Entre las películas de 1920 que no había visto en su centenario, pero vinculadas con un gran director se encontraban en casi todos los listados de las mejores películas de aquel año una película de uno de los directores más importantes del cine sueco, de hecho el más importante antes de la llegada de Ingmar Bergman como fue el caso de Victor Sjöström del que por aquí han pasado alguno de sus títulos, pero de su etapa americana, pues fueron muchos los suecos como su amigo Mauritz Stiller, descubrieron que la meca del cine estaba en los Estados Unidos, país al que marcha en 1923 y en el que realiza entre otra una mítica película como El viento, que desarrolle en la entrada Polvo en el viento.
La película que aparecía en todas las quinielas del año 20 de jace 100 años era El monasterio de Sendomir (Klostret i Sendomir) , una película en cuatro actos que habla de lo poco que dura la felicidad, del honor, de la traición y de la penitencia, algo que estaba en el espíritu de los cineastas de esta época especialmente en los nórdicos, lo digo pensando en Carl T. Dreyer .
Todo ello es presuntado en una obra que refleja un estilo narrativo algo plano pues lo que dominan son los planos estáticos y el único movimiento lo proporciona el montaje del filme. No obstante la película se desarrolla en un ambiente gótico, lleno de escenas nocturnas en la que la iluminación focaliza los sujetos y los objetos. El relato es muy literario, pero muy sobrio en la puesta en escena y algo teatral en el uso de las luces, las reacciones y la aparición de pocos personajes.
Todo lo dicho se debe a que el gran Victor Sjöström como director intentó reflejar en su guion lo que había escrito el principal dramaturgo austríaco del siglo XIX Franz Gillparzer allá por el año 1828 y que aunque está escrita en el momento en el que va triunfando el romanticismo y por temática esta obra se podría enmarcar ahí, lo cierto es que la intención de Gillparzer es desarrollar una obra más vinculada con el movimiento neoclacisismo.
La obra tuvo una gran repercusión en el Imperio Austro Húngaro y el rastro de su éxito permaneció hasta los inicios del cine. De hecho, esta historia sería adaptada también por el director alemán Rudolf Meinert con el título Das Kloster von Sendomir, en el año 1919 y al año siguiente le sirvió al director sueco como base para integrar lo que se conoce como el tríptico cinematográfico de Sjöström, iniciado con “Los Proscritos” (1918), donde adapta igualmente una novela, la del islandés Jóhann Sigurjónsson, continuado con el presente trabajo y terminado con “La carreta fantasma” (1921).
Con el apoyo de la productora sueca, Svenska Biografteatern AB contrató para la fotografía en blano y negro con Henrik Jaenzon.
El reparto lo integra Tore Svennberg como el conde Starschensky , Tora Teje como su esposa Elga, Richard Lund como el primo de Elga, Oginsky, Renée Björling como Dortka, Albrecht Schmidt como el gerente de la casa, Gun Robertson como el hijo de Starschensky, Erik A. Petschler como un noble Nils Tillberg como el otro noble, Gustaf Ranft como el abad, Yngwe Nyquist como sirviente , Axel Nilsson como un fraile , Jenny Tschernichin-Larsson como la esposa del carbonero y Emil Fjellström como un fraile.
La historia se desarrolla en la Polonia del siglo XVII y vemos como aparecen por el camino que lleva al Monasterio de Sendomir dos caballeros, dos nobles polacos (Erik A. Petschler y Nils Tillberg ) que van en dirección a Varsovia y piden permiso para pasar una noche en el Monasterio de Sendomir . Los dos hombres son atendidos por algunos frailes que les dejan pasar y los acomodan en una de sus salas.
Cuando uno de los frailes mayores de la hermandad aparece con leña para calentar la habitación , los dos hombres le dicen que no es necesario, pero de cualquier manera el fraile les enciende el fuego. Además dedarle las gracias los dos hombres le dice que están impresionados por el lugar y la acogida que han recibido. Pero para su sorpresa el monje que les atiende se siente molesto, se enfurece y sale corriendo de la habitación.
Momentos después regresa para disculparse y es entonces cuando cuenta la triste historia de la fundación de este monasterio. El monje pide que lo único que le piden es que no hagan comentarios y que les contará la historia. En ese momento comienza un largo flashback que prácticamente desarrolla la mayor parte de la película.
El monje les cuenta que aquello antes era un lujoso y enorme castillo de Sendomir en el que vivía un rico noble, el Conde Starschensky (Tore Svennberg), que vivía con su esposa Elga (Tora teje) , su hijo (Gun Robertson) y múltiples sirvientes.
La dicha es absoluta para el Conde que gusta de jugar con su hijo y que espera a diario a su mujer de la que está locamente enamorado y que siempre va acompañada de su doncella Dortka (Renée Björling ) . Sin embargo, el gerente de su Palacio (Albrecht Schmidt) le informa que alguien está entrando en el Castillo algo que él llevaba un tiempo apreciándolo y que uno de los sirvientes le ha confirmado.
Desde ese momento surgen las dudas e inquietudes en el noble que de vez en cuando pasa temporadas lejos de su hogar. Como la duda lo reconcome decide trazar un plan para aclarar la situación. Así que decide salir de la casa por un periodo de tres días.
Indudablemente espera a que algo pase y efectivamente su mujer recibe una visita. Alertado por su gerente vuelve a Palacio e intenta descubrir que está pasando. El despechado noble advierte que un hombre ha escapado de la casa acompañado por Dortka que lo acompaña hasta el exterior.
Finalmente con el hombre huído se obstina a sacar la verdad ante la sorprendida mujer que le dice que a la mañana siguiente se aclarará todo.
A la mañana siguiente vemos a Elga contenta y con un discurso coherente. Ella le dice que la clave está en Dortka. Mantiene una relación secreta con un hombre que es el que la visita de manera regular. De inmediato Elga llama a Dortka que se pone de rodillas ante el conde que queda totalemnte satisfecho con la explicación.
Tras eso se dispone a jugar con el niño. Y mientras juega abre un cofre y descubre en el mismo un camafeo que contiene la imagen del primo de Elga, Oginsky (Richard Lund), que no sólo es el primo de Elga sino el hombre con el que su mujer estuvo comprometido ante de su matrimonio. Al estar jugando con el niño compara la imagen del chaval y la de Oginsky que no duda de que el niño el hijo del amante y no suyo.
Esto lleva a un arrebato del conde que en principio quería lanzar a su hijo por la ventana pero es detenido por su gerente y éste traza un plan para el Conde pueda vengarse de la infidelidad de su esposa.
Entre ambos deciden que días más tarde se persona a una sala de Palacio a Elga. Cuando esta se presenta el Conde de pregunta sobre la partenidad de ese hijo. Ella no lo duda y le dice que es él. El conde le pide que recapacite, pero ante la reafirmación abre una cortina y descubrimos tras ella a Oginsky que ha reconocido la relación.
Como considera que su honor está en juego inicia un duelo a muerte con espadas con el primo de Elga, pero tras iniciarla Elga intenta escapar y el conde la frena, lo que es aprovechado por el cobarde de Oginsky para escapar por la ventana. Tras salir al exterior huye.
El Conde Parece que hace algún tiempo, un tipo rico vivía aquí con su joven esposa y su hijo. Estaba muy feliz, felizmente inconsciente de que su esposa lo estaba engañando. Sin embargo, ella era astuta porque incluso cuando la atrapó, estaba dispuesto a creer sus mentiras. En última instancia, este asunto, sus mentiras y su ira culminaron, de alguna manera, en la fundación de este lugar sagrado.
Mientras el Conde Starschensky le pide a su mujer que le perdonará siempre que sacrifique a su hijpo. Ella parece dispuesta aunque el Conde la frena diciéndole que en su interior no queda ni una pizca de amor y piedad.
Ante esto el Conde decide dejar a su hijo al cuidado de la mujer de un carbonero con una nota en la que le dice que a cambio de su cuidado el le pesará una pensión vitalicia. Mientras el Palacio arde en llamas poniendo fin a pasa de ser el espacio de amor romántico y familiar a convertirse en un lugar en que la pasión y la tragedia han conseguido hundirlo por eso en su lugar su levanta hoy un Monasterio.
Volviendo al presente cuando se persona un monje le llama por su apellido hermano Starschensky y reconoce que su único momento de volver a sentir la humanidad es cuando celebra la ceremonia diaria por los difuntos, su Penitencia dolorosa y permanente. Descubrimos que el monje en la habitación, es el mismo protagonista de la historia.
A destacar el recurso cinematográfico del flashback, el gusto de enmarcar algunas imágenes con arcos ojivales, el gusto por el plano fijo y la actuación bastante teatral de actores y de actrices participantes. A pesar del tema, que pasa de lo romántico a lo patético, a Sjöström le gusta presentar la sorpresa final de la narración una historia que no deja de ser un laberinto de pasiones, sentimientos y recuerdos.
La película muestra la religiosidad de Victor Sjöstrom, que también aparecería en posteriores películas del director sueco, como es el caso de su siguiente película una de las más importante de su etapa sueca, Körkarlen (La Carreta Fantasma, 1921).
La película fue rodada en Djurgården, y Svenska Bio, Lidingö, en las cercanías de la capital sueca Estocolmo.
De ella señaló Terenci Moix en el tomo I de La Gran Historia del Cine que " mezcla violencia y religión en la historia de un monje con un pasado manchado por un asesinato pasional. Ströström se aparta aquí de sus escenarios habituales para concentrar su acción en interiores, tratados con una economía de medios ejemplar".
Para acabar señalar que Victor Sjöström se retiraría de la dirección tras pasar por Gran Bretaña, donde realizó en 1937 Bajo la carpa roja o Bajo el manto escarlata (Ander the Red Robe) culminaba así una obra que había comenzado en 1912 con El jardinero (Trädgardsmästaren) como director y como actor en El vampiro (Vampyrem) y Las máscaras negras (De svarta maskerna), aunque como actor estuvo presente en dos obras de arte del cine nórdico en La palabra (Ordet, 1943) y en Fresas salvajes (Smultronstället, 1957) de Bergman su despedida absoluta aunque no sin antes sin recibir el gran premmio del Festival de Berlín de 1958. Una carrera enorme, extensa y brillante la de este director sueco que como señalaba Pedro manuel Víllora era tan respetado que la Svenska le proporcionó un trabajo directivo que le permitió estar en contacto con las nuevas generaciones y el Premio en Berlín lo restituían al verdadero lugar en la evolución del arte cinematográfico.
Terminar diciendo que pasó sus últimos años profundamente apenado por la muerte de su esposa, sentimiento que expresaba coninuamente en sus cartas a Liliam Gish, con quien continuaba manteniendo una estrecha relación que se mantenía con la fuerza de los vientos.
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