jueves, 27 de abril de 2023

Folk Horror



Con el subtítulo de bosques sombríos y días de embrujo, la directora y guionista canadiense Kier La Janisse nos presenta un documental que nos lleva por Gran Bretaña Estados Unidos y finalmente el resto del mundo para descubrir este subgénero del terror popular donde el terror se asocia al mundo rural a la tradición a la edad media la violencia, al disfrute. 

El viaje alrededor de Horror Folk comienza con su contextualización. La Gran Bretaña en crisis que elevó a Margareth Thacher. La crisis social y moral del thacherismo quedará reflejaba en estas películas e incluso en series como The Doctor Who ya que presentan un viaje entre lo viejo y lo nuevo, un pasado que irremediablemente se ha perdido y el futuro incierto. Un mundo rural que no quiere perder sus raíces, incluso las que le vincula al mundo pagano, ajeno a la moral cristiana. Por eso en el Folk Horror aparecen brujas o sacerdotes que son jefes de una comunidad con una concepción del mundo natural, mágico, ateológico.

Vemos fragmentos de películas clásicas como el hombre de mimbre pero también paseamos por la obra llevada al cine de Stephen King así como las aportaciones que nos llegan desde Australia, Brasil e Israel pasando por la Unión soviética y otros países como los del sudeste asiático no han sido ajenos a este género. 

Y es que este subgénero de películas de terror fue muy popular gusta de utilizar elementos del folclore para invocar miedo y aprensión. Los elementos típicos incluyen un entorno rural, aislamiento y temas de superstición, religión popular, paganismo, sacrificio y los aspectos oscuros de la naturaleza. Este tipo de subgénero de terror popular generalmente se enfoca en las creencias y acciones de las personas en lugar de lo sobrenatural, y a menudo se trata de ingenuos forasteros que se enfrentan a estos. Las películas británicas Blood on Satan's Claw (1971), The Wicker Man (1973) y Witchfinder General (1968) se consideran pioneras del género, mientras que Midsommar del año 2019 reavivó el interés en el terror popular. 

El término horror popular fue utilizado en 1970 en la revista de cine Kine Weekly por el crítico Rod Cooper describiendo el rodaje de The Devil's Touch; una película que más tarde pasaría a llamarse The Blood on Satan's Claw. El director de The Blood on Satan's Claw, Piers Haggard, adoptó la frase para describir su película en una entrevista retrospectiva de 2004 para la revista Fangoria. En la entrevista, Haggard señala cómo su película contrasta con las películas de terror góticas populares en la década anterior:"Crecí en una granja y es natural para mí usar el campo como símbolo o como imagen. Como esta era una historia sobre personas sujetas a supersticiones sobre vivir en el bosque, la poesía oscura de eso me atrajo. Estaba tratando de hacer una película de terror popular, supongo. No uno cursi. Realmente no me gustaba el estilo cursi de Hammer, realmente no era para mí". 

El término fue popularizado más tarde por el escritor y actor Mark Gatiss en su serie documental de la BBC de 2010 A History of Horror (Episodio 2, "Home Counties Horror") en la que citó tres películas británicas: The Blood on Satan's Claw (Piers Haggard, 1971), Witchfinder General (Michael Reeves, 1968) y The Wicker Man (Robin Hardy, 1973), como obras que definen el género tal y como destacó Adam Scovell del British Film Institute. 

Las tres tienen poco en común excepto su tono nihilista y su entorno rural, y destaca su "énfasis en el paisaje que posteriormente aísla a sus comunidades e individuos". 

Matthew Sweet, en su documental Archive on 4 Black Aquarius, considera que el movimiento de contracultura de fines de la década de 1960 condujo a lo que él llama una "segunda gran ola de ocultismo pop" que invadió la cultura popular, con muchas obras de cine y televisión que contenían elementos de folklore , ocultismo y rituales. Buen documental , inicialmente dividido en dos entregas, que para verlo de corrido me ha parecido muy largo. Es del año 2021. 

miércoles, 26 de abril de 2023

The free cinema british & cine indie



En Gran Bretaña hubo también nueva ola. Es conocida como el Free Cinema. De cualquier manera el cine en el Reino Unido y los años sesenta se apostó por un cine de corte social. Ya en 1956, nació el movimiento independiente Free Cinema , con películas que trataban de recuperar la estética realista, tanto en el cine de ficción como el documental. 

El grupo aglutinó a jóvenes cineastas descontentos con la hipocresía de la sociedad en que vivían, los conocidos como "jóvenes airados" (angry young men). 

El Free Cinema surge como reacción frente a la tradición cinematográfica y dramatúrgica británica, un grupo de autores propuso, a fines de la década de los cincuenta, una renovación de esas actividades, atendiendo en mayor grado a los temas que interesaban a las clases más populares. Ese conjunto de creadores recibió el nombre de "Los jóvenes airados", y uno de sus principales activistas e impulsores fue el escritor John Osborne. 

En torno suyo, fueron reuniéndose varios cineastas, influidos por las nociones puestas de actualidad por la nouvelle vague francesa. Su intención de elaborar un cine socialmente comprometido dio lugar a la corriente denominada british social realism (realismo social británico), también llamado free cinema, que no era sino un modo de reaccionar a la artificialidad narrativa de Hollywood. Entre los más distinguidos defensores de la nueva tendencia figuraban los críticos de las revistas "Sequence" y "Sight and Sound", quienes propusieron como pauta el largometraje Un lugar en la cumbre (1959), de Jack Clayton, producido por James y John Woolf Remus, e inspirado en una novela de John Braine. 

Los fundadores de "Sequence" eran Lindsay Anderson, Gavin Lambert, Tony Richardson y Karel Reisz, y entre sus principales intenciones figuraba la puesta en práctica del manifiesto inaugural del grupo, publicado en 1957. Muy conocido en el ámbito teatral, Anderson rodó varios documentales que recogían los principios del movimiento. Entre ellos figuran Foot and mouth (1955) y Every day except Christmas (1957). A éstos cabe añadir dos largometrajes, El ingenuo salvaje (1963) e If... (1968). Precisamente el protagonista de este último filme, Mick Travis (encarnado por Malcolm McDowell) fue recuperado por Anderson en dos películas posteriores, O Lucky man! (1973) y Britannia Hospiral (1982), donde insistía en su crítica a los estamentos más poderosos de la sociedad británica. 

A partir de 1958, el Free Cinema incorporó largometrajes de ficción, destacando entre sus autores Karel Reisz, John Schlesinger, Jack Clayton y Tony Richardson, que aportó las obras fundacionales del movimiento como Mirando hacia atrás con ira (Look Back in Anger, 1959) y La soledad del corredor de fondo (The Loneliness of the Long Distance Runner, 1962), junto a Sábado noche, domingo mañana (Saturday Night and Sunday Morning, 1960) de Reisz. 

Un ejemplo de ello es la película " Sábado noche, domingo mañana" (1960)  de Karel Reisz. La película no se desarrollaba en Londres sino que se había rodado en el corazón industrial del país, en una barriada obrera, blanco y negro, en calles reales y sin iluminación adicional. Trataba sobre la vida de un trabajador interpretado por Albert Finney , un chico joven y trabajador que vive en casa de sus padres en una típica casa obrera pequeña. Hay una guerra generacional y se ve en el pelado de tanto el padre como el hijo. El pelo del padre podría responder a la moda de los años 30, mientras que el hijo es muy sesentero, el de un rockero. El chico ha dejado a una chica embarazada. El padre viva el margen de lo que ocurre y se dedica a ver la televisión.

Reisz, de origen checo, publicó en "Sequence" y "Sight and Sound" varios artículos en torno a la narración cinematográfica. Como fruto de ese interés, dio a conocer en 1953 su libro "The technique of film editing", escrito junto a Gavin Millar. Los primeros pasos de Reisz en el cine los dio con Lindsay Anderson y Tony Richardson. Junto a Richardson rodó el documental Momma don’t allow (1955). Posteriormente, estrenó We are the Lambeth Boys (1959) y un largometraje de ficción, Sábado noche, domingo mañana (1960). No obstante, títulos posteriores de su carrera, como Isadora (1969) y La mujer del teniente francés (1981), escapaban del ámbito del free cinema. 

Con respecto a esta película que el director británico Ken Loach comenta que no juzga como aspectos novedosos los que pudo ver el público en esta película, aunque afirma que sí mostraba un avance. Lo que sí es cierto es que llevará a la industria del cine y a sus actores a vivir al norte del país, aunque todavía seguían los patrones de Londres como un buen sujeto fílmico que era. Todos ellos compartían una visión crítica de la sociedad y un discurso pesimista. Se aglutinaron en torno al crítico y director Lindsay Anderson, autor de If (1968), y de O Lucky Man!(1973), obras brillantes, llenas de alegorías. 

Otro director del momento como Ken Loach en su película Kes (1969) busca reflejar como todavía en la sociedad británica no había llegado ni el espíritu de Margaret Thatcher ni el fatídico año 1979. Para este director comprometido todavía existía la sociedad británica. La historia de Kes es la de un niño maltratado que encuentra únicamente consuelo entrenando a un halcón. En ella Loach traslada su conciencia social a la historia del chico con un estilo cinematográfico directo. Loach con ella intentaba recrear el cine social de estilo checo y lo hacían rodando en exteriores con con luz natural y con objetivos que permitían poner la cámara lejos de lo actores que se encontraban así mucho más sueltos y no condicionados por la cámara; en el montaje se hacía no con dos o tres fotogramas antes de hablar, sino cuando el ojo fuese directo a esa persona, después de que empiece a hablar. Loach comenta que lo lógico es primero que una persona hable y luego se la mire. Para el director no hay relación directa entre el cine y la política. Así que los dramas de la clase obrera de Loach eran naturalistas.

Por último, Tony Richardson era director teatral, había trabajado en la BBC como productor entre 1952 y1955, y elaboró junto a Reisz el mencionado proyecto de Momma don’t allow. Bien recibido por la crítica, este documental se comercializó en 1956, el mismo año en que John Osborne estrenaba la obra teatral "Mirando hacia atrás con ira", donde cristalizaba el mensaje provocador de los "jóvenes airados". Richardson, encargado de dirigir la puesta en escena, filmó luego su adaptación cinematográfica, Mirando hacia atrás con ira (1959), a la que siguieron nuevas muestras del free cinema como El animador (1960), Réquiem por una mujer (1961) y La soledad del corredor de fondo (1962).  

Casi a la vez que el cine social de Loach en el Soho londinense se estaba viviendo una auténtica revolución tanto en la moda como en la música. El cine británico se volvió y se volcó con lo que allí se vivía. Un ejemplo de ello es la película ¡Qué noche la de aquel día! Una película del año 1964 dirigida por Richard Lester y que tienen a The Beatles como protagonistas. La película comienza de forma convencional, pero luego cambia de ritmo. En una de sus escenas míticas vemos un plano rodado desde un helicóptero. Los Beatles saltan, botan, hacen el tonto, corren... Con ella Richard Lester quería mostrar la alegría de vivir. La película se rodó sin sonido directo. Los Beatles y sus bailes parecían zarandear la cámara como si estuviesen de fiesta. Toda la película es una fiesta. Sus imágenes son muy cercanas a los actuales vídeos musicales, y divertidos.

La influencia del free cinema nunca ha desaparecido del cine británico. Entre sus más importantes herederos figuran Ken Loach y Stephen Frears, quien precisamente comenzó su carrera profesional junto a Lindsay Anderson y Karel Reisz. Filmes de Frears como Mi hermosa lavandería (1985), Ábrete de orejas (1986) y Sammy y Rose se lo montan (1987) proclaman la vigencia de algunos de los principios que defendió el grupo original. 

Mientras esto ocurre en Gran Bretaña al otro lado del Atlántico en los Estados Unidos el cine de los años sesenta también vive un momento modernista en la que participan voces radicales. 

El contexto político importa y mucho. JFK es asesinado en 1963, Malcolm X fue abatido dos años más tarde, en 1965. Crecen las protestas contra la guerra de Vietnam donde murieron un millón de civiles. 

Mientras tanto la recaudación en los cines seguían cayendo. La gente se quedaba en casa para ver la televisión. 

Los éxitos del cine comercial de la época fueron y Sonrisas y lágrimas. Sin embargo, la renovación cinematográfica vino a través de directores que seguían mirando y creyendo en la modernidad. 

En 1959 un nuevo grupo de cineastas rodó entre otras la película Primary. El director de la misma era Robert Drew y su estreno tuvo lugar al año siguiente en 1960. Con ella se iniciaba un nuevo tipo de documental. No se preparaban las escenas, todo se rodaba en directo, sin ensayos como hizo Robert flagerty en su Nanouk , el esquimal. La película no tenía la poética de Harper James o el propio paganismo de Leni Rienfenstal. No hacian entrevistas ni llevaban cámaras ocultas . Hacían lo que se llamaba documentales de observación. Robert Drew seguía a Kennedy por todas partes sin importar el enfoque o la iluminación. Esta forma de rodar era moderna y libre. Hará falta todavía tres décadas para que la videocámara ruede documentales que irán ganando cada vez más en libertad. 



Al margen de la gran industria, aparecen una serie de realizadores que, por su personalidad y por su obra al margen de las grandes productoras, serán llamados independientes (indies). Destaca la obra del actor y realizador John Cassavetes, que comenzó a dirigir, dentro de la Escuela de Nueva York y del New American Cinema, con la película Shadows (1960), a la que siguieron Faces (1968), Husbands (1970) y Una mujer bajo la influencia (A Woman under the Influence, 1974), películas de estilo muy personal y gran libertad expresiva, y que dan gran importancia a los diálogos y a la improvisación. 

Y es que la influencia de Primary fue casi inmediata. Un neoyorquino, John Cassavettes rodó por su parte la película Sombras / Shadows una película que sigue a tres hermanos de ficción de forma similar a la que Drew habían realizado en Primary con Kennedy. El rodaje en la calle nos lleva a ver un movimiento constante. Otra de sus influencias, además de darle un valor visual a una banda sonora de corte jazzístico, fue la del neorrealismo italiano y la nuevas formas de actuar de los actores y actrices del Actors Studios como Marlon Brando o Montgomery cliff. Sombras fue una de las primeras películas independientes del cine norteamericano del movimiento conocido como " nuevo cine estadounidense'.

El estilo de Primary y de Shadows era muy nuevo y directo y parecía que el cine de Hollywood era rancio y conservador. Pero esto no era del todo cierto puesto que uno de los grandes directores de Hollywood del momento como Alfred Hitchcock, maestro del color y del brillo, se da cuenta de todo esto y quiso que su siguiente película, Psicosis (Psycho,1960) la protagonista fuese una mujer a la que agreden brutalmente en la ducha. Y para que fuese lo más convincente posible se optó por rodarlo en blanco y negro, al puro estilo televisivo y con un montaje magistral. De hecho Hitchcock para esta película elige a una actriz, Janet Leight, a la que viste de manera corriente y que además comete un delito nada más comenzar la película. El propio director dijo que la película era un experimento. Como todos sabemos es la historia de una mujer que roba dinero pero que decide devolverlo al día siguiente tras arrepentirse , aunque Norman Bates no le da esta opción. Cuando ya ha tomado la decisión de devolverlo y cuando se alivia en una ducha para liberar sus preocupaciones y remordimientos aparece en el asesino. Y lo que había sido una película parca y austera se transforma en un thriller y se rompe a pedazos. Uno por cuchillada. El mismo montaje de Einsentein, pero también el de Abel Gance en La rueda. Una terrorífica escena a base de flashes expresionistas con más de setenta perspectivas distintas en solo cuarenta y cinco segundos de película. Eso junto a la música de Herrman hacen el resto. 

En 66 Scenes from América de John Lech (1962) este nos muestra a Andy Warhol comiendo un sándwich con un bote de ketchup cerca. Andy warhol llevó la inmediatez de su arte al mundo del cine. Lo vemos comiendo una hamburguesa sin emoción ni expresiones. Rodado desde un punto fijo, con una cámara fija y centrado en el. La vacuidad en el fondo. Es un nuevo concepto de arte, el Arte Pop, en el que warhol aparece maravillado por la acumulación de botes de Campbell o de Marilyn. 

Cuando Andy Warhol estrenó en el cine en el año 1963 su película Blow Job nos hace una propuesta tan radical como la que hizo en su momento Bresson. Como el director francés el americano desnuda al personaje quitándole todos los momentos expresivos. En Blow Job rueda el rostro de un hombre mientras le hacen una felación. No hay diálogo, sino las reacciones de su rostro. Sin sonido ni movimientos de cámara ni historia. Es la desnudez de Bresson pero sin espiritualidad.  Blow Job junto a la obra de Jean Cocteau y de Kenneth Anger abrirán el camino al " nuevo Queer cinema" de los años 90. 

En los años sesenta autores como Mike Nichols , director de la tremenda ¿Quién teme a Virginia Wolf? (1966) con Elizabeth Taylor y Richard Burton y con la fotografía de Haskel  Wexler hicieron que cambiara el modo de rodar a una gran estrella como la Taylor apostando por un osado realismo, en blanco y negro, desmaquillada y a media luz.

Como director Haskel Wexler rodó una película " Medium Cool" (1969) te llevó la relación entre el cine documental y el cine de ficción hasta su límite. En una escena de la película escuchamos un canal de televisión que está emitiendo el discurso de Martin Luther King. Este discurso es escuchado por los protagonistas un chico y una chica. El chico comenta que " le encantaría hacer cine". Lo dicen, según el director, porque las imágenes y el discurso  le estimulan y quiere convertirse en un observador. Evita tener que participar, quiere observar. Wexler se inspiró en las ideas de Jean Luc Godard para plasmar esta historia y estas ideas en la película. El propio Wexler declaró que " Medium Cool" en gran medida surge de las ideas que le aportó el director francés y que realmente se las quitó. Wexler declaró que "cuando el director francés fue a Hollywood se quedó  en su casa, y aunque apenas cruzó palabra con él, se dedicó a ver sus películas. Cuando al final de " Medium Cool" hay un accidente no hay más de cuatro fotogramas seguidos. La cámara se zarandea mientras aparecen esos fotogramas seguidos por un fotograma en negro. Durante toda la película El cámara había sido el "voyeur", lo adecuado para un observador pero ahora el observador es observado, rodado y grabado desde el exterior. El que había sido observador a lo largo de toda la película es el centro del "voyerismo". Wexler gira la cámara sobre el público para mostrarnos cuál es nuestro papel como observadores y espectadores, y hace su propia reflexión sobre el cine y sobre nuestras conciencias mientras escuchamos que " el mundo entero te está mirando" y nos introduce a nosotros como espectadores en el interior del foco de rodaje. 

El cine de  Wexler y de su generación hizo que Hollywood pareciera pasado de moda. Muchos estudios cambiaron de mano o cerraron directamente. Como ejemplo unos cuantos. La Warner brothers fue comprada por una empresa que tenía aparcamientos y funerarias. La Columbia, el estudio de Gary Grant y de Rita Hayworth, fue comprado por Coca-Cola. 

Entre tanto final también pasaban cosas nuevas. Se impartían mil quinientos cursos de cine solo en los Estados Unidos. La generación de los escuelas de cine estaba en camino. 

Además muchas caras nuevas y nuevos directores estaban apareciendo. Francis Ford Coppola, Jack Nicholson, John Sayles, Dennis Hopper, Brian de Palma, Robert de Niro, Jonathan Demne o Peter Bogdanovic comenzaban su actividad en el cine de serie B o o trabajaban para la productora de Roger Corman. Hacían películas de terror, cancelarias de moteros de política de estilo llenas de desnudos y de libertad.

Con la irrupción de la nueva moral hippy y el rechazo a la guerra de Vietnam a finales de los 60, la industria de Hollywood se sometió a una reconversión ideológica, que cuestionaba las bases de los ideales americanos. Así, el director de origen berlinés Mike Nichols con ¿Quién teme a Virginia Woolf? (Who´s Afraid of Virginia Woolf, 1966), y con El graduado (The Graduate, 1967) representa ya a las nuevas generaciones. 

El actor y director Dennis Hopper irá un paso más allá con su autocrítica Easy Rider (4)(1969), un ataque frontal al estilo de vida americano. La película más emblemática de este momento será Easy Rider (1969) de Dennis Hopper. Este había trabajado con con Corman. La película, una road movie, contiene música rock, pelo al viento, motos carreteras infinitas, planos panorámicos y conversaciones entre los protagonistas. Responde a la despreocupación de los "hippies" y de la beat generation . Definió una nueva era.

Easy Rider (1969) se desarrolla a finales de la década de 1960 sobre la búsqueda de la libertad (o la ilusión de la libertad) en una América conformista y corrupta, en medio de la paranoia, la intolerancia y la violencia. 

Estrenada en el año del concierto de Woodstock y realizada en un año de dos trágicos asesinatos (Robert Kennedy y Martin Luther King), la guerra de Vietnam y la elección de Nixon, el tono de esta película 'alternativa' es notablemente pesimista y sombrío, reflejando el colapso de los años 60 idealistas. 

Easy Rider, una de las primeras películas de este tipo, fue una experiencia ritual y fue vista (a menudo repetidamente) por audiencias jóvenes a fines de la década de 1960 como un reflejo de sus esperanzas realistas de liberación y temores del sistema. La película iconográfica de 'compañeros', en realidad mínima en términos de mérito artístico y trama, se conmemora como una imagen de la cultura popular e histórica de la época y como la historia de un viaje contemporáneo pero apocalíptico de dos hipócritas, drogadictos. -motoristas antihéroes (o proscritos) impulsados por el este hacia el este a través del suroeste de Estados Unidos. Su viaje a Nueva Orleans en un Mardi Grass los lleva a través de paisajes vírgenes e ilimitados (íconos como Monument Valley), varios pueblos, una comuna hippie y un cementerio (con prostitutas), pero también a través de áreas donde los residentes locales son cada vez más estrechos de miras. y odiosos por su libertad de pelo largo y uso de drogas. 

El título de la película hace referencia a su desarraigo y paseo por hacer dinero "fácil"; también es la jerga de un proxeneta que se gana la vida con las ganancias de una prostituta. Sin embargo, el título original de la película era The Loners. [Los nombres de los dos personajes principales, Wyatt y Billy, sugieren a los dos memorables forajidos occidentales Wyatt Earp y Billy the Kid, o 'Wild Bill' Hickcock. En lugar de viajar hacia el oeste a caballo como lo hacían los hombres de la frontera, los dos vaqueros modernos, motociclistas de pelo largo, viajan hacia el este desde Los Ángeles, el final de la frontera tradicional, en helicópteros Harley-Davidson decorados en un viaje épico hacia lo desconocido para el sueño americano'.] 

Según lemas en carteles promocionales, estaban en una búsqueda: Un hombre fue a buscar América y no la encontró por ninguna parte... Sus trajes combinan símbolos patrióticos tradicionales con emblemas de soledad, criminalidad y alienación: la bandera estadounidense, decoraciones de vaqueros, cabello largo y drogas. Tanto Peter Fonda como Dennis Hopper fueron coprotagonistas y coguionistas, mientras que Fonda produjo y Hopper, de 32 años, dirigió (su primer esfuerzo). 

Fue producido por B.B.S. (formado por Bob Rafelson, el director de Five Easy Pieces (1970), Bert Schneider y Steve Blauner), ya conocido por la innovadora y surrealista Head (1968), una obra maestra de culto protagonizada por los Monkees (de la popular serie de televisión) y fue coescrita por el actor desempleado Jack Nicholson.

Anteriormente, Fonda (como actor principal), Hopper (como director de la segunda unidad sin acreditar) y Jack Nicholson (como guionista) habían participado en la película definitiva sobre LSD de bajo presupuesto del director Roger Corman. El viaje (1967) unos años antes. Y Fonda también había protagonizado la innovadora The Wild Angels (1966), de Roger Corman y American International, una historia de motociclistas sobre los 'Ángeles del Infierno'. Ambas películas de explotación de mediados y finales de los 60 ejercieron una fuerte influencia en la perspectiva inconexa y anárquica de la película. 

Las primeras escenas que se rodaron fueron en granulado de 16 mm. en Nueva Orleans (durante Mardi Gras) con un presupuesto de $12,000, seguido luego por fondos por un presupuesto total de $360,000. Esta película de seguimiento de The Wild Angels (1966) se estrenó en el Festival de Cine de Cannes de 1969 y ganó el premio del festival a la Mejor Película de un nuevo director. 

La película recibió dos nominaciones a los Premios de la Academia: Mejor Guión Original (coescrito por Peter Fonda, Dennis Hopper y Terry Southern, conocido anteriormente por escribir el guión de Stanley Kubrick, Dr. Strangelove, o... (1964)), y Mejor Actor de Reparto por Jack Nicholson en uno de sus primeros papeles ampliamente elogiados como un joven abogado borracho. Easy Rider, sorprendentemente, fue una película independiente, contracultural, de bajo presupuesto (alrededor de $365,000) extremadamente exitosa para el mercado alternativo de jóvenes/cultos, una de las primeras de su tipo que fue un enorme éxito financiero, y finalmente recaudó $60 millones en todo el mundo. . Su historia de explotación contenía sexo, drogas, violencia casual, un sacrificio final (con un final impactante e infeliz) y una banda sonora de rock and roll palpitante que reforzaba o comentaba los temas de la película. Los grupos que participaron musicalmente incluyeron a Steppenwolf, Jimi Hendrix, The Band y Bob Dylan. 

La película mini-revolucionaria de cultura pop también fue un reflejo del "Nuevo Hollywood" y el primer éxito de taquilla de una nueva ola emergente de directores de Hollywood (incluidos Dennis Hopper, Francis Ford Coppola, Peter Bogdanovich y Martin Scorsese) que romper con una serie de convenciones de Hollywood. Tenía pocos antecedentes o desarrollo histórico de los personajes, falta de héroes típicos, ritmo desigual, cortes de salto, y transiciones de flash-forward entre escenas, un estilo de improvisación y un estado de ánimo de actuación y diálogo, música rock 'n' roll de fondo para complementar la narrativa y la equiparación de las motos con la libertad en la carretera en lugar de comportamientos delictivos. Sin embargo, su visión idílica de la vida y su ejemplo de realización cinematográfica personal se vieron ensombrecidos por el comportamiento errático, ensimismado e inducido por las drogas de los cineastas, narrado en Easy Riders, Raging Bulls: How the Sex-Drugs de Peter Biskind. -y La generación del rock and roll salvó a Hollywood (1999). Y la influyente película condujo a una ráfaga de películas igualmente autoindulgentes y antisistema de cineastas inferiores, que abusaron de algunos de los trucos técnicos de la película y explotaron el creciente mercado de adolescentes para obtener ganancias fáciles. 

Hubo muchas y muy buenas técnicas narrativas que no se habían introducido antes. Juegan con planos que van de adelante hacia atrás. Ningún título comercial había jugado tanto con el montaje. La película fue un éxito en taquilla y lo fue porque los jóvenes estaban cansados del cine conformista. Porque la película trataba del final. Durante la misma unos de los protagonistas Peter Fonda augura que su viaje no durará mucho ni será para siempre. Y es cierto los dos protagonistas mueren a manos de cazadores de patos. Es la venganza de la América media. El público más liberal veía en la película a Kennedy, a Martin Luther King,  a Janis Joplin o a Jimmy  Hendrix en su trágico final.

El éxito de Hopper con esta película le dio luz verde a Universal Pictures (y $ 850,000) para su próximo proyecto de autor The Last Movie (1971), que terminó siendo un fracaso colosal y un fiasco, debido en parte a los informes de orgías inducidas por drogas durante el rodaje. y su proceso de edición de un año (retrasado por el supuesto uso de drogas psicodélicas como 'inspiración').  

En esta línea también se inscriben obras como Cowboy de medianoche (Midnight Cowboy, 1969) del inglés John Schlesinger y Alguien voló sobre el nido del cuco (One Flew over the Cuckoo's Nest, 1975) del checo Milos Forman

Rabiosamente independiente y artística, Carolee Schneemann se expresaba manipulando el cuerpo humano y diversidad de materiales y soportes, incluso interviniendo manualmente en el celuloide. Fuses (1967) es un ejemplo de sus films polémicos, de imaginería sexual, rompedor de tabúes y de técnicas de hacer cine. 

La más notable de los directores del movimiento independiente fue Shirley Clarke, junto a los Maya Deren, Stan Brakhage, Jonas Mekas, Michael Snow, Kenneth Anger y Andy Warhol. En 1959, Clarke realizó Bridges-go-round, un poema de expresionismo abstracto. Evolucionó hacia el realismo, siguiendo las propuestas del cinema verité y contribuyó al surgimiento del new american cinema y de las distribuidoras no comerciales. Su primer largo, que causó sensación, fue The Connection (1961), sobre un grupo de adictos a la heroína esperando a su vendedor. 

A finales de los sesenta una sorprendente y llamativa historia parece hacer culminar el discurso estilístico de la época. Se trata de la película 2001 una odisea del espacio rodada por Stanley Kubrick en 1980. 

El director que había trabajado como fotógrafo buscó la posición de la cámara como elemento clave. Le gustaba rodar desde abajo como lo hacía Orson Welles o Buster Keaton. Era un director original que buscaba mundos físicos en su pantalla. 2001 es una prueba de ello. El montaje era esencial. Aparece el corte temporal más largo de la historia del cine con ese lanzamiento del hueso al espacio y su transformación en una nave espacial. En otra escena Kubrick clavó la cámara al decorado con el fin de transmitir que en el espacio no existe ni lo que está arriba ni lo que está abajo. Cuando los astronautas salen descubrimos un efecto alucinógeno que nos remite a la obra de Ruttmann en los años veinte (El campeón, 1922).  Si el modernismo cinematográfico trataba de la pérdida del ser, y del vacío es visible en 2001. 

El cine de los años sesenta es como un viaje espacial. Estaba en todas partes incluido en Irán y en Senegal. Era más que una ventana con personajes e historias . Era un lenguaje en sí mismo, una forma de pensar. Incluía el espacio el color la forma y el tiempo. ¿Sería un cambio permanente? Evidentemente no

Vendrán los años setenta y con ellos el anticuado cine romántico y de entretenimiento que nunca había dejado de existir pero que ahora estaba de vuelta. El rebelde e innovador Robert Altman, un realizador nacido en Buenos Aires que acabará siendo uno de los grandes, dirigió en 1970 la hilarante MASH (8)y en 1975 Nashville. El también inconformista Richard Brooks, un gran especialista en adaptaciones literarias, realizó el western Los profesionales (The Professionals, 1966), una historia de Frank O´Rourke, A sangre fría (In Cold Blood, 1967) de Truman Capote o Looking for Mr. Goodbar (1977) de Judith Rossner. Del también independiente Monte Hellman es, entre otras, Two Lane Blacktop (1971).Pero eso es otra historia. 

La nueva ola golpea otros continentes



En Japón en los años sesenta el modernismo estaba enfadado. Tras la derrota japonesa en la Segunda Guerra mundial la temática dominante en el cine japonés era la temática social. El cine hablaba de ese gran trauma: la humillación.

El representante de Japón más conocido en Europa siguió siendo Akira Kurosawa , que desarrollaba su etapa de madurez. Pero en Japón apareció una nueva generación, la Nuberu Bagu (nueva ola japonesa), que se acercaba a nuevos problemas y conflictos.

Pertenecen a este movimiento directores como Shohei Imamura con su Evaporación del hombre (Ningen johatsu,1967), Masahiro Shinoda, Masaki Kobayashi, autor de Harakiri (Seppuku, 1963) y El más allá (Kwaidan, 1965) y Nagisa Oshima.

Nacido en Okayama en marzo de 1932, Nagisa Oshima estudió Derecho en la Universidad de Kyoto, donde destacó por su activismo de izquierdas y desarrolló su afición por la escritura y el teatro. Al concluir sus estudios ingresó en una productora local, pero pocos años después desencantado creó su propia compañía, que fracasaría comercialmente y le obligaría a trabajar para la televisión. 

En los años 60 se consolidó como una de las figuras más críticas de la sociedad y la política de su tiempo, que denunciaba con crudeza en películas que a menudo tenían como protagonistas a personajes rebeldes o criminales. La llegada a las pantallas de Oshima supondrá un cambio con respecto a la evolución del cine japonés. En sus 'films' donde se hacía explícito el sexo y la violencia, como 'Historias crueles de juventud' (1960). Los críticos apodaron su forma de trabajar como la 'nueva ola' del cine japonés.

En 1961, el cineasta abandonó su estudio de cine en protesta contra la decisión de retirar de circulación su película sobre el movimiento estudiantil cuatro días después del estreno. 

Tras haber brillado con Juventud desnuda (Seishun zankoku monogatari , 1960) , 'Los placeres de la carne' (1965), 'Los Ninjas' (1967) o 'Diario de un ladrón de Shinjuku' (1968), o con El muchacho (Shônen, 1969), en la que introduce escenas impactantes empleando para ello todo el ancho de pantalla. En esa película por ejemplo en una escena emplea todo el ancho de la pantalla. En la izquierda de la misma coloca a un niño de 10 años; a la derecha, de azul, aparece su madrastra. Parece preocupada porque el chico va a cruzar la carretera, pero no lo está, porque van a fingir un accidente. El niño finge ser atropellado. Con ello la madrastra intentaba chantajear el conductor. Oshima nos muestra el cinismo del Japón moderno, su avaricia. 

A pesar de su crudeza, tuvo un gran éxito y con sus beneficios koshima se dedicaría a rodar películas más amargas. En otras películas  criticaba el tratado con EE.UU. o el racismo japonés. Sin embargo, una de sus películas escandalizó a sus compatriotas. 

Fue con  El Imperio de los sentidos (Ai no Korīda, 1975) sobre una fatal obsesión sexual y realizada con una productora francesa. Fue rechazada en el Festival de Cine de Nueva York, pero obtuvo el Premio Internacional del Festival de Cine de Cannes y un amplio reconocimiento internacional 

Con otra de sus películas, El imperio de la pasión (Ai no borei, 1977), ganó el premio al mejor director en el Festival Internacional de Cannes.  Una y otra fue durante muchos años prohibidas y censuradas. La película está basada en una historia real. La película empieza con dulzura, fuese una obra de Mizoguchi. Trata de una geisha en los años treinta. Pero al poco de comenzar la película descubrimos la humillación que sufre un anciano por parte de unos niños. El anciano que muestra sus partes pudendas finalmente es tapado en sus partes íntimas con una bandera japonesa. Realmente esto es una provocación contra el tradicional de coro japonés. Desaparece la modestia, el respeto a los mayores o lo que quedaba del nacionalismo. La geisha se obsesiona con uno de sus clientes al que finalmente lo castra lo mutila y lo ahorca. El estrangulamiento es estremecedor.

En la vida real, la asesina cuyo nombre era Sade Abe, cumplirá cinco años de condena por el homicidio. Nagisa Ôshima no la vio como una mártir del feminismo sino como una mujer que rompía la mística de las iglesias de Japón. 

No obstante en 1983 dirigió "Feliz Navidad, Mister Lawrence" basada sobre la vida en un campo de concentración japonés durante la segunda guerra mundial contó con David Bowie, el recientemente fallecido Ruychi Sakamoto y con el director y actor Takeshi Kitano. 

Oshima había sufrido una hemorragia cerebral en 1996 que le causó una parálisis y le obligó a seguir una larga rehabilitación, aunque en 1999 volvió a la dirección con la película 'Taboo' (Gohatto), el que sería su último largometraje. Falleció a los 80 años a causa de una neumonía. Era enero de 2013. 

En 1969 el director Terao Ishii la hizo protagonista de una película documental titulada Love and Crime(1969). La vemos vestida de forma tradicional y en su aspecto tiene la actitud de respeto propia del mundo japonés, pero no deja de ser Sade Abe.

Shohei Inamura fue más cruel en el retrato de la mujer moderna de Japón. En mil novecientos noventa y cinco, Inamura fue el protagonista de una película de Paulo Rocha titulada Shohei Inamura: The Freethinker.

Imamura nació en Tokio en 1926 y estudió en la Universidad de Waseda, donde se inició como actor y autor teatral. El realizador se introdujo en el mundo del cine como ayudante de Yasujiro Ozu, a quien criticaba a menudo por anular el alma de los actores con su frío estilo de dirección. Debutó dirigendo en 1958 los largometrajes 'Deseo robado', 'Deseo interminable' y 'La estación de Nishi-Ginza'. 

Años después fue contratado por Nikkatsu, una gran productora famosa por sus películas de porno blando, una experiencia que reflejó en la comedia 'Los pornógrafos' (1966) en la que describe las aventuras laborales de un director de ese género ilegal en el Japón de entonces. Las películas de Imamura se caracterizan por los contenidos antropológicos y en ellas se compara el comportamiento humano con el animal. Su cine analiza el papel de las clases más bajas de provincias durante los periodos históricos más destacados de Japón, como la era Meiji o la Segunda Guerra Mundial.

La crítica mundial destacaba su humanismo y su incorformismo, con el que mostraba las contradicciones de una sociedad que cambiaba la tradición por el consumismo. Imamura fundó su propia productora, Imamura Productions, y era profesor en la Escuela de Cine de Yokohama, al sur de Tokio. 

Inamura había trabajado con Yasijiro Ozu, el director más sereno de la historia del cine. En este documental aparece como él solía hacer sus planos, enmarcados, con los bordes desenfocados.

Inamura siempre coloca en sus películas como protagonistas a las mujeres. Una de sus obras maestras fue La mujer insecto (1963). En ella presentaba a la humanidad como si fuese una cucaracha intentando avanzar en una cuesta, sus propias de la vida. Después el insecto pasa a transformarse en una mujer en el Japón de mil novecientos diez. Ella también lo pasa mal. La violan y tiene una hija. En un momento de la película vemos a la chica amamantando no a la hija sino a su padre. A inamura le encantaban las imágenes provocadoras. La protagonista de la película, Tome, deja al niño con su padre para ir a trabajar a una fábrica. Ahora vemos como Inamura aprovecha los espacios para sacar a las personas en el fondo distorsionando o desenfocado el primer plano. Mientras en el fondo vemos una imagen nítida de los protagonistas en la fábrica. Lo hacen con serenidad y claridad similar a lo que podría encontrarse en una película como ciudadano Kane (1941). Después tome trabaja en casa de una mujer que ha tenido una niña con un estadounidense. La niña está en el fondo desenfocada, mientras que en el primer plano vemos a tome de forma nítida. Es a la inversa. Oímos a la mujer y al soldado haciendo el amor. Tome está distraída y mientras tanto la niña se echa un cazo de agua hirviendo por encima. Vemos en primer plano la llama del fuego y al fondo las piernas de la chica escaldada. 

En Nipoon Sengoshi (1970) inamura no se presenta a una mujer mucho más dura que Tome. Se trata de Madame Omboro. Es la propietaria de un bar. Se trata de una película documental. En ella inamura entrevista a una mujer en el aeropuerto antes de volar con su marido norteamericano a los Estados Unidos. Ella habla con una franqueza pasmosa. Nos dice que va a tener aventuras posiblemente , aunque está convencida de que su marido mucho más joven seguro que si las tiene. A Inamura le encantaban este tipo de mujeres que " representaban la parte más baja del ser humano y la parte más baja de la sociedad", es decir, representaban lo que a él le gustaba en las temáticas de sus películas: el sexo y la clase. 

Por último señalar que su cine se fue consolidando el género de yakuza con obras como Batallas sin honor ni humanidad (Jingi naki tatakai, 1973) de Kinji Fukasaku, que formó parte de una saga llamada El dossier Yakuza.

Imamura recibió por primera vez el máximo galardón del festival galo en 1983 por 'La balada del Narayama', la historia de un pueblo que sobrevive a los rigores del tiempo y la escasez de alimentos abandonando a las personas de más de 70 años en el cercano monte Narayama. 

Volvió a ganar la Palma de Oro en 1997 por 'La anguila', ex aequo con 'El sabor de las cerezas', de Abbas Kiarostami. La cintaba narraba la relación de una pareja formada por un homicida en libertad bajo palabra y una mujer que acepta trabajar en una barbería para él. 

Considerado el director de cine japonés más importante desde la desaparición de Akira Kurosawa, era una de las principales figuras de la 'Nueva Ola' nipona nacida en los años 60. Al recibir la noticia de que había ganado su primera Palma de Oro en Cannes, Imamura esgrimió ante los organizadores sus obligaciones con sus alumnos para enviar un representante a recoger el prestigioso galardón. 

En su filmografía, equiparada a la de clásicos nipones como el propio Ozu, Akira Kurosawa o Kenji Mizoguchi, destacan además 'Doctor Akagi' (1998), 'Eijanaika' (1981), 'La venganza es mía' (1979) y 'La mujer insecto' (1963). Su última participación en el cine fue un corto para la película 'Once de septiembre' (2002). Murió el 30 de mayo de 2006 a los 79 años.

En la India  en estos años había directores tan radicales como los japoneses, pero más modernos y decididos a cuestionar el lenguaje cinematográfico.

El país que por su población y variedad lingüística se sitúa en cabeza de la producción mundial desde los años 50, siguió su grandiosa obra Satyajit Ray, tocando todos los géneros (dramas históricos, documentales, films para niños, musicales) pero siempre muy crítico con las tradiciones de su país: Kanchenjungha  (1962) o Trueno lejano (Ashani Sanket, 1973) son algunos jalones de una carrera con más de 40 películas.

Los bengalíes Mrinal Sen, muy influido por la Nouvelle Vague, y Ritwik Ghatak completan la trilogía histórica del cine indio (no comercial). Ambos hicieron un cine que reflejase sus ideas comunistas.

Mrinal Sen llegó tardíamente a Europa gracias a obras como Los marginales (Oka Oorie Katha, 1977) en la que denuncia, como en la mayoría de sus filmes, el sistema de castas y el tópico de la "pobreza digna". 

Ritwik Ghatak fue el director indio más importante de los años cincuenta y sesenta. Apasionado bebedor y de un talento desproporcionado, inspiró a una generación de directores como el mismo Mani Kaul. 

Ghatak ha sido el menos comprendido por su fidelidad a una estética india hermética incluso para los festivales europeos. Realizó ocho largometrajes, entre los que destaca La estrella escondida (Meghe Dhaka Tara, 1960). 

En Ajantik, una película del año mil novecientos sesenta y ocho, vemos como el director plantea muchas escenas con una emoción exacerbada. Por ejemplo en una de ellas un niño juega con una bocina, está en el campo y aparece un primer plano. Es un bello encuadre, con luz natural y descubrimos que es observado por un adulto al que vemos su rostro en un primer plano. Está llorando. La bocina es lo único que queda de su coche, un taxi, su fuente de ingresos durante décadas. En su cara se ve que la vida continúa. Sonría el mil que disfruta del trozo de su coche. Es en apariencia un melodrama clásico indio. 

Para Mani Kaul, uno de los directores que siguen su estela cinematográfica, reconoce que inicialmente no soportaba lo melodramática que era su obra pero poco a poco fue entendiendola. Para Kaul el director Ghatak lo que hizo fue convertir el melodrama en un dolor histórico. Sus películas son melodramas combinados con emociones históricas, la propia historia de su país con su partición, sus quince millones de desplazados, su medio millón de muertos todo está presente en la obra de Ghatak. Su obra representa " el pecado original indio". 

En su película Estrella nublada (1960) , Ritwik Ghatak, nos muestra ese pecado. La película comienza con una imagen de una arboleda inmensa rodada al amanecer en un ambiente nebuloso. El protagonista avanza ante nosotros. Pertenece a una familia al que la partición del país obligó a vivir a las afueras de Calcuta. Intenta mantener unida a su familia. Luego pasamos a otro plano. Se ve a su hermana que se pasa el día cantando. Aparentemente es feliz. La vemos en primer plano, de perfil. En una magnífica composición descubrimos que por el fondo pasa un tren envuelto en humo y por delante hay un río o una laguna. No hay un solo árbol. El tren parece que lo corta todo como un cuchillo. Es bello a su manera. Presagia la separación de una familia por la historia. 

En otra película Reason, Debate and a Story (1974), Ritwik Ghatak experimenta con el sonido. Lo utiliza y lo introduce en alguna de sus películas de forma osada. Aquí el sonido está distorsionado. 

Mani Kaul afirma de como la había impresionado el estudio sobre el sonido que habían realizado Eisenstein y Pudovkin en el que defendían el uso del sonido como contrapunto. 

Ritwik Ghatak era el contrapunto del cine en la India. Iba contra las películas comerciales que se estrenaban en el país ya que para él era un cine decadente, sin interés. 

A mediados de los sesenta many Kaul se acercó al modernismo. En una de sus grandes obras, Our Daily Breaf (Uski Roti, 1970) Mani Kaul apuesta por lo experimental. En un momento de la película vemos a un hombre como va a tirar una piedra sobre un árbol de guayaba para darle el fruto a su mujer. Si nos fijamos en el ritmo de la acción entre que se dispone al lanzar la piedra, entre que está cae y , finalmente, la recoge del suelo el tiempo no se ajusta a la realidad. Kaul declara que frente a Godard que hacía películas más rápidas que la velocidad, él quería que todo en ellas fuese más despacio. La idea de Kaul es que quien hace la película crea su propio sujeto y dispone libremente de su tiempo. Era su forma de entender el modernismo. 

Pese a su enorme influencia en los jóvenes cineastas indios (incluídos Adoor Gopalakrishnan, Saeed Akhtar Mirza y Mira Nair), gracias a su libro Cinema and I, Ritwik Ghatak murió alcoholizado y en la mayor miseria.

Brasil llegará otra ola, la del Cinema Novo. Este país como el resto de América Latina. 

En este período surgió en Latinoamérica un importante impulso cinematográfico influenciado por las nuevas teorías y por las situaciones políticas y sociales -como la Revolución cubana- que creó las bases del llamado Nuevo Cine Latinoamericano (NCL). Era un cine de compromiso y militante, tanto desde posiciones izquierdistas como católicas progresistas, de autores que querían ayudar a transformar el estado de las cosas con sus películas. 

En Brasil el cine cobra más importancia que en otros países latinoamericanos con el Cinema Novo , la versión nacional del NCL. Es un cine que aborda los conflictos sociales del país en películas que buscan una estética propia como Deus e o diablo na terra do sol (1964), y Antonio das Mortes (1968) de Glauber Rocha, el líder y teórico del Cinema Novo .

Glauber Rocha en " Dios y el diablo en la Tierra del Sol" tenía solamente veinticinco años. El climax de la obra se produce cuando el pastor mata al patrón que lo esclavizaba. El pastor porta sobre su cabeza una enorme piedra de grandes dimensiones.

Con Antonio das mortes el protagonista cambia. Ahora es un forajido. Rocha rodó esta película en un enclave muy pobre al noreste del país donde nació. Vemos a la mujer del pastor. Está rodeada de pobres que aparecen en una composición en diagonal a un lado de la imagen. Mira alrededor desesperada. Es la antítesis de la felicidad carnavalesca que se hacía en el cine brasileño para el circuito comercial. La gente sigue a un predicador que es un líder que llama a la revolución. De rodillas rezan por la tierra prometida. De repente el grupo es abatido. En este momento el montaje de Rocha es parecido al de Eisenstein. Que en mujeres niños niñas ancianos. El asesino Antonio das muertes símbolo de la venganza acaba con todo. Al final un trovador canta que la tierra pertenece a hombre y no a Dios o al diablo" . Rocha escribió: " la violencia es normal cuando la gente muere de hambre". Rocha combinó un estilo innovador con el activismo anticolonialista. El " Cinema Novo" inspiró a muchos directores del tercer mundo en el fondo y en la forma. 

Otras obras claves del movimiento son Vidas secas (1963), de Nelson Pereira dos Santos, un filme a la vez naturalista y casi abstracto por los desolados paisajes del sertâo, y Os fuzis (1964) y Os deuses e os mortos (1970) de Ruy Guerra, el más comprometido políticamente.

En Cuba destaca un cubano-ruso como Mikhail Kalatozov. 

Tras la revolución de 1959 Cuba pasó a ser uno de los focos de referencia con la fundación del ICAIC y las visitas de numerosos cineastas europeos que impartieron cursos (Joris Ivens, Wajda, Zavattini, Agnés Varda,...). Se prestó atención a todos los géneros y, como en muchos países del bloque socialista, a la animación y el documental. 

En la película " Soy Cuba" se ve en el espíritu y el tipo de cine que responde a la idea de la revolución triunfante en 1959. La rodó el director Mikhail Kalatozov. Nos cuenta la historia de un estudiante revolucionario que muere a mano de las autoridades. El momento más interesante de la película se consigue en el entierro y homenaje que la población le hace al estudiante por las calles de una ciudad posiblemente La Habana. En esa escena la cámara parece levitar. Con un gran angular y cámara en mano vemos como la composición rebosa de personas y mientras unas mujeres lanzan pétalos de flores desde sus terrazas en un plano muy bello. La cámara recorre la calle y sin ningún corte va pasando del suelo al cielo y de un edificio a otro en el que unos hombres trabajan o se disponen a desplegar una enorme bandera cubana. La cámara se acerca se ve la multitud de la calle. Un espectáculo visual. 

Sin embargo la película no fue mostrada en el exterior y habría que esperar a los años noventa para ser conocida en Occidente. Fue proyectada en el festival estadounidense de Tellidure e impresionó a directores como Martin Scorsese o Francis Ford Coppola. 

Si las películas brasileñas de los años sesenta recurrían al minimalismo para expresar su ira hacia la clase política, esta película ruso cubana cree que la belleza de una cámara alada hará de la revolución algo bello. 

Con La muerte de un burócrata (1966) y Memorias del subdesarrollo (1968) Tomás Gutiérrez Alea se convirtió en el cineasta de referencia. Con la extraordinaria Lucía (1968) Humberto Solás mostró su inclinación por un cine épico que daba protagonismo a personajes femeninos. 

Otros nombres importantes son Julio García Espinosa, que filmó la primera película de la Revolución (Cuba baila, 1960), Manuel Octavio Gómez, formado en España y autor de un cine revolucionario, nacionalista y didáctico, y Sara Gómez con la maravillosa De cierta manera (1977).

Oriente Medio yas concretamente en  Irán el cine de los años sesenta era aún más rico. En este país no habrá una revolución hasta mil novecientos setenta y nueve. Pero la primera gran película del cine iraní al pareció en mil novecientos sesenta y dos y la dirigió una mujer, Forugh Farrokhzad. Al año siguiente, 1963, esta directora estrenaba La casa es negra. La película se desarrolla en una colonia de leprosos. La directora tenía veintisiete años cuando decidió rodar la película en blanco y negro. Todavía hoy sigue sorprendiendo por su sinceridad y por querer ir más allá de una simple descripción de una leprosería. En la película sus personajes dan gracias a la vida. En el montaje, Farrokhzad, nos muestra la imagen de una niña que va en carretilla. Esta imagen se intercala con escenas de la vida cotidiana. El chirrido de la rueda parece invitar al montaje a apresurarse. Cada vez es más rápido. Lo que aquí se ve no es impresionismo y expresionismo ni realismo soviético. Está rodado como una poesía y los planos riman entre sí. El movimiento de la carretilla el reflejo de la rueda de la carretilla en el agua en el agua es poesía pura. Farrokhzad murió en un accidente de tráfico a los treinta y dos años. Era una mujer joven. En las imágenes que nos quedan de ella descubrimos que era una persona que transmitía encanto. Su obra y su dirección influirá en otra directora iraní de los años noventa como Samira Makhmalbat. 

En Senegal el cine entendido como nuevo cine y como ejemplo de modernidad aparece en el año 1966. Es la primera gran muestra del cine hecho en el África negra. No fue casualidad que apareciera en Senegal que había conseguido su independencia en esa década de Francia y cuyo primer presidente el escritor y poeta Leopoldo Senghar Sengor apostó por financiar la cultura incluyendo también al cine. 

De este ambiente el gran beneficiario fue Ousmane Sembelé. 

El escritor Ousmane Sembène, considerado como el padre del cine africano hizo desde 1964 un cine militante y comprometido, como en Camp de Thiaroye (1987) o Faat Kiné (2000). Estudió cine en Moscú y senrolo en el partido comunista por eso su obra habla de la dignidad del trabajo. 

En 1969 Sembelé presenta su película La noire de... (Black Girls). La película nos narra la historia de una chica negra que trabaja para unos blancos franceses primero en dacar y luego en Niza. Como agradecimiento por su contratación y pensando que ha sido un auténtica suerte para ella les regalará a la pareja una máscara africana. El principio le impresiona el lujo y la forma de vivir de los occidentales que que contrastaba con la forma de vivir de la población africana. El director rodó en los suburbios de Dakar. Pero también rueda en Francia, pues allí es donde va a parar la chica para su desgracia. En Francia ella se siente como una esclava. Incapaz de soportar su nuevo posición decide suicidarse como vemos en una descarga nada escena en blanco y negro cercana al pop art de los años sesenta. Abatido el hombre francés devuelve la máscara a la familia de la mujer. El hijo de la mujer se pone en la máscara en los últimos momentos de la película y sigue al hombre por las calles de la ciudad. El niño resulta inquietante y la máscara que era un regalo lleno de esperanza se transforma en un aviso de la muerte. 

El director senegalés se planteó la pregunta de qué cine debían de hacer los directores africanos. El mismo se dio la respuesta: " cine contemporáneo, sobre la sociedad moderna, en el que el marxismo y el género vayan unidos y que estén cargados de simbolismo" . Este director marcará el cine africano de los años setenta y servirá de modelo a otros individuos directores como él también se senegalés Djibril Diop Mambéty, menos conocido que Sembène, es un cineasta más ambicioso artísticamente como demostró en Hienas (Hyènes, 1992). Su prematura muerte le impidió completar su trilogía de la gente pequeña, de la que rodó Le franc (1995) y La niña que vendió el sol (La petite vendeuse de soleil, 1998). 

En Mali, Souleymane Cissé muestra el drama africano a través de historias de niños y adolescentes como en El viento (Finyè, 1982) o Yeelen (1987). 

Y , por último, en Burkina Faso, Idrissa Ouedraogo estudió en la URSS y Francia y, además de películas como Yaaba (1989) o La ley (Tilai, 1990), ha realizado series para televisión.

La nueva ola llega al Este



París podía parecer el centro del mundo cinematográfico entre 1950 y 1960 pero no lo era. 

El cine se globalizó en los años sesenta por primera vez. En el este de Europa y tras el muro de Berlín los cineastas tenían contra lo que rebelarse, que en las calles de París.

El proceso de desestalinización impulsado por Jruschov desde 1956 y cierto clima de deshielo propiciaron una década de mayor libertad creativa en los países del bloque soviético donde talento no faltaba. La caída de Jruschov en 1964 fue frenando estos procesos y se asistió a un giro autoritario a partir de 1968.

En Polonia Hungría y Checoslovaquia así como en la URSS se hacía un cine valiente que era capaz de enfrentarse a sus gobiernos totalitarios. Muchos directores eran detenidos, encarcelados movieron como sus películas eran prohibidas durante muchos años. 

La historia comienza en Polonia . En este país destacaron algunos cineastas que desarrollarán su carrera tanto dentro como fuera del país como Andrezj Wajda, Roman Polanski y Jerzy Kawalerowicz. 

Andrzej Wajda se dio a conocer con Kanal (1957), retrato de la resistencia polaca a través de la red del alcantarillado de Varsovia, durante el levantamiento de 1944. 

Preocupado por la contradicción entre las aspiraciones individuales y los compromisos colectivos en sus dramas sociopolíticos, dirigió obras magistrales a pesar de la censura, como Cenizas y diamantes (Propiol y diament, 1958), que reconstruía 24 horas tras la liberación, y Paisaje después de la batalla (Krajobraz Po Bitwie, 1970). 

En su película cenizas y diamantes del año mil novecientos cincuenta y ocho polaco nos muestra a dos jóvenes que coquetean. Es el primer día de paz tras la Segunda Guerra mundial. El país ha quedado devastado. El protagonista ha participado en el levantamiento contra los nazis pero ahora se va a encontrar con unas autoridades comunistas ideología que el repudia. Lleva gafas oscuras y no por moda como James Dean, sino por haber pasado mucho tiempo en las cloacas de Varsovia. De con causa. Como en la inglesa el tercer hombre de Carol Reed, que también se desarrolla en las cloacas, Cenizas y Diamantes, tiene rasgos propios del expresionismo y de un mundo que se encuentra patas arriba. El cine de Wajda destaca porque de forma típicamente polaca disfraza el significado codificandolo a través de los símbolos. 

Posteriormente diseccionó toda la brutalidad de la revolución industrial en La tierra de la gran promesa (Ziemia Obiecana, 1975) y mostró su afinidad con el sindicato Solidaridad en El hombre de mármol (Czlowiek Z Marmonu, 1977) y rodó en Francia Danton (1983), una metáfora del final del régimen polaco. 

Y en Polonia realizó su primera película Roman Polanski, El cuchillo en el agua (Noz w wodzie, 1962), sombría, terrible y magistral. 

En Dos hombres y un armario (1958) Román Polanski interpreta un pequeño papel en el que lo vemos como un chico chulesco que aparece golpeando a un individuo, un chico decente. Aquí Polanski emplea un montaje rápido sobre un contrabajo jazzístico. 

Polanski era judío. Durante la Guerra vio a polacos defecar sobre soldados alemanes. Fue asesinada en un campo de concentración. De niño no le gustaba el cine en color ni los musicales. Disfrutaba viendo una película como hamlet de Lawrence Olivier. Le encantaba el uso de la cámara y como recorría esta lentamente el misterioso castillo. Y cantaba la claustrofobia que transmitía. 

Los castillos seguían una constante en su obra. En su primer largo, El cuchillo en el agua (1962) es de lo más claustrofóbico. La historia se desarrolla en una pequeña barca. El propietario ha salido, junto a su chica y a un joven. Conocemos al propietario y a su mujer que en un momento dado aparece nadando. El plano tiene gran profundidad. Junto a ellos va un estudiante que ha sido invitado. A la mujer le atrae el estudiante. La historia no deja de ser un triángulo amoroso que incluso aparece enmarcado en alguna ocasión en la película. Hecho en una imagen podemos ver en el interior del  triángulo a la mujer mientras se baña o está nadando. Se aprecia en algún momento la mala relación entre el propietario de la barca y el joven estudiante quien juguete con una navaja. A diferencia del cine plano que se hacía entonces El cuchillo en el agua no trataba de la Guerra. La sociedad y la historia le interesaban a Polanski mucho menos que el hecho de enfrentarse a un triángulo amoroso. Película fue tildada por las autoridades de ser simplemente arte por el arte. Ejercicio de modernismo. Las autoridades condenaron la película por no ser lo suficientemente social. Polanski  abandonó la Polonia del realismo social llevándose su cine y su modernismo a cuestas. 

Después abandonó el país para hacer películas en Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos. 

En mil novecientos sesenta y siete, Polanski hace una parodia del cine de terror en lo que se va a convertir en una de sus mejores películas. Te trata de el baile de los vampiros (1969) . Se sitúa en un mundo invernal recreado en unos estudios separado de la realidad social. Es un retrato cinematográfico de la Europa judía, algo así como la recreación de una pintura de Marc Chagall. Polanski interpreta a un atolondrado aprendiz y junto a él el productor colocó como protagonista a una bella actriz como Sharon Tate. Ya y Polanski tomaban LSD juntos. Se enamoraron, concibieron un hijo y, más tarde, se instalaron en Hollywood. Lo que era un sueño pronto acabaría transformándose en una pesadilla cuando ella y sus amigos fuesen asesinados por la "familia" Masón. 

Por último, Jerzy Kawalerowicz brilló en películas históricas como Madre Juana de los Ángeles (Matka Joanna od Aniolow, 1961) y la superproducción Faraón (1966), en la que diseccionaba un problema tan polaco como el conflicto de poder entre Estado e Iglesia, ubicándolo en el antiguo Egipto.

En la República Checoeslovaquia había un cine no muy alejado del que estaba realizando Román Polanski. El cine checo estaba en la vanguardia. Allí surgió la nueva ola checa con realizadores como Miloš Forman, Ivan Passer, el animador Jiri Trnka y Jiří Menzel. 

Las películas de estos directores focalizan pequeños incidentes cotidianos, en lugar de ensalzar los logros del realismo socialista en el que estaban inmersos. 

Jiri Trnka trabajará principalmente desde la animación. En mil novecientos sesenta y cinco estaba trabajando con animación. En La Mano el director checo realiza una de las películas más simbólicas de la historia del cine. Un hombrecillo recibe la visita de una mano. Trnka realizó una imagen real para la mano, pero utilizó stop motion para el hombre. En un momento dado la mano le coloca al hombre un televisor similar al que podía aparecer en cualquier película de Douglas Sirk como Solo el cielo lo sabe. Televisor le muestra imágenes de poder. Trnka utiliza recortes de papel. La mano adoctrina al hombre. Le hace esculpir una gigantesca efigie. Después intenta resistirse a la doctrinamiento pero los intentos se vuelven fatales. Se oye una bomba y nos encontramos tras eso fuera del guiñol. 

Frente a Trnka que nos hablaba de la angustia vital, su compatriota Miloš Forman veían la vida como algo cómico o absurdo. Se dio a conocer con Los amores de una rubia (Lásky jedné plavovlásky, 1965)

Sus orígenes se asemejan al de roman Polanski pues es judío y sus padres murieron a manos de los nazis. En la escuela de cine. Posiblemente fama se desarrolló con su obra posterior en EE.UU.  No obstante, en mil novecientos sesenta y siete presentó la película "Al fuego, bomberos". Es una comedia sobre un grupo de bomberos incompetentes inmaduros y casi alelados. Muy alejado de la imagen del eficaz funcionario nos presenta a un grupo incapaz de organizar un concurso de belleza. Rueda la película sin florituras como si fuese un documental o como lo estuviese planteando Cassavettes. 

Tras películas más atrevidas como Takin Off (1971), se consagró con Alguien voló sobre el nido del cuco (One Flew Over the Cuckoo's Nest, 1975). 

Su amigo Ivan Passer hizo Iluminación íntima (Intimni osvetleni, 1966) antes de seguir a Forman al exilio americano, aunque su obra en EE.UU. no ha superado la convencionalidad. 

Vera Chytilová es la más famosa, innovadora y polémica directora checa. Siguiendo a Eisenstein, experimentó con el montaje e intentó formar la mirada del espectador. Fue la directora más innovadora de su época

Las margaritas (Sedmikrásky, 1966) es la más audaz de sus cintas, con un montaje brillante, colores procesados y un tributo a clásicos como Lumière, Chaplin y Gance. Dos mujeres, Marie 1 y Marie 2, actúan como marionetas que pudieran salir de una película de Trnka. La película tiene secuencias alucinógenas que pudieran parecer producto del LSD o escenas que parecen sacadas del mundo del arte pop de Andy Warhol.  Las autoridades detestaban esta película. Cuando la URSS invadió Checoslovaquia la directora se le prohibió trabajar durante seis años. Después dirigió películas más realistas.

Jiří Menzel dirigió Trenes rigurosamente vigilados (Ostre sledované vlaky, 1966), galardonada con el Oscar a mejor película extranjera. Estaba basada en un relato de Bohumil Harabal, novelista en el que basó muchas de sus películas posteriores como Mi dulce pueblecito (Vesničko má, středisková, 1985) o Yo serví al rey de Inglaterra (Obsluhoval jsem anglického krále, 2006).

En la vecina Hungría, Miklós Jançsó, que estuvo casado con la directora húngara Marta Meszaros algunos años, fue el director que mayor notoriedad internacional alcanzó por su cine poco convencional, con largos planos secuencia y constantes movimientos de cámara. 

Viví entonces Hungría la época dorada de la innovación de los años sesenta. 

Sus obras de esta época son narraciones históricas narradas de forma coral como La ronda de reconocimiento (Szegénylegények, 1965) y Los rojos y los blancos (Csillagosok, katonák , 1967), e incluso coreográfica, como en la espectacular Salmo rojo (Még kér a nép, 1971). 

Como nos cuenta David Gómez en la web trendesombras.com, el director nacido en los márgenes del Danubio, treinta kilómetros al norte de Budapest, capital de Hungría. Su familia procedía de Transilvania, zona en disputa con Rumania, a cuya minoría pertenecía su madre. Los estudios secundarios los hizo en un colegio religioso y después ingresó en la facultad de derecho de Kolozsvar, una zona transilvana recuperada por los húngaros, donde se licenció en 1944. Su dedicación al derecho no pasó de esos años de estudio, que paralelamente fue compaginando con estudios sobre Historia del Arte y Etnografía. Al licenciarse se vio obligado a incorporarse a filas, aunque rápidamente fue hecho prisionero por el ejército soviético, una experiencia que le servirá como materia prima para uno de sus primeros largometrajes, Igy Jotten (Mi camino a casa, 1964). 

Tras su liberación y la de Hungría se vuelca con entusiasmo en el Movimiento de Colegios Populares que tenía como objetivo la educación de los hijos de los campesinos para facilitar su acceso a la Universidad y la incorporación del espíritu comunista, experiencia que también retomará en otra película, Fenyes Szelek (La confrontación, 1968). Se matricula en la sección de dirección cinematográfica de la Escuela Superior de Arte Dramático, donde se licencia en 1951. 

En los diez años siguientes su tarea principal será cumplir con los encargos de realizar cortometrajes documentales (alrededor de cuarenta) que según el propio director carecen del más mínimo interés.

Años duros que siguieron a la caída del estalinismo y pusieron en evidencia como éste se había construido traicionando los ideales y esperanzas de personas que, como Jancsó, estaban convencidas del ideario comunista. Al referirse a esa época decía: ‘Escuchaba y dormía’. 

La característica más determinante del cine húngaro posterior a la entrada de las tropas soviéticas en 1956, para poner fin al desviacionismo que se estaba produciendo en la vida política, es la investigación histórica para intentar comprender cómo se ha configurado el presente y descubrir cómo pudo ser eso posible y al mismo tiempo llevar a cabo una especie de catarsis y en algunos casos ajustes de cuentas…

Ferenc Kosa nos da de forma muy precisa las claves para situar y entender a esa generación: ‘Vivimos la guerra como niños, los años de estalinismo como adolescentes todavía no culpables, finalmente fue el drama del 56 lo que nos hizo adultos. Yo mismo empecé a reflexionar sobre la vida, la muerte, la verdad y la libertad viendo a mis compañeros de escuela cubiertos de banderas y consignas… “ 

El primer largometraje –de Jancsó-, visto en perspectiva, está muy alejado de la imagen que después se ha configurado de su cine: A harangok Romaba mentek (Las campanas han salido hacia Roma, 1958) es una película simbolista de exaltación de la lucha antifascista. El propio director la valoró como una película sin interés, pero importante en su proceso de maduración, sobre todo para descartar vías de expresión. 

Oldas es kotes (Cantata, 1963) … aparece un elemento que adquirirá gran relevancia sobre todo en su cine de los setenta: la búsqueda de las raíces culturales asociadas al mundo rural, algo que le llevó a realizar sus estudios de etnografía y a ver en la figura de Bela Bartok un precursor en este campo, aplicado a la música. … 

El siguiente film, Mi camino a casa, aparecería otro nuevo elemento:… el encuentro con el escritor y en este caso guionista Gyula Hernadi… El primer resultado de esta colaboración, fundamentada en la discusión y en un guion siempre en evolución hasta el momento del rodaje, será la película que proporcionará a Jancsó el reconocimiento internacional: Szegenylegenyek (Los desesperados, 1965), a la que seguirán otras dos, Csillagosok, katonak (Rojos y blancos, 1967) y Cesend es kialtas (Silencio y grito, 1968), que configuran su llamada trilogía de la historia… 

El interés principal de la filmografía de Jancsó por la Historia tenía como fin mostrar de qué manera el poder pone en marcha un mecanismo que persigue imponer su voluntad en el devenir de la Historia. Ese poder nunca se hará presente, tan sólo asistiremos a su manifestación, a través de unos sicarios que, como anónimos engranajes, mueven una maquinaria que sobrepasa a víctimas y verdugos. … 

La propuesta de Jancsó huye del realismo y de los grandes acontecimientos. En su voluntad de acercamiento, aísla en un espacio (paradójicamente extensas llanuras) a un grupo humano del que se ha eliminado cualquier rastro de individualidad o psicología, convirtiéndolos en piezas que escenifican un ritual que en algún lugar, más allá de las llanuras y también más allá de la cámara, unos poderes invisibles han desencadenado. Con una mirada distante, observando los efectos más que las causas, asistimos a las consecuencias desencadenadas por ese poder a través de la violencia, de la traición, de la humillación o de la mentira. 

Janscó, en muchos aspectos, sigue los principios de la estética brechtiana: analizando de forma distanciada los procesos; en una exposición que no persigue ni la apología no el subrayado; evitando el detalle naturalista y accesorio, concentrándose en lo esencial; seccionando la continuidad narrativa e independizando las secuencias y mostrando las cesuras que hay entre ellas, evidenciando que son fragmentos tomados por su carácter representativo. “Lo que me interesa es la forma y si busco constantemente la mayor sobriedad formal es precisamente para intentar eliminar el romanticismo sentimental del que tanto hemos abusado”. 

Jancsó utiliza algunos elementos esenciales de su forma cinematográfica como su tendencia al plano – secuencia: la acción de la escena encerrada en un solo plano que engloba paisaje y figura, que va trazando un constante vaivén… La forma de iluminar de Janos Kende permitirá la ampliación de los movimientos de cámara hasta realizar el giro total… Otro elemento, menos afortunado, como es el ’zoom’, irá ganando protagonismo. Esta incorporación hará que en sus siguientes películas la imagen se vaya acercando considerablemente a los actores, en detrimento del espacio, reforzando esa búsqueda de lo general en lo concreto, pero llegando a una concreción donde los personajes se convierten en puros signos parlantes 

Jancksó,  en Rojos y Blancos nos lleva a 1919, a plena guerra civil rusa entre rojos y blancos, tras el triunfo de la revolución de Octubre y el final de la primera guerra mundial. Sin embargo, no se trata, como se hace tan a menudo en el cine comercial y no tan comercial actual, de narrar un punto determinante de la historia, aparentemente simulando las técnicas del reportaje en directo y ajustándose a una supuesta verdad inamovible, de manera que la secuencia de eventos presentada sea perfectamente inteligible y reconstruible por el espectador, el cual pueda irse luego a casa satisfecho por “haber aprendido historia”, mejor dicho, “por haber experimentado la historia tal y como fue en realidad”.

En una imagen de la película vemos como varios jinetes blancos persiguen a un hombre. Más de tres minutos el director con movimientos de cámara pero sin un solo corte utiliza los mismos como si los estuviese usando misoguchi en Japón o Hitchcock en los Estados Unidos. Es utilizado para crear tensión. Como Mizoguchi no se acerca a las caras sus personajes. El control distante de la cámara es igual al que ejercen los jinetes. La forma refuerza el contenido. Al final de la película lo que antes eran largos planos se va transformando en un plano medio con el que un soldado mira a la cámara. La humanidad acaba de aterrizar en el gélido universo de control y desesperación del director húngaro. Nadie había usado un plano para crear el sufrimiento. Era una película muy moderna

En Los rojos y los blancos, el lugar donde los hechos ocurren, el tiempo incluso, se deja deliberadamente en la oscuridad, excepto por las vagas referencias a Rusia y a 1919. El desarrollo de las operaciones militares, el curso de la guerra, no es narrado en ningún momento. El espectador, al igual que los protagonistas, desconoce quién está ganando o quién está perdiendo, qué lugares de esa geografía imprecisas son importantes para el ataque o la defensa y cuáles no. 

La línea del frente, en esa guerra librada en las estepas, se convierte en algo inexistente, frágil y permeable, la retaguardia en un lugar peligroso, donde en cualquier momento el enemigo puede irrumpir, trayendo la derrota y la muerte. Un espacio y un tiempo, de confusión, de incertidumbre, donde no hay lugares seguros a los que retirarse, ni futuro u hogar que espere.

El interés de Jancksó, como queda claro, no está en el relato de hazañas bélicas, sino en algo mucho más sutil. Por una parte, la película nos muestra la guerra como combatida por gentes de multitud de patrias e idiomas. Durante la primera guerra mundial, el ejército zarista había hecho un buen número de prisioneros enemigos, alemanes, austriacos, checos, húngaros, gentes del bando enemigo, que en buena parte seguían en campos de concentración cuando estalló la guerra civil rusa y que fueron reclutados por ambos bandos en conflicto. No hubo muchos que se negaran, puesto que permanecer en los campos en medio de una guerra civil, suponía la muerte segura por inanición, así que en su mayoría los prisioneros se unieron al primero que vino a ofrecerles ropa y comida. De esta manera, en el film de Jancksó, la guerra civil rusa se convierte en una guerra civil europea. 

En la película los hombres que libran esta guerra civil olvidada en un lugar también olvidado no lo hacen por convencimiento ideológico. Excepto algunos de sus mandos, que sí están convencidos de la justicia de su causa, la mayoría combaten por mera supervivencia, lo que hace aún más terrible que, al ser capturados por el enemigo, sean consignados a la muerte sin posibilidad de salvación o redención. Unas ejecuciones absurdas porque la militancia en un bando o en otro de los condenados responde simplemente al azar.

No menos peculiar es el estilo fílmico de Jancksó. Rodada en 2,35:1, en un más que sobrio blanco y negro, cualquier otro cineasta hubiera intentado aprovechar el amplio formato para incluir en él la mayor información posible, para así, como parecería propio y necesario, compilar una lección de historia aún más completa. 

Jancksó no pretende dar una lección de historia. Su objetivo es narrar el vagabundeo, sin posibilidad de escape, a través de la tierra de nadie que separa ambos bandos, de los húngaros prisioneros de los rusos y enrolados en el ejército rojo, mientras tratan de evitar a las unidades blancas que les persiguen. Un camino por tanto, lleno de peligros, donde ninguna ruta es segura, donde la decisión más inocente puede ser la última, la que preceda a la muerte. El estilo de cámara de Jancksó refleja a la perfección esta incertidumbre. En cualquier momento, fuera de campo puede ocurrir algo que cambie la situación por entero, como la llegada del ejército enemigo, y que sólo podremos anticipar por las expresiones de los personajes que pueden verlo, antes de que irrumpa en la pantalla. En otros, un simple e inocente movimiento de cámara puede descubrirnos la ruta cerrada que impide la huida de los fugitivos. Un movimiento de cámara  inocente, porque no está pensado para que el espectador descubra lo que ocurre antes que los personajes, como podría ser el caso en la tan habitual praxis del suspense, sino que es la cámara, al seguir la mirada de los personajes o su movimiento a lo largo del plano, la que se topa con el obstáculo al mismo tiempo que ellos. En todo momento, por tanto, el espectador se siente en tensión, como uno más de los combatientes que no sabe lo que se va a encontrar al dar la vuelta a la próxima esquina. Una sensación de estar prisionero, de angustia y asfixia que, como sólo un gran maestro sabe hacer, se consigue a pesar del amplísimo formato, a pesar de la llanura húngara, en la que nada impide la visión, a pesar de los lentos, medidos, elegantes y suntuosos movimientos de cámara que recorren y describen el espacio (casi podría hacerse un croquis detallado de los diferentes espacios escénicos y de las rutas de los personajes). Una cámara siempre en movimiento que no anticipa lo que va a ocurrir a continuación, como haría un director efectista, sino que obedece a necesidades internas de lo que se ve/ocurre/experimente en el plano. 

Una cinematografía que tampoco cierra el plano para crear una falsa claustrofobia, impidiéndonos ver lo que está sucediendo alrededor, como haría un director preciosista, ni se aparta del estricto y sobrio plano general para saltar al primer plano y resaltar lo que un personaje siente y experimenta, como haría un director más sentimental y apasionado. Para conseguir este efecto de miedo, de inseguridad, de incertidumbre, simplemente basta con que la cámara, al igual que haría un espectador inmerso en la escena, se deje seducir por un elemento nuevo que acaba de entrar en campo o un movimiento casual que la cámara ha descubierto. Una distracción que puede convertirse en un imprudencia mortal porque hace olvidar a personajes y espectador que otros sucesos más importantes, y mortíferos, pueden estar teniendo lugar justo a nuestro lado. Como realmente ocurre en la vida, cuyo curso creemos controlar y dominar, pero en la que sólo somos prisioneros y esclavos del azar.

El primer rasgo que llama la atención en la película es que no hay protagonistas. Mejor dicho, no hay personajes, con un nombre que los identifique, con un pasado, un presente y un futuro, una historia que contar al espectador y con la que podamos identificarnos. Los primeros minutos de la película son voluntariamente confusos, no porque no podamos seguir la historia que se nos cuenta, sino porque los actores aparecen y desaparecen, entran y salen del plano continuamente, la cámara los encuentra y acto seguido los abandona, sin darnos tiempo a conocerlos, sin que podamos decidir quienes serán, en ese ambiente de asesinato organizado, de burocracia del exterminio, los que van a continuar con nosotros hasta el final de la película. Una confusión que se convierte en tragedia cuando, a medida que avanza la película, empezamos a reconocer rostros, a descubrir que ya habíamos visto esa cara antes, que ese personaje ha sobrevivido a tal o cual peligro, para que, sin que lo esperemos, proceda a morir ante nuestros ojos. Déjese un instante de lado el cómo se plasman esas muertes. Esta confusión, estos personajes que aparecen, desaparecen y vuelven a aparecer, para morir inmediatamente, es otra decisión estética sabía y meditada de Jancksó. 

La historia transcurre en una tierra de nadie en medio de la estepa, un espacio donde no hay líneas de frente definidas, donde la retaguardia se convierte repentinamente en vanguardia, la seguridad en muerte, el refugio en matadero. Así ocurre que, en ese mundo, cualquier contacto entre seres humanos es forzosamente pasajero, una bala puede acabar en cualquier instante con una de las dos personas, razón por la que no tiene sentido entablar la amistad con los que te rodean o intentar establecer algún tipo de relaciones. Ésa es la forma en que los diferentes personajes ven su mundo, y así es también como Jancksó nos fuerza a mirarlo, con desapego e indiferencia, con una desensibilización creciente, enseñada y aprendida a medida que nos adentramos en la historia narrada, al igual que la aprenden los mismos soldados, obligados a acostumbrarse a matar y asesinar si no quieren morir ellos mismos.

Desensibilización que se extiende al modo en que se muestra la muerte de los personajes, tanto conocidos como anónimos. Al contrario que el cine actual en que cada homicidio se supone que debe traumatizar al espectador y forzarle a tomar no se sabe qué postura política, en la película de Jancksó cada homicidio es presentado de forma sumaria y burocrática, como algo normal y natural, algo que se realiza todos los días, sin que se piense más en ello, ni por supuesto quite el sueño. Así se nos muestra a nosotros, los espectadores, porque así es para los personajes. 

En el tiempo en que se narra la historia, la guerra lleva ya cinco años de duración, todas y cada una de las personas que aparecen en la película, todos sin excepción, han visto morir a seres humanos a su lado, son supervivientes de piel y corazón endurecidos, para los que matar y morir es como vestirse por la mañana, un hábito natural y cotidiano, algo sin lo que seguramente no sabrían ya concebir sus vidas, una tarea que realizan con profesionalidad y eficiencia, con cierto desapego, sin ningún placer, como los expertos que son. Porque ese tiempo, ese lugar, es un tiempo y un lugar donde la vida humana no tiene ninguna importancia.los actos de brutalidad se reparten casi (y ése casi es el impuesto por la censura, obviamente) equitativamente entre ambos bandos, así como los raros actos de abnegación, hasta tal punto que varias veces la misma persona se nos muestra capaz de cometer actos heroicos y viles, dependiendo de la situación. 

El oficial zarista que ha ordenado sin pestañear la ejecución de los prisioneros rojos ordenará el fusilamiento de otro oficial que ha abusado de la población civil. Una enfermera intentará salvar a un guardia rojo arriesgando su vida, pero luego, cuando los blancos amenacen con fusilar a su superior jerárquico, delatará a los enfermos del bando rojo. El oficial rojo que ha impedido el fusilamiento de sus soldados tras huir ante el enemigo, no vacilará en ordenar la ejecución de esa misma enfermera a pesar de la oposición del resto de su unidad... y así y así ejemplo tras ejemplo, hasta que nada sea ya seguro, ni siquiera nuestras propias convicciones, como es propio de esa tierra de nadie, ese infierno en la tierra, en el que están encerrados y vagan los personajes. O como, en la que constituye quizás la única escena lírica de la cinta, la secuencia en que un oficial zarista manda traer las enfermeras del hospital y las hace bailar ante sí con trajes de fiesta... para inmediatamente enviarlas de vuelta al hospital, puesto que son reflejo de un mundo que ya no existe, un mundo al que, nosotros, espectadores de muchos decenios después, conocedores del resultado de la historia, sabemos que ese hombre no podrá volver jamás.       

Posteriormente su obra se hizo cada vez más simbolista y estilizada. Tras la caída del comunismo, Jancsó triunfó en la taquilla húngara con una serie de películas de bajo presupuesto, ingeniosas y críticas como la saga de los enterradores Pepe y Kapa, de la que rodó hasta seis entregas. 

La influencia de Jançso en los noventa llegará hasta el mismo Bela Tarr. 

Marta Meszaros con películas intimistas y delicadas como Adopción (Örökbefogadás, 1975), con la que ganó en Berlín, y Nueve meses (Kilenc Honap, 1976). Reflejó la epopeya de su familia en Rusia, donde su padre pereció en las purgas estalinistas, en su trilogía autobiográfica Diario personal, formada por Diario de mi infancia (Napló gyermekeimnek, 1984), Diario de mis amores (Naplo szerelmeimnek, 1986) y Diario de mis padres (Naplo apamnak, anyamnak, 1990).

En la URSS de los años sesenta había directores muy originales que cuestionaban los límites del medio. 

En la Unión Soviética destaca la obra de Andréi Tarkovski, uno de los autores más trascendentes de la historia del cine, cuyo reconocimiento internacional es unánime. Es uno de los grandes del cine, radical, polémico, imaginativo y apasionante, con un lenguaje personal que expresa su visión poética de la realidad con un estilo inconfundible que por sí solo es toda una teoría del cine. Gustaba del uso con frecuencia del plano de seguimiento. Innovador de tarkovski era que en una sociedad materialista como la URSS hizo películas sobre cosas inmateriales. Él apostó por la elevación del alma humana. 

El cineasta ruso obtuvo la atención internacional desde su primer filme, La infancia de Iván (Ivanovo detstvo, 1962), galardonada en Venecia. Pese a las dificultades que siempre encontró entre las autoridades, logró filmar obras tan intensas como Andréi Rubliov (1966), Solaris (1972), El espejo (Zérkalo, 1974) y Stalker (1979). 

En el inicio de Andrei Rubliov (1966) lector soviético nos lleva al año mil cuatrocientos y a mostrarnos a un campesino que está en lo alto de un campanario, atado a una cuerda. Vemos como un grupo de personas está cruzando un río. Vemos que todo se ha rodado con una nítida fotografía en blanco y negro y de pronto descubrimos un globo hecho de pieles que tras despegar nos permite mirar hacia abajo con la cámara. La cámara nos da una perspectiva picada mientras sobrevolamos el espacio. Comienzos del cine de tarkovski. La película estuvo prohibida seis años por ser tachada de película de carácter religioso. 

En El espejo (1975) el cine de taskorski trata del alma. Película vemos en un momento una mano. En un pájaro como si fuese el espíritu Santo. 

Este carácter espiritual cercano a lo onírico aparece en muchos de sus finales de películas que era lo que él llamó "los detectores de lo absoluto". 

En Stalker (1979) vemos un final distinto. Durante tres horas seguimos a tres hombres que llegan a un lugar mágico. Entonces aparece una niña, de uno de los hombres. Está sentada a su lado hay un vaso del que emana vapor al ser un vaso de agua caliente. La cámara se aleja lentamente. Predominó los colores sepia. Flotan semillas de dientes de león en el aire. Se oye un tren. De pronto ocurre que el vaso se mueve sin intervención de nombre. Pudiera parecer un milagro. Mientras un perro gimotea por el fantasmagórico suceso. Vaso se mueve. ¿Es la niña la que mueve los vasos con su mente? Puede ser pero es el tren el que también los hace vibrar. Pico y lo psíquico se unen. Es la exaltación. 

En Nostalgia (1983) también llega la máxima atención al final. Hombre y a su perro durante toda la película. Su casa al fondo. La cámara se retira. Un reflejo en una charca pero poco a poco vemos lo que se está reflejando. Es una catedral en ruinas. El nudo de la historia parece estar en su interior. Se escuchan los ladridos lejanos de un perro, un cántico...y se pone a nevar. Es el éxtasis. Un concepto más bien antiguo pero sorprendentemente moderno en manos de Tarskovski. El director soviético escribió que una imagen "contiene la conciencia de lo infinito del espíritu de la materia". Dreyer y Bresson habrían estado de acuerdo. Uno de los dos propició imágenes tan potentes

En 1983 escapó a Suecia donde rodó, con el apoyo de Bergman, su obra final, Sacrificio (Offret, 1986), ya que falleció poco después.

El armenio formado en Moscú, Sergei Paradzhanov o Parajanov, sufrió mucho más que ningún otro director soviético de la historia. La razón fue ir siempre contracorriente. Parajanov adoraba la música y la cultura rusa previa a la Unión soviética. 

Dirigió Sombras de olvidados antepasados (Teni Zabatykh Predkov, 1964), un tributo a las tradiciones del Cáucaso con elementos folclóricos, costumbres, ritos y canciones. 


Artista poco apreciado por el régimen soviético, su estilo desprecia la narración en favor de un tour de force visual, con colores simbólicos, virados, cámara lenta, planos subjetivos, manipulación de la banda sonora, exposiciones múltiples, uso de la cámara en mano en continuo movimiento y rápidas panorámicas de 360º para enfatizar la continuidad de los temas. 

En su sexta película " Los corceles de fuego (1965) se aprecia su admiración por el cine poético del maestro Alexander Dovzhenko, uno de los genios del cine soviético de los años veinte. 
Al inicio de esa película vemos caer un árbol y lo vemos desde el punto de vista del árbol que finalmente cae sobre un hombre que logra salvar a su hijo. Se ve un plano desde debajo de una margarita. Niños bailando y agarrados de la mano. El plano no está a la altura del ojo. Vemos rodar a los chicos por una ladera. Lo vemos desde arriba. Desde Orson Welles pocos directores habían usado tanto el primer plano. La historia parece cercana a la de Romeo y Julieta. Vemos imágenes desde el interior del agua con el cuerpo del hombre en el exterior. A los amantes desde el agua. Después pasamos por una secuencia onírica en el bosque. La chica parece haber muerto. Los amantes se buscan en el bosque y parecen flotar entre los árboles. Su rostros están pintados en plata. Parecen los duendes del bosque. Desde Fellini o Cocteau nadie había creado un universo tan mágico y personal en el cine. 
Pero poco después "le sobrevino la tragedia". Los corceles de fuego eran todo lo que el realismo soviético detestaba. Era cine "decadente" , con moral sexual y personal. Que odiaba el sistema. 

A pesar de las trabas de las autoridades, hizo El color de las granadas (Sayat Nova, 1969) en la misma línea. 

Parajanov que dirigía como si tuviese una batuta fue encarcelado por incitar al suicidio y a la homosexualidad. Tras las protestas de directores de todo el mundo fue liberado de la cárcel cuatro años después. La innovación era enemiga del realismo soviético. 

Andrei Konchalovski, hermano de Nikita Mijalkov, colaboró en el guión de Andrei Rubliov y dirigió la epopeya histórica Siberiada (Siberjada 1979), historia de tres generaciones.

Está claro que el cine moderno de los sesenta adquirió diversas formas como cine personal consciente cómico y espiritual y todo ello en un proceso de internacionalización de la Nueva ola cinematográfica que se extendía por el mundo entre 1965 y 1969. Próximo destino, Japón.