Comentábamos
en la entrada anterior que Casablanca se merecía una entrada más, si no
dos, pues se trata de la película / película como la definiría
Francisco Umbral. Es una de las películas mejor valoradas de la
cinematografía estadounidense –aunque como indicamos en la primera
entrada no siempre se valoró en su justa medida. Fue ganadora de varios
premios Óscar, incluyendo el de mejor película en 1943, aunque después
daremos más información sobre este apartado. En su tiempo el filme tenía
todo para destacar ampliamente, con actores renombrados y guionistas
notables, sin embargo ninguno de los involucrados en su producción
esperaba que éste pudiese ser algo fuera de lo normal. Se trataba
simplemente de una de las docenas de producciones anuales de la
maquinaria hollywoodense, eso sí con la singularidad de ser un producto
de propaganda bélica anti-eje. El Departamente de publicidad de la Warner
se preocupó en promocionarla haciendo hincapié en las 34 nacionalidades
presentes en el reparto, muchos de ellos actores de gran peso en la Europa de preguerra que estaban en los EE.UU por razones políticas.
Casablanca
tuvo un sólido inicio pero no espectacular y, sin embargo, fue ganando
popularidad a medida que pasó el tiempo y se fue colocando siempre entre
los primeros lugares de las listas de mejores películas. La crítica ha
alabado desde siempre las actuaciones carismáticas de Bogart y Bergman y
la química entre ellos, así como la profundidad de las
caracterizaciones, la intensidad de la dirección, el ingenio del guión y
el impacto emocional de la obra en su conjunto.
Casablanca se basa como señalamos en la entrada anterior en Todos vienen al café de Rick (Everybody comes to Rick’s)
de Murray Burnett y Joan Alison, una obra teatral que nunca fue puesta
en escena. Cuando el especialista en análisis literario de la Warner Brothers,
Stephen Karnot, leyó la obra, la calificó como una «tontería
sofisticada», no obstante le dio el visto bueno. Enseguida la editora
encargada de los guiones, Irene Diamond, convenció al productor Hal B.
Wallis para que comprara los derechos por $20.000, el precio más alto
jamás pagado por una obra teatral que no hubiese sido puesta en escena.
El proyecto de cine rebautizó la obra como Casablanca, quizás
intentando imitar el éxito de la película de 1938 de título “Argel”. Así
pues, el rodaje comenzó el 25 de mayo de 1942 y finalizó el 3 de agosto
del mismo año alcanzando un coste de producción de $1.039.000 ($75.000
por encima del presupuesto). El costo no fue excepcionalmente alto, pero
sí superior al promedio de su tiempo.
La
película se rodó principalmente , excepto una secuencia en la que se
muestra la llegada del mayor Strasser, que se realizó en el Aeropuerto
Van Nuys. Los lugares de rodaje de la película son Flagstaff (Arizona); el
Van Nuys Metropolitan Airport - 6590 Hayvenhurst Avenue, Van Nuys, de
Los Ángeles (California), Warner Brothers Burbank Studios - 4000 Warner
Boulevard, Burbank, (California) y el Waterman Drive, Van Nuys, Los
Ángeles, California, para la pista del aeropuerto.
La
escenografía de la calle que fue usada para las escenas del exterior
había sido recientemente construida para otro filme, The Desert Song, y
tuvo que ser redecorada para los flashbacks de París. Dicho escenario
permaneció en los almacenes de la Warner
hasta la década de los 60. Por su parte, el set para el Café de Rick
fue construido en tres partes inconexas, por lo que no se podría
determinar en trazado lo que sería su planta. De hecho, en una escena se
hace pasar a la cámara a través de una pared desde el área del café
hacia el interior de la oficina de Rick. El fondo de la escena final, el
cual muestra un avión pequeño modelo L-12 Electra Junior de la compañía
Lockheed con personal caminando alrededor, fue armado usando extras de
baja estatura y un avión de cartón dibujado a escala. Se usó humo,
simulando neblina, para cubrir la apariencia poco convincente del
modelo. El crítico de cine Roger Ebert calificó a Wallis como la «clave
del equipo creativo» por la atención que puso a los detalles de
producción (hasta el punto de haber insistido en tener un loro de verdad
en el Bar del Loro Azul, Blue Parrot Bar, en inglés).
Por
otra parte, la estatura de la actriz Ingrid Bergman causó algunos
problemas. Bergman sobrepasaba por casi cinco centímetros a Bogart, por
lo que el director Curtiz tuvo que elevar al actor sobre ladrillos o
sentarlo sobre cojines en las escenas en las que aparecían juntos.
Los
contratiempos alcanzaron al productor Hal B. Wallis cuando decidió,
tras haber terminado el rodaje, que la línea final de la película sería:
«Louis, pienso que éste es el principio de una buena amistad» («Louis, I think this is the beginning of a beautiful friendship»). Bogart tuvo que ser llamado un mes después de finalizada la filmación para doblar la frase.
Más
tarde se pensó en introducir una escena que mostrara a Rick y Renault
junto a un destacamento de soldados franceses libres, en un barco,
alistándose para incorporarse a la invasión de 1942 a
África del Norte por parte de las tropas aliadas. Sin embargo, resultó
muy difícil conseguir al actor Claude Rains para la filmación, que por
cierto cobró por este papel uno de los sueldos más elevados de la época
-22.000 dólares sólo 3.000 menos que la actriz principal que cobró
25.000 $ por siete semanas de trabajo- , y la idea fue definitivamente
abandonada cuando otro productor, David O. Selznick, señaló que «sería
un error tremendo cambiar el final».
El guión, que como hemos visto se basaba en una obra de teatro se inspiró, al parecer, en
el viaje a Europa que hizo Murray Burnett en 1938, viaje durante el
cual pudo visitar Viena justo antes del Anschluss. Murray visitó también
la costa sur de Francia en la cual co-existían, no sin dificultad,
personas de ideología totalitaria junto a refugiados- sólo hay que
pensar en los miles de republicanos que había en Francia, incluso en
campo de concentración como el de Rivesaltes . Los locales nocturnos de
la zona inspiraron, pues, tanto el Café de Rick (especialmente uno
llamado «Le Kat Ferrat») como el carácter del personaje Sam, el pianista
(basado en un pianista negro que Burnett vio en Juan-les-Pins) En la
obra teatral, el personaje de Ilsa era una estadounidense llamada Lois
Meredith y no encontraba a Laszlo sino hasta después de que su relación
parisina con Rick había terminado. Además, en la obra de teatro el
personaje de Rick era un abogado.
Los
primeros escritores principales en trabajar en el guión fueron los
gemelos Epstein, Julius y Philip, quienes eliminaron el trasfondo del
personaje Rick y aumentaron los elementos de comedia. Después intervino
el otro escritor reconocido en los créditos, Howard Koch, pero
trabajando en paralelo con ellos y haciendo énfasis en otros aspectos.
Koch resaltó los elementos políticos y melodramáticos. Según parece, fue
el director Curtiz quien favoreció las partes románticas, al insistir
en que permanecieran los flashbacks en París. Aún a pesar del gran
número de escritores involucrados, el filme tiene eso que Ebert
describió como un guión de «maravillosa unidad y consistencia» o como
diría Moix “el clima”. Más tarde Koch afirmaría que fue la tensión que
hubo entre su propia visión y la de Curtiz la que motivó que
«sorpresivamente, estos acercamientos desparejos de alguna manera se
ligaron, y quizá eso fue debido en parte a este tire y afloje entre
Curtiz y yo, que le dio a la película un cierto balance».Julius Epstein
anotaría posteriormente que el guión contenía «más maíz que en los Estados de Kansas y Iowa juntos” entendiendo por ‘maíz’) lo que es el slang,
o sea, un tipo de humor tonto, gastado, banal y sentimental. Algunas de
las frases memorables, como hemos visto, se decidieron en el último
momento por el producto Wallis. Señalar que éste fue galardonado con el
premio Irving Thalberg. El cambio, la improvisación, parecían estar en
el origen de esta empresa tal y como señala Terenci Moix.
Llama
la atención que el autor de la obra teatral, Murray Burnett, estuvo
pleiteando en la prensa para que se le reconociese que todo “Casablanca”
estaba ya en su obra original. Según cuenta Aljean Harmetz en su
interesante libro sobre la géneses y el rodaje del filme, el guionista
Koch acabó reconociendo que Burnett tenía razón.
El
filme se topó con algunos problemas cuando Joseph Breen, miembro del
cuerpo de auto-censura de la industria hollywoodense (el Production Code
Administration), expresó su oposición a que el personaje del Capitán
Renault solicitara favores sexuales a cambio de visados y a que los
personajes de Rick e Ilsa hubieran dormido juntos en París. Ambos
puntos, de todos modos, permanecieron en forma implícita en la versión
final
En
cuanto a la dirección la primera opción del productor, Hal Wallis, para
dirigir la película fue William Wyler, pero como no estaba disponible
Wallis decidió escoger, tras barajar varios nombres, a su amigo, el
director Michael Curtiz. Curtiz era un judío emigrante de origen
húngaro, que había llegado a los Estados Unidos en la década de los 20 y
que contaba entre sus familiares a refugiados que habían huido del
nazismo imperante en Centroeuropa. A decir de Roger Ebert, en Casablanca
«muy pocas escenas son memorables en cuanto tales...», Curtiz se estuvo
preocupando de usar las imágenes para contar una historia más que de
usarlas por sí mismas.
De
cualquier manera, el director tuvo poca influencia en el desarrollo de
la trama: de acuerdo con Casey Robinson, Curtiz «no sabía nada de nada
acerca de la historia... él veía imágenes y tú proporcionabas la
historia». El crítico Andrew Sarris calificó la película como «la más
decisiva excepción a la teoría de autor», a quien Aljean Harmetz replicó
que «casi todas las películas de la Warner Bros.
fueron una excepción a la teoría de autor». Sin embargo, otros críticos
le dan mayor crédito a Curtiz; Sidney Rosenzweig, en su estudio sobre
el trabajo del director, aprecia en el filme un ejemplo típico del modo
en que Curtiz resalta los dilemas morales.
Los
montajes de la segunda unidad, tales como la secuencia de apertura del
tren de refugiados y la que muestra la invasión de Francia, fueron
dirigidos por Don Siegel.
El director de fotografía fue Arthur Edeson, un experimentado artista que había trabajado previamente en El halcón maltés y en una versión de Frankenstein
del año 1931. Una mención especial merece la fotografía de Ingrid
Bergman, en la que se puso especial cuidado. Ingrid fue fotografiada
casi siempre en su perfil izquierdo, perfil preferido por la propia
actriz, y en muchas ocasiones se aplicaba un filtro suavizador de tipo
gaussiano y con catch lights para hacer que sus ojos destellaran. Estos
efectos fueron diseñados para proporcionar a su rostro una apariencia
«inefablemente triste, tierna y nostálgica».
Se
aprecian además barras de sombras cruzándose con los personajes y con
el fondo. Dichas sombras, según cada caso, poseen distintos
significados: algunos muestran símbolos de encarcelamiento, el
crucifijo, el símbolo de la Francia Libre
y hasta confusión emocional. Además, la oscuridad del cine negro y la
luz expresionista es usada en numerosas escenas, principalmente hacia el
final de la película. Según Rosenzweig, estas luces y sombras son
elementos clásicos del estilo de Curtiz, junto a la fluidez del trabajo
de cámara y el uso del entorno como herramienta de encuadre.
La
música fue escrita por Max Steiner, compositor que había saltado a la
fama por haber sido el artífice de la música de la película Lo que el viento se llevó. La canción As time goes by
de Herman Hupfeld había sido escogida para formar parte de la obra de
teatro original, y Steiner tenía previsto reemplazarla por una obra
propia. Sin embargo, cuando el compositor quiso crear su propia obra
para remplazarla, se encontró con que Ingrid Bergman ya se había cortado
el cabello para protagonizar su siguiente papel cinematográfico (María,
en Por quién doblan las campanas), por lo que no se podían
volver a rodar las escenas en las que aparecía la canción. Por otra
parte, cuando se estrenó la película la canción gozó de un resurgimiento
que la posicionó 21 semanas en los primeros puestos de las listas de
éxitos. Así que Steiner basó por completo la música de la película en
dicha canción y en La Marsellesa,
el himno nacional francés, transformándolos para que reflejaran
diversas situaciones. De nota excepcional es el «duelo de canciones» en
que La Marsellesa compite —interpretada a todo pulmón por una orquesta completa— contra un pequeño grupo de alemanes que cantan «Die Wacht am Rhein» (El guardia sobre el río Rín) en el piano. Originalmente se había pensado para esta secuencia maestra en la canción «Horst Wessel Lied» (Canción de Horst Wessel), que era de facto el segundo himno nacional de la Alemania Nazi, pero éste se encontraba todavía bajo derechos reservados al menos en los países no aliados.
Otras canciones incluidas en la película son It Had to Be You, de 1924, con letra de Gus Kahn y música de Isham Jones; Knock on Wood, con música de M.K. Jerome y letra de Jack Scholl, y Shine de 1910 de Cecil Mack y Lew
Brown, con música de Ford Dabney . En una de las escenas de flash back
en París, Rick e Ilsa bailan al ritmo de Perfidia del compositor
mexicano Alberto Domínguez Borrás. En fín, esta es parte de la historia de un mito. Continuaremos con ella.
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