son destruidas. El joyero judío Markus Wulkan es explotado trabajando puliendo y dándole forma a cientos de dientes de oro removidos de judíos.
La vida en la "ciudad judía" del gueto de Cracovia en el invierno de 1942 era ya muy diferente para sus habitantes de lo que hacía un tiempo solían ser. La vida en el gueto era miserable y decadente. Los judíos eran obligados a hacinarse, muchos en una misma habitación, comparten cierto día una conversación en círculo. Poldek y Mila, Chilowicz con su uniforme de OD, Chaim Nowak, Fischer y los Nussbaum, entre otros, acerca de las condiciones de vida del gueto. Todos coinciden en una cosa: A pesar de que es deplorable vivir así, finalmente se sienten en paz y creen que ya han tocado el fondo, que ya nada más inhumano donde caer. ¡Qué ilusos son! Wilhelm Kunde, un alto oficial de las SS, recorriendo el gueto dentro de un auto descapotable, describiendo las situaciones y secciones del mismo a un joven Untersturmführer (equivalente a un teniente) llamado Amon Goeth.
El gueto se divide en gueto en dos mitades, el gueto A, dedicado a los ingenieros civiles y los trabajadores industriales y el gueto B, donde estaban los obreros sobrantes, los ancianos y los enfermos, que era naturalmente el lugar por el cual Goeth desearía comenzar. Amon Goeth es unos pocos meses menor que Oskar Schindler. Alto, erguido y de aspecto pasivo. Kunde le lleva del gueto de Cracovia a un sector en las afueras de la ciudad donde se estaba a punto de terminar de construir un nuevo Arbeitslager (campo de trabajo forzado) llamado Plaszow, donde la villa de residencia de Goeth está ubicada en lo alto de un monte de baja altura, justo sobre el campo. Kunde le comenta a Goeth que cuentan con dentistas, zapateros, médicos, un jardín de infantes y una sinagoga pronta a ser convertida en establo. Se acerca un Unterscharführer llamado Albert Hujar con un pequeño grupo de mujeres judías. Goeth les dice que una de ellas será afortunada de dejar el trabajo de esclavos que tenían en el campo, con tal de trabajar para él en su nueva villa. Al preguntar quién de ellas tiene experiencia previa en servicio doméstico, nota que todas levantan la mano con una única excepción, una joven y hermosa muchacha. Amon, al notarla, se acerca a ella diciendo que ha cambiado de parecer, ya que no quiere la criada de otra persona con costumbres molestas que corregir. La joven, tiritando de frío, le dice a Goeth que su nombre es Helen Hirsch. Goeth la mira unos instantes y se vuelve a Hujar diciendo que ya ha elegido. En ese preciso instante, Goeth vuelve la mirada a una mujer judía, gritando fuertemente la necesidad de desarmar una barraca debido a la inestabilidad de los cimientos. La mujer, Diana Reiter, se acerca a Goeth para explicarle que toda la estructura de la barraca debe ser echada abajo para volver a construirla y así prevenir un hundimiento. Goeth la mira comprensivamente y le pregunta si es ingeniera y Reiter responde que sí, graduada de ingeniería civil en la Universidad de Milán. Goeth responde sonriendo: "Una judía educada. Igual que el mismo Karl Marx". Goeth se vuelve a la barraca y mira durante unos instantes, luego se vuelve a Hujar dándole una orden: "Mátela." Ante la resistencia de Reiter y la incomprensión de Hujar y Kunde, Goeth responde que no pretende tener discusiones con los judíos. Bajo la jurisdicción de Goeth y frente a los ojos de Helen Hirsch, Hujar mata a Reiter de un tiro en la cabeza. Una vez cumplida la orden, Goeth le da una nueva: derribar la barraca y construirla de nuevo, según las instrucciones de Diana Reiter.
El 13 de marzo de 1943, Goeth reúne a los soldados de las SS y les da un discurso acerca de cómo los judíos habían invadido Cracovia desde hacía más de seis siglos “gracias” al rey Casimiro , y animándoles a convertir esos seis siglos en un rumor en una noche. Mientras estas cosas suceden en el gueto, Oskar Schindler se prepara para salir a cabalgar con Ingrid, una de sus secretarias. Stern, dentro del gueto, comprende que algo terrible va a suceder, así como la familia Dresner y Poldek Pfefferberg. Comienza la liquidación del gueto, los soldados de las SS entran violentamente y sacan a los judíos, quitándoles su equipaje y pertenencias, ordenándoles que se reúnan en la plaza principal. Asesinan en el instante a aquellos que consideren. Goeth se encarga de la liquidación del ghetto, y saca violentamente a muchos judíos que serían deportados.
El área de dieciséis manzanas del ghetto se ven sumidas en una atmósfera de caos y terror, que Schindler presenciaría desde un terreno elevado montando a caballo con Ingrid. Ahí ve la matanza de judíos, a veces a la suerte, o por querer escaparse. Aquí viene uno de los momentos más conmovedores de la película, cuando entre el caos ve a una niña, cuyo vestido destaca por ser de color rojo, y no estar en blanco y negro. El director argumenta un dato interesante acerca de esta parte del filme; "Para el resto de los aliados, la matanza que se lleva a cabo en Alemania es tan visible como una niña caminando en medio de una matanza", y en efecto es así, pues la niña camina osada entre los soldados de las SS y los judíos. Schindler ve cómo la niña pasa entre soldados y judíos, entre balas y cadáveres, representando la inocencia e insignificancia de los niños. Esto impacta a Schindler hasta que su acompañante le pide que se vayan de allí.
En el recorrido de la historia se logran ver algunos judíos que conocieron a Schindler durante su intento de comprar la fábrica, que ahora estaban escapando de la muerte en manos de las SS, ocultándose en lugares impredecibles. Se ve cómo Poldek Pfefferberg, el que ayudó a Schindler consiguiendo productos para él en el mercado negro, intenta convencer a su mujer para huir por las alcantarillas no consiguiendo su colaboración y se introduce en una alcantarillas pero en la boca de la misma están los SS matando a quienes quieren huir, al salir por la boca de una de ellas, , se encuentra en la calle con el mismísimo Goeth, ante quien ordena las maletas tiradas al suelo por los alemanes con el pretexto de "quitar obstáculos del camino". Goeth se marcha riéndose junto a su compañía de soldados.
En otra escena se ve cómo Danka Dresner y su madre tratan de escapar, y tan sólo la niña cabe en el refugio en el piso en donde estaba su amiga; con mucho pesar, deja a su hija y escapa encontrándose con un antiguo amigo de su hijo, que también era judío y ahora estaba al servicio de los nazis. Increíblemente el niño, aunque pequeño, reconoce a la madre de Danka y a la niña, quien bajó del edificio en busca de su madre. El niño las ayuda y las conduce a la fila en la cual no serán deportadas. Entre tanto se ve a Stern nervioso viendo cómo sus compañeros caían muertos alrededor de él, aunque esta no sería la última vez.
Días después, se encarga a Goeth construir el campo de Plaszow, en donde reúne a todos los judíos de Cracovia. Goeth y otros empresarios están preparando un convenio para que sus empresas se instalen en el campo y toman a los judíos como mano de obra, en esto llega Schindler, quien saluda a todos los presentes (casi todos "viejos amigos") bajo la mirada atenta de Goeth a quien saluda después. Allí conoce más profundamente a Goeth, y le habla cuando éste ya estaba embriagado. Goeth le dice que la razón de que los judíos les temen es que tienen el poder de matar, y Schindler responde diciendo que eso es justicia, y que "Poder es cuando tenemos justificación para matar y no lo hacemos. (...) Es lo que tenían los Emperadores. Un hombre roba algo, le conducen ante el Emperador. Se echa al suelo ante él e implora clemencia; él sabe que va a morir. Pero el Emperador le perdona la vida, a ese miserable y deja que se vaya. Eso es poder." Esto convence momentáneamente a Goeth, quien perdona a un niño judío por haber manchado su silla de montar y una niña que supuestamente estaba fumando en el trabajo. Cuando Lisiek, el niño encargado de limpiar su bañera, no puede quitar las manchas de estas lo deja ir, y desde el balcón lo mata de un tiro en la cabeza.
Otra de las atrocidades de Goeth es cuando sale al balcón de su casa en Plaszow, que le da una vista perfecta del campo, toma un rifle, y le dispara a dos personas como pasatiempo. Mientras tanto, Itzhak Stern seguía reclutando judíos reclusos en Plaszow, incluso a personas no precisamente buenas en el trabajo, pero que, según él, poseían características positivas.
Muchos judíos, con el consentimiento de Goeth, fueron a parar a manos de Schindler. Se les ponía a prueba constantemente, y por la noche volvían al campo. Pero la desocupación de Plaszow comenzaría. Cierto día unos médicos retuvieron a todos los judíos adultos, les ordenaron desnudarse y los pusieron a correr, separando a los sanos de los enfermos. Los enfermos, obviamente, serían deportados a campos de exterminio para ser ejecutados. Pasada la prueba, se muestra el júbilo del sector de las mujeres declaradas sanas, mientras se visten, ven pasar a camiones con sus niños en ellos. La desesperación cunde entre las madres que intentaron sacarlos de allí, pero los guardias alemanes fueron suficientes para detenerlas. Se muestra en otra escena algunos niños que se ocultaron, sabiendo lo que les pasaría si eran llevados en camiones usando una vez más la gran capacidad de ocultarse de la vista, hasta en las letrinas sucias del campo.
En abril de 1944, la ciudad de Cracovia se sorprende al ver que del cielo caen pequeñas hojuelas, en la misma manera en que caería nieve en invierno. Schindler es uno de los pocos que reconoce que no se trata de nieve. Se trata de cenizas humanas. En Chujowa Gorka, a Amon Goeth le dan la orden de exhumar e incinerar los cadáveres de más de 10000 judíos asesinados en Plaszow y en la masacre del gueto de Cracovia.
El grado de deshumanización que Schindler, desde lo alto de un monte, presencia, es radical e incomprensible, y por lo mismo, más macabro que cualquier cosa que haya visto. El humo, pesado y negro, cubre el cielo, haciéndole oscuro e infernal. Mientras los Nazis gritan insultos y órdenes con violencia e indiferencia, los prisioneros judíos, horriblemente demacrados y delgados, algunos vestidos con uniforme a rayas o con miserables harapos de lo que en otro tiempo fueran sus mejores ropas, como Poldek y Mila, cavan enormes fosas, o arrastran cadáveres carcomidos por el fuego, para amontonarlos en las fosas, uno sobre otro, mientras los Nazis incendian los cadáveres. La escena infernal muestra enormes montañas de cuerpos ya sin forma humana, ardiendo. Schindler, que debe cubrir su nariz con un pañuelo, escucha a Goeth hablar tranquilamente, incluso con algo de tedio, que le han asignado la orden de incinerar a los muertos y enviar a los sobrevivientes a Auschwitz, ya que es la orden máxima de exterminio y no hay nada qué hacer para oponerse.
Goeth le dice a Schindler que enviará a los prisioneros de Plaszow a Auschwitz en un lapso de poco más de un mes. Schindler presencia horrorizado cómo los prisioneros llevan carretillas miserables, atestadas de cuerpos, una tras otras. En una de esas carretillas, Schindler sin poder contener su dolor y horror, descubre un pequeño cuerpo brutalmente quemado, envuelto en un abrigo rojo. Schindler no tiene palabras ni corazón para describir tal inhumanidad. Una vez a solas con Stern, Schindler le comenta a su amigo que no debe temer nada, ya que Goeth le prometió recomendarlo y darle en Auschwitz un buen trabajo. Stern sabe, sin embargo, a dónde los llevan y que no hay ya ninguna esperanza de salvación. Por el contrario, anima a Schindler a continuar con la empresa, que ha alcanzado un gran apogeo, a pesar de que ya no podrá contar con sus trabajadores judíos, los cuales son más baratos que los polacos. Schindler le dice con gran tristeza en su mirada que ya no tiene nada que hacer en Polonia y volverá a casa en Checoslovaquia, ya que logró la ambición de si vida, cumplió el propósito que se hizo al llegar: Ganar más dinero del que un hombre pudiera gastar en toda una vida. Pero para la sorpresa de Stern, no hay deleite en la mirada de Schindler, no hay ningún sentido de realización o complacencia en el cumplimiento de tal meta, no está la alegría con la que Schindler una vez se describió ante Emilie. Schindler, tratando de consolar a Stern y a sí mismo, le dice que algún día todo el horror iba a terminar, y que entonces ellos dos podrían juntos beber un trago. Derramando lágrimas, Stern decide tomarlo en ese momento. Y con una triste sonrisa, ambos brindan.
Algunos días después, una mañana, Schindler está vestido con bata de dormir, junto a su cama, donde yace una mujer hermosa y desnuda. La mirada de Schindler expresa tristeza y desánimo. Camina lentamente a lo largo de la habitación y se encuentra con las maletas listas ya para su viaje de regreso a casa. El vacío, sin embargo, que Schindler siente es enorme, y se dirige a la ventana, donde queda en silencio unos segundos, meditando. Su mirada entonces de pronto gana un breve destello, una idea ilumina su espíritu y sus ojos parecen recobrar la vida. Ha tomado una decisión. Acto seguido, Schindler, elegantemente vestido y con gran animosidad, saca todo su dinero y lo guarda en enormes maletas. Todas están repletas de dinero. Toda la fortuna que Schindler ha hecho desde su llegada.
En esos últimos días de Plaszow, Schindler y Goeth, compartiendo una de sus habituales charlas de camaradería, hablan acerca de un plan de Schindler, tan sin sentido que Goeth no logra entenderlo. Schindler le explica que es sencillo: Él piensa volver a Checoslovaquia, de eso nadie tiene duda, pero debido a que los negocios van tan bien, quiere llevar su fuente de riquezas con él: Quiere transportar a todas y todos sus trabajadores con él. Goeth le dice que eso no tiene ningún sentido, ya que sólo el transportar a los prisioneros y la maquinaría exigiría una cantidad aún mayor de la que los judíos le pueden hacer ganar con su trabajo, y que hay algo que Schindler está manteniendo en secreto. Schindler le dice que no hay nada secreto, que es simplemente una cuestión de comodidad, ya que él los conoce y sabe que son eficientes y así no tiene que contratar y entrenar nuevos obreros. Goeth le dice a su amigo que aceptará cualquier trato que proponga, pero que le irrita no saber qué se trae entre manos. Schindler sólo le dice que fije el precio, Y Goeth, astutamente, le dice a Schindler que lo ajuste él. Schindler sonríe, victorioso. En la oficina de Stern, Schindler, fumando, dicta nombres de su memoria, y Stern los anota en máquina de escribir en una lista. "Poldek Pfefferberg. Mila Pfefferberg, Paul Stagel, los inversionistas, Ismail Fischer, Josef Scharf. Los niños. Todos los niños" dice Schindler, y Stern, con velocidad febril, escribe sin parar.
Los nombres de la lista van aumentando con gran rapidez: Horowitz, Lewartow, Goldberg, Wulcan son algunos de ellos. Stern le dice a Schindler que llevan ya 450 nombres, y Schindler con fuerza le pide que añadan aún más. Simultáneamente, se ve a Schindler, elegantemente vestido, dirigirse a la villa de Amon con un enorme maletín negro en la mano. Mientras todo esto sucede el sonido de Stern tecleando no deja de escucharse. El tiempo avanza en la oficina de Stern, donde sólo están él y Schindler. Goeth abre el maletín que Schindler le trae: Una enorme pila de billetes.
Los nombres en la lista siguen surgiendo: Wein, Feigenbaum, Dresner. Ya llevan 600 y Schindler pide que añadan más. Simultáneamente se ve la fábrica de telas de Julius Madritsch, y Schindler a su lado diciéndole que ya sabe que les da comida y ropa adicional pagada de su propio bolsillo y que se una a su plan, ya que al combinar sus esfuerzos podrían sacar a más de 4000 judíos y llevarlos a un lugar seguro en Moravia. Madritsch duda de que el plan tenga éxito pero Schindler insiste. Madritsch le dice a Schindler que ya hizo demasiado por los judíos y que no puede hacer más. Schindler no está dispuesto a aceptar esa respuesta. Pero la decisión de Madritsch es firme.
Mientras, Stern sigue escribiendo y escribiendo sin parar. Llevan ya más de 850 nombres. Luego de unas cuantas horas, ya en medio de la noche, Schindler, con aire de realización le pide a Stern que termine esa página y se detenga. Doce páginas de nombres. 1200 personas ahora en manos de Schindler. Stern descubre con asombro el radical crecimiento espiritual del hombre que cinco años atrás tenía en mente el único propósito de hacerse rico, cuando se da cuenta de que por cada nombre Schindler le paga a Goeth una fortuna. Termina la página, dice Schindler ,y deja un espacio al final.Stern obedece y termina la última página. La lista está completa. Stern, con gran orgullo y un sonrisa de felicidad y esperanza la toma en sus manos y la pone frente a los ojos de Schindler. La lista es el bien absoluto, dice Stern, la lista es la vida. Alrededor de sus márgenes yace el abismo. El espacio al final de la última página tiene un propósito especial. Una promesa que Schindler debe cumplir: Es un espacio reservado para Helen Hirsch, la empleada judía de Goeth, de quien él estaba enamorado y no sabía si maltratarla o adorarla; esto lo torturaba. Schindler le propone a Goeth una partida de 21. Si Goeth gana, Schindler pagará 7400 marcos, con 21 sacado a la primera, le pagará 14800 marcos, pero si Schindler gana el juego, entonces Goeth deberá dejar que Schindler añada a Helen a su lista. Goeth se niega a aceptar. Schindler le dice a Goeth que sea lo que sea que haga, enviarán a Helen a Auschwitz. Goeth dice que jamás dejaría que Helen fuera a parar a Auschwitz y que quiere llevársela con él a su Viena natal. Temiendo una locura, Schindler le hace ver a Goeth la realidad, no puede llevarla con él a Viena. Goeth sabe que no, a pesar de que es lo que más desea con toda su alma, lo más misericordioso que puede hacer por Helen sería pues, llevarla al bosque y dispararle sin dolor en la nuca. Unos segundos después, Amon acepta el desafío de cartas.
Los Schindlerjuden dicen sus nombres ante los encargados de las listas, los cuales tienen copias de la lista de doce páginas de Schindler. La lista de la vida, en palabras de Stern. La familia Dresner, la familia Rosner, los Pfefferberg, la familia Horowitz, Goldberg, el rabino Levartow, Itzhak Stern, el joyero Wulkan, Adam Levy, los Nussbaum, Rebecca y Josef Bau, así como una enorme cantidad de personas más. Altman, Luftig, Rothberg, Zuckermann, y el último nombre de la lista: Helen Hirsch. Una vez enlistados, separan a los hombres y a las mujeres, y los envían con destino a Brünnlitz, Checoslovaquia, en trenes de ganado.
El tren con hombres llega a la ciudad de Brünnlitz (Brněnec), ciudad natal de Schindler, quien los recibe cariñosamente en su nueva fábrica de materiales de artillería, como granadas y casquillos. El problema se presenta cuando el tren de las mujeres es enviado por error a Auschwitz, por lo que Schindler se ve obligado a viajar allí para rescatarlas. Se muestra una escena en que mujeres y niñas son metidas a una ducha, donde piensan que las van a matar con gas, pero finalmente es solo agua de la que disfrutarían. Oskar logra sobornar al jefe del campo de Auschwitz y lleva a las mujeres a su fábrica en Brünnlitz.
Después de siete meses, Schindler y su empresa quiebran puesto que en realidad allí no se realizaba ningún tipo de trabajo. Al finalizar la guerra, luego de dar un discurso en el que condenaba los crímenes perpetrados por los Nazis y alentar a los judíos a restablecer sus vidas, evita que los guardias del campo maten a los judíos de su fábrica al quitarles el último vestigio de inhumanidad que quedaban: "Podrían exterminarlos a todos. Esta es su oportunidad. Pero también podrían irse y así volver a sus familias como hombres y no como asesinos". Uno a uno, los oficiales abandonan la planta. En conmemoración de las incontables víctimas del pueblo judío, Schindler pide tres minutos de silencio, que son acompañados de una oración de luto por parte del rabí Levartow.
Momentos más tarde, Stern, el señor Dresner, Markus Wulkan y el rabí Levartow agradecen a uno de los trabajadores, llamado Jereth, mientras este ofrece sus dientes de oro, los cuales Wulkan remueve con cuidado y más adelante funde y da forma de anillo, puliéndolo.
Mientras esto sucede, Schindler y Emilie empacan a toda prisa sus pertenencias, con el objetivo de escapar. Al momento de partir, Schindler le da a Stern algunas instrucciones de repartir equitativamente entre los trabajadores algunas pertenencias de la fábrica, como telas, botellas de vodka y cigarrillos, con tal de darles un poco de capital para iniciar una nueva vida. Los judíos le entregan una carta firmada por todos los obreros, en la que explicaban todo lo sucedido en caso de que Oskar fuera capturado por los aliados. Schindler, agradecido, comienza a conmoverse. Stern entonces le hace entrega del anillo que momentos atrás habían forjado para él. El anillo tenía una inscripción en hebreo, proveniente del Talmúd que decía: "Aquel que salva una vida, salva al mundo entero". Schindler y Stern estrechan manos en signo de la verdadera y fuerte amistad que han desarrollado con el paso de los años, mientras Schindler le confiesa a Stern con gran pesar que pudo haber salvado una persona más si hubiera tenido más dinero. Schindler lentamente va perdiendo más y más su compostura, su voz se hace quebradiza mientras que Stern, intentando consolarle, le dice que gracias a él, más de mil doscientas personas están vivas, y que gracias a lo que él hizo, vivirán generaciones. Sin embargo, Schindler no puede ver eso. Y señalando su lujoso auto se cuestiona en voz alta por qué lo conservó, si con él hubieran sido diez personas más que Goeth le hubiera dado a cambio, toma su alfiler con la esvástica, alegando que es de oro y que por él Goeth le hubiera dado dos personas más, o al menos una más. Una persona más. Cayendo a los pies de Stern, devastado y lleno de dolor, clama, sintiendo gran culpa, que pudo haber salvado una persona más y no lo hizo, y llora amargamente con el dolor que reprimía desde hacía años, mientras es abrazado por Stern y Emilie, que lloran también, y por sus trabajadores judíos. Schindler y Emilie, disfrazados con uniformes de prisioneros, escapan en medio de la noche, mientras Schindler, a través de la ventana de su auto, con sus ojos aún humedecidos, a los miles de seres humanos que rescató.
A la mañana siguiente, un soldado soviético anuncia a los judíos de Schindler que han sido liberados por el ejército rojo; tras la pregunta de Stern sobre si queda algún judío vivo en Polonia, el soldado queda en silencio, comprensiblemente diciendo que no ha visto a ninguno con vida. Los judíos, necesitando comida, marchan al pueblo más cercano, por recomendación del oficial soviético.
Mientras los judíos de Schindler caminan hacia un nuevo futuro, finalmente en libertad, se muestra que Amon Goeth fue arrestado en un sanatorio en Bad Tolz y que fue condenado a morir en la horca por crímenes contra la humanidad. Las últimas palabras de Goeth antes de morir ahorcado son "Heil Hitler!".
Y en cuanto a Oskar Schindler, se nos muestra que después de la guerra fracasó en su matrimonio y en muchos negocios que intentó, que a finales de los años 50 el Yad Vashem le declaró "Persona Justa entre las Naciones" y le honró invitándole a plantar un árbol en el "Jardín de los Justos" que aún hoy perdura.
La secuencia final tiene lugar en el Cementerio Católico de Jerusalén, donde una larga fila de ancianos, (los judíos de Schindler en la actualidad) acompañados del actor o actriz que les interpretara en la película, colocan piedras, como señal de amor y de devoción, en la tumba de Oskar Schindler, mientras se muestra que en la actualidad quedan menos de 4000 judíos en Polonia, pero que hay más de 6000 descendientes de los judíos que Schindler salvó. Al final, se muestra que alguien pone una flor en el centro de la tumba, entre las piedras, y esa persona no es otra que Liam Neeson, el actor que interpretó a Oskar Schindler.
La lista de Schindler fue un éxito de taquilla, pues consiguió una recaudación de 321.306.305 dólares – frente a los más de 22 millones invertidos por la Universal Pictures junto con la productora de Spielberg Amblin Entertainment , y de crítica, pues consiguió igualmente decenas de premios.
Determinados supervivientes del Holocausto (algunos de los cuales dijeron estar en la misma lista a la cual hace mención la película) dijeron que era una detallada reconstrucción de los hechos ocurridos 50 años atrás. El director y productor trabajó en La lista de Schindler durante diez años, iniciando la misma tras la finalización de E. T., el extraterrestre en 1983.
Spielberg aprendió del genocidio judío de sus abuelos, quien, según dijo él mismo, constantemente hablaban del genocidio incluso sin que ellos hubieran sido afectados personalmente. Spielberg dice: “Me he preparado para esta película durante toda mi vida”, aunque al mismo tiempo admite que encontró el judaísmo durante la filmación de la película.
Spielberg como suele ser habitual invirtió parte de su propio dinero en la producción de la película, y tuvo algunos problemas personales durante la realización de la misma y motivados por su alta dedicación. Existe una anécdota que cuenta que la esposa del realizador judío estaba descontenta con su marido por pasar mucho tiempo en el rodaje, lejos de su familia. Un día fue a verle al trabajo, y observó el rodaje de la célebre "escena de las duchas". En dicha escena, ambientada en el campo de concentración de Auschwitz, varias mujeres judías son obligadas a entrar desnudas en una gran sala atestada de duchas, con el consiguiente suspense para ellas de si los nazis pretenden gasearlas o solo lavarlas. Spielberg declaró que, tras ver la escena, su mujer comprendió la magnitud de lo que el popular cineasta estaba intentando, y pasó a ser más comprensiva con él.
La lista de Schindler fue un éxito de taquilla, pues consiguió una recaudación de 321.306.305 dólares – frente a los más de 22 millones invertidos por la Universal Pictures junto con la productora de Spielberg Amblin Entertainment , y de crítica, pues consiguió igualmente decenas de premios.
Determinados supervivientes del Holocausto (algunos de los cuales dijeron estar en la misma lista a la cual hace mención la película) dijeron que era una detallada reconstrucción de los hechos ocurridos 50 años atrás. El director y productor trabajó en La lista de Schindler durante diez años, iniciando la misma tras la finalización de E. T., el extraterrestre en 1983.
Spielberg aprendió del genocidio judío de sus abuelos, quien, según dijo él mismo, constantemente hablaban del genocidio incluso sin que ellos hubieran sido afectados personalmente. Spielberg dice: “Me he preparado para esta película durante toda mi vida”, aunque al mismo tiempo admite que encontró el judaísmo durante la filmación de la película.
Spielberg como suele ser habitual invirtió parte de su propio dinero en la producción de la película, y tuvo algunos problemas personales durante la realización de la misma y motivados por su alta dedicación. Existe una anécdota que cuenta que la esposa del realizador judío estaba descontenta con su marido por pasar mucho tiempo en el rodaje, lejos de su familia. Un día fue a verle al trabajo, y observó el rodaje de la célebre "escena de las duchas". En dicha escena, ambientada en el campo de concentración de Auschwitz, varias mujeres judías son obligadas a entrar desnudas en una gran sala atestada de duchas, con el consiguiente suspense para ellas de si los nazis pretenden gasearlas o solo lavarlas. Spielberg declaró que, tras ver la escena, su mujer comprendió la magnitud de lo que el popular cineasta estaba intentando, y pasó a ser más comprensiva con él.
La película basada en el libro nombrado de Thomas Keneally, fue guionizada por Steven Zaillian quien creó el texto que, luego, se transformaría en la película.
A inicios del mes de abril del 2009 se publicó la noticia de que se descubrieron, en una biblioteca de Sidney, Australia, entre las notas de trabajo que había donado el escritor Thomas Keneally, el autor de la novela en la que se basó la película, 13 páginas de papel frágil y amarillento con la lista de los nombres y nacionalidades de 1100 judíos.
La película tuvo sus consecuencias para algunos de sus protagonistas. Para el actor Ralph Fiennes, catapultado a la fama con este film, engordó 15 kilos para encarnar al sanguinario Amon Göth, jefe del Arbeitslager (campo de concentración) de Plaszow.
El director Steven Spielberg fue incapaz de conseguir el permiso para filmar dentro de Auschwitz, así que las escenas del campo de exterminio fueron realmente rodadas fuera de las puertas en un escenario construido como una copia exacta del emplazamiento real al otro lado de las puertas.
Por su parte, parece ser que Martin Scorsese rechazó la oportunidad de dirigir esta película en los 80, ya que pensaba que no podría hacer un buen trabajo no siendo un director judío.
Un aspecto esencial en la película es la música. En medio del desalojo del gueto de Cracovia, un soldado alemán se sienta al piano e interpreta el preludio de la "Suite Inglesa No 2" del músico alemán Johann Sebastian Bach. Un papel esencial juega en la película la música cuya banda sonora es obra de John Williams, su músico de cabecera ( lo escuchamos igualmente en War Horse) una magistral banda que tengo casi desde hace dos décadas, y que se completa con obras de Bach – no, no Mozart como discutían dos nazis – de Billie Hollyday, y de Gardel, así como música popular judía como la del inicio.
Papel también brillante es el de la fotografía en blanco y negro en manos de Janusz Kaminski, - el mismo que participa en War Horse- que recupera la fotografía en blanco y negro para el gran cine como ya haría Scorsese en “Toro salvaje”, en la década anterior. Como productores estuvieron los ya nombrados Spielberg junto con Branko Lustig y Gerald R. Molen. La magnífica labor de escenografía recayó en Ewa Braun y el de vestuario en Anna B. Sheppard.
Por su parte, parece ser que Martin Scorsese rechazó la oportunidad de dirigir esta película en los 80, ya que pensaba que no podría hacer un buen trabajo no siendo un director judío.
Un aspecto esencial en la película es la música. En medio del desalojo del gueto de Cracovia, un soldado alemán se sienta al piano e interpreta el preludio de la "Suite Inglesa No 2" del músico alemán Johann Sebastian Bach. Un papel esencial juega en la película la música cuya banda sonora es obra de John Williams, su músico de cabecera ( lo escuchamos igualmente en War Horse) una magistral banda que tengo casi desde hace dos décadas, y que se completa con obras de Bach – no, no Mozart como discutían dos nazis – de Billie Hollyday, y de Gardel, así como música popular judía como la del inicio.
Papel también brillante es el de la fotografía en blanco y negro en manos de Janusz Kaminski, - el mismo que participa en War Horse- que recupera la fotografía en blanco y negro para el gran cine como ya haría Scorsese en “Toro salvaje”, en la década anterior. Como productores estuvieron los ya nombrados Spielberg junto con Branko Lustig y Gerald R. Molen. La magnífica labor de escenografía recayó en Ewa Braun y el de vestuario en Anna B. Sheppard.
Ver la película de nuevo casi veinte años más tarde te vuelve a impresionar y a emocionar. No ha perdido nada con el tiempo, es atemporal, sigue siendo grandiosa.
Carlos Boyero en el Diario El Mundo la calificó de "Impresionante, hermosa, necesaria, emocionante", y Ángel Fdez. Santos en el Diario El País la valoró como “"Extraordinaria (...) obra maestra" . Algo más se puede decir.
Con el tiempo sí creo que debo decir algo. En concreto que fue el obituario de Leopold – Poldek- Pfeffenberg el que me consiguió abrir mi interés por el relato de Thomas Keneally y mi admiración por la figura de este personaje que Spielberg llevó magistralmente al cine. Y que hoy, con la muerte de Leon Leyson se pone fin a los nombres de los hombres y mujeres que había en ese listado, una listado que no sólo salvó muchas vidas, sino que permanecerá en nuestra memoria para que nunca olvidemos lo que fuimos capaces los unos con los otros.
Con el tiempo sí creo que debo decir algo. En concreto que fue el obituario de Leopold – Poldek- Pfeffenberg el que me consiguió abrir mi interés por el relato de Thomas Keneally y mi admiración por la figura de este personaje que Spielberg llevó magistralmente al cine. Y que hoy, con la muerte de Leon Leyson se pone fin a los nombres de los hombres y mujeres que había en ese listado, una listado que no sólo salvó muchas vidas, sino que permanecerá en nuestra memoria para que nunca olvidemos lo que fuimos capaces los unos con los otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario