¿Quién,
con más de cuarenta años, no ha visto Halloween, la versión original?
¿Quién no tiene la música en su recuerdo sonoro? ¿Cómo que no
disfrutaste con ese clásico que es la Cosa, en mi caso un sábado a las ocho en el Cine Reyes Católicos? ¿Quién no ha visto ‘Asalto
a la comisaría del distrito 13 y no se ha preocupado como se puede
sitiar una comisaría como si fuese un fuerte de un western? Oye que
estamos hablando de las obras de un clásico, puede que menor, pero de un clásico. Hablamos de John Carperter. Magnífico director, magnífico músico.
La película con la que me obsequié anoche fue Vampiros, de John Carpenter
(también conocida como John Carpenter's Vampires) es una película de
western-horror dirigida por John Carpenter en 1998. La echaban en la Sexta
3. La película se inspira vagamente en la novela “Vampire$” de John
Steakley. La película está protagonizada principalmente por James Woods
como Jack Crow, líder de un grupo de cazavampiros sicarios de la iglesia
católica.
La
trama se centra en el esfuerzo de Crow de prevenir que una cruz
centenaria, caiga en las manos de Valek, un maestro- yo diría el
príncipe- vampiro. Mi valorado John Carpenter, director de joyas míticas como ‘Asalto a la comisaría del distrito 13’ (‘Assault on Precinct 13’, 1976), ‘1997: Rescate en Nueva York’ (‘1997: Escape from New York’, 1981), ‘La Cosa’
(‘The Thing’, 1982) o ‘Están Vivos’ (‘They Live’, 1988), se marca aquí
la que casi con toda seguridad es su mejor película después de ‘La Cosa’ e hizo con ‘Vampiros’ (‘Vampires’, 1998), una afortunadísima mezcla de western gótico y vampiros.
El
film se caracteriza por su fuerte estética de western y las alusiones a
un fuerte liderazgo masculino, pues el protagonista es todo un
“machito”. La película tuvo, al parecer, dos secuelas: Vampires: Los
Muertos (2002) que está protagonizada por Jon Bon Jovi y Vampires: The
Turning (2005).
La
película como señalé anteriormente está basada en la novela de John
Steakley, "Vampire$", cuyos derechos tenía Largo Entertainment y que en
un principio estaba pensada para que la dirigiera Russell Mulcahy ("La sombra del faraón"), a partir de un primer guión de Dan Mazur,
con Patrick Swayze como protagonista, o en su defecto Dolph Lundgren
para encabezar el reparto. Mulcahy finalmente no realizó el filme por lo
que Don Jakoby se hizo con el guión y comenzó a trabajar en el mismo.
Este guión de Jakoby - muy curtido dentro del género fantástico ("El experimento Filadelfia"), firmaba un segundo tratamiento del guión - fue leído por John Carpenter Este
último fue el que llamó la atención de John Carpenter, quien se avino a
realizar el film bajo la condición de reescribir el guión de Jakoby. Su
contribución (no acreditada) consistió en profundizar en las
motivaciones de los dos personajes centrales del relato: Jack Crow, el
cazador de vampiros, y Valek, su sanguinario enemigo y príncipe de los
no-muertos.
La dirección estuvo en mano de John Carpenter. La dirección artística fue Kim Hix. La producción es de Sandy King. El diseño de producción fue obra de Thomas A. Walsh para Columbia Pictures / Largo Entertainment. La película contó con un presupuesto de 20.000.000 dólares y la distribución contó con el trabajo de Sony Pictures.
El guión fue del ya nombrado Don Jakoby,
basándose en la novela de John Steakley. La música, como ocurre en la
mayor parte de las películas de Carpenter, fue obra del propio director.
La fotografía es de Gary
B. Kibbe, mientras que el montaje, que he leído, aunque no estoy de
acuerdo es batante atropellado es de Edward A. Warschilka. El vestuario
tejano es de Robin Michel Bush.
Participan
en la película James Woods ( Jack Crow), Daniel Baldwin (Anthony
Montoya), Sheryl Lee (Katrina), Thomas Ian Griffith (Jan Valek), Tim
Guinee (Padre Adam Guiteau), Maximilian Schell (Cardenal Alba), Mark
Boone Junior (Catlin), Gregory Sierra (Padrer Giovanni) y Cary-Hiroyuki
Tagawa (David Deyo)
El
protagonista de la obra es Jack Crow, interpretado por James Woods. Es
el jefe de un grupo de cazadores de vampiros, contratados por el
Vaticano. Estos llegan a Nuevo México para buscar al vampiro Valek,
interpretado por Thomas Ian Griffith, que es un vampiro de origen checo
que lleva vivo desde el siglo XIV.
Crow
tiene la ayuda para la misión de Montoya (Daniel Baldwin), de una
prostituta llamada Katrina (Sheryl Lee), que ha sido mordida por Valek y
del padre Guiteau (Tim Guinee) que ha sido enviado por el Vaticano para
colaborar en su muerte.
‘Vampiros’
(‘Vampires’, John Carpenter, 1997) fue la película más exitosa del
maestro en la década de los 90. Con Carpenter ya al frente del proyecto
intentó que Eastwood interpretase la película dando vida a Jack Crow, el cazavampiros. Sin embargo le tocó a un muy inspirado James Woods.
John Carpenter
le da la vuelta a la tortilla al universo de los vampiros,
estableciendo nexos de unión entre los vampiros y el western, género de
sobra conocido por el director. Es más, lo único que convenció a
Carpenter de hacerse cargo de la realización de ‘Vampiros’
es precisamente la posibilidad de realizar un western de horror. El
resultado es un vibrante relato lleno de horror, humor y hasta amor que
nos devuelve al mejor Carpenter, cargado de ironía, mala leche y en
plena forma narrativa.
La
película se inicia con una puesta de Sol que tiñe de rojo las nubes que
la envuelven. Una sintonía rock reincidente, magnífica y minimalista
que suena a ritmo de líricas vistas aéreas de paisajes desérticos
filmados en esplendoroso Scope. La emoción crece, las expectativas se
dilatan tras cada segundo de proyección. Por fin, la respuesta con un
título: VAMPIROS de John Carpenter, el título, que va surgiendo de la
árida muerte del desierto. La película comienza con unos planos
hipnóticos de un desierto texano mexicano, donde ya empieza a atronar la
fantástica banda sonora guitarrera del maestro. Luego, comienza el
prólogo, una auténtica joya de la realización, que es toda una
declaración de intenciones. Carpenter le dice al espectador lo que verá a
continuación, una invitación a agarrarse los machos: porque lo que
seguirá a continuación es un Western con vampiros, con continuos guiños
al género con los jugosos planos, las frases lapidarias... todo ello
envuelto con el clima de serie b grandiosa como sólo Carpenter sabe
hacer. Esta introducción, con una pandilla de caza vampiros que luego
correrá peor suerte, también sirve de presentación del protagonista, el
antihéroe carpenteriano que no podía faltar: Jack Crow, con un James
Woods que nunca ha estado mejor que contribuyó improvisando buena parte del tiempo, algo que dejó maravillado a Carpenter,
aguantando perfectamente bien el peso de la película. Jack Crow es un
cazador de vampiros socarrón, faltón, macarra, pasota, un auténtico
crack. Él es la película.
Una prueba de su actitud en la misma es este diálogo: "Olvídate
de todo lo que has visto en las películas. Los vampiros no son nada
románticos. No tienen modales ceremoniosos. No hablan con acentos
exóticos. No se transforman en murciélagos. Las cruces y los ajos no les
hacen ningún efecto. No duermen en ataúdes de terciopelo. No son
homosexuales..." (Crow al padre Guiteau).
La película es muy cinematográfica, pues se remite permanentemente al cine. El inicio de la película nos encontramos a Woods encabezado
una cacería de vampiros. Es una película que se remite a otra,
principalmente a diversos clásicos. El inicio nos remite a Hatari!
(¡Peligro!, en suahili) de1962, dirigida por Howard Hawks.
Su sentido de la narración, el carácter grupal de sus protagonistas, el
sentido de la amistad podemos encontrar en buena parte de la
filmografía de John Carpenter. Jack Crow comanda un grupo de cazavampiros que se adentran en una solitaria casa del sur de los Estados Unidos.
Allí
se encuentra lo que denominan un nido, esto es, el lugar de descanso
diurno de un grupo de vampiros, generalmente liderados por un cabecilla
bautizado como Maestro. En esa concisa secuencia, llena de violencia sin
parangón, queda perfectamente trazado el modus operandi del grupo de humanos, un safari moderno que caza no-muertos en lugar de rinocerontes.
La
clásica historia de vampiros está enfrascada aquí en un contexto de
western como decíamos. El grupo comandado por Crow no se aparta
demasiado del grupo salvaje de Peckinpah por ejemplo. Su estructura
narrativa sigue las pautas del western más clásico, con la ventaja de
ser realizado en la segunda mitad de los 90 por un realizador que se
atreve a cosas con anterioridad sólo sugeridas. Crow lo deja claro en
uno de sus chispeantes diálogos, hay que olvidar todo lo visto en las
películas. Los vampiros de Carpenter son animales sedientos de sangre
que no dudarán en destrozar a su víctima.
Renunciando a todo carácter humano, el maestro de los vampiros, llamado Valek —Thomas Ian Griffith,
de increíble y poderosa presencia, un acierto de casting como pocos—
posee elementos clásicos de sobra conocidos —los colmillos, un físico
imponente, la luz del día acaba con ellos— a los que añaden otros no
demasiado explotados con anterioridad — y niega su lado humano, potencia
su animalidad, y por la contra las cruces y demás objetos religiosos no
les hacen el más mínimo daño—.
Pero además se redondea con el hecho de que Valek, una especie de trasunto de Drácula, es el primer vampiro creado en el siglo XIV
nada más y nada menos que por la iglesia católica. Valek era en
realidad un sacerdote que en un ritual mal realizado se convirtió en el
señor de las tinieblas.
Es el Vaticano, con el Cardenal Alba al frente, el
que ordena la extinción de los vampiros pagando a un grupo de cazadores
que se entregan a tan arriesgada misión a cambio de una buena suma de
dinero, amén de fiestas de celebración, que acaban en orgías, también
pagadas por la Iglesia
y en las que está presente el miembro eclesiástico que asesora y
bendice al grupo. Carpenter da así rienda suelta a su declarado ateísmo
—razón por la que él suele decir que la Iglesia
no puede excomulgarle— mostrando así una de las peculiaridades de su
cine: el mundo está dominado por el Mal. La terrible sensación que
desprende el tema en sus trabajos, aquella que nos transmite una total
inseguridad por el mundo en el que vivimos, queda suficientemente
trazada en ese atrevido detalle argumental.
También
el tratamiento que le da Crow al cura que le ayuda al final es jocoso.
Como prueba este diálogo entre Crow y el sacerdote que le ayuda, y que
corresponde con el final de la película:
- De acuerdo, padre... contéstame. Cuando estabas pinchando a aquel vampiro...
- ¿Sí?
- Se te ha puesto dura?
- Me he empalmado.
- ¿Cómo?
- Se me ha empinado.
- ¿Qué?
- La tenía tiesa.
- ¿No estarás poseído por el diablo?
- Una erección considerable.
- Ese lenguaje, padre, ese lenguaje...
La
iglesia es la culpable de la existencia de Valek y sus aliados, y ella
misma intenta arreglar el desaguisado. No hay nada descabellado en
afirmar que el cine de Carpenter tiene resonancias políticas
y que Valek es uno de sus típicos personajes, un rebelde que se levantó
contra la tiranía establecida buscando la inmortalidad, y ansiando
ahora el caminar por el día. La ironía del asunto está en que ahora, uno
de los máximos representantes del Vaticano, al que da vida Maximilian Schell,
busca una alianza con Valek al que pedirá una conversión vampírica a
cambio de terminar el ritual que permitirá a los vampiros caminar a la
luz del sol.
Carpenter
no renuncia al lado romántico del vampiro, subrayado por el hecho de
ser un eterno solitario condenado a vagar por el mundo alimentándose de
sangre y viviendo en contra de las normas establecidas. También muestra
su lado sexual —la escena de la conversión del personaje de Sheryl Lee
es de una sensualidad fascinante, y describe muy bien el inicio de
conexión entre el maestro vampiro y su víctima—, e incluso viste la
historia con un poco de amor loco a través de los personajes encarnados por Lee y Daniel Baldwin como antagonistas enamorados y entregados al poder de la oscuridad.
Ayudado por un excepcional trabajo de Gary B. Kibbe
en la fotografía, Carpenter lo retrata todo con un excelente uso del
scope, encuadrando en planos llenos de suciedad a sus personajes,
marcando la naturaleza amoral del relato. Un relato con escenas de
acción salvaje y sin contemplaciones. El mundo se resigna a creer en los
vampiros y Crow, ayudado por el único hombre de su grupo que le queda
vivo y un curioso párroco que terminará reconociendo que le excita matar
vampiros —vamos, que se la pone dura, afirma al final de la película—,
harán todo lo posible por exterminar a los chupasangre.
El
cierre del film no puede ser más hermoso. Con una de las mejores
partituras de Carpenter, el western se hace más presente que nunca.
Montoya (Baldwin) ha sido mordido por Katrina (Lee), y en sus últimos
momentos de humano ha ayudado a Crow. Éste que escenas antes relata cómo
mató a su propio padre convertido en vampiro, sabe que no debe dejarle
ir pero el sentido de la amistad, herencia de Hawks, se apodera de la
cinta, y Montoya parte hacia el amanecer en un carro blindado haciendo
las veces de caballo. El lirismo de Ford, los acordes de una solitaria
guitarra, el sarcasmo de Crow, y la lucha contra el Mal están presentes y
continúan.
Vapuleada
(injustamente) por la crítica en su día, John Carpenter revisiona el
subgénero vampiro adaptándolo magistralmente a su campo, y a su mundo de
atmósferas, de anti héroes, gamberro y sobretodo muy personal. Porque
si hay algo de lo que puede presumir el maestro entre maestros Carpenter
(probablemente uno de los últimos grandes directores clásicos vivos
junto a Clint Eastwood) es de ser fiel así mismo en cada uno sus
películas, incluídos los encargos de grandes productoras.
La puesta en escena es muy clásica, sin efectismos, con gore barato pero admirable: cabezas cortadas, balas que no matan, punzones que no matan a la primera,…angre hay, y mucha, como en las grandes joyas de la serie b. El maestro quiso hacer un western de vampiros y lo hizo. Y le salio algo entretenido.
La película es un
poema acerca de la melancolía, la decadencia, el hundimiento de la
dignidad humana, con personajes demacrados, brutales, acabados,
incapaces de amar porque no se aman a sí mismos, perdedores que no por
ello dejan de ser menos admirables. Jack Crow (un espléndido James
Woods) interpreta al uno de los genuinos antihéroes del cine que como
John Wayne en Centauros del Desierto se queda en la entrada, echándose
sobre el marco.
Esta magistral lección de sobriedad y elegancia
narrativa ha pasado desapercibida por la mayoría de espectadores
actuales, demasiado elitistas y ocupados en sus reflexiones
postmodernas, muy al margen de lo que es el cine. Terror, acción,
diálogos brillantes, ritmo vibrante y una historia muy bien contada, sin
trampas, sin chorradas, directo al grano y mostrando las cosas como
son.
Desde el personaje de Jack Crow hasta los métodos de exterminación,
no hay un ápice de sensación humana, la violencia se exhibe sin pasión,
sin empuje. Una obra maestra disfrutable, sencilla a la vez que
profundísima, tremenda a la vez que extrañamente hermosa, intensa a la
vez que sosegada, clásica, brava y auténtica.
Woods
lleva el peso narrativo a sus espaldas, y no puede ser mas tópico su
concurso de poses, sus gafas de sol luciéndolas en noches de tormenta o
su mirada de tipo duro. No hay ni un momento para el arrepentimiento, ni
para el tormentoso recuerdo, ni hay ápice de emoción claudicante.
"John Carpenter`s Vampires" no es un plato para todos los gustos: la crítica, elegante, no es sólo hacia la Iglesia, también va destinada al ser humano y los límites a los que puede llegar la maldad y egoísmo del ser. Todo ello en un mundo de vampiros.
107
minutos de gozoso divertimento en el cual nos encontramos con un grupo
(muy salvaje) de cazadores de vampiros cuyo líder, un estupendo James
Woods como Jack Crow, dirige con mano férrea y pulso firme y que
aniquilan vampiros cuales exterminadores de cucarachas, -no por
casualidad se refieren a los chupasangres como sanguijuelas y a las
casas que habitan éstos como nidos-.
El
inteligente guión de Don Jakoby nos cuenta una divertidísima y
sangrante anécdota: el primer vampiro fue creado por la iglesia al
realizar mal un exorcismo.
Pero hay más, resulta que es la misma iglesia la que financia a los grupos de cazadores de vampiros que se encuentran dispersos por todo el mundo y que se encargan de exterminar a las serpientes- algunas nacen de las entrañas de la tierra en pleno desiero.
No todo el mérito es de Jakoby, ya que el guión está basado en una novela del escritor John Steakley, pero no deja de ser todo un acierto el incluir todos esos detalles del modo en que lo hace, como tampoco deja de ser todo un acierto el que John Carpenter traslade semejante historia con su peculiar estilo y la haga suya.
La
película está plagada de secuencias memorables como por ejemplo aquélla
en la que vemos por primera vez al grupo salvaje capitaneado por Woods,
una secuencia de apertura memorable y que sirve de presentación para el
personaje principal y sus ayudantes y los métodos que emplean éstos
para dar caza a los vampiros.
Rápidamente
Carpenter nos regala la que es la segunda gran secuencia de la
historia, la matanza que tiene lugar en el motel de carretera,
magnífica.
Y finalmente nos deleita con la cacería final en la prisión y el clímax final que tiene lugar poco después. Excelente.
Más
que un film de terror, es propiamente un film de aventuras y como tal,
la acción supera algunas lagunas argumentales y uno que otro personaje
algo esquematizado. Con todo, hay escenas muy gore (el ataque de los
vampiros al motel) y un buen cast de actores, destacando la buena
actuación de James Woods como el Van Helsing moderno. Sin duda un buen
film, que lamentablemente después Carpenter quiso llevarlo al espacio en
su "Fantasmas de Marte", con resultados inferiores.
De la pelicula han dicho que
es "Brillante, feliz recuperación de un nombre clave del género desde
hace 25 años" (M. Torreiro: Diario El País) , o que era un
"Spaguetti-Western de vampiros. (...) de aire gamberro y pobre
imaginación (...) como entretenimiento sólo lo consigue medianamente."
(Javier Ocaña en Cinemanía) o que era "Imprescindible western gótico y
bizarro" (Jordi Batlle Caminal: Fotogramas). La verdad que entretiene.
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