
Sorpresón absoluto la de esta película escrita, producida y dirigida por el cineasta independiente estadounidense Lionel Rogosin, del que pudo ver la impresionante,
On the Bowery, una producción de Estados Unidos y Sudáfrica que lleva por título Come back, Africa (1959), filmada en inglés y en zulú por el mismo Rogosin en la Sudáfrica del apartheid y a espaldas de las autoridades mientras les engañó diciendo que iba a rodar un documental sobre las minas del país y que se convirtió en una película de denuncia política. Tanto Lionel Rogosin, en Estados Unidos, por medio de la Rogosin Films, - ahora distribuida por Milestone Film & Video- como Jean Rouch, en Francia, son considerados herederos del cineasta clásico Robert Flaherty por razones similares. Ambos utilizaron actores aficionados que interpretaban sus propios papeles en busca de la verdad o para desvelar algún misterio oculto más allá de la realidad: Rogosin, sostenido por fuertes creencias ideológicas, Rouch, inspirado por el surrealismo, que creía que era un medio útil para revelar el cine de realidad (cinéma-vérité) y también una importante herramienta a utilizar por un etnógrafo para la investigación científica. Siguiendo caminos diferentes para llegar a resultados similares, ambos convergieron en la etnoficción y lograron resultados satisfactorios.
Aquí Rogosin tiró de un guion escrito por Bloke Modisane, Lewis Nkosi y el mismno, Lionel Rogosin. Contó con la música de Chatur Lal y la fotografía de Ernest Artaria, Emil Knebel.
Rogosin, cineasta independiente estadounidense con fuerte compromiso social, viajó a Sudáfrica y grabó en Johannesburgo y sus suburbios, usando cámaras ocultas y sin permiso oficial. Su objetivo era denunciar la brutalidad y el racismo institucionalizado del apartheid, desde la mirada de un trabajador negro urbano.
El rodaje salió adelante gracias a la participación de activistas africanos (la más notoria fue la de la cantante Myriam Makeba), que luchaban por acabar con el régimen político de Pretoria y también de algunos blancos (que interpretaron a los policías, ingenieros o a los jefes domésticos racistas) que no sabían el sentido/contenido global de la obra en la que estaban participando. La película es un documento cinematográfico de valor incalculable sobre las condiciones de vida de la población negra en el mencionado país durante varias décadas. Se trata de una obra de ficción, pero con (no)actores como Vinah Makeba, Zachria Makeba, Molly Parkin y Miriam Makeba en los papeles principales, y lo hace a partir de un material que hunde sus raíces en lo real y por lo tanto entronca directamente con el documental siendo finalmente un falso documental con alma de docudrama interpretado por actores negros, blancos, mulatos e indios.
Descubrimos, pues, una película nada paternalista qwue no tiene reparo en dejar en mal lugar a algunos negros , como en este caso el papel del violento ladrón y asesino totsis.
El protagonista es Zacariah o Zachariah Mgabi, un pobre agricultor natural de Zululand, que abandona su kraal asolado por el hambre para trabajar en las minas de oro de Johannesburgo, por lo que que decide ir a la ciudad para ganar más dinero como minero pasando luego a vivir en Johannesburgo y sus alrededores.
Viendo las duras condiciones de las minas y , sobre todo, las limitaciones impuestas por las autoridades que exigen un permiso a la población negra procedente del campo sale de la misma y se pone a trabajar como doméstico en la casa de una blanca. En la mina Zachariah se entera de que no puede buscar empleo sin un pase, pero paradójicamente, no puede obtener un pase sin empleo. Pero su labor como doméstico queda arruinada en breve por tirar la sopa de setas preparada por la señora al decirle que limpiara la olla que lo contenía, al beber alcohol, algo que la señora le prohibe expresamente y al tener su cuarto sin ordenar.
Tras su experiencia como doméstico y cocinero, uno de los hombres que ha conocido en el entorno de este último trabajo lo lleva a su suburbio, en Sophiatown.
Allí da con un grupo de borrachines y con alguna que otra prostituta, ya que la misma es - o parece srer una forma de vida-. Luego uno de sus conocidos lo lleva a un taller mecánico, aunque es contratado como limpiador de vehículos. Pero su compañero es un "viva la vida" y lo lleva a pasaerse en uno de los coches que está en el taller. Desgraciadamente para los dos el dueño se cruza con ellos y lo denuncia como robo. Logran salir, eso sí, tras ser advertidos por el jefe, un blanco, que finalmente no puede con ellos dado que un día no van a trabajar por que el Congreso nacional Africano ha convocado una huelga. El mecánico de dice a su jefe que no quería hacerse notar por lo que no fue a trabajar sin avviso, así que despide a los dos , a Zacariah, además , por "tonto" como le dice el dueño.
De nuevo sin trabajo, lo volvemos a encontrar en Sophietown, aunque tras contactar con una "tía" , una mujer madura, consigue un barracón. Allí llegará Vinah, la mujer con sus hijos, tras malvender dos vacas.
Descubrimos su relación personal, pero el que parece algo más descarriado es uno de sus hijos que parece abducido por la música que hace junto a unos amigos. Ellos van a tocar en la ciudad como músicos callejeros siendo la admiración de los viandante, mayoritariamente blancos. El chico tiene problemas con algún que otro chico de la comunidad que le intenta robarle su instrumento de viento.
No es el único problema que tiene problemas en la comunidad puesto que Zakariah, por un lado, es contratado en un hotel, pero en nada es despedido al ser denunciado por una señora blanca por acoso lo que lleva a su mujer a plantearse en ponerse a trabajar lo que lleva a una discusión con ella ; y segundo, por ser golpeado mientras estaba comprando en un colmado regentado por un hindú por Marumu, un totsi, un famoso matón de Sophiatown. La violencia de este último le llama la atención a él que en la calle se pelea, siendo separardo por uno de sus amigos, que le dice lo peligroso que es. Algo que se confirma cuando está en casa de una mujer tomando unas cervezas. Uno intenta explicar que él pudo ser igual que él, pero que rectificó en su vida no como el totsi.
De cualquier manera, las reflexiones, algunas hasta ontológicas, se paralizan cuando a la sala llega la cantante Myriam Makeba que canta un par de canciones para alegría de todos.
Al día un mulato de los que allí se encontraban que no es considerado ni blanco por los blancos, nie negro por los negros le ofrece trabajar en la construcción de una carretera tras hablar con un ingeniero blanco que lleva la obra.
Tras dudar inicialmente, pues Zakariah tiene la documentación caducada, le dice el ingeniero que él se la actualizará. Pero una redada llevada a cabo por la policía en el guetto lleva a la detención de Zakariah que es detenido.
Mientras está en el calabozo, la mujer va en su búsqueda confiando que lo dejen salir, pero para desgracia de ella el totsi se persona en la casa para con el fin de robar , pero es asesinada estrangulándola.
Cuando a la mañana siguiente regresa Zacariah y se la encuentra muerta sobre la cama, éste que se vuelve loco ante el asesinato, acabando la película siendo testigos de su locura.
A medida que intenta sobrevivir en un entorno hostil, el espectador es testigo de las condiciones laborales precarias para los negros; la constante amenaza policial; la falta de derechos civiles y laborales; la desestructuración familiar forzada por la política de migración interna y la opresión cotidiana sufrida por millones bajo las leyes del apartheid.
Todo esto se muestra con un estilo que mezcla realidad y ficción, algo innovador para su época.
Cada vez que hay un cambio de escena suena la música de tambores mientras la gente se desplaza.
Reconocemos que hay una mirada especial sobre la ciudad de Johnnesburgo, una ciudad moderna , que podría ser cualquiera, no así el suburbio de las violentas calles de los townships o bidonvilles.
La música juega un papel fundamental .
Llama la atención la descripción sobre la segregación por parte de un director blanco que refleja el apartheid.
La película parece tener influencias del neorrealismo italiano: filmación en exteriores, luz natural, personajes del pueblo, así como por el gusto por la improvisación ya que muchas escenas surgieron del diálogo directo con los actores y habitantes locales.
La película tiene un tono sobrio y comprometido, sin espectacularidad, pero con una gran fuerza emocional donde un afrikaner puede ridiculizar e insultar abiertamente a un negro, siendo uno de los primeros documentos audiovisuales que denunciaron el apartheid en occidente, antes de que el tema entrara en la agenda global del mundo allá por los ochenta llegando incluso a los noventa, momento en que el apparheid fue eliminado, al menos, legalmente.
Come Back, Africa tuvo un profundo efecto en el cine africano y aún en la actualidad conserva una gran importancia histórica y cultural como documento que preserva el patrimonio de los townships de Sudáfrica en la década de 1950.

Con todo la película impulsó la visibilidad internacional del conflicto sudafricano, incluyendo una escena con la primera aparición cinematográfica de Miriam Makeba, quien luego sería una leyenda de la música africana y activista contra el racismo.
Fue censurada en Sudáfrica durante décadas.
Tuvo un fuerte impacto en festivales europeos, especialmente en Venecia, donde ganó el Premio de la Crítica. La película tuvo un profundo efecto en el cine africano, y aún se considera de gran importancia histórica y cultural, como un documento que preserva la herencia de las aldeas de Sudáfrica en los 50. Prohibida durante años en Sudáfrica, esta película fue realizada de espaldas al régimen en colaboración con Bloke Modisane y Lewis Nkosi, periodistas de la revista Drum.
Se puede clasificar como un reportaje, documental, película histórica o cine político, dado que plasma eventos y personas reales.
No fue un éxito comercial, pero es considerada una obra clave del cine político independiente valorada por su ética de producción, su valentía y su humanidad.
Para el crítico Joe Williams, «la película es más eficaz como documental etnográfico, con imágenes de cine verité de los privilegios de los blancos y la pobreza de los negros».
Stephen Witty del Newark Star-Ledger afirmó que «aunque las imágenes y los sonidos no son suficientes para constituir una gran película por sí mismos, dan lugar a un documento fascinante».
Escribiendo para Slant Magazine, Bill Weber manifestó que se trata de «un artefacto sólido y conmovedor de la crueldad de la Sudáfrica de finales de los años 1950, en la que la música a menudo hace soportable la desesperación y la ira largamente reprimida».