jueves, 4 de mayo de 2023

Historia del Cine: Años 80 y 90 Estados Unidos: comerciales, autores e independientes



La televisión por cable y por satélite y el vídeo en los 80, el dvd y otras tecnologías digitales en los 90 hacen que el público acuda menos a las salas de cine. Por ello, la industria cinematográfica reestructuró su organización y sus estrategias comerciales, y para atraer al público, especialmente joven, recurrió a los efectos especiales y al aumento de la violencia y el sexo. Las técnicas digitales se aplicaran tanto en películas con actores como Terminator 2: el juicio final (Terminator 2: Judgement Day, James Cameron, 1991) como de animación, Toy Story (John Lasseter, 1995). 

Junto a las películas para todas las edades, se produce cine de violencia, erótico, policíaco y de terror, intentando sacar ventaja al conservadurismo de la oferta televisiva. Las propuestas de más calidad de los años anteriores se orientan sólo a sectores intelectuales, universitarios y a las salas especiales. Así continúan las tendencias alternativas de producción independiente, con puntos de vista no ortodoxos y estilos no convencionales. Pero tienen una distribución muy restringida, la mayoría restringidas a Festivales o ciclos, y sólo algunas llegan a un poco más al público, como los trabajos del grupo Dogma 95. 

La irrupción del vídeo 

Por la demanda de las cadenas estadounidenses de televisión (la necesidad de grabar noticias que ocurrían en una costa y transmitirlas en el horario de los noticiarios de la otra), surgió el magnetoscopio. Hasta ese momento las noticias en directo se grababan en 35 o 16mm desde la pantalla de un televisor, el llamado telecine. El primer modelo profesional fue fabricado por Ampex en 1956 y cambió totalmente el funcionamiento de la televisión. Tras numerosos intentos de llevar sistemas de grabación al mundo de la educación, en 1976-77 las empresas japonesas Sony (Betacam) y Matsushita (VHS) presentan dos sistemas -incompatibles entre sí- para lo que acabará llamándose vídeo doméstico. La implantación del vídeo, tanto para grabar como para reproducir películas revolucionará la estructura de la distribución y, a medio plazo, la de la producción. 

Las películas se convierten en un objeto de consumo doméstico, como el libro o el disco. A finales de los ochenta los ingresos del vídeo y las televisiones superan claramente al de las salas, especialmente para las majors americanas. 

El consumo mundial de películas a través de las televisiones y los reproductores domésticos dispara la cuota del cine americano y ello no es debido sólo al control de los canales de distribución sino a la competencia entre los canales privados de televisión fruto de la liberalización impulsada por los gobiernos europeos a instancias de la Unión Europea (en España se pasa en 1990 de dos canales públicos a un sistema con tres cadenas privadas y varias autonómicas). 

El vídeo (y posteriormente el DVD) crea nuevos modos de acercamiento al cine. El espectador de finales del siglo XX tiene acceso a través del alquiler en video-clubs o la compra al visionado y coleccionismo de películas actuales o clásicas, empiezan a proliferar las promociones en los quioscos y puede grabarlas desde el televisor sin estar presente. Pero además cambia su actitud, que deja de ser pasiva, ya que puede realizar un visionado fragmentado y con pausas, puede repetir y omitir secuencias, congelar la imagen, etc... Se pierde la magia de la gran pantalla en la sala oscura a cambio de una accesibilidad que los ordenadores domésticos y los nuevos sistemas digitales acabarán de apuntillar una década más tarde. La cultura cambia y se hace menos crítica, pero también hay más oportunidades para un cine de vanguardia o independiente; incluso, las tecnologías digitales van a hacer posible producir películas muy baratas. Además, la utilización de las tecnologías digitales (en teléfonos, cámaras, ordenadores, internet, GPS...) da origen al expanded cinema -según la expresión acuñada por Gene Youngblood- ,(3)un cine fuera de las salas, con vídeos, películas, entornos interactivos ( en los que el espectador puede ser cámara, editor o protagonista) y aplicaciones on line. 

Estados Unidos: comerciales, autores e independientes 

Las grandes productoras de cine fueron absorbidas por grupos multimedia con intereses en la industria electrónica, la televisión por cable, el oci, la telefonía, el mundo editorial,... como AOL-Time-Warner, Sony-Columbia, el grupo Murdoch (con la Fox), etc... Sólo los estudios encuadrados en estas grandes compañías (con salas de exhibición, centros comerciales, TV por cable, cadenas temáticas) se aseguran la amortización de sus productos (se calcula que sólo tres de cada diez filmes recuperan la inversión entaquilla). Esos oligopolios han permitido al cine norteamericano colonizar el mundo (aunque un 60% de la amortización se logra en Estados Unidos). 

Musicales 

Hollywood, en un intento de sacar provecho a la discomanía, inició la producción de una serie de películas musicales menores para jóvenes con Fiebre del sábado noche (Saturday Night´s Fever, John Badham, 1977). 

Pero también hubo grandes acercamientos a la música. Martin Scorsese dirigió El último vals (The Last Waltz, 1978), el concierto de despedida de The Band (dirigió varios films de música, incluído el clip de Michael Jackson Bad, 1987). Jim Brown rodó el precioso documental sobre el cuarteto de folk The Weavers: Wasn't That a Time (1982), George T. Nierenberg el interesante documento sobre gospel Say Amen, Somebody (1982) y Jonathan Demme fue el responsable de Stop Making Sense (1984) , una impresionante película rock con el grupo Talking Heads rodada en tres días. 

Ciencia-Ficción y Terror 

También proliferaron las películas de catástrofes y de ciencia-ficción, algunas de notables como Tiburón (Jaws, 1975), Encuentros en la tercera fase (Close Encounters of the Third Kind, 1977) y E.T. (1982), de Steven Spielberg; la trilogía galáctica iniciada en 1977 La guerra de las galaxias (Star Wars) de George Lucas o el universo de terror y futurismo de Alien (1979) (3) y Blade Runner, 1982, de Ridley Scott. 

Una variante fue el cine de experimentación genética como Jurassic Park (Steven Spielberg, 1993) y Gattaca (Andrew Niccol, 1997) . Con Pi, fe en el caos (Pi, Darren Aronofsky, 1998), Cube (1999) del canadiense Vincenzo Natali o Matrix (The Matrix, Larry y Andy Wachowski, 1999) se exploraron nuevos caminos formales y técnicos. William Friedkin inició con El exorcista (The Exorcist, 1973) un cine de terror de gran crudeza. Stanley Kubrick se basó en la novela de Stephen King para realizar El resplandor (The Shining, 1980), donde muestra el proceso hacia la locura y la autodestrucción de un hombre en una situación de soledad y aislamiento. Con Drácula (Bram Stoker's Dracula, 1992) Francis Ford Coppola intentó renovar planteamientos de un clásico. 

Violencia 

La violencia también resurgió en el cine de gansters y varios directores de nombre se unieron a la tendencia: El precio del poder (Scarface, 1983) y Los intocables de Eliot Ness (The Untouchables, 1987) de Brian DePalma, El honor de los Prizzi (Prizzi´s Honor, 1985) de John Huston y Manhatan Sur (The Year of the Dragon, 1985) de Michael Cimino. Oliver Stone dirigió una parodia sobre la fascinación por las armas y los asesinos, Asesinos natos (Natural Born Killer´s, 1994). Se ha llegado a llamar cine neo-noir al acercamiento "moderno" al cine negro, una definición que englobaría los thrillers de David Lynch, Ridley Scott, Tarantino, los hermanos Coen o el último Scorsese. Curtis Hanson mezcló clasicismo y modernidad en la exuberante L.A. Confidential (1997). 

Autocrítica 

En los 70 la crítica a Vietnam y al Watergate había creado una conciencia crítica con películas como Todos los hombres del presidente (All the President's Men, Alan J. Pakula, 1976) (5). En los 80-90 con el reaganismo se diluyó buena parte del espíritu crítico, pero Hollywood aún produjo algunas películas de carácter autocrítico con el sistema americano, como Desaparecido (Missing, 1982) de Costa Gavras, Rojos (Red, 1982) de Warren Beatty y la desconcertante The Times of Harvey Milk (1984), de Robert Epstein, que es uno de los más importantes documentales sobre los 80. 

Pero seguramente ha sido el director negro Spike Lee uno de los que de forma más explícita ha cuestionado aspectos sociales y políticos concretos de EE.UU. desde Haz lo que debas (Do the Right Thing, 1989) pasando por el bio-pic Malcom X (1992) hasta su documental sobre el Katrina (2006). 

Otras Películas revisaron el conflicto vietnamita, aunque algunas trascienden el propio tema o género, como Apocalypse Now (1979) de Francis Ford Coppola, El cazador (The Deer Hunter, 1978) (7) de Michael Cimino, Taxi Driver (1975) (8), de Martín Scorsese, Platoon (1986) y Nacido el 4 de julio (Born on the Fourth of July, 1989) de Oliver Stone, y La chaqueta metálica (Full Metal Jacket, 1987) de Stanley Kubrick. Pero también hubo un cine que volvió a reivindicar el orgullo americano como Rambo (George P. Cosmatos, 1985) y otras peores con los Chuck Norris de servicio. Ese anticomunismo reaganiano se plasmó en filmes como Los evadidos del Mekong (Love Is Forever, Hall Bartlett, 1983) o Amanecer rojo (Red Dawn, John Milius, 1984). Pero el uso político que los presidentes hacen de la guerra fue denunciado también en cintas como La cortina de humo (Wag the Dog, Barry Levinson, 1997). 

Cine de Autor 

En 1980 Martín Scorsese realizó con Toro Salvaje (Raging Bull) uno de los mejores relatos sobre el deporte cinematográfico por excelencia, el boxeo, filmado en blanco y negro y con un espectacular montaje de Thelma Schoonmaker. Tras recuperarse de su adicción a las drogas, dirigió varias cintas con relativo éxito como Jo, ¡qué noche! (After Hours, 1985) o El color del dinero (The color of the money, 1986) o la polémica La última tentación de Cristo (The Last Temptation of Christ, 1988). Con Uno de los nuestros (Goodfellas, 1990) (10) volvió a aunar éxito de crítica y público pero no obtuvo el anunciado Oscar lo que le llevó posteriormente a un cine cada vez más comercial. 

Hijo del músico italiano Carmine Coppola, Francis Ford Coppola (1939) comenzó en el cine trabajando con el productor independiente de películas de serie-B Roger Corman, desempeñando varios oficios. Con él dirigió su primera película, un filme de terror llamado Dementia 13 (1963). 

Tras ser llamado para dirigir un anodino musical con un anciano Fred Astaire, en 1969 ganó la Concha de oro de San Sebastián por Llueve sobre mi corazón (The Rain People) y en 1970 el Oscar por el guión de Patton (Franklin J. Schaffner, 1970). Estos reconocimientos avalaron la carrera de un director que tenía entre los productores fama de demasiado independiente. 

Fundó con su amigo George Lucas American Zoetrope , para producir películas de otros y las suyas propias con un espíritu independiente, versátil y ambicioso. No obstante, el fracaso de la película de Lucas THX 1138 (1971) dejó a la productora en muy mala situación. 

Esas necesidades de financiación le llevaron a aceptar el encargo de El padrino (The Godfather, 1972) . Pese a sus reticencias, la adaptación de la novela de Mario Puzo (que no gustaba nada a Coppola) alcanzó un éxito inimaginable que la acabará convirtiendo en un superventas. La película combina violencia, valores y lealtad dentro de una familia mafiosa italo-americana. El padrino, con su historia, el estudio de caracteres y el retrato de la sociedad, conserva el estilo tradicional del género de gángsters y, a la vez, renueva el modo de hacer estas películas. 

Con el dinero pudo producir American Graffiti (1973) de su amigo Lucas. En 1974, escribió, dirigió y produjo la magnífica La conversación (The Conversation) , con objetivos más artísticos, al estilo de los autores europeos. 

A pesar de su buena acogida crítica, fue un desastre económico y, para salir del fracaso, Coppola dirigió ese mismo año El padrino II (The Godfather II), que no alcanzó el éxito de la primera parte pero que es posiblemente aún más penetrante e intensa. Se trata de una de las mejores secuelas de la historia del cine. 

En 1979 dirigió la barroca y siniestra Apocalypse Now , adaptación libre de la novela de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas trasladada al conflicto de Vietnam, y en la que volvió a trabajar con Marlon Brando. Como productor impulsó el film de Kurosawa Kagemusha (1980). 

El descalabro económico de Corazonada (One from the Heart, 1982) le obligó a liquidar su productora y a dedicarse desde ese momento a dirigir por encargo, pese a lo que logró ser autor de obras muy apreciables. La adaptación de las novelas de la autora juvenil Susan Hinton Rebeldes (The Outsiders) y La ley de la calle (Rumbling Fish, ambas 1983) , la segunda rodada en blanco y negro, le permitió recuperar el pulso fílmico. 

The Cotton Club (1984) volvió a ser una película con insuficiente resultado en la taquilla y ello acrecentó el estigma de Coppola de ser un director muy caro y con poco rendimiento comercial. Gracias a la ayuda de George Lucas, ahora un hombre muy rico, Coppola pudo abordar de nuevo un proyecto personal, Tucker: un hombre y su sueño (Tucker: The Man and his Dream, 1988) pero tampoco la taquilla la respaldó y ello acentuó su mala situación económica. 

Tras negarse durante años, finalmente accedió a abordar El padrino III (The Godfather III, 1990), a cambio de un sueldo astronómico y una participación en beneficios. 

Su heterodoxo acercamiento a Drácula, de Bram Stoker (Bram Stoker's Dracula, 1992) sí que fue muy rentable y ello le permitió convertirse en viticultor, uno de sus sueños. Siguió produciendo filmes muy desiguales, entre otros de directores como Tim Burton, Kenneth Brannagh, Walter Salles o su hija Sofia Coppola, y dirigiendo películas de encargo como la correcta Legítima defensa (The Rainmaker, 1997) o Tetro (2009), filmada en Argentina. 

Francis Ford Coppola representa uno de los empeños más genuinos por hacer cine de autor dentro de la maquinaria de los grandes estudios en las ultimas décadas. En el camino queda un balance con obras muy importantes y otros intentos menores, incluyendo algunos fracasos. A cambio de ello, Coppola ha logrado plasmar en algunas obras su visión, en la medida en que pudo controlar las condiciones de producción, creando un cine innovador e inquietante para la visión reaccionaria de la vida y la sociedad que tiene un amplio sector de su país, y lo que constituye el sello Coppola por excelencia, su capacidad de narrador y su maestría como cineasta. 

Francis Ford Coppola creó su productora American Zoetrope para sus propios proyectos y para producir los de otros directores, como Win Wenders que dirigió París, Texas (1982). Coppola pretendía hacer algunas películas comerciales para invertir lo ganado en otras más personales, pero las pérdidas contraídas con la película Corazonada (One from the Heart, 1981) hundieron su empresa. Un año antes, La United Artists también se dió el batacazo con La puerta del cielo (Heaven´s Gate) de Cimino. 

En la comedia destaca el actor, escritor y director Woody Allen con una fecunda obra original que, influenciado por grandes creadores como Bergman, aborda obsesivamente temas de su mundo interno, de relación de pareja, el sexo, la muerte y dios, desde una óptica muy personal. Su universo se muestra en películas como Annie Hall (1977) , Manhattan (1978) , Hannah y sus hermanas (Hannah and Her Sisters, 1986) y Delitos y faltas (Crimes and Misdemeanors, 1988) y tantas otras, ya que es un realizador muy prolífico. 

Manhattan es una película dirigida y protagonizada por Woody Allen, estrenada en 1979. Obtuvo dos nominaciones a los Óscar. 

La película describe la vida de Isaac Davis (Woody Allen), un escritor de chistes para televisión, que ha pasado los cuarenta y que, tras dos fracasos matrimoniales, se entera de que su última esposa (Meryl Streep) publica un libro con los detalles de su vida sexual, mantiene una relación con una joven de diecisiete años llamada Tracy (Mariel Hemingway), pero se enamora de Mary Wilkie (Diane Keaton), amante de su mejor amigo Yale (Michael Murphy). Isaac Davis (Allen), de más de cuarenta años de edad, es escritor de chistes para la televisión. Tras conocer dos fracasos matrimoniales, mantiene una relación con una joven de diecisiete años llamada Tracy (Mariel Hemingway), pero se enamora de Mary Wilkie (Diane Keaton), amante de su mejor amigo, Yale (Michael Murphy). Su última esposa (Meryl Streep) tiene ahora una relación de pareja con una mujer, y está a punto de publicar un libro con todo tipo de detalles sobre la vida sexual de Isaac. 

Según Allen, la idea de Manhattan se origina de su amor por la música de George Gershwin. Escuchando uno de los álbumes del compositor pensó, “esto sería una cosa hermosa para hacer… una película en blanco y negro… una película romántica”.

Allen ha dicho que Manhattan era “como una mezcla de lo que intentaba hacer con Annie Hall e Interiores”. También ha dicho que su película se ocupa del problema de la gente que intenta vivir una existencia decente en una cultura contemporánea obsesionada por lo material, admitiendo además que él mismo podría concebir dar todas sus posesiones a caridad y vivir en circunstancias mucho más modestas. El origen de la película se remonta a una noche cuando Woody Allen estaba cenando con el director de fotografía Gordon Willis; en medio de la cena comenzaron a hablar sobre hacer una película acerca de la ciudad que tanto amaban y de experimentar sobre el blanco y negro. 

De esta película Woody Allen diría: Siento verdadera pasión y una gran devoción hacia la ciudad de Nueva York y creo que en la película se la ve de la forma más hermosa que se ha visto nunca en el cine. Cuidamos mucho la fotografía y creo que es realmente impresionante. Filmada en blanco y negro como una declaración de amor a la ciudad de Nueva York. La película es una mirada sarcástica sobre las relaciones de pareja en la clase intelectualoide neoyorquina (escritores y periodistas, principalmente), lo que sirve asimismo para establecer el perenne tributo de Allen a Nueva York, y más concretamente al distrito metropolitano de Manhattan.

La música, de George Gershwin, está interpretada por la Orquesta Filarmónica de Nueva York dirigida por Zubin Mehta y por la Orquesta Filarmónica de Búfalo dirigida por Michael Tilson Thomas.Fue aclamada tanto por el público como por la crítica, posiblemente porque hasta cierto punto evocaba la cinta Annie Hall, dado que es la historia de un romance conflictivo narrada con mucho ingenio.El guion, original de Woody Allen y Marshall Brickman, fue traducido al español por José Luis Guarner, publicado por Tusquets en 1981 y reeditado posteriormente.  

Steven Spielberg (1946) puede presumir de tener una de las filmografías más exitosas , sino la que más, de todos los tiempos. 

Varios de sus títulos se cuentan entre las películas más taquilleras de la historia del cine. Este interesante registro procede de la combinación de un talento casi innato para el cine (empezó a dirigir desde niño, con su propia familia) con una intuición proverbial a la hora de detectar (o provocar) las apetencias en el público. Si a esto se le suma su considerables aptitudes como narrador fílmico y el respaldo de la industria hollywoodiense, se obtiene como resultado un auténtico hombre de cine, capaz de poner de moda en todo el mundo dinosaurios o extraterrestres, al tiempo que sensibilizar a la opinión pública sobre las consecuencias del racismo a través de películas de hondo calado, más propias del cine de autor que del cine estrictamente comercial. Bueno, eso para sus (muchos) partidarios ya que una parte de la crítica le acusa de manipulador y de exceso de sensiblería. 

Pero ni siquiera Spielberg ha escapado al sabor del fracaso . Entre sus numerosos éxitos hay algunos títulos que no alcanzan una nota aceptable en un cineasta de su calado: Loca evasión (The Sugarland Express, 1974), El imperio del sol (Empire Of The Sun, 1987), Always (1989), Amistad (1997) o A.I. (2001), bien por una mala concepción, bien por no haber contactado con el público, figuran entre sus obras de menos prestigio. Pero, más allá de estas excepciones, sólo cabe hablar de éxitos y reconocimientos. 

Su primer gran acierto, tras su excitante debut con la brillante road movie El diablo sobre ruedas (Duel, 1971) , fue Tiburón (Jaws, 1975), una película bien narrada y con ritmo, que le preparó el terreno para la realización de Encuentros en la tercera fase (Close Encounters of the Third Kind, 1977), película de extraterrestres que fue nominada al Oscar a la Mejor Dirección. 

La década de los 80 es, seguramente, la época de plenitud del cineasta. En 1981 comenzó la saga de aventuras de Indiana Jones, con En busca del arca perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981), a la que seguirían Indiana Jones y el templo maldito (Indiana Jones and the Temple Of Doom, 1984) e Indiana Jones y la última cruzada (Indiana Jones and the Last Crusade, 1989), todas con Harrison Ford como explorador infatigable, un personaje compuesto de dureza y ternura. 

Entre una entrega y otra de Indiana Jones, Spielberg tuvo tiempo de rodar E.T. el extraterrestre (E.T.: The Extra-Terrestrial, 1982), inolvidable cuento en el que un curioso extraterrestre trata de entender el mundo de los humanos utilizando como cicerone a un niño.

El color púrpura (The Color Purple, 1985), uno de sus mejores dramas, que ahonda en la trágica existencia de una mujer negra, y El imperio del sol (Empire of the Sun, 1987), historia sobre los campos de concentración japoneses de la II Guerra Mundial en la que no acertó con el tono. 

Tras Always y Hook (1991), dos filmes fallidos, Spielberg quiso darse garantías definitivas de que su nombre pasaría por derecho a una de las primeras páginas de la Historia del cine, y realizó la sorprendente Parque Jurásico (Jurassic Park, 1993), donde explotó a fondo los efectos especiales. 

Considerado un cineasta de cine de aventuras, quiso demostrar su capacidad para temas más trascendentes en La lista de Schindler (Schindler's List, 1993), con la que Spielberg no consiguió convencer a todos los escépticos sobre la calidad artística de su cine. La película, planteada como reconstrucción histórica de dramáticos episodios de exterminio nazi, contiene todo tipo de recursos, y obtuvo por fin la consideración de la Academia, que la galardonó con 7 Oscar (entre ellos Mejor Director y Mejor película). 

De su última etapa, tras los incomprensibles tropiezos de Amistad (1997) y A.I. (2001), sólo explicables por prestar más atención a su faceta de productor (creó la productora Dreamworks), cabe destacar Salvad al soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998), irregular pero impactante película sobre la II Guerra Mundial, cuyas primeras secuencias ofrecen un tratamiento de las escenas bélicas tan realista como desconocido hasta entonces, aunque su supuesto mensaje antibélico queda diluído por un inevitable patrioterismo. 

Su sombrío acercamiento a la venganza de Israel en Munich (2006)  gustó a sus críticos pero indignó a sus seguidores más convencionales (y al estado judío) por la crudeza de su planteamiento. También decepcionó, pese a su éxito en la taquilla, su adaptación de La guerra de los mundos (War of the worlds, 2005).

Spielberg, que es junto con James Cameron el realizador más rentable de la historia, es asimismo un activo productor, campo en el que ha mostrado siempre cierta predilección por los filmes de aventuras y ciencia-ficción como Los Goonies, las sagas de Regreso al futuro, los Gremlins y los Tiny Toons, Men in Black y un largo etcétera. Pero también ha apoyado filmes de Akira Kurosawa o Clint Eastwood. 

El independiente 

Robert Altman continuó con sus obras corales, iniciadas en 1975 con Nashville, con estudios en profundidad de muchos personajes, como El juego de Hollywood (The Player, 1991) y Vidas cruzadas (Short Cuts, 1993), basada en textos de Raymond Carver, y que refleja la pérdida de valores de la sociedad. En Gosford Park (2001) realiza un minucioso examen de la rígida organización social en la Inglaterra de principios del siglo XX. 

David Lynch, que había iniciado un estilo vanguardista con Cabeza borradora (Erasehead, 1976) (13), dirigió en 1980 El hombre elefante (The Elephant Man (14), una producción muy lograda. Después, tras las inclasificables cintas de culto Terciopelo azul (Blue Velvet, 1985) y Corazón salvaje (Wild at Heart, 1990), dirigió la serie de televisión Twin Peaks. 

Considerado un actor menor, Clint Eastwood empezó a dirigir en los 70 sin hacer demasiado ruido pero se consolidó con dos filmes de impacto, el logrado retrato del músico Charley Parker en Bird (1988) (15) y Sin perdón (Unforgiven, 1992) (16), un western revisionista, lírico, violento y amargo. La buena acogida comercial de sus películas de los 90 como Los puentes de Madison (The Bridges of Madison County, 1995) le permitirá abordar proyectos más personales posteriormente. 

En 1984 aparecía la impresionante Sangre fácil (Blood Simple) de los hermanos Joel y Ethan Coen, con la que iniciaban una de las propuestas más originales del momento, que siguió con Muerte entre las flores (Miller´s Crossing, 1990), Barton Fink (1991), Fargo (1996)  y El hombre que nunca estuvo allí (2002) . 

Tim Burton desmostró su extraordinaria sensibilidad e imaginación en películas como Eduardo Manostijeras (Edward Scissorhands, 1990) y Ed Wood (1994) (20). Con Batman (1989) y Batman Returns (1992) plasmó, tomando elementos del expresionismo alemán y de Blade Runner, la estética de buena parte de la ciencia-ficción de final de siglo. 

Otro independiente es Quentin Tarantino, que causó bastante revuelo con Reservoir Dogs (1991) y Pulp Fiction (1994), películas de gansters con mucha violencia y humor negro, muy personales y de dirección agresiva y desenvuelta, deudora de Scorsese (22) y de Kubrick. 

Wayne Wang y Paul Auster dirigieron la admirable Smoke (1994), sobre los buenos sentimientos y el placer de compartir. 

Comerciales con Calidad 

Milos Forman dirigió Ragtime (1981), una obra coral sobre la época de la música ragtime. Con Érase una vez en América (Once Upon a Time in America, 1984), una épica película de gansters, con una cámara sublime, estupendos decorados y una interpretación impresionante, Sergio Leone demostró que era mucho más que un director de spaghetti-westerns. 

Proveniente del cine independiente, Susan Seidelman tuvo éxito comercial con Buscando a Susan desesperadamente (Seeking Susan Desperately, 1985), lo que la introdujo en la industria. 

Terrence Malick, tras llamar poderosamente la atención con Malas tierras (Badlands, 1973) (23) y Días del cielo (Days of Heaven, 1978), realizó una película atípica de guerra, La delgada línea roja (The Thin Red Line, 1998), que destacaba la naturaleza en relación con los personajes y sus sentimientos, junto a la destrucción que la guerra produce en ambos. 

Independientes 

Jim Jarmusch es autor de un cine independiente, tierno y encantador que fue una bocanada de aire fresco en el panorama USA. Stranger Than Paradise (1984), Down By Low (1986), Mystery Trains (1989) y Night On Earth (1991) le valieron un estatus de director de culto. Posteriormente la extraña Dead Man (1995) y, sobre todo, Ghost Dog (1999) sobre un moderno samurai americano, le mantuvieron en la cima del cine indie. 

 Martha Coolidge con El precio de la ambición (Rambling Rose, 1991) y John Sayles con Pasión Fish (1992) son otros autores independientes. 

 En los noventa continuaron los movimientos por un cine experimental, ahora apoyado por nuevas tecnologías, pero se mueve más en los circuitos relacionados con el arte.

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