O "Tres horas para vivir" fue una de las últimas obras de Alfred L. Werker, un artesano que había cultivado el género del western pasando por el cine negro y desde los días del cine mudo - había empezado a rodar en 1928- hasta poco antes de morir y que destacó con películas en su haber como “Las aventuras de Sherlock Holmes” o la intriga psicológica “El susto”, y que Werker la rueda en 1954, tres años antes de fallecer.
En este caso y producido por Harry Joe Brown trabaja para la Columbia Pictures y partiendo de un guion escrito a cuatro manos por Richard Alan Simmons, Roy Huggins y basándose en una historia de Alex Gottlieb nos cuentan como a través de una agónica cuenta atrás de tres horas en la que el protagonista debe probar su inocencia.
Jim Guthrie, conductor de una diligencia, es acusado injustamente de asesinar al hermano de su prometida, Laurie (Donna Reed) . Temiendo por su vida, Jim se marcha lejos, pero, dos años después, decide regresar para limpiar su nombre. Cuando vuelve nada más encontrarse con su viejo amigo, Ben East (Stephen Elliot) , el nuevo sheriff de la localidad, Guthrie rememorará lo ocurrido tres años atrás, cuando se peleó con Carter Mastin, el hermano de Laurie, su prometida.
Ahora se encuentra con que ella está casada con su viejo amigo Ben y que nadie en el pueblo, excepto una mujer llamada Chris Palmer (Dianne Foster), cree en su inocencia.
Lo cierto es que el sheriff del lugar decide darle una oportunidad y le concede tres horas para que encuentre al culpable. En un flashback, Jim relata que estuvo a punto de ser linchado por una turba convencida de que le había disparado a Carter por la espalda. Laurie ( Donna Reed ), la hermana de Carter, que planeaba casarse con Jim, interrumpe el linchamiento y Jim escapa por poco. Todavía tiene una cicatriz en el cuello producto de su terrible experiencia.
Ben le da a Jim tres horas para encontrar al verdadero asesino que resulta ser...
Werker en este modesto film que combina el thriller con el western reflexiona sobre el odio, la culpa, la cobardía, el amor y la fidelidad, los prejuicios y la precariedad de la justicia en una pequeña comunidad del oeste americano.
El filme se nutre de unos personajes muy bien dibujados, interpretados, entre otros, por dos estrellas de la época como Dana Andrews (“Laura”) y la oscarizada Donna Reed (“¡Qué bello es vivir!”). Rodada en en technicolor con fotografía de Charles Lawton (Jr) y en escenarios decorados que mueven entre la cantina, el salón de juego, la barbería, la oficina del sheriff, una habitación de hotel y un salón de baile sin apenas exteriores.
Cuenta con una banda sonora instrumental compuesta por Paul Sawtell y un buen montaje realizado por Gene Havlick. Con una Dana Andrews, tan profesional y eficaz como siempre, una Donna Reed, que trasmite serenidad y tristeza y unos secundarios siempre convincentes como Richard Coogan como Niles Hendricks, Laurence Hugo como Marty Lasswell,
James Westerfield como Sam Minor y Richard Webb como Carter Mastin. Señalar que inspiró la película Gunslinger de Roger Corman de 1956 .
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