No todo el mundo tiene la posibilidad de ver un estreno cinematográfico. Ayer tuvimos la suerte de disfrutar de uno. Se trata de un mediometraje, La Niña de la Ribera, que nace como producción local, y que es un nuevo producto cinematográfico de la interesante obra de Miguel Ángel Entrenas, un director amateur, pero de enorme solvencia y trayectoria. Bien es cierto que hablamos de cine independiente. Detrás del mismo no busquéis grandes estudios, ni campañas de promoción, ni actores de renombre, pero si una obra auténtica y vibrante, lo que hace mucho más meritorio a este cine y a este autor. Encontramos, pues, un producto cinematográfico nuevo, fresco, que se puede ver sin prejuicios, y con la sana intención - tan legítima como necesaria - del disfrute.
Este nuevo mediometraje de Miguel Ángel Entrenas, y que lleva por título "La Niña de la Ribera" tiene como hilo conductor una historia que habla a través del flamenco.
La obra fue presentada en un Teatro Góngora que estaba abarrotado, y que contó con la presencia del director, de los actores, del equipo técnico y de muchos espectadores que aplaudieron con entusiasmo a todos los integrantes de esta producción.
La proyección de esta obra se incluyó como parte integrante del programa de actividades paralelas que se han organizado con motivo de la celebración del XX Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, el decano de los Concursos Flamencos.
No obstante, en la noche de ayer el protagonismo no estuvo en el director, ni en los actores, ni en el equipo técnico. El protagonismo estuvo en la pantalla y en la historia que en ella se proyectaba. Por lo pronto, vimos cosas interesantes.
Empecemos, encontramos, por lo pronto, una ciudad entregada a una causa. Y, lo que para mí es importante, la hemos visto entregada a una causa "perdida" de antemano. Me explico, al fin y al cabo esta historia, como todas las historias, no deja de ser sino el intento de recuperar algo perdido que, además, y, por definición, se mueve en el pasado. Habitualmente lo perdido hay que intentar recuperarlo. La recuperación de lo perdido es algo que nos remite a la definición del héroe y, no podríamos hablar de héroes, si no recurrimos a los mitos. Y aquí entonces cuando la ciudad, la causa, la búsqueda de ese pasado y de ese "héroe" se suman al mito. En este caso el mito es un hombre, o más bien, las mujeres de ese hombre. El hombre, el "héroe", el mito, es Julio Romero de Torres.
Y para hablarnos de ese hombre y de aquellas mujeres, más que hacer uso del diálogo el director apuesta por las palabras, en esta ocasión, envueltas en un compás. En este caso en un compás flamenco. Porque la historia que hemos visto es igualmente un acercamiento al flamenco y a sus palos.
Y es curioso, pero, en mi caso, como en otros muchos casos, esa manera de presentar la historia me es muy cercana, muy familiar. De hecho esta música patrimonial - por lo de Patrimonio inmaterial de la Humanidad- a mí me remite a la prehistoria de mi vida, a mis recuerdos más lejanos, y en concreto a la figura de mi abuelo. Y es aquí donde enlazo la película con mi causa perdida, en este caso, con mi memoria personal.
Me refiero en concreto a que mi abuelo tenía la inteligente costumbre de buscar elementos vitales en la música con la que había crecido para explicar o sentenciar sobre hechos que a él le parecían importantes. Y muchas de las explicaciones, vivencias y sentencias que me contaba eran presentadas a través de los versos que se integraban en unos fandagos, en otros casos en seguidillas y, en ocasiones, en alguna soleá. Su fuente documental y favorita de inspiración era la de un venerado flamenco de su época, Pepe Marchena. Al igual que ocurre en muchos momentos de la vida, la real y la recreada - que es lo mismo que la ficticia-, puede tener, como la mía, su propia banda sonora.
La obra fue presentada en un Teatro Góngora que estaba abarrotado, y que contó con la presencia del director, de los actores, del equipo técnico y de muchos espectadores que aplaudieron con entusiasmo a todos los integrantes de esta producción.
La proyección de esta obra se incluyó como parte integrante del programa de actividades paralelas que se han organizado con motivo de la celebración del XX Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, el decano de los Concursos Flamencos.
No obstante, en la noche de ayer el protagonismo no estuvo en el director, ni en los actores, ni en el equipo técnico. El protagonismo estuvo en la pantalla y en la historia que en ella se proyectaba. Por lo pronto, vimos cosas interesantes.
Empecemos, encontramos, por lo pronto, una ciudad entregada a una causa. Y, lo que para mí es importante, la hemos visto entregada a una causa "perdida" de antemano. Me explico, al fin y al cabo esta historia, como todas las historias, no deja de ser sino el intento de recuperar algo perdido que, además, y, por definición, se mueve en el pasado. Habitualmente lo perdido hay que intentar recuperarlo. La recuperación de lo perdido es algo que nos remite a la definición del héroe y, no podríamos hablar de héroes, si no recurrimos a los mitos. Y aquí entonces cuando la ciudad, la causa, la búsqueda de ese pasado y de ese "héroe" se suman al mito. En este caso el mito es un hombre, o más bien, las mujeres de ese hombre. El hombre, el "héroe", el mito, es Julio Romero de Torres.
Y para hablarnos de ese hombre y de aquellas mujeres, más que hacer uso del diálogo el director apuesta por las palabras, en esta ocasión, envueltas en un compás. En este caso en un compás flamenco. Porque la historia que hemos visto es igualmente un acercamiento al flamenco y a sus palos.
Y es curioso, pero, en mi caso, como en otros muchos casos, esa manera de presentar la historia me es muy cercana, muy familiar. De hecho esta música patrimonial - por lo de Patrimonio inmaterial de la Humanidad- a mí me remite a la prehistoria de mi vida, a mis recuerdos más lejanos, y en concreto a la figura de mi abuelo. Y es aquí donde enlazo la película con mi causa perdida, en este caso, con mi memoria personal.
Me refiero en concreto a que mi abuelo tenía la inteligente costumbre de buscar elementos vitales en la música con la que había crecido para explicar o sentenciar sobre hechos que a él le parecían importantes. Y muchas de las explicaciones, vivencias y sentencias que me contaba eran presentadas a través de los versos que se integraban en unos fandagos, en otros casos en seguidillas y, en ocasiones, en alguna soleá. Su fuente documental y favorita de inspiración era la de un venerado flamenco de su época, Pepe Marchena. Al igual que ocurre en muchos momentos de la vida, la real y la recreada - que es lo mismo que la ficticia-, puede tener, como la mía, su propia banda sonora.
En este caso, y como vida recreada, Miguel Ángel Entrenas nos presenta su última obra cinematográfica en la que las historias son presentadas a través de una banda sonora que se inicia al compás de una fantástica taranta al son de una guitarra y un violonchelo.
"La Niña de la Ribera” – historia que ya nos avanzó el director en el IES Averroes en febrero de 2013 - nos habla, como hemos dicho anteriormente, de un mito local: Julio Romero de Torres. Y de lo que fue más importante para la memoria colectiva de la ciudad: sus mujeres. No sólo sus mujeres como género, sino las mujeres entendidas como seres apasionados.
Para ello Miguel Ángel Entrenas busca un elemento contextual - y acierta - enmarcando toda la historia en un escenario, un río, que a día de hoy, no es un eje que vertebre, sino, más bien, un elemento divisorio de realidades, pero que en su momento fue auténtica fuente de vida y que en la que película entorna tanto al amor como a la muerte.
"La Niña de la Ribera” – historia que ya nos avanzó el director en el IES Averroes en febrero de 2013 - nos habla, como hemos dicho anteriormente, de un mito local: Julio Romero de Torres. Y de lo que fue más importante para la memoria colectiva de la ciudad: sus mujeres. No sólo sus mujeres como género, sino las mujeres entendidas como seres apasionados.
Para ello Miguel Ángel Entrenas busca un elemento contextual - y acierta - enmarcando toda la historia en un escenario, un río, que a día de hoy, no es un eje que vertebre, sino, más bien, un elemento divisorio de realidades, pero que en su momento fue auténtica fuente de vida y que en la que película entorna tanto al amor como a la muerte.
Pero la historia que hemos visto no se desarrolla en el presente, sino en el pretérito imaginario de lo que pudo ser, pero que no fue. Con el pintor cordobés de por medio, vemos su alejamiento del mundo de las formas para acercarse a un mundo más real y más "jaranero" , como diría mi abuelo.
Como hemos dicho la película es una muestra de lo que pudo ser, y aunque desde el principio se nos avisa que los hechos narrados no son reales, ¿por qué no pudieron ser verosímiles, no para Julio, sino para otros muchos cordobeses de principios de siglo? Si se conoce un poco la historia local y el papel que tenían las ventas cercanas a la ciudad hasta bien entrado el siglo XX, podríamos señalar que éstas eran lugares de encuentros amorosos, legítimos o sin ley, pero con dinero, y también lugar de encuentro tanto de músicos como de aficionados a la música flamenca.
Miguel Ángel Entrenas como director, productor y guionista de “La Niña de la Ribera”, se ha rodeado en esta ocasión de un equipo humano enorme que alcanza al centenar de personas. En la producción ejecutiva está Manuel Guerrero y como jefe de producción Clara Sanz Casadesus. En el apartado técnico brillan con luz propia la fotografía, trabajo que asume Antonio Javier Mozas Perales como operador de cámara, la labor del encargado del vestuario (Miguel Yuste), o la caracterización y el maquillaje que ha estado en la mano de Emilia Cejas.
Pero, desde mi punto de vista, lo realmente relevante ha sido el papel jugado por la encargada de la composición musical y letrista de los romances y diferentes palos, María del Prats, que alcanza los diez temas, frente a los dos inicialmente proyectados.
En la dirección musical se encuentra Rafael Trenas, que participa igualmente como guitarrista. El guitarrista se responsabilizó de contactar con los/as cantaores/as para que, igualmente prestaran su voz y su arte de forma desinteresada al proyecto, contando con las voces de Natalia Flores, como voz revelación, Mª Carmen y Pepi Abad, Milagros de Sanz, Rocío de Dios, Rafael Rubiano y Manolo de Santacruz, así como la del actor Mario Gallardo, estudiante de Arte Dramático y cantaor. Igualmente relevante es la coreografía de la que se encargó Fátima Franco.
El elenco de actores y actrices protagonistas de esta película está formado por Natalia Flores Alcaide, María Gallardo Toledo, María del Carmen Abad, Milagros de Sanz, Pepe Pérez, Hermógenes Santiago Castro y Francisco Castro Garrido, todos ellos bajo la dirección de Ana G. Wals.
La película ha contado con la colaboración de diversas entidades, instituciones y empresas cordobesas como el Museo de Bellas Artes de Córdoba, la Córdoba Film Office, o los Institutos de Educación Secundaria Ángel de Saavedra, con su alumnado y profesorado vinculado con el ciclo de Imagen y Sonido, y el procedente del Tablero y su alumnado de ciclos formativos de peluquería, maquillaje y caracterización del centro en los que ha intervenido de forma especialmente acertada la profesora Dª Emilia Cejas Cabello, así como la parte del vestuario ha corrido a cargo de Miguel Yuste y de Carmen Rodríguez de la Escuela Superior de Arte Dramático. Todo bajo la batuta de Miguel Ángel Entrenas y de la jefa de producción, Clara Sanz.
Lo cierto es que en este apartado podríamos extendernos muchísimo más, pero ya parece pertinente hablar de lo importante: la película.
Miguel Ángel Entrenas como director, productor y guionista de “La Niña de la Ribera”, se ha rodeado en esta ocasión de un equipo humano enorme que alcanza al centenar de personas. En la producción ejecutiva está Manuel Guerrero y como jefe de producción Clara Sanz Casadesus. En el apartado técnico brillan con luz propia la fotografía, trabajo que asume Antonio Javier Mozas Perales como operador de cámara, la labor del encargado del vestuario (Miguel Yuste), o la caracterización y el maquillaje que ha estado en la mano de Emilia Cejas.
Pero, desde mi punto de vista, lo realmente relevante ha sido el papel jugado por la encargada de la composición musical y letrista de los romances y diferentes palos, María del Prats, que alcanza los diez temas, frente a los dos inicialmente proyectados.
En la dirección musical se encuentra Rafael Trenas, que participa igualmente como guitarrista. El guitarrista se responsabilizó de contactar con los/as cantaores/as para que, igualmente prestaran su voz y su arte de forma desinteresada al proyecto, contando con las voces de Natalia Flores, como voz revelación, Mª Carmen y Pepi Abad, Milagros de Sanz, Rocío de Dios, Rafael Rubiano y Manolo de Santacruz, así como la del actor Mario Gallardo, estudiante de Arte Dramático y cantaor. Igualmente relevante es la coreografía de la que se encargó Fátima Franco.
El elenco de actores y actrices protagonistas de esta película está formado por Natalia Flores Alcaide, María Gallardo Toledo, María del Carmen Abad, Milagros de Sanz, Pepe Pérez, Hermógenes Santiago Castro y Francisco Castro Garrido, todos ellos bajo la dirección de Ana G. Wals.
La película ha contado con la colaboración de diversas entidades, instituciones y empresas cordobesas como el Museo de Bellas Artes de Córdoba, la Córdoba Film Office, o los Institutos de Educación Secundaria Ángel de Saavedra, con su alumnado y profesorado vinculado con el ciclo de Imagen y Sonido, y el procedente del Tablero y su alumnado de ciclos formativos de peluquería, maquillaje y caracterización del centro en los que ha intervenido de forma especialmente acertada la profesora Dª Emilia Cejas Cabello, así como la parte del vestuario ha corrido a cargo de Miguel Yuste y de Carmen Rodríguez de la Escuela Superior de Arte Dramático. Todo bajo la batuta de Miguel Ángel Entrenas y de la jefa de producción, Clara Sanz.
Lo cierto es que en este apartado podríamos extendernos muchísimo más, pero ya parece pertinente hablar de lo importante: la película.
Desde el principio la película nos informa que estamos ante la historia de una pasión y que ésta empujará a sus protagonistas a un arrebato que termina - y ¿por qué no?- en la muerte de una de ellas.
Una referencia a las ojeras nos acerca de la misma manera tanto al tiempo como al dolor, de la misma manera que María, una de las protagonistas, acerca a Julio a la pasión, pero también a la muerte. Por ello María nos habla de una historia pasada. Una historia que empieza cuando ella, María, una chica joven, lleva en su barca, como si de una Caronte en femenino se tratara, a Julio Romero de Torres para acercarlo al mundo de la vida alegre. Pero esta vida - realmente- le acercará a la muerte.
Su traslado por el río, de una orilla a otra, le lleva a uno de los muchos molinos activos que hubo en la Ribera del Guadalquivir a su paso por Córdoba. En el fondo el traslado es un viaje iniciático que lleva al pintor al amor apasionado y a la muerte. Se trata de un tránsito que, al final, lo marchita, como le ocurren a los ojos de María.
Una referencia a las ojeras nos acerca de la misma manera tanto al tiempo como al dolor, de la misma manera que María, una de las protagonistas, acerca a Julio a la pasión, pero también a la muerte. Por ello María nos habla de una historia pasada. Una historia que empieza cuando ella, María, una chica joven, lleva en su barca, como si de una Caronte en femenino se tratara, a Julio Romero de Torres para acercarlo al mundo de la vida alegre. Pero esta vida - realmente- le acercará a la muerte.
Su traslado por el río, de una orilla a otra, le lleva a uno de los muchos molinos activos que hubo en la Ribera del Guadalquivir a su paso por Córdoba. En el fondo el traslado es un viaje iniciático que lleva al pintor al amor apasionado y a la muerte. Se trata de un tránsito que, al final, lo marchita, como le ocurren a los ojos de María.
No obstante, la historia comenzaba con una reflexión en femenino sobre lo que significan las ojeras, ese oscurecimiento de la piel del párpado, que puede estar motivado por el cansancio o el envejecimiento. Sin embargo, esta primera puesta en escena de una María, ya encallada en el tiempo, con sus ojeras enmarcando sus ojos negros, más oscurecidos por el dolor, que por el tiempo es o puede ser entendida como una metáfora.
Los hechos que narra, aunque totalmente ficticios, transcurren entre la caída de la tarde y durante una noche, la de un verano a la luz de la luna llena, y a los sones de una taranta. El lugar de encuentro entre los actores es uno de los molinos existentes en los sotos del río Guadalquivir a su paso por Córdoba.
En este singular escenario, un joven Julio Romero de Torres acude con interés a una verbena que tienen lugar uno de los molinos allí existentes. Para llegar al mismo lo tienen que hacer por barca. La chica que lo guía es María (Rocío de Dios), la narradora de una historia que se presenta como un musical dramático y flamenco. Es ella la que nos anuncia lo que va a ocurrir, o mejor dicho, lo que ya ha ocurrido. Estamos ante una historia en "flashback" en la que María nos habla del origen de las ojeras. Una de ellas el amor entendido como arrebato, la otra podría ser la tristeza.
Lo cierto es que la llegada al molino supone el encuentro con otra realidad social, la de la clase alta y la baja, unidos por la diversión y la juerga, de la que disfrutan más unos por el esfuerzo de otros. El molino es propiedad de un hombre con dos hijas, pero sin escrúpulos. Allí un joven Julio Romero (Mario Gallardo) encontrará a una mujer malcasada, Rafaela (Natalia Flores), que le marcará su vida.
Una, María, y otra, Rafaela, parecen haber salido de un cuadro del pintor, El Cante Jondo, aunque en este caso lo más apropiado sería vincularlas con ese otro cuadro del pintor cordobés que habla del amor sagrado y del amor profano. Curioso cuadro que enmarca su escenografía en un cementerio, como premonición a lo que vamos a ver más tarde. Entre una chica y otra, entre un grupo de mujeres que cantan y bailan, o entre un grupo de los hombres que también cantan, rasguean la guitarra o palmean se desarrolla esta historia, más escenificada y cantada que dialogada.
El hilo conductor de esta historia es el flamenco y sus diferentes palos. Lo que significa que toda la narración será transitada a través de palos flamencos. Se inicia la película con una taranta y culmina con una soleá antigua cordobesa cordobesa, pasando por la petenera, el fandango, la bulería y un par de poemas, a lo largo de los casi 37 minutos que dura el mediometraje.
Para acabar la historia, una soleá, con lo que podemos pronosticar el final de todo, en la que la violencia y la muerte deben estar presente. La soleá siempre refleja una pérdida, y en este caso la víctima será Rafaela.
Podríamos pensar que el retorno de Julio Romero a la otra orilla del río le devuelve a la cotidiana realidad, a su trabajo, a lo rutinario. Pero el pintor llevará lo aprendido en el río a sus cuadros. Pero eso nunca lo sabremos, pues la historia no ocurrió, pero ¿no expresa Julio Romero de Torres en su obra esas tonalidades de gama fría para las cosas que contrastan con las tonalidades cálidas de la piel o configura unas figuras donde la forma tiene más peso estético que intelectual? ¿No aparece la guitarra - siempre la misma- la flamenca, en gran parte de sus composiciones?. ¿ No superpone en sus cuadros dos pantallas, una de objetos y personajes muy cercanos, enmarcados en el lienzo ocupando casi todo el espacio frente a otro más profunda con paisaje o paisaje con figuras, mientras el espacio intermedio, como el río, queda vacío?
En cuanto a la producción de la película Miguel Ángel Entrenas ha comentado que en el casting realizado en La Taberna Plateros de la calle María Auxiliadora hubo que hacer una laboriosa selección de actores y actrices que a la vez supieran cantar e interpretar. El director declaró en prensa que "Nos interesaba alguien que, además de dotes interpretativas, supiera cantar". Entrenas, que se mostró impresionado por el trabajo tanto de Mario Gallardo como del resto de artistas jóvenes, especialmente el de las jóvenes cantaoras Natalia Flores así como de su interpretación. "Antes de empezar a trabajar en la película se sometieron a un pequeño aprendizaje del que se encargó la actriz Ana González Vals, que ha ensayado el texto con ellos durante algún tiempo", reconoce Entrenas.
No ha sido este el primer acercamiento de Miguel Ángel Entrenas al mundo del flamenco, pues lo había tocado tangencialmente en sus obras La Chiquita Piconera y Desdémona, premiada en el Festival de Cine de Punta Umbría.
Aunque si es la primera adaptación de una película suya a las personas discapacitadas, tanto a nivel técnico como artístico incluyendo en ella el subtitulado digital del filme, que se realiza sobre pantalla. Los subtítulos siguen un código de colores utilizado por las personas sordas que facilita la identificación de los diálogos de cada personaje principal con un color diferente. Las personas con discapacidad visual podrán seguir la película gracias a una audiodescripción realizada por la periodista de Onda Cero, Pilar Sanabria.
En cuando al rodaje el director resalta la ciudad como escenario de cine, centrándose la grabación en la ribera, especialmente en sus molinos de la margen izquierda, pero también busca otros escenarios como son el puente romano, alguno de los miradores del río, las bodegas Campos y las minas integradas en el restaurante Cuevas Romanas. También se rodó en la peña El Rincón del Cante, donde se han filmado todas las escenas interiores, sin olvidar el apoyo de otros entidades como la Peña “La Serranía” y la Escuela de Saetas de Córdoba.
Y para ir terminando diremos que estamos ante una buena película que desarrolla a la perfección esta historia de amor y muerte, que juega con la alegría - o la tristeza- que trasmite ese bien inmaterial que es el flamenco, y para ello busca un buen marco espacio-temporal. A destacar de la película su dinámico ritmo - que contrasta con la reposada narración que nos trasmite María- , la detallada y brillante fotografía, las ajustadas y precisas letras de María del Mar Prats en cada uno de los temas, la acertada y vibrante coreografía, la magnífica dirección musical de Rafael Trenas, y , sobre todo, la mano aterciopelada del director que, no sólo capta el espíritu de una ciudad, sino que marca el ritmo - aunque en este caso sea el compás- de la narración, y que nos sorprende nuevamente, y en positivo, ante la complejidad que supone realizar un musical flamenco. En resumen, Miguel Ángel Entrenas acierta sacando el máximo rendimiento de su ingente equipo de trabajo al que coordina y dirige con maestría.
Los hechos que narra, aunque totalmente ficticios, transcurren entre la caída de la tarde y durante una noche, la de un verano a la luz de la luna llena, y a los sones de una taranta. El lugar de encuentro entre los actores es uno de los molinos existentes en los sotos del río Guadalquivir a su paso por Córdoba.
En este singular escenario, un joven Julio Romero de Torres acude con interés a una verbena que tienen lugar uno de los molinos allí existentes. Para llegar al mismo lo tienen que hacer por barca. La chica que lo guía es María (Rocío de Dios), la narradora de una historia que se presenta como un musical dramático y flamenco. Es ella la que nos anuncia lo que va a ocurrir, o mejor dicho, lo que ya ha ocurrido. Estamos ante una historia en "flashback" en la que María nos habla del origen de las ojeras. Una de ellas el amor entendido como arrebato, la otra podría ser la tristeza.
Lo cierto es que la llegada al molino supone el encuentro con otra realidad social, la de la clase alta y la baja, unidos por la diversión y la juerga, de la que disfrutan más unos por el esfuerzo de otros. El molino es propiedad de un hombre con dos hijas, pero sin escrúpulos. Allí un joven Julio Romero (Mario Gallardo) encontrará a una mujer malcasada, Rafaela (Natalia Flores), que le marcará su vida.
Una, María, y otra, Rafaela, parecen haber salido de un cuadro del pintor, El Cante Jondo, aunque en este caso lo más apropiado sería vincularlas con ese otro cuadro del pintor cordobés que habla del amor sagrado y del amor profano. Curioso cuadro que enmarca su escenografía en un cementerio, como premonición a lo que vamos a ver más tarde. Entre una chica y otra, entre un grupo de mujeres que cantan y bailan, o entre un grupo de los hombres que también cantan, rasguean la guitarra o palmean se desarrolla esta historia, más escenificada y cantada que dialogada.
El hilo conductor de esta historia es el flamenco y sus diferentes palos. Lo que significa que toda la narración será transitada a través de palos flamencos. Se inicia la película con una taranta y culmina con una soleá antigua cordobesa cordobesa, pasando por la petenera, el fandango, la bulería y un par de poemas, a lo largo de los casi 37 minutos que dura el mediometraje.
Para acabar la historia, una soleá, con lo que podemos pronosticar el final de todo, en la que la violencia y la muerte deben estar presente. La soleá siempre refleja una pérdida, y en este caso la víctima será Rafaela.
Podríamos pensar que el retorno de Julio Romero a la otra orilla del río le devuelve a la cotidiana realidad, a su trabajo, a lo rutinario. Pero el pintor llevará lo aprendido en el río a sus cuadros. Pero eso nunca lo sabremos, pues la historia no ocurrió, pero ¿no expresa Julio Romero de Torres en su obra esas tonalidades de gama fría para las cosas que contrastan con las tonalidades cálidas de la piel o configura unas figuras donde la forma tiene más peso estético que intelectual? ¿No aparece la guitarra - siempre la misma- la flamenca, en gran parte de sus composiciones?. ¿ No superpone en sus cuadros dos pantallas, una de objetos y personajes muy cercanos, enmarcados en el lienzo ocupando casi todo el espacio frente a otro más profunda con paisaje o paisaje con figuras, mientras el espacio intermedio, como el río, queda vacío?
En cuanto a la producción de la película Miguel Ángel Entrenas ha comentado que en el casting realizado en La Taberna Plateros de la calle María Auxiliadora hubo que hacer una laboriosa selección de actores y actrices que a la vez supieran cantar e interpretar. El director declaró en prensa que "Nos interesaba alguien que, además de dotes interpretativas, supiera cantar". Entrenas, que se mostró impresionado por el trabajo tanto de Mario Gallardo como del resto de artistas jóvenes, especialmente el de las jóvenes cantaoras Natalia Flores así como de su interpretación. "Antes de empezar a trabajar en la película se sometieron a un pequeño aprendizaje del que se encargó la actriz Ana González Vals, que ha ensayado el texto con ellos durante algún tiempo", reconoce Entrenas.
No ha sido este el primer acercamiento de Miguel Ángel Entrenas al mundo del flamenco, pues lo había tocado tangencialmente en sus obras La Chiquita Piconera y Desdémona, premiada en el Festival de Cine de Punta Umbría.
Aunque si es la primera adaptación de una película suya a las personas discapacitadas, tanto a nivel técnico como artístico incluyendo en ella el subtitulado digital del filme, que se realiza sobre pantalla. Los subtítulos siguen un código de colores utilizado por las personas sordas que facilita la identificación de los diálogos de cada personaje principal con un color diferente. Las personas con discapacidad visual podrán seguir la película gracias a una audiodescripción realizada por la periodista de Onda Cero, Pilar Sanabria.
En cuando al rodaje el director resalta la ciudad como escenario de cine, centrándose la grabación en la ribera, especialmente en sus molinos de la margen izquierda, pero también busca otros escenarios como son el puente romano, alguno de los miradores del río, las bodegas Campos y las minas integradas en el restaurante Cuevas Romanas. También se rodó en la peña El Rincón del Cante, donde se han filmado todas las escenas interiores, sin olvidar el apoyo de otros entidades como la Peña “La Serranía” y la Escuela de Saetas de Córdoba.
Y para ir terminando diremos que estamos ante una buena película que desarrolla a la perfección esta historia de amor y muerte, que juega con la alegría - o la tristeza- que trasmite ese bien inmaterial que es el flamenco, y para ello busca un buen marco espacio-temporal. A destacar de la película su dinámico ritmo - que contrasta con la reposada narración que nos trasmite María- , la detallada y brillante fotografía, las ajustadas y precisas letras de María del Mar Prats en cada uno de los temas, la acertada y vibrante coreografía, la magnífica dirección musical de Rafael Trenas, y , sobre todo, la mano aterciopelada del director que, no sólo capta el espíritu de una ciudad, sino que marca el ritmo - aunque en este caso sea el compás- de la narración, y que nos sorprende nuevamente, y en positivo, ante la complejidad que supone realizar un musical flamenco. En resumen, Miguel Ángel Entrenas acierta sacando el máximo rendimiento de su ingente equipo de trabajo al que coordina y dirige con maestría.
Y dicho lo dicho, y en relación a lo ya comentado sobre esta historia de amor y de muerte, de pasión y de arrebato, de pasado reflejado en el presente, de una ciudad que no mira a su río, y que en ocasiones no se mira a sí misma, terminaré como hubiese acabado mi abuelo, con un romance- ¡y por qué no!- de Pepe Marchena dedicado a Córdoba, a su feria y a sus mujeres:
Sé que no me
pertenece,
que no es de mi
condición.
¡Pero ya no hay
solución!
¡El hombre siempre
obedece
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