martes, 30 de abril de 2019

Jean Vigo, su debut.


À propos de Nice. Qué belle ville!!! Qué bonita ciudad. Allí iba a terminar mi carrera, mis estudios,  pero las circunstancias de una época pre- Erasmus y la mala fe de alguno de los peores profesores universitarios que me cruce, había muchos muy malos, en lo profesional y en lo personal, me obligó a que no fuese la ciudad de mi residencia universitaria, pero sí la de mi acercamiento más personal al mundo francés. Tendría que haber pasado en ella tres meses primaverales, pero , al final, pasé por ella en el verano de 1989, ahora no por los estadios, sino a la busca de mi particular corazón francés - del que ni puedo ni debo hablar aquí- . Lo que había sido un sueño se quedó en eso, en un sueño. Desde luego nunca fue una pesadilla en todo caso al no ser correspondido en un simple desencanto, pero también un agradable recuerdo que todavía vive en mi. 

De cualquier manera, pasear por el Promenade des Anglais con su Excelsior Régina Palace o el Negresco con fachadas neoclásicas e interiores en estilo "Segundo Imperio tardío" los imponentes hoteles referencias de otro tiempo que pudo ser mejor, entrar recorrer el Barrio Viejo, subir a la Colina del Castillo para ver una panorámica de la ciudad, ver las grandes plazas como la Place Massena o la de Garibaldi. Una ciudad que no destaca por sus iglesias en todo caso sí por su puerto o sí por la presencia de la catedral ortodoxa rusa de Saint-Nicolas. 

No obstante fui en verano , momento apropiado para ir a la padregosa playa frente a la Promenade, apropiada para tomarse un pan bagnat o de una salade niçoise, pero lejos del placer del agua. Allí , realmente fue aquí, me hablaron de la festividad más importante de la ciudad: el carnaval de Niza , el baile alocado que le acompaña y su batalla de flores presente en la ciudad desde 1876 . 


Desconocía absolutamente que fue esa ciudad una de las primeras en documentarse por medio de la figura de un director debutante en esto del cine: Jean Vigo. Este director "maudit" que con sólo dos películas - Cero en conducta (1933) y L'Atalante (1934)- , un medio y un largometraje, son hoy una de las principales referencias del cine francés. Tan importante fue que en 1951 fue creado en su honor en Francia el Premio Jean Vigo, que ha distinguido frecuentemente a jóvenes realizadores. 

Su corta carrera compuesta por cuatro obras, no más, comienza en 1930 como el documental À propos de Nice, prosigue con Taris, roi de l'eau (1931), impacta con Cero en conducta (Zéro de conduite) en 1933, y culmina en 1934 con L'Atalante. 

En 1930 , con 25 años, lo encontramos en la localidad francesa situada en el departamento de los Alpes Marítimos, en la región de Provenza-Alpes-Costa Azul. La ciudad más grande de la Costa Azul, extendida de Hyères a Menton que ya a finales del XIX y principios del XX se hace con un hueco en el turismo internacional por medio de sus balnearios y playas que comenzaron atraen a un turismo de alto nivel adquisitivo, al igual que sus paseos, sus museos, su vida nocturna y sus magníficas vistas del mar constituyen un atractivo para el turismo. 

Esto en parte como reflexión crítica entre el ensueño y la realidad es lo que apostara por reflejar la ciudad en su primera película, el mediometraje mudo À propos de Nice (1930), un ensayo fílmico de tono satírico que explora las desigualdades sociales de la Niza de los años 20, lanzando una feroz diatriba contra los visitantes burgueses.  Como señala Terenci Moix "pone en contraste la sociedad aristocrática parasitaria y decadente de Niza con la población de los suburbios". 

Para el desarrollo de este documental contará como colaborador en el guión y en el desarrollo de la historia con el director de fotografía ruso Boris Kaufman (hermano del director Dziga Vertov), quien intervendría después en todas las obras de Vigo. 

La película será una producción de la Gaumont-Franco-Film-Aubert en blanco y negro y de cine mudo. Tendrá una corta duración de 25 minutos. El documental ambientado en la ciudad de Niza a principios de 1930, y que se inicia con una imagen cenital del urbanismo de esta ciudad costera pretendía ser un documental social, en el género de las sinfonías de ciudades, tan en boga durante la década de los años veinte. 



Vigo va planteando de forma dialéctica y empleando un punto de vista subjetivo, retratando la ciudad desde la presencia de la burguesía que va en masa a la celebración del famoso carnaval local, hospedándose sus lujosos hoteles, tomando el sol o un café en las amplias terrazas de la "Promenade", practicando ese nuevo deporte que era el tenis o paseando sin rumbo fijo por las avenidas u holgazaneando en terrazas o mirando al personal. 

Frente a este visión burguesa pasa al Barrio Viejo de calles empinadas con ventanas estrechas en la que hay multitud de niños que fuman y juegan, alguno de ellos comido por la lepra o trabajando para llevar en sus cabezas la "socca", la especialidad culinaria del sureste de Francia, que presenta como ingredientes principales harina de garbanzos y aceite de oliva, o denunciando —entre otras cosas— las desigualdades sociales, sin alejarse de una perspectiva feliz , desordenada y jovial con grandes toques de voyerismo visible entre los que bailen desenfrenados en las carrozas o "corsos carnavalesques" desde donde se intercambian flores que vemos aquí para divertir a los turistas, pero poco a poco se fue convirtiendo en un auténtico espectáculo para rendir un homenaje al trabajo de los productores de flores locales. 



Entre medio, ocultando su realidad o su naturaleza van los que aparecen ocultando su identidad mediante cabezudos, trasvestidos u embozados del irreverente carnaval, una fiesta que desde el siglo XIII y celebrado de forma regular desde 1873 –ya perteneciendo Francia–, tras la creación del Comité des fêtes, del primer desfile de la época moderna que une por igual a ricos y a pobres. Para eso está, para igualar. 

A nivel técnico estamos ante una obra brillante. En la que está presente la vanguardia y especialmente el surrealismo cinematográfico visible en los pasajes en los que hay abiertamente una actuación consentida por parte de los filmados, como esa chica que aparece vestida de múltiples maneras y acaba desnuda. Sus imágenes cenitales son grandiosas y descubrimos una cámara y un camarógrafo no huye de nada. 



El filme se rodó en Niza posiblemente en febrero de 1930 . Contó para ello con la financiación en parte de Germaine Dulac. Tras haberle enseñado un primer montaje a Jean Painlevé, el cineasta declaró: «durante el rodaje, olvidé que el filme debía ser un espectáculo, de ahí el relleno y la terquedad que [Jean] ha señalado». Siempre guiado de la mano de Boris Kaufman que demostrará su valía luego en los Estados Unidos en películas como 12 Hombres sin piedad o 12 angry men de Sidney Lumet (1957) o On the Watherfront de Elia Kazan (1954).

El espectáculo viisual está trufado de simbología fálica, de edificios nobles y elegantes, antiguos en los que se hacinan las personas de la Vieille ville, pero también del ocio de los ricos y el trabajo de los pobres chimeneas, de paraguas o gorras proletarias, de faldas carnavalescas de las chicas que bailan rabiosamente como reflejo de la alegría de vivir y de la juventud , pero que acabará como todas con una lápida o en figuras mortuorias como sufrirá el mismo cuatro años después tras una tuberculosis . 

Esencial en la película es el montaje que lo trasladó al lenguaje que había utilizados los cineastas soviéticos de naturaleza dialéctica. Combinar imágenes sueltas transformará el documental en poesía visual en la que los detalles de cada elemento es especial. Esa tensión en la relación de las imágenes es lo que empuja la película y esa poesía visual en el que el reflejo de la realidad es una reflexión política.

Señala Terenci Moix en su segundo volumen sobre la Historia del cine que la influencia a  la hora de rodar tiene mucho que ver con la apuesta o el influjo de Vertov a través de su hermano , pero también por la idea del montaje del mismo Vigo.

El escritor catalán añade además otro elemento: " la feroz ironía  es completamente francesa, y la manera con la que está resuelta aparece emparentada con el surrealismo. Así una mujer  que está tomando el sol se convierte en un esqueleto, una serie de disolvencias hacen que una damisela sentada en un café se quede completamente desnuda y, para dejar más claras las intenciones del autor los distinguidos paseantes...se convierten en anamales".

Jean Vigo reveló su visión personal del filme durante un discurso para el Groupement des Spectateurs d'Avant-Garde, antes de la segunda proyección pública de la película, el 14 de junio de 1930 en el Théâtre du Vieux-Colombier, tras su primer estreno el 28 de mayo de 1930 en ese mismo cine o Teatro de París, como parte de una conferencia titulada «Hacia un cine social», declarando que «En esta película, mostrando ciertos aspectos de una ciudad, se pone en tela de juicio un modo de vida... los últimos estertores de una sociedad tan perdida en su escapismo que te repugna y te hace simpatizar con una solución revolucionaria». 

Lo cierto es que estaba en boga el género de presentar a las ciudades desde otra perspectiva como ya había sido mostradas por Walter Ruttmann, en 1927, con su Berlín, sinfonía de una ciudad , o los Études sur Paris de André Sauvage, 1928), centrados en mostrar el desarrollo de la vida diaria en amabas capitales. 

Además, en 1930, Vigo creaba en Niza un cine-club llamado "Les Amis du Cinéma", donde programa, entre otras muchas, películas soviéticas. No se si el lugar más adecuado pensando en la amplia comunidad rusa refugiada en la capital de la Costa Azul y que asistía a la catedral ortodoxa rusa de Saint-Nicolas. Sí, Nicolás como el último de los Romanov. ¿Era otra provocación?


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