Soy de una generación en la que Chencho no es un nombre cualquiera. Es el nombre de toda una generación, la mía, aquella que vio alucinada la primera entrega de lo que con el tiempo será una saga, la de La gran Familia.
Con La gran familia (1962), dirigida por Fernando Palacios, nos identificamos todos los chicos que nacidos en pleno "baby boom" veíamos reflejada a nuestras familias, casi siempre numerosas, en las que la unidad familiar, la nuclear y la ampliada era fundamental. También vimos, poco después , La familia y uno más (1965), dirigida igualmente por Fernando Palacios. Una película no tan redonda, pero con el mismo encanto. Vimos en ella como crecen las familias y al pasar la edad se complican.
Sin embargo, nunca me dio por ver La familia, bien, gracias (1979), dirigida por Pedro Masó, ni mucho menos La gran familia... 30 años después (1999), dirigida por Pedro Masó, fallecido en 2008, aunque con un Goya a su carrera en 2006.
Esta Navidad, estanos en casa de mi suegro emitieron, no sé en qué cadena, La familia, bien gracias, y , al principio, sin interés, y luego con sumo vi la tercera entrega dirigida como la cuarta por Pedro Masó en su doble papel - o triple- de productor, para Pedro Masó P. C. - Impala., director y guionista, aquí acompañado de Rafael Azcona. La película contaba con la música de Juan Carlos Calderón , el maquillaje de Julián Ruiz , la fotografía de Alejandro Ulloa rodado en panorámica y Eastmancolor, el montaje de Alfonso Santacana y la escenografía de Ramiro Gómez, junto con el vestuario de Asunción Vila.
Los protagonistas son los que fueron, aunque con algunas bajas, siendo los principales Alberto Closas como Carlos y José Luis López Vázquez como El Padrino , que aparecen acompañados de María José Alfonso (Mercedes), Jaime Blanch (Carlitos), Francisco Benlloch (Roberto), Margot Cottens, una jovensísima Lola Forner (María), Tony Fuentes ( Críspulo), María Kosty (Sabina), Julia Martínez (Lucía), Cecilia Roth, una monjil Julieta Serrano, Paco Valladares, Amelia de la Torre, José Lifante, Valentín Paredes, Nélida Quiroga y Carlos Piñar.
La familia bien es del año 1979 y eso está en su ADN. La llegada de la democracia y con ella las nuevas costumbres y nueva concepción familiar está en contra del modelo de familia que se había consolidado con el franquismo.
Lógicamente relata las peripecias de una familia numerosa española de los protagonistas que conocimos en La gran familia (1962).
Los dieciséis hijos de Carlos (Alberto Closas) vuelven a reunirse en esta ocasión para rendir homenaje a su padre viudo con motivo de su jubilación como aparejador.
Sin embargo, el encuentro no da lugar a que se espante el fantasma de la soledad en que vive sumido el patriarca, que sólo cuenta con la inestimable compañía del Padrino, Juan (José Luis López Vázquez). Sin embargo, y después de todo, se da cuenta de que aun puede ayudar a sus hijos y no sólo ser una carga para ellos.
Los diversos hogares familiares le ponen frente a una realidad cruda a la que ambos personajes no han querido enfrentarse, tal vez porque nunca salieron de ese idealizado blanco y negro de quince años atrás, los niños han crecido y en muchos casos, su realidad no es la deseada por aquellos que los cuidaron. La idea de clan familiar unido siempre contra viento y marea es mas bien una quimera.
Desde el inicio sabemos que Chencho trabaja como médico en Nueva York y no puede ir ni a la fiesta homenaje a su padre. La pequeña María, trabaja como azafata, no ha estudiado nada y por su trabajo , no para de viajar. De hecho, cuando en el piso del padre de plantifica El Padrino, tras su ruptura con su adúltera mujer, decide irse a vivir a un piso.
La idea del Padrino de vender el piso y buscar cobijo en la casa de uno de sus hijos parece genial, pero la realidad le hace descubrir a padre y padrino que la generosidad destaca por su ausencia.
Nada más llegar a casa de su hijo mayor, un arquitecto de éxito , ve que no atiende a sus hijos debidamente, dejándoles salir a altas horas de la noche y sin importarle que fumen porros o beban, y que tiene en su estudio contratado a su hermano Carlitos (Jaime Blanch) , al que trata despóticamente algo que el padre no consiente, largándose de inmediato de la casa a instalarse a casa de Carlitos, que si bien vive decentemente y trata bien a la familia, no está en condiciones de alojar a su padre.
Comienza así un periplo que lo lleva por distintas casas y a vivir experiencias inesperadas, algunas nada agradables sobre la realidad de sus hijos, sus trabajos o su familia políticas como ocurre con su hija Mercedes que, aunque viven en una gran casa, tienen que convivir con su impertinente suegra (Margot Cottens), o Críspulo, que dirige un hotel , que no es tal sino una casa de citas, o Roberto que se dedica a los negocios de la noche y que tiene relaciones múltiples con chicas de la discoteca o del local.
La situación va a peor cuando sabina, la feminista de la casa, confiesa que otras de sus hermanas va a Londres a abortar, cosa que al padre le parece un imposible; o los encuentros no deseados con prostitutas que tendrán muy a su pesar Padre y Padrino. Ni tan siquiera Carlota, la hija que fue llamada a la dedicación a los demás al entregarse como monja a Dios, y que está en una residencia de ancianos, que no es tal , sino un asilo para personas de edad, dan solución a sus problemas.
Carlota llama al resto de hermanos que se personan, pero ellos no quieren que nadie los acoja lanzándose a unirse a la carrera de Maratón que iniciaron a prepararla al inicio de la película. Una carrera hacia la Libertad, la que necesitaba la España de 1979.
En Fotogramas se comenta que es el "Punto final de la saga iniciada con "La gran familia", al que se pretendió otorgar un tono entre sórdido y amargo. En este sentido, el guión ofrecía inflexiones inéditas en sus precedentes, en un registro casi depresivo. Por desgracia, la realización no se decantó por esta prometedora línea, siguiendo las habituales convenciones. Pese a ello, cuenta con momentos realmente afortunados. "
Un habitual de Fotograma, Fausto Fernández escribió en Twiter- ahora X- lo siguiente: "Soy un acérrimo defensor de los guiones que Rafael Azcona hizo para Pedro Masó, por ejemplo de esta ácida operación de desmontar con mucha bilis lo idílico de LA GRAN FAMILIA y LA FAMILIA Y UNO MÁS, y su desmitificación con mala leche (el Opus; sexo; política...) ".
La película es ácida y corrosiva, una vitriólica revisión del "clásico" de Fernando Palacios con un mensaje de fondo de la película triste, tremendo y reflexivo sobre el papel de los padres cuando envejecen. Presenta un guion mordaz con fuerte peso de Rafael Azcona con tono pesimista y desencantado acompañado del habitual naturalismo de Masó en la dirección, lo que contribuye a crear un film con pequeñas píldoras divertidas dentro de un tono general, más bien, depresivo. Un epilogo con esa carrera a la libertad es lo menos esperado más llamativo pues el final no puede ser otro. La interpretación de José Luis López Vázquez es magistral y la actuación de Closas, soberbia como siempre, así como esos homenajes a algunos de los fallecidos de entregas anteriores especialmente al gran Pepe Isbert, el inolvidable abuelo.
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