En febrero de hace 125 años nacía en Maine - era el año 1894-John Martin Feeney. De claras raíces irlandesas, con el tiempo decidió que su nombre artístico tendría que ser otro, y lo fue, y pasó a llamarse John Ford , el nombre con el que ha pasado a la historia del séptimo y como no sólo de los grandes, sino de los mejores entre los grandes.
A lo largo de su larga trayectoria profesional este director nos dejó casi 150 títulos, un trabajo que empezaba en los tiempos del cine mudo hasta obras en los años sesenta. No destacaba por el número, que también, sino por la eternidad de sus obras y el legado de la misma.
François Truffaut decía que Ford inventó el cine y que «John Ford es uno de esos poetas que no hablan de poesía». Orson Welles decía que entre sus tres directores favoritos se encontraban " John Ford, John Ford y John Ford". Fue busca´do por críticos y cineastas para sacar al exterior y dar a conocer al mundo su auténtico yo, pero no fue posible, al menos, en vida. Era tan inteligente como cortante como comprobamos en la respuesta que le dio en una entrevista a Jean-Luc Godard, en su época en «Les cahiers du cinema», ante la pregunta de qué lo había llevado a Hollywood .Ford le respondió con sorna: «Un tren». En el documental se ve cómo le dice al cámara «¡Corten!» ante una pregunta incómoda que le plantea Peter Bogdanovich, autor de una de las mejores biografías sobre el mito.
Hoy he visto en TCM un homenaje a este realizador que amaba tanto lo irlandés como a su manera de concebir los Estados Unidos, cuando los Estados Unidos no tenían ni tan siquiera una imagen de si mismos, en forma de documental en el que se analiza la trayectoria del cineasta, ganador de cinco Oscar, más que nadie en la historia de la Academia de Hollywood, y cómo logró captar el carácter profundo de los Estados Unidos.
El documental se titula John Ford: 125 años del hombre que inventó América.
John Ford, the man who invented America ha sido dirigida en 2018 por Jean-Christophe Klotz, un antiguo reportero de guerra franco-estadounidense, y producida por Hauteville Productions.
Para el director del documental estamos ante " un hombre enigmático, una persona inconformista y un humanista comprometido siempre con las causas más justas. Los personajes que encontramos en las películas de Ford, sobre todo aquellos que interpretó John Wayne, su actor fetiche, captan la médula misma de los Estados Unidos".
El director francés parte de la tesis de que ningún otro director ha captado mejor el carácter profundo de los Estados Unidos como John Ford. En sus largometrajes encontramos los mitos, los héroes, las utopías, las esperanzas, el motor del llamado “sueño americano”.
“Me llamo John Ford y hago películas del oeste”. Así se definió en una ocasión este legendario realizador. Y es bien cierto. El creó el imaginario de América y un espacio que le servirá para ello, Monument Valley. La que es una enorme extensión de terreno situada entre los estados de Utah y Arizona, que históricamente nunca será el lugar de batallas entre los blancos contra los indios y por el que nunca cruzaron por él caravanas de pioneros ni había fuertes de la caballería de los Estados Unidos. Sin embargo, gracias a las películas de John Ford, Monument Valley se ha convertido en un lugar mítico, la esencia misma de la historia americana.
El reportaje habla del director y como éste hablaba desde sus películas. Parte de alguno de los westerns más inolvidables como La diligencia, Fort Apache, Centauros del desierto o El hombre que mató a Liberty Valance, entre otros muchos, la mayoría verdaderas obras maestras del cine, pero que eran obras que decían más de lo que narraban en el historia. El mensaje de los mismos es mucho más profunda y su mirada - aunque tapada con un parche como Fritz Lang o Raoul Walsh- tendía a ir más allá.
No se quedó para expresar su pensamiento en este género, aunque éste género le sirve de medio para contar lo que le interesa que sepamos, sino que también rodará dramas con un intenso contenido social como Las uvas de la ira o ¡Qué verde era mi valle! También filmes en los que recordaba la Irlanda que tuvieron que dejar sus padres como El hombre tranquilo y El delator o bélicas como Escrito bajo el sol. Incluso una que transcurre en el corazón mismo del continente africano como Mogambo.
John Ford: el hombre que inventó América analiza elementos básicos de la trayectoria del cineasta y cómo, a lo largo de su filmografía, logró, mejor que ningún otro realizador, captar el carácter profundo de los Estados Unidos. Sus mitos, sus héroes, sus utopías y esperanzas.
La razón de expresarlo a través de sus películas se debe a que a Ford no le gustaba hablar de sí mismo. Menos aún de su ideología. Quizá por eso fue considerado un izquierdista y un reaccionario a la vez.
Uno de sus descubrimientos, John Wayne, el actor al que enseñó actuar y amigo personal de Ford, y que era de inequívocas ideas conservadoras, representó como nadie sus ambigüedades, con personajes heroicos y contradictorios. Ford moldeó al actor y lo convirtió en estrella, en la representación de su visión de América. En apoyo de esta tesis , durante el documental, además de ver fragmentos de sus películas más representativas para cada época y cada momento, vamos escuchando fragmentos de algunas de las entrevistas que el director de Maine dio, posiblemente, muy a pesar suyo, pero también las declaraciones que ante la cámara del director francés hacen personas que lo conocieron directamente o transversalmente.
Escuchamos a uno de sus nietos , Dan Ford, que lo conoció en su niñez como al director le gustaba representar el papel de rudo hombre del Oeste, como si quisiera esconder que era un hombre cultivado y un lector infatigable o como se refugiaba de sus demonios personales a través de una botella , especialmente, en su barco.
«El hombre que inventó América» sostiene que John Ford escribió una historia paralela de los Estados Unidos tan profunda y verosímil que el público olvidaba que sus películas eran ficción.
En su primer gran éxito en lo colectivo está La diligencia, la película que catapultó en la historia a John Wayne.
Es interesante por ser una película que va más allá de los estereotipos cinematográficos del western: un forajido que ha matado , pero que tiene tan buen fondo, como la prostituta, el doctor al que le gusta la bebida, el jugador de cartas, .... Una vez creado el imaginario americano con la suma de todas las personalidades de los perdedores que lleva en su interior la diligencia, nos presenta al que puede ser el más execrable personaje, el banquero que roba su propio banco, y que gusta dar lecciones de moral a los demás, vemos como el director pasó a otros temas que representaban su espíritu crítico contra las injusticias que maltrataban el país.
Esa manera de presentar la realidad americana es visible en Las uvas de la ira, basado en la novela de John Steinbeck, una amarga crónica de la Gran Depresión, la crisis económica que sacudió Norteamérica en 1929. Los rostros retratados por su cámara en «Las uvas de la ira», por ejemplo, quedaron grabados en la memoria colectiva como documentos auténticos de la época de la Gran Depresión. Si le permitían ir a su aire y hablar de injusticias era porque, como gran patriota, sus películas ensalzaban a su vez la imagen del país.
Tras estos títulos nos comenta su nieto como el siguiente gran paso en su vida como compromiso con su nación está en su inmediata incorporación en el Ejército estadounidense tras estallar la Segunda Guerra Mundial. John Ford se alistó en la marina estadounidense después del ataque japonés a Pearl Harbor. Quería convencer a las autoridades militares de la necesidad de formar a fotógrafos y cámaras para que retrataran el conflicto desde el punto de vista americano. Tras intensas negociaciones, Ford consiguió salirse con la suya y se encargó personalmente de la formación de estos nuevos reclutas.
El papel que jugó especialmente relevante en los documentales realizados durante , por ejemplo, La batalla de Midway, por la que obtuvo uno de sus Oscar al mejor documental. Su bautismo de fuego tuvo lugar en 1942 en las islas Midway. Dio una sola orden a su joven cámara: “Fotografía caras. El combate siempre lo podemos recrear después”, le dijo. El director fue herido en el brazo por un impacto de metralla, pero continuó filmando, logrando un metraje de una inusual intensidad. La batalla de Midway ganó el Oscar al mejor documental en 1942, uno de los cinco que lograría Ford a lo largo de su carrera. Ford recorrió con sus camarógrafos casi todos los campos de batalla. Estuvo en las arenas del desierto africano; se metió en las lanchas que participaron en el Desembarco de Normandía; siguió a las tropas que marcharon sobre Alemania y las que combatían en las aguas del Pacífico.
Tras su etapa bélica lo experimentado está presente en My Darling Clementine o Pasión de los Fuertes, la película que nos muestra el duelo entre Victor Mature y Henri Fonda y que nos presentó desde otra perspectiva el Duelo en OK Corral.
Esta manera de ir alejando el oeste de la gloria y esencia de un país está presente en lo que le dice James Stewart el periodista de «El hombre que mató a Liberty Valance», «esto es el Oeste, señor; si la leyenda se convierte en realidad, publica la leyenda».
Y, ese alejamiento progresivo también está en Centauros del Desierto o The Seachers, una auténtica obra sobre el origen violento y racista del Oeste contra los nativos americanos; así como el pasó a visiones más pacifistas en otras de sus obras.
Especialmente relevante es la posición en la que están esos grandes westerns de los años 50 y 60, que culminarán en El sargento negro o El gran combate. En estas dos últimas se habla con enorme respeto de los nativos americanos y de la población negra, que en la década de los años sesenta reivindicaba sus derechos civiles.
El documental se detiene a menudo en un territorio mítico, otra de sus invenciones.
El cineasta de origen irlandés descubrió Monument Valley en 1938 y rodó allí siete películas, algunas imprescindibles, como «La diligencia» y «Centauros del desierto», esa enorme extensión de terreno entre Utah y Arizona en la que nunca se libraron batallas contra los indios ni cruzó caravana alguna de pioneros. Fue una de las mentiras con las que Ford alteró la historia americana. Pero otra gran verdad fue que dignificó el espacio y lo cedió a sus auténticos moradores, los navajos que acabaron siempre parte de su familia personal y profesional y que todavía en el presente usan las películas de Ford para ver a sus antepasados.
Además de la aportación de su nieto, especialmente interesante han sido las declaraciones del biógrafo del director Joseph McBride en la que afirma que “John Ford, como hijo de emigrantes que era, quería ser aceptado en la sociedad americana”o como “Ansiaba ser aceptado por la clase dirigente y terminó por conseguirlo, pero en el fondo era un rebelde irlandés que se oponía a la clase dirigente. Así que siempre estaba dividido entre ambos extremos, lo que hace de él una persona y un artista muy interesante”. Esto se hace visible en el momento de declaró ante el Comité de Actividades Norteamericanas o la crítica enorme a Cecil B. DeMille que le obligó a este a presentar su dimisión de la Asociación de Directores Estadounidenses, al declarar que «Nadie puede respetar una organización con un nombre tan altisonante y que ha fracasado en todos los empeños que ha asumido. Cuanto antes acabemos con ella, mejor» pero , como al enterarse que sus críticas, le habían hecho dimitir, le mandaba una carta excusándose.
Además de escuchar las opiniones del biógrafo del director, Joseph McBride aparecen las del nieto de John Ford, Dan Ford, o de la filósofa francesa Cécile Gornet. Gracias a sus testimonios, el largometraje ofrece una reflexión no solo cinematográfica, sino también histórica y política del papel que ha jugado John Ford en la creación de la identidad estadounidense.
Para Jean-Christophe Klotz, el cine de Ford muestra siempre un país intentando reconciliarse consigo mismo tras la terrible Guerra Civil que padeció. También una tierra en la que cada persona puede encontrar un lugar para vivir, sin que importe cuál es su origen o su pasado. Para John Ford América está construida sobre una leyenda.
Quizá, como sostenía François Truffaut, John Ford no solo inventó el western como género, sino que quizás inventó el propio cine.
Vemos a lo largo del reportaje como de su visión optimista inicial su visión sobre su país se fue haciendo cada vez más amarga y pesimista, como si fuera intuyendo lo que iba a ocurrir después de su muerte hasta llegar a nuestras días en la que un vendedor mediático, Donald Trump, intenta imponer su discurso en el que la verdad fluye poco y la mentira se adueña de casi todo. Un discurso lleno de fronteras.
En definitiva, John Ford, el hombre que inventó América muestra, nos muestra un cineasta complejo, poliédrico y contradictorio reflejo de los que es su país, los Estados Unidos.
Federico Martín Ballón dice en ABC que este documental "no se ciñe a glosar la magnitud del cineasta, sino que hurga en los secretos de la persona que se escondía detrás de sus películas. "
Un documental necesario para colocar nuestra mirada en sitios diferentes a la hora de ver a Ford y sus películas. En ellas siempre hay un doble discurso y si el primero, el evidente, el narrativo es brillante, el segundo, el profundo, es esencial para entender a un hombre que hacía western, pero , sobre todo, su sentido de la vida.
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