domingo, 17 de febrero de 2013

Un clásico en las arenas


Después de varios intentos he visto un clásico de Howard Hawks. Es una película que había visto fragmentariamente, pero nunca completa. Recuerdo que en uno de estos programas de cine que antes ponían en televisión sobre actrices, actores y directores de Hollywood un día presentaron el de Joan Collins, que en los años 80 era una importante estrella televisiva. De allí tuve noticias de su participación en esta película de 1955.

Tierra de faraones (cuyo título original en inglés Land of the Pharaohs) es una película estadounidense dirigida por Howard Hawks y estrenada en 1955. La producción estuvo a cargo de Howard Hawks para la Warner Bros Pictures, quien la distribuyó. Pictures al igual que la distribución . En la película la productora invirtió cerca de 3 millones de dólares (2.900.000) no recuperando su inversión, por lo que fue el primer quebranto económico de una obra realizada por Hawks. 
Para esta superproducción histórica de Howard Hawks escriben el guión William Faulkner, Harry Kurnitz y Harold Jack Bloom. La banda sonora es de Dimitri Tiomkin, mientras que la fotografía fue de Lee Garmes y Russell Harlan, mientras que el montaje fue labor de Vladimir Sagovsky. 
Los actores que participaron fueron Jack Hawkins como el faraón Keops, Joan Collins que es la princesa Nellifer, James Robertson Justice como Vashtar, Dewey Martin como Senta, Alex Minot como Hamar, Luisella Boni como Kyra, Sydney Chaplin que interpreta a Treneh, James Hayter lo hace con Mikka, Carlo de Angelo es el guardián de los cuerpos y Bud Thompson que representa a Mabouna. 
La acción dramática tiene lugar en Egipto, en tiempos de Keops, segundo faraón de la cuarta dinastía, que reinó durante 23 años (según el Canon de Turín), entre 2579 y 2556 AC, hace 4.500 años. Keops (Hawkins) es un gobernante guerrero que aprovecha sus victorias para obtener cuantiosos botines de oro y joyas. De carácter obsesivo, desea construir para su sepultura la pirámide más grande del mundo y dotarla de un sistema de seguridad que haga inviolables las cámaras del sepulcro y la anexa destinada al depósito del tesoro. 
Tras el regreso de su victoria el faraón Keops ordena construir una pirámide a su primer consejero y sumo sacerdote es Hammar (Minotis) hombre hábil, prudente e inteligente., que supere las anteriores realizadas en cualquier parte del mundo, donde reposará cuando tenga que pasar la vida en el mundo de los muertos y para ello emplea a un arquitecto-ingeniero que había proyectado las defensas de su ciudad el arquitecto-ingeniero judío esclavizado al que encarga la realización de las obras, Vashtar (James Robertson Justice) y su hijo Senta (Dewey Martin). A cambio liberará a su pueblo tras la culminación de la misma, con la condición de que él quede enterrado con el faraón. Vashtar debe diseñar no sólo un sepulcro sino sobre todo un mecanismo, que garantice la seguridad del féretro y el oro para que nadie pueda acceder a ellos y saquearlos. 
El acuerdo al que llegan el faraón y el ingeniero es que el primero irá liberando cada año a una cantidad determinada de gente del pueblo del segundo, mientras que éste, una vez concluya la megalómana obra, deberá sacrificarse pues nadie debe conocer los entresijos de la tumba.

Keops no solo termina obsesionado con el levantamiento de esta última y con el oro (que almacena en un sótano de su palacio y al cual solo puede acceder él).
La construcción de la pirámide se interrumpe, ya que las canteras más cercanas se han agotado y falta materia prima. También se reduce el ánimo entre los trabajadores. El cambio mediante elipsis se produce en los trabajadores: del entusiasmo inicial (a ambos les espera una recompensa ya sea su libertada o dinero) a la desesperación final (cuando el trabajo se convierte en un suplicio y se hace por obligación sin posibilidad de negarse, a golpe de látigo). 
En este contexto se va a producir la aparición de Nellifer (Joan Collins), una atractiva princesa chipriota que se presenta como tributo de su pueblo. Para continuar decide cobrar tributos a Chipre, reinado por la bellísima pero ambiciosa princesa Nelifer, de quien se enamora y con la que se casa. Ésta se suma a la obsesión, convirtiéndose en su segunda esposa.

Y es ella, igualmente atraída por el oro (aunque de otra manera: lo quiere disfrutar en vida), el catalizador y el protagonista último de toda la tragedia que encierra el film. Ella irá progresivamente ambicionando la riqueza del monarca y para su plan contará con del capitán Treneh (Sidney Chaplin) –prendado por la belleza de la princesa desde el primer momento–, la muerte de la primera esposa del faraón por el ataque de una serpiente amaestrada por los traidores, el también frustrado intento de homicidio del faraón a cargo de uno de los criados de Nellifer.

El espléndido climax entre Nellifer y el faraón, en el que ella ataviada con una de las joyas que él le había negado, aunque Keops, moribundo ya, termina imaginando la verdad cuando identifica entre nubarrones (excelentes los planos subjetivos que muestran la mirada adulterada del faraón) el collar de oro que lleva la mujer... 
El final de Nellifer una vez muerto el faraón no puede ser otro: el sumo sacerdote (Alexis Minotis), amigo del faraón y fiel servidor suyo, acompaña a éste junto con varios sacerdotes en el camino hacia la otra vida como así lo habían dispuesto; Nellifer manipuladora, codiciosa y traicionera, engañada por aquél, es encerrada viva con ellos y con el oro que ansiaba poseer. 
Por último, un plano general de Vashtar y su hijo pequeño da paso un plano similar en donde éste ya es mayor y tiene el rostro de Dewey Martie. La resolución del film que, por la mediación del sumo sacerdote, Vashtar y su hijo son liberados aunque en principio debían sacrificarse por conocer la estancia secreta de la tumba. 
De ella han dicho en el Diario El País Fernando Morales y Miguel Ángel Palomo que "Apoyado en un atractivo guión de William Faulkner, recrea, con muy buena ambientación, la construcción de la pirámide de Keops. Filme épico y colorista en el que destaca el papel de villana de Joan Collins" , el primero, mientras que el segundo la define como un "…alarde de potencia narrativa" . 
Quim Casas en su artículo titulado "Howard Hawks. La comedia de la vida". (Editorial Dirigido por... Barcelona, 1998, p. 368-369) señalaba que «El inicio de la construcción está acompañado de un cierto didactismo. La voz en off nos ofrece datos sobre la titánica empresa (...) Los comentarios dejan de ser tan estadísticos cuando la fatiga general se apodera del pueblo egipcio, las canteras se agotan y surgen los problemas para elevar la estructura de la pirámide. La música juega un papel determinante, más allá de los altisonantes y exóticos arreglos de Dimitri Tiomkin. Mientras las cosas funcionan, los trabajadores cantan de manera jubilosa durante la tarea. Cuando el escepticismo aflora y se pierda la ilusión colectiva, los cánticos desaparecen para ser sustituidos por el monocorde sonido de un tambor (...)». 
Javier Latorre en el nº 291 de “Dirigido por…” señalaba Otro de los aspectos que más interfieren en un mayor triunfo del film es la interpretación del reparto en general: Jack Hawkins intenta dotar a su personaje de cierta humanidad sin eliminar la presencia imponente que aquél requiere, pero solo consigue acertar en determinados momentos (el mejor: cuando muere); Joan Collins no aporta a su personaje, tan oscuro, el porte que requería (si tal vez en el aspecto sensual), y sus limitados registros dramáticos no superan esa carencia; James Robertson Justice a pesar de si tener la presencia adecuada parece sacado de cualquier serial televisivo en el que diera vida a un hipotético tío Joe; pétreo aunque más entonado está Alexis Minotis, si bien propone un distanciamiento hacia su personaje no muy claro que no parece muy adecuado. Más ajustados a sus personajes están Dewey Martin, actor competente por lo menos con Hawks, y la casi fugaz Kerima, interpretando a la reina Neilla, la primera esposa del faraón".

Lo cierto es que la película le debe mucho a Howard Hawks. La hizo después de dos Comedias consecutivas, la magnífica Me siento rejuvenecer (Monkey Business, 1952) y la menospreciada y divertidísima Los caballeros las prefieren rubias (Gentlemen Prefer Blondes, 1953), Howard Hawks eligió un proyecto totalmente opuesto para su siguiente película, Tierra de faraones, una tragedia de eco cercanos a shakespeare, pero ambientada en el Egipto faraónico y que poseyendo momentos de gran intensidad y belleza. Eso sí, no prescinde de su idea de superproducción con una excelente ambientación, notable guión, buenas actuaciones, soberbia fotografía y una banda sonora llena de matices aunque mantenga su aspecto intimista, dramático. Y todo tiene un marcado carácter naturalista. No pretende hacerla teatral al estilo Mankiewicz, sino en base a una gran intensidad dramática, que se basa en intrigas, engaños, traiciones, deslealtades, asesinatos, etc. El interés del resto del film es muy desigual. 
Como decíamos la película gira en torno a las inquietudes características de Hawks: la amistad masculina, la ambición, el honor, la traición, la relaciones entre hombres y mujeres...Destacan los paralelismos con Rio Rojo (Red River, 1948): la construcción de la pirámide se asemeja al transporte de las diez mil reses visible en su obra maestra o en el tono conciliador visible en el permiso para salir que le dan al arquitecto y su hijo por haber cumplido su palabra.

El film suma drama, aventuras e historia en el Antiguo Egipto como lo llevaron al cine otros, antes y después, visibles en “Sinuhé el egipcio” (Michael Curtiz, 1954) y “Cleopatra” (Mankiewicz, 1963). O al mundo clásico en general tan propio de los años 50 visible en Helena de Troya de Robert Wise (1956), en Los diez mandamientos de Cecil B. DeMille (1956) o la oscarizada Ben-Hur de William Wyler (1959), pasando por La túnica sagrada de Henry Koster (1953) que introdujo la nueva tecnología del Cinemascope, dibujan bien el entorno de una de las décadas prodigiosas del american "peplum" (vocablo que significaba túnica sin mangas).

Volviendo al elemento dramático de la película señalar que no es de extrañar por lo tanto que los mejores momentos de Tierra de faraones sean los que se detienen en la descripción más íntima del drama, principalmente visible en aquellos en los que se precipita la tragedia, que paulatinamente aparecen menos iluminados (las sombras arropan a los traidores -Nellifer - y nublan a los traicionados). También llamativo en el filme son las elipsis introducidas tanto por el narrador como por el aspecto reflejando ambos el paso del tiempo.

En cuanto historiador se aprecian , según he leído algunos anacronismos, en el vestuario, a cargo de Mayo, que imita formas egipcias de diversas épocas, sin prestar excesiva atención a la cronología o incluyendo a los camellos en el desfile militar, pese a que la domesticación de los mismos tiene lugar en Arabia años más tarde. Por el contrario ofrece una explicación plausible de la organización del trabajo colectivo, en la que la fuerza física de las personas humanas es la única fuerte de energía y las lianas y los nudos, la única tecnología en uso con lo que aumenta la verosimilitud de la explotación de seres humanos esclavizados, tratados con exigencias crecientes de esfuerzo en un contexto de manifiesta crueldad, o prescindiendo con rigor de los caballos, cuya domesticación tiene lugar en Medio Oriente unos 500 años después. La inexistencia de animales de tiro determina la ausencia de carros o aurigas, etc o el papel de Luxor en el Imperio Antiguo. La recreación de la época está muy lograda, al igual que otros aspectos estilísticos como la planificación, la fotografía o la banda sonora a cargo del imprescindible Tiomkin (notas disonantes en los instrumentos de viento para apuntar la opulencia y crueldad de Egipto y su emperador, refinadísima utilización de los instrumentos en las escenas intimistas), aunque resultan excesivamente detallada las ceremonias que acompañan al faraón de duración excesiva, como en la presentación del film o las planos dedicados a la construcción de la pirámide

Parece ser que el propio Hawks trató de imponer a John Wayne para el papel del faraón Keops pero su propuesta no fue admitida por la productora. El caso es que el film no dio el resultado previsto y después de esto, Hawks desaparece del mundillo cinematográfico durante 4 años, hasta su genial regreso con Río Bravo. Película de grandes elipsis ésta que nos narra la «arquitectura de una obsesión» y que resulta muy didáctica gracias a la narración en voz en off y que habla sobre la ambición de poder y la libertad. 
Señalaba Terenci Moix en el volumen III de su historia del cine, publicada en la revista Blanco y Negro del diario ABC que uno de los aspectos más singulares de la película estribaban no sólo porque la Warner se instalara en Egipto para montar una pirámide mediante miles de extras, sino que lo realmente hará relevante al filme es la presencia en su guión de un William Faulkner “que no sabía como hablaban los monarcas de aquel lejano periodo”.

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