viernes, 31 de mayo de 2019

Lawrence del cine


Lawrence no se sentía británico, se sentía un hombre libre. Un hombre que sentía, que sufría, que amaba lo que hacía, pero especialmente lo que sentía. Pero la libertad tiene un precio y en este caso el precio fue el cine. Pocas veces vemos una película tan grande como Lawrence de Arabía, un buen ejemplo de la eternidad cinematográfica, pues por ella el tiempo es como el polvo del desierto, siempre está ahí. No pasa. Su banda sonora, su luminosa fotografía , hasta el arte de los azulejos de la Plaza de España reconvertida en El Cairo es imperecedera. Y , como maestro de orquesta, un David Lean siempre lúcido , inteligente, sensible que sabe mover la cámara en el punto apropiado. Nos permite descubrir en beduino en la lejanía, nos avisa de lo que va a venir, pues Lean fue un innovador del cine clásico. 

Hoy he vuelto a ver una joya que sobrepasa las tres horas, con los añadidos que el corte comercial suprimió en su momento, que aportan poco. Hoy he vuelto a escuchar el anhelo de Faisal para volver a pasear por los jardines de Córdoba. Hoy en Feria en Córdoba. Sus jardines están silenciosos, pero pasear por ellos con la música de Maurice Jarre es un regalo de Dios, o de Allah. Tú decides.


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