viernes, 7 de diciembre de 2018

Siete ciudades de oro


Una leyenda , las Siete Ciudades de Cíbola y Quivira, sustentadas y decoradas con incalculables riquezas, podían hallarse hacia el noroeste de los nuevos dominios españoles, estimuló a los españoles a su penetración por las tierras de California. 

California es un territorio "descubierto" y explorado por los españoles desde el siglo XVI. California deriva del nombre de la regente de un paraíso ficticio dominado por amazonas negras, la reina Califia. Fue impuesto en la expedición española dirigida por Diego de Becerra y Fortún Jiménez, que denominaron isla de California al extremo inferior de la península de California cuando desembarcaron allí en 1533 por mandato de Hernán Cortés. 

En 1530, Nuño Beltrán de Guzmán (Presidente de la primera audiencia) fue informado por un indio esclavo de las Siete Ciudades de Cibola que había calles pavimentadas con oro y plata. 

Sobre el mismo tiempo, Hernán Cortés fue atraído por las historias de un país maravilloso ahora hacia el noroeste, pobladas por mujeres amazonas y con abundancia de oro, perlas y piedras preciosas. Los españoles presumieron que estos lugares eran uno solo y por ende los mismos. 

Una expedición en 1533 descubrió una bahía, probablemente la bahía de "La Paz", antes de experimentar dificultades y volver. Cortés realizó expediciones en 1534 y 1535 sin encontrar la anhelada ciudad. El 3 de mayo de 1535, Cortés proclamo "la Isla Santa Cruz" (ahora conocida como la península de Baja California), ya establecido fundó la ciudad que más tarde en esa primavera se convertiría en "La Paz".

En julio de 1539, movido por la renovación de esas historias, Cortés envió Francisco de Ulloa a cabo con tres pequeñas embarcaciones. Hizo a la boca del Colorado, y luego navegó alrededor de la península en lo que respecta a Isla de Cedros. De hecho, California aparece representada en los mapas con una forma parecida a la real. 

Sin embargo, sorprendentemente, un siglo más tarde se convierte en una isla, y aparece como tal en casi todos los planos del siglo XVII; ni siquiera la apertura de una ruta por tierra hasta la supuesta isla consigue desmentir el mito. 

Una causa de esta confusión puede estar en el secretismo de la cartografía española, que era guardada con celo por su valor estratégico: los mapas de los viajes de Vizcaíno a California no fueron publicados hasta 200 años más tarde. 

Muchas veces, el único acceso de los extranjeros a esta información era mediante robo o espionaje; y los primeros mapas de la isla de California dicen estar basados en mapas apresados a los españoles. De esta forma, una hipótesis sin comprobar de un cartógrafo español se pudo ver amplificada a un mito universal que duraría más de cien años. 

El conocimiento más o menos preciso de este espacio comenzó en 1543, cuando un cordobés de Palma del Río, Juan Rodríguez Cabrillo, comisionado por Pedro de Alvarado y apoyado por Antonio de Mendoza y Pacheco, primer virrey de la Nueva España, para explorar el Pacífico Norte, la península de Baja California y el Golfo de California o Mar de Cortés, cartografía las costas de California. Cabrillo esperaba encontrar la mítica y rica ciudad de Cíbola que se creía existía en algún lugar al norte de la costa del océano Pacífico, además de buscar el inexistente paso o Estrecho de Anián que se decía unía al norte los océanos Pacífico y Atlántico. 

Acompañaban a Cabrillo, marineros, soldados, nativos, un sacerdote, alimentos para dos años, animales en pie y mercancías. Cabrillo comandaba la pequeña flota a bordo del San Salvador. El 28 de septiembre de 1542, Cabrillo encontró un "puerto muy bueno y seguro"; acababa de descubrir la bahía de San Diego, a la que nombró San Miguel en honor al santo del día. Seis días después prosiguió su viaje de exploración en aguas desconocidas para los europeos. 

El 6 de octubre estaba en San Pedro y el 9 en Santa Mónica. Ambas poblaciones forman hoy día parte de la zona metropolitana de la ciudad de Los Ángeles. 

El día 10 de octubre llegó la expedición a San Buenaventura, el 13 arribaron a Santa Bárbara y llegaron a Punta Concepción el día 17. A causa de los fuertes vientos contrarios, las naves regresaron y se resguardaron en la isla de San Miguel frente a San Buenaventura, no pudiendo avanzar al norte durante varios días. El 11 de noviembre llegaron a Santa María y el mismo día alcanzaron el cabo San Martín que se localiza en el condado de Monterrey. A causa de los fuertes vientos y tormentas las naves se separaron y después de varios días de búsqueda se reunieron el 15 de noviembre y navegaron sin rumbo, descubriendo bahía de los Pinos, conocida actualmente como bahía de Monterrey. El 18 de noviembre navegaron hacia el sur, buscando el resguardo de la bahía de la isla de San Miguel, adonde arribaron el día 23. 

Los siguientes tres meses los pasaron ahí en espera de que pasasen las tormentas de invierno. Juan Rodríguez Cabrillo murió el día 3 de enero de 1543 en la isla de San Miguel como consecuencia de un brazo que se quebró al caer en una escaramuza contra los nativos. Se cree que sus restos fueron sepultados en la isla Santa Catalina, frente a la ciudad de Los Ángeles. De cualquiera manera Cabrillo hoy es inmortalizado en la famosa carretera estatal I de la costa californiana, uno de los sitios más espectaculares que he visitado en mi vida. 

Apenas un año más tarde, Battista Agnese representa los descubrimientos de Cabrillo (correctamente, como una península) en la nueva edición de su atlas. California era vista por estos buques exploradores como una colina de pastizales y bosques, con algunos recursos y puertos naturales para atraer a los colonos. 

En 1602, el español Sebastián Vizcaíno exploró la costa de California tan al norte como la Bahía de Monterrey y se aventuró a penetrar en el interior al sur a lo largo de la costa, en lo que actualmente es el Big Sur, y visitarán la zona de lo que hoy es Carmel Bay, un área cercana a la cinematográfica del Malpaso River. 

A finales del siglo XVII, el jesuita Eusebio Francisco Kino descubre el camino terrestre hasta la península de California, confirmando que no es una isla. En 1747, ante la evidencia abrumadora, Fernando VI decreta que California no es una isla. 

Poco después, el crecimiento de las misiones de California desterrará el mito para siempre. Y esas misiones comienzan con lo narrado en la película Seven Cities of Gold. 

Las siete ciudades de oro es una película dirigida por Robert D. Webb y producida por Barbara McLean y Robert D. Webb con el respaldo en la producción y la distribución de la 20th Century Fox. La película contó con un presupuesto de $ 1.5 millones. Robert D. Webb que falleció en la primavera de 1990, a los 87 años, casado con la productora, Barbara McLean, fue un director de cine ganador del Premio de la Academia como asistente a la dirección por In Old Chicago (1938) . 

Webb dirigió 16 películas entre 1945 y 1968 que van desde los western como Pluma blanca hasta películas bélicas La brigada de la gloria, de aventuras como Los piratas de la isla Tortuga, o musicales como Love Me Tender (1956) en el que dirigió al mismísimo Elvis Presley. Son películas de bajo presupuesto, casi serie B, con algunos actores grandes , pero casi de segunda linea (hablamos de Victor Mature, Virginia Mayo, ... o actores o actrices que comenzaban como Jacqueline Bisset, James Brolin,etc. 

En este caso el guión fue escrito por Richard L. Breen, John C. Higgins, Joseph Petracca basándose en la novela de Isabelle Gibson Ziegler publicada en 1951 y titulada Los nueve días del padre Serra El lema de la película era "Esta es la historia del nacimiento ... y la forja ... de California ... cuando los hombres tuvieron que eligir entre oro o Dios ... la espada o la Cruz". 

La banda sonora es de Hugo Friedhofer y la fotografía de un peso pesado como Lucien Ballard filmada en CinemaScope y el montaje lo fue de Hugh S. Fowler. 

El reparto lo encabeza Richard Egan como Jose Mendoza, Anthony Quinn como el Capitán Gaspar de Portolá, Michael Rennie como el padre Junipero Serra, Jeffrey Hunter como Matuwir, Rita Moreno como Ula , la hermana del anterior, Eduardo Noriega como el sargento, Lesley Bradley como Galves y John Doucette como Juan Coronel, además de Victor Juncos, Julio Villarreal, entre otros. 

La película no presenta lo ocurrido entre la llegada de Fray Junípero a tierras americanas, en 1749, junto con veinte misioneros franciscanos cuando llegaron al puerto de Veracruz en diciembre de 1749. 

Mientras sus acompañantes siguieron su camino hacia la ciudad de México en carruajes, fray Junípero y un religioso andaluz decidieron hacer el camino a pie a Ciudad de México, un recorrido de 500 kilómetros. A raíz de ese viaje contrajo una dolencia en una pierna que le acompañó el resto de sus días.

En esos 20 años Fray Junípero, hoy -realmente desde 2015 - ya santo, se dedicará a las misiones de la población indígena y a la difusión de los rudimentos en agricultura y ganadería de la población autóctona. 

Pero 1769, dos años después de que el rey Carlos III hubiese decretado la Pragmática Sanción y con ella la expulsión de los miembros jesuitas de todos los dominios de la corona, lo que incluía al Virreinato de Nueva España lo que incluía los territorios de las Californias, fueron sustituidos por 16 misioneros de la orden de los franciscanos encabezados por fray Junípero ( Michael Rennie ). 

Mientras que va a la capital para cumplir con su cometido se cruza con el Capitán Gaspar de Portolà ( Anthony Quinn ) que no tiene reparos en despreciar a la población indígenas y cuyo carruaje acaba incluso con una indígena. Ambos vuelven a encontrarse en la capital cuando el visitador general José de Gálvez ( Lesley Bradley) ordena la expedición por tierra del Capitán Gaspar de Portolà a California en busca de ciudades legendarias de oro . 

En esa expedición le acompaña su compañero de armas y amigo el teniente José Mendoza ( Richard Egan ), que se convierte en segundo de Portola y un consejero religioso, el misionero amante de la paz, el padre Junípero Serra ( Michael Rennie ), como capellán y diarista, desea establecer buenas relaciones con los nativos locales y construir una serie de misiones. La comitiva salió de la ciudad de México el 14 de julio de 1767 y embarcó por el puerto de San Blas rumbo a la península de Baja California. Tras una corta travesía arribaron a Loreto, sede de la Misión de Nuestra Señora de Loreto. 

Tras eso inician su camino hacia el norte adentrándose en territorio californiano. Un territorio desconocido en el interior y ocupado por una población indígena desconocedora de la agricultura que se dedicaba a la recolección , a la caza y a la pesca. 

El primer contacto con los indígenas se ve que es más efectivo la idea de Serra, la entrega de abalorios y que ir a la guerra. Salvan así el primer obstáculo, aunque poco después un dolorido , por su pie, y curioso Serra, por su interés por observar la fauna y la flora local, se pierde junto al teniente José Mendoza , aunque ambos - tras tener una visión de la Sagrada Familia-  serán encontrados por los hombres de Portolá en pleno desierto. 

Tras eso llegan a la Bahía de San Diego donde habían quedado con la expedición marítima. Al llegar a la bahía de San Diego encontraron a los buques San Carlos y San Antonio fondeados, que habían llegado antes que ellos. 

Pero los de la expedición que han llegado antes están enfermos y diezmados, así que la expedición de Portolá se desdobla. Unos hombres seguirán en busca de las siete ciudades de oro por vía terrestre, mientras que el resto se queda en la recién fundada misión de San Diego de Alcalá el 16 de julio de 1769. 

No obstante pronto serán atacados por los indígenas locales. Durante el enfrentamiento el orgulloso segundo de Portola, el teniente José Mendoza ( Richard Egan ), salva la vida de Matuwir ( Jeffrey Hunter ), el hijo o nieto del jefe local. Tras salvar la vida el indígena gracias a la intervención del fraile mallorquín , Matuwie es liberado. 

Desde ese momento las relaciones entre la tribu y los españoles son pacíficas. De hecho, Mendoza comienza una relación con la hermana de Matuwir, Ula (Rita Moreno). Pero la preocupación entre los españoles aumenta cuando retorna la expedición de Gaspar de Portolá sin éxito alguno y sobre todo cuando el barco de suministros no aparece. Ante eso la expedición se prepara para volver a México asumiendo su fracaso. 

Fray Junípero antes de salir le pide a Portolá que le de nueve días al barco, iniciando así una novena, ya que en el barco incluso van las campanas de las misiones que pretende crear en el área. 

Sin embargo, la cosa se complica cuando Mendoza traiciona a la hermana de Matuwir, Ula ( Rita Moreno).), a quien ha seducido pero a la que le dice que no irá con él de regreso a México. Esto enoja a la chica y cuando corre para separarse de él, ella muere accidental por una caída desde un acantilado. 

La situación desde ese momento se torna muy complicada ya que a la falta de suministros se une ahora la presión de los guerreros de Matuwir que exigen la entrega de Mendoza. Tanto Portola como el padre Serra se niegan a entregarlo, de hecho frenan una revuelta de los soldados españoles que creen que sería lo justo. Pero Mendoza evita la guerra entregándose a Matuwir para su tortura y ejecución. Efectivamente Mendoza muere ya que le arrancan el corazón y su cuerpo es llevado a San Diego. 

Poco después los españoles que están a punto de zarpar ven la llegada del barco coincidiendo con el fin de la novena cargado de suministros que aparece en la bahía como por un milagro. Descargan del barco todo, pero entre los que descargan son las campañas encargadas por Junípero Serra para iniciar la fundación de todas las misiones que culminará con la de la mayor bahía conocida de la costa californiana, la de San Francisco. Y así acaba la película. 

La película, inspirada en una novela de Isabel Ziegler, cuenta la vida de Fray Junípero Serra, añadiéndole un toque de intriga y aventura a la historia en la que enfrentaban la personalidad de dos hombres que históricamente fueron reales: Gaspar de Portolá , un militar pragmático con el altruismo y el pacifismo del Padre Serra. 

La novela de Isabelle Gibson Ziegler, a su vez inspirada en la vida del franciscano mallorquín Junípero Serra Ferrer y ambientada en el siglo XVIII. La película se rodó en la primavera de 1955 entre México y Estados Unidos. En concreto se rodó en Guadalajara , la ciudad del estado de Jalisco, Manzanillo sita en Colima, y en el Topanga Canyon, en California. 

La película inicialmente iba a ser rodada por Edward Dmytryk según anunció The Hollywood Reporter, en agosto de 1954 y en la misma iban a participar Cameron Mitchell y Russell Evans fueron considerados para el papel principal en enero y febrero de 1955, respectivamente, así como Felipe Méndez, January Svelk, Jaime Del Rosario, Jack Maner y Gilda Fontaine originalmente iban a aparecer, pero al final cambió el plantel principal. 

El material publicitario del estudio dio crédito a René Cardona como codirector y a Jorge Stahl Jr. como el operador de cámara de Lucien Ballard, pero se desconoce si alguna vez trabajaron en esta película y es probable que solo hayan sido contratados para asegurarse de que se cumplieron con los requisitos del sindicato. 

El actor Chuck Connors tuvo un papel no acreditado como nativo americano. Puedes verlo cargando el cuerpo de Ula. 

De ella dice el ABC que "Siete ciudades de oro" refleja una marcada moralidad cristiana que exalta sus virtudes, y aunque hay alguna escena violenta queda oculta ante tanta bondad, lo que hace la cinta apta para todos los públicos. 

Decir que tras la expedición de Portolá y Serra las misiones se desarrollaron. Con el apoyo de una pequeña fuerza militar, el franciscano estableció en poco tiempo más misiones en San Carlos de Monterrey (California) y en la bahía de San Francisco. El crecimiento de asentamientos seglares acompañó al desarrollo de las misiones franciscanas. En este mismo período, después de que Gaspar de Portolá descubriera la bahía de San Francisco (entonces llamada bahía de la Bodega) se fundó Yerba Buena, actualmente conocida como San Francisco mientras que Bruno de Heceta y Juan Francisco de la Bodega y Quadra expandían las posesiones españolas californianas hasta la actual isla de Vancouver y San Lorenzo de Nutcas e incluso con la expedición de Alejandro Malaspina zonas meridionales de la actual Alaska. Esta expansión europea tuvo un efecto negativo en los pobladores autóctonos que empezaron a desaparecer con el establecimiento de encomiendas en el área. Fueron los españoles los que se apoyaron en la agricultura y la ganadería por medio del establecimiento de ranchos (latifundios) concedidos gratuitamente, que abarcaban grandes extensiones, pero no tenían muchos habitantes. Esto dio paso al auge de la ganadería en la Alta California. Ese , aparentemente , fue el único oro de estas mítica siete ciudades. 

Pero como me interesa la historia de las siete ciudades de oro y su búsqueda desesperada por los codiciosos españoles que conquistaron el continente americano señalaré que el profesor Ángel Luis Encinas Moral en su “Crónica de la expedición de Francisco Vázquez de Coronado a las Grandes Praderas de Norteamérica” (Miraguano Ediciones), reunió todas las cartas, informes y testimonios de este intento de encontrar esas siete míticas ciudades de oro. La documentación fue obtenida por el historiador del Archivo General de Indias y de archivos norteamericanos y mexicanos y conforman la más completa base documental publicada en castellano sobre la expedición de Vázquez de Coronado y su búsqueda del las míticas siete ciudades. Yo reflejo lo que publicó el diario ABC. 

"Antes de Vázquez de Coronado iniciara su gran expedición al norte, un franciscano, Marcos de Niza, partió en esa dirección en 1539 con 50 indios amigos liderados por el negro Estebanillo, vinculado con Cabeza de Vaca, en calidad de guía. Descubrieron Arizona y Nuevo México y se detuvieron en Vacapa. Estebanillo continuó hacia el norte y, al cabo de unos días, un nativo llegó de vuelta portando una cruz por su indicación, con el testimonio de que había estado en la ciudad de Cíbola, un lugar decorado con turquesas. El fraile se animó a continuar hacia el norte, pero en el camino descubrirá que su enviado había sido asesinado por los indígenas. Fray Marcos decidió dar media vuelta hasta ciudad de México y dejará dicho, sin ser cierto, haber visto “siete poblaciones razonables, de muy buena tierra y tener razón de que hay en ellas mucho oro y que lo tratan los naturales de ella en vasijas y joyas”. 

En Compostela, una de las estaciones de su recorrido de vuelta a casa, se encontrará con Vázquez de Coronado, a quien le narrará estas leyendas, pero nada en comparación a lo que contará el religioso, cada vez más henchido de orgullo y más fantasioso, ante el mismísimo Hernán Cortés. Las habladurías crecieron tanto que el Virrey Antonio de Mendoza decide organizar una fuerza militar para ir a la conquista de las riquezas. Partiría desde México y sería la primera expedición gubernamental mediante financiación privada. 

La decisión del virrey se explica por la multitud de frentes abiertos en los nuevos dominios de ultramar y la escasez de hombres, que aconsejaban buscar voluntarios para el alistamiento y no desguarnecer las ciudades. El reclutamiento se hizo a redoble de tambor y pregones por las ciudades, anunciando que se buscaba un nuevo Perú, un rico El Dorado. Por esta razón muchos de los voluntarios fueron nobles ociosos, “que, como corcho sobre el agua reposados, andaban sin tener qué hacer”, como recoge el historiador Matías de la Mota. 

Más de 300 hombres, la mayoría incluso a caballo, se presentaron al cobro de los 30 pesos y la promesa de nuevas tierras y “un cerro de plata y otras minas”, según recoge este cronista. El 23 de febrero de 1540, la comitiva, compuesta por 300 soldados españoles, entre 1.300 y 2.000 indios y un puñado de frailes franciscanos, estaba dispuesta a partir. Al cabo de dos meses de camino, los españoles llegaron al desierto y después a la Montaña Blanca Apache. Por si lo dudaban, al llegar finalmente a Cíbola, la primera de las supuestas siete ciudades de oro, no tuvieron precisamente una bienvenida. Varios españoles murieron y otros tantos fueron heridos durante tres días de combate. En los diarios queda reflejado que buena parte del derramamiento de sangre se podía haber evitado con traductores competentes o si, al menos, ambos grupos hubieran compartido al menos conceptos. 

Los españoles no fueron capaces de hacer comprender a los indígenas que exigían de ellos que aceptasen la supremacía de la Iglesia, Dios y el rey. Tampoco los zuñis hicieron comprender a los blancos el significado de las líneas de harina de maíz que delimitaban el territorio y sus ceremonias. Las escaramuzas continuaron y hasta el invierno no pudieron pacificar la zona y enviar un destacamento a explorar hacia el oeste. Al cabo de varios días, Pedro de Tovar volvía a Cíbola con el relato de un desolador paisaje lleno de indios hostiles (los navajos) y un Gran Cañón infranqueable. 

La desesperación cundía en la embajada española y Coronado escuchó a un indio esclavo de una tribu rival contar historias de Quivira cuando los soldados españoles estaban a punto de matarlo. Probablemente para salvarse, “El Turco” (que es como los españoles apodaron al indio) empezó a contar fantasías acerca del oro y las riquezas y Coronado le tomó de guía hacia el norte de nuevo. En el fondo, la expedición sabe que “El Turco” miente, pero no quieren dejar de creer en la promesa de tierra fértil y riquezas. Siguen recorriendo kilómetros y kilómetros en balde, con la única brújula de su avaricia, pero el viaje es fascinante. Pequeños pueblos con tipis, vastas praderas con bisontes y el río Arkansas hasta llegar a finalmente a Quivira. Ni rastro de los brillos del oro o las piedras preciosas hasta el límite de lo que hoy es Nebraska. 

Lo más interesante es asistir a la manera diversa en que los miembros de la expedición asumen o no el fracaso a pesar de que el resultado de la misión ha sido un descalabro estrepitoso. Esta era de una de las primeras expediciones del imperio español por un terreno ciego de mapas y aún les quedaban muchas cosas que aprender en materia de colonización. Estaban más movidos por la fantasía que por la evangelización o por la expansión del Imperio. Lo que aquellos hombres vieron no lo había presenciado ningún europeo y a su regreso a México era todo lo que les quedaba: casi todos los que perseguían el oro se arruinaron en la expedición, y algunos otros perdieron hasta la vida".

Con respecto a la película decir que es más bien flojita. Es una historia curiosa por la que cuenta , un biopic cargado de buenas intenciones, moralista y justificador de la presencia de las misiones en la zona. Los indígenas son presentados como salvajes coloristas y los españoles como lo que eran conquistadores. Puede resultar interesante para algunos. Desde luego la historia sí que lo es, pero la película genera o promete más expectativas de la que realmente da. 


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