Hoy he visto, más que leído, un testamento. Se trata de un testamento artístico y visual. En el mismo un director nonagenario se despedía de un colega artista que murió varios siglos antes. La despedida entre uno y otro ha sido por medio de una lucha de miradas y se concretó en un cortometraje de unos 17 minutos titulado Lo sguardo di Michelangelo, (2004) o La mirada de Michelangelo , aunque en inglés se presento como Michelangelo , eye to eye.
La película fue la última dirigida por Michelangelo Antonioni, asistida por Enrica Antonioni y con el mismo director en una producción en la que están el Istituto Luce y Lottomatica - y la Warner Independent Pictures (WIP) en la distribución- , así como la fotografía de Maurizio Dell'Orco siendo ayudado por Marco Adesso y el soberbio montaje de Roberto Missiroli y la asistencia en el mismo de Giuliana Sarli.
Para el documental contó como consultores históricos a Antonio Forcellino y Raffaele Viola y Christoph L. Frommel como consultor científico. Y presenta como música las voces polifónicas del "Magnificat IV" de Giovanni Pierluigi da Palestrina, exquisito compositor renacentista.
La historia comienza con la entrada del director en la Chiesa de San Pietro in Vincoli, en el Monte Esquilino, y , lo hace entre luces y sombras mientras las pisadas sólidas del veterano director resuenan por el templo en lo que será un duelo entre el hombre y la composición escultórica que Michelangelo realizó para el Papa Giulio II y que realmente nunca terminó.
Es cierto que no lo hizo, pero no es menos cierto que el veterano escultor se enfrenta a este mármol que representa a un líder religioso en su senectud, para dejarnos su obra más realista. Era lo que iba a ser una estructura colosal que debía dar a Miguel Ángel el suficiente espacio para sus seres superhumanos y trágicos, que, en principio, presentaría de tres niveles y aproximadamente unas 40 estatuas.
En el centro del mausoleo estaría ocupado por una inmensa figura diseñada para ser vista desde abajo. Es el líder que ha guiado al pueblo de Israel sacándolo de Egipto y recorriendo el Sinaí. Se presenta sendente, con las Tablas de la Ley debajo del brazo, mientras que con la otra mano acaricia los rizos de su barba.
Miguel Ángel utilizó para la figura con la cabeza vuelta, concentrando una expresión de ira que se refleja también en la poderosa constitución tensión que transmite la estatua y en su mirada. Es por eso que estamos ante un duelo de miradas, a través de los ojos del mundo judeocristiano y ante la mirada de un humanista, como Miguel Ángel, del cine.
Es una representación neoplatónica, la parte derecha está estable, es la parte divina, por donde le viene la inspiración, en contraposición la parte izquierda es la parte por donde le viene el peligro y el mal. Está tenso, viendo como su pueblo ha caído en la idolatría. Como he dicho tiene cuatro elementos neoplatónicos: la tierra, representada en la pierna con los pliegues de la ropa a modo de cueva; el aire cuando respira, se percibe en las aletas de su nariz, que se expanden; el agua representada en sus barbas a modo de cascada; y el fuego representados con esos "cuernos".
La sangre fluye de manera contenida, parece que está a punto de estallar y empezar a gritar, frunce el ceño, su psique se puede captar a través de su gesto y su mirada,podemos ver su pensamiento, es un trabajo psicológico muy estudiado.
En su artículo "El Moisés de Miguel Ángel", Sigmund Freud apuntaba que la mirada del profeta es una conjunción de desprecio, furia y pena al observar la multitud que adora el becerro de oro por eso tiene la cabeza erguida volteada hacia su izquierda y la tensión de la mitad derecha del cuerpo, con las venas y los músculos marcados, se contrapone con el relax de la otra mitad, movimiento que sugiere que Moisés está a punto de incorporarse.
A diferencia de lo que he leído la obra pudiera representar aspectos que son constantes en la filmografía del director italiano, superando lo reconocible, rastreando el misterio de la relación entre el cuerpo, la conciencia que lo observa y la “idea” que lo habita.
El director tras presentarse frente al gigante marmóreo y enfrentado en su mismo silencio lo admira , la toca - que envidia siento- , y sus ojos que no son otra cosa que la cámara va pasando por los más mínimos detalles de la obra. Su mano en primer plano acaricia suavemente los detalles del mármol que el encuadre de la cámara torna abstractos. Vamos , a través de sus manos y con la mirada de la cámara descubriendo las texturas.
El realizador mira el Moisés como dirigió sus películas, reconociendo que el autor -su conciencia y su técnica- es incapaz, que solo atisba el vacío; e incluso ante la perfección de la proporción renacentista .
Antonioni parece insistir en la pregunta por lo que queda oculto, aquello que no se explica con figuras reflejo de un supuesto ideal neoplatónico que explique el mundo. Aquello más allá del autor y de la obra que se manifiesta a través de la sombra y el silencio.
Decía Julio Cabrera en su obra Cine: 100 años de filosofía al referirse al cine del director italiano: «La inmensa mayoría de los filmes tratan acerca de cuestiones “ónticas” (o sea, referidas a los entes): personas que están preocupadas, afligidas o angustiadas por problemas económicos, o porque están siendo injustamente perseguidas (…) Pero existen ciertos filmes (muy pocos) que son, posiblemente, los filmes más filosóficos de todos, en los cuales los protagonistas están preocupados, afligidos o angustiados… por nada en particular y, en cierto sentido, por todo, en general, o simplemente por ser, por estar en el mundo».
Tras verla, tocarla, sentirla desde el silencio profundo y despedirse de ella sale de la Iglesia y así acaba la película , dando la espalda a Michelangelo.
Es cierto que no lo hizo, pero no es menos cierto que el veterano escultor se enfrenta a este mármol que representa a un líder religioso en su senectud, para dejarnos su obra más realista. Era lo que iba a ser una estructura colosal que debía dar a Miguel Ángel el suficiente espacio para sus seres superhumanos y trágicos, que, en principio, presentaría de tres niveles y aproximadamente unas 40 estatuas.
En el centro del mausoleo estaría ocupado por una inmensa figura diseñada para ser vista desde abajo. Es el líder que ha guiado al pueblo de Israel sacándolo de Egipto y recorriendo el Sinaí. Se presenta sendente, con las Tablas de la Ley debajo del brazo, mientras que con la otra mano acaricia los rizos de su barba.
Miguel Ángel utilizó para la figura con la cabeza vuelta, concentrando una expresión de ira que se refleja también en la poderosa constitución tensión que transmite la estatua y en su mirada. Es por eso que estamos ante un duelo de miradas, a través de los ojos del mundo judeocristiano y ante la mirada de un humanista, como Miguel Ángel, del cine.
Es una representación neoplatónica, la parte derecha está estable, es la parte divina, por donde le viene la inspiración, en contraposición la parte izquierda es la parte por donde le viene el peligro y el mal. Está tenso, viendo como su pueblo ha caído en la idolatría. Como he dicho tiene cuatro elementos neoplatónicos: la tierra, representada en la pierna con los pliegues de la ropa a modo de cueva; el aire cuando respira, se percibe en las aletas de su nariz, que se expanden; el agua representada en sus barbas a modo de cascada; y el fuego representados con esos "cuernos".
La sangre fluye de manera contenida, parece que está a punto de estallar y empezar a gritar, frunce el ceño, su psique se puede captar a través de su gesto y su mirada,podemos ver su pensamiento, es un trabajo psicológico muy estudiado.
En su artículo "El Moisés de Miguel Ángel", Sigmund Freud apuntaba que la mirada del profeta es una conjunción de desprecio, furia y pena al observar la multitud que adora el becerro de oro por eso tiene la cabeza erguida volteada hacia su izquierda y la tensión de la mitad derecha del cuerpo, con las venas y los músculos marcados, se contrapone con el relax de la otra mitad, movimiento que sugiere que Moisés está a punto de incorporarse.
A diferencia de lo que he leído la obra pudiera representar aspectos que son constantes en la filmografía del director italiano, superando lo reconocible, rastreando el misterio de la relación entre el cuerpo, la conciencia que lo observa y la “idea” que lo habita.
El director tras presentarse frente al gigante marmóreo y enfrentado en su mismo silencio lo admira , la toca - que envidia siento- , y sus ojos que no son otra cosa que la cámara va pasando por los más mínimos detalles de la obra. Su mano en primer plano acaricia suavemente los detalles del mármol que el encuadre de la cámara torna abstractos. Vamos , a través de sus manos y con la mirada de la cámara descubriendo las texturas.
El realizador mira el Moisés como dirigió sus películas, reconociendo que el autor -su conciencia y su técnica- es incapaz, que solo atisba el vacío; e incluso ante la perfección de la proporción renacentista .
Antonioni parece insistir en la pregunta por lo que queda oculto, aquello que no se explica con figuras reflejo de un supuesto ideal neoplatónico que explique el mundo. Aquello más allá del autor y de la obra que se manifiesta a través de la sombra y el silencio.
Decía Julio Cabrera en su obra Cine: 100 años de filosofía al referirse al cine del director italiano: «La inmensa mayoría de los filmes tratan acerca de cuestiones “ónticas” (o sea, referidas a los entes): personas que están preocupadas, afligidas o angustiadas por problemas económicos, o porque están siendo injustamente perseguidas (…) Pero existen ciertos filmes (muy pocos) que son, posiblemente, los filmes más filosóficos de todos, en los cuales los protagonistas están preocupados, afligidos o angustiados… por nada en particular y, en cierto sentido, por todo, en general, o simplemente por ser, por estar en el mundo».
Tras verla, tocarla, sentirla desde el silencio profundo y despedirse de ella sale de la Iglesia y así acaba la película , dando la espalda a Michelangelo.
La película fue presentada en el Festival Internacional de Cine de Valladolid del año 2004 siendo su testamento como película final de Michelangelo Antonioni, un director que ha estudiado sin par (durante casi 55 años) la incapacidad de las personas para comunicarse entre sí y que ha creado seres que se mueven o se paralizan por la angustia, pero siempre elegantes, melancólicos, e imposibles.
Nos hace reflexionar sobre qué pasa aunque aparentemente no sucede nada. Lleva la sutileza al extremo y lo hace por medio de tomas panorámicas y lentos travellings. Es intersante descubrir que él es su último personaje debilitado por un derrame cerebral y ha sido privado del habla y la mayoría de los movimientos corporales durante casi 20 años, y una estatuas "inanimadas" de Michelangelo Buonarroti.
Atrás quedaba su primer filme “Gente del Po” (1943), que retrataba la difícil realidad de la clase obrera italiana. o “El grito” (1957) plantea la vida de un proletario que abandonado por su mujer emprende un viaje hacia el norte de Italia. Ambas son propias del neorrealismo imperante de esa época.
Sin embargo en “El grito” demuestra que muchas veces los problemas de las clases bajas no se hallan sólo en lo económico, sino también en lo emocional.
El director eligió mostrar otro tipo de miserias que no habitan en lo material sino en lo humano: La incomunicación, la angustia.
Sus personajes suelen tenerlo todo y sin embargo algo los aqueja. Parejas que no se entienden (La Noche, El eclipse, etc.), circunstancias poco claras (La aventura, Blow up, El Reportero), o realidades demasiado injustas para ser aceptadas como tal (Zabriskie Point, 1970). De hecho, por estudiar las clases altas, se lo considera una “segunda fase” del neorrealismo en donde profundiza el aspecto psicológico de los personajes, más que las condiciones materiales o físicas.
En su tetralogía de la incomunicación (La noche, La aventura, El eclipse y El desierto rojo) pone en manifiesto la alienación que vive el hombre de la modernidad, la cual termina por interferir en las relaciones más íntimas; aislando cada vez más al sujeto incomprendido.
En la película está la cámara mirando, panoramizando o rastreando incesantemente cada detalle de las impresionantes estatuas hasta que opta `por llevar su mano para acariciarla sintiendo la naturaleza táctil del arte del escultor.
Es su testamento y su despedida de sus admiradores , es un canto del cisne conmovedora sobre todo si sabemos que Antonioni murió tres años después de la realización de este corto, seguido por el segmento de "Eros" (también de 2004) que constituye el punto final de su carrera cinematográfica, su despedida, llena de luces y sombras, pero vence la luz.
Nos hace reflexionar sobre qué pasa aunque aparentemente no sucede nada. Lleva la sutileza al extremo y lo hace por medio de tomas panorámicas y lentos travellings. Es intersante descubrir que él es su último personaje debilitado por un derrame cerebral y ha sido privado del habla y la mayoría de los movimientos corporales durante casi 20 años, y una estatuas "inanimadas" de Michelangelo Buonarroti.
Atrás quedaba su primer filme “Gente del Po” (1943), que retrataba la difícil realidad de la clase obrera italiana. o “El grito” (1957) plantea la vida de un proletario que abandonado por su mujer emprende un viaje hacia el norte de Italia. Ambas son propias del neorrealismo imperante de esa época.
Sin embargo en “El grito” demuestra que muchas veces los problemas de las clases bajas no se hallan sólo en lo económico, sino también en lo emocional.
El director eligió mostrar otro tipo de miserias que no habitan en lo material sino en lo humano: La incomunicación, la angustia.
Sus personajes suelen tenerlo todo y sin embargo algo los aqueja. Parejas que no se entienden (La Noche, El eclipse, etc.), circunstancias poco claras (La aventura, Blow up, El Reportero), o realidades demasiado injustas para ser aceptadas como tal (Zabriskie Point, 1970). De hecho, por estudiar las clases altas, se lo considera una “segunda fase” del neorrealismo en donde profundiza el aspecto psicológico de los personajes, más que las condiciones materiales o físicas.
En su tetralogía de la incomunicación (La noche, La aventura, El eclipse y El desierto rojo) pone en manifiesto la alienación que vive el hombre de la modernidad, la cual termina por interferir en las relaciones más íntimas; aislando cada vez más al sujeto incomprendido.
En la película está la cámara mirando, panoramizando o rastreando incesantemente cada detalle de las impresionantes estatuas hasta que opta `por llevar su mano para acariciarla sintiendo la naturaleza táctil del arte del escultor.
Es su testamento y su despedida de sus admiradores , es un canto del cisne conmovedora sobre todo si sabemos que Antonioni murió tres años después de la realización de este corto, seguido por el segmento de "Eros" (también de 2004) que constituye el punto final de su carrera cinematográfica, su despedida, llena de luces y sombras, pero vence la luz.
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