viernes, 8 de marzo de 2013

Adiós DDR


Hace poco más de un año, coincidiendo con el día de Andalucía, estuve en Berlín. La ciudad me fascinó, sobre todo la sensación de vivir la historia. Berlín ha sido – para mí- la ciudad más trascendente del convulso siglo XX. Las hay más bonitas, más espectaculares, pero no creo que exista otra con tanta referencias ha este siglo que , por ahora, ha sido la mayor parte de mi vida. Ayer cuando volví a ver Berlín en Good Bye, Lenin! , tuve nuevamente esa sensación de vivir la historia contemporánea. Y es que la historia que nos narra la película, no es sólo una historia en clave germana, sino que en además de ser una historia de amor entre un hijo que adora a su madre, es también la historia de nuestra juventud, al menos, de aquellos que crecimos con el muro de Berlín, con los bloques, con el comunismo en el horizonte y, finalmente, con la sorpresa que tras todo ello, no había nada, salvo mucha historia.

Good Bye, Lenin! es una película alemana del año 2003, dirigida por Wolfgang Becker, cuyo guión en parte redactó Wolfgang Becker, así como Bernd Lichtenberg. La película está producida por Stefan Arndt que coordina un entramado formado por X Filme Creative Pool, el canal ARTE, la WDR y la Senator Entertainment y para ello contó con un presupuesto de 4.800.000 € . 
La distribución internacional de la película la realizó Sony Pictures Classics, aunque España lo hizo Nirvana. La película contó con la colaboración de Yann Tiersen y Claire Pichet (Amélie)en el área musical, de Martin Kukula que ya trabajó con Becker en La vida en obras en la fotografía y de Peter R. Adam en el montaje.
El reparto incluye a Daniel Brühl, Katrin Sass, Chulpan Khamatova, Alexander Beyer, Maria Simon, Michael Gwisdek, Burghart Klaussner, Florian Lukas y Jürgen Vogel.
La película comienza con un episodio previa a la historia que nos narra, pues en ella el protagonista, Alexander Kerner (Daniel Brühl), nos cuenta como en el momento más existente para la República Democrática Alemana, la extinta en alemán DDR, o sea, la no democrática, con la llegada al espacio de un astronauta alemán oriental, Sigmund Werner Paul Jähn, su madre se está enterando de su drama vital: su marido y padre, se acaba de fugar al Oeste, a la República Federal Alemana. Christiane, una mujer orgullosa de sus ideas socialistas y miembro del Partido Socialista Unificado. Entregada a la política tras el abandono y huida de su marido a Alemania Occidental, pierde el conocimiento al ver a su hijo metido en disturbios a raíz de una manifestación en contra de Erich Honecker, con la policía del estado que tanto admira. Desde ese momento su madre se convierte en una ferviente partidaria del régimen comunista de Honecker.


Estamos ya en Octubre de 1989 y no era el mejor momento para entrar en coma viviendo en la República Democrática Alemana. Se está viviendo en Alemania, al igual que estaba pasando en Hungría, y ya se vivía en Checoeslovaquia, una nueva ola a favor de la libertad. Gorbachov lo alienta y la ortodoxa DDR sufre una sangría de fugas y de manifestaciones contra el régimen comunista. Alexander es crítico con Honecker y con el sistema y participa en una protesta. En una manifestación contra el régimen Alexander se encuentra con una chica que lo ayuda, pero también con su madre que débil desde la fuga de su marido sufre un infarto en mitad de la refriega entre policías y manifestantes.

Del infarto la madre pasa al coma y así permanecerá ocho meses. Durante su coma Alexander conoce la una chica rusa, la misma que le salvo la vida en la manifestación, y se enamoran. Uno y otra van viendo los cambios en el país como la caída del Muro de Berlín, el inicio de la unificación y el triunfo del capitalismo en la amada por la madre Alemania Oriental. Cambios rápidos en la estética y en el consumo. Como me pasó a mí cuando fui a Hungría llega de inmediato el sexo y las cadenas de hamburgueserías y bebidas refrescantes.
Alex y su hermana se ven envueltos en una complicada situación cuando su madre sale del coma ocho meses después. Ninguna otra cosa podría afectar tanto a su madre como lo cambios vividos en la DDR y ya advertido por el médico de dejarla en reposo y sin grandes disgustos, para evitar una posible recaída. Esto obligará a Alexander a ocultar a su madre lo sucedido mientras ella estaba enferma: el Muro de Berlín ha sido derribado y la reunificación alemana se ha ejecutado bajo el mando de la capitalista Alemania Occidental. Para ello Alex, con ayuda de su amigo Dennis (un aspirante a cineasta de Berlín Occidental), montará una serie de falsos telediarios, en los que escribirá su propia historia del país. Por eso, para salvar a su madre, Alex convierte el apartamento familiar en una isla anclada en el pasado, una especie de último bastión del socialismo en el que su madre vive creyendo que nada ha cambiado.

Lo que empieza como una mentira piadosa se convierte en una gran estafa cuando la hermana de Alex y algunos vecinos se encargan de mantener la farsa para que la madre de Alex siga creyendo que nada había cambiado. Una de ellas es Lara, una enfermera soviética que Alex conquista durante el coma de su madre. Especialmente hilarante, además de los telediarios realizados por Dennis, es la celebración del cumpleaños en el apartamento en los que son llamados los viejos camaradas de la madre (el director borracho, la amiga de pelo escardado, el viejo camarada, o unos supuestos alumnos del coro “popular”) o la compra de pepinillos en vinagre y los productos de un régimen anquilosado y limitado.

Algunos sucesos hacen dudar a Christiane sobre lo ocurrido como cuando descubre que frente a su ventana se despliega un enorme cartel publicitario de Coca Cola y luego ve que una estatua de Lenin es trasladada de su pedestal. En cuanto puede salir a la calle, Cristiane descubre que sus vecinos han comprado muebles nuevos y que no usan el mobiliario típico de la RDA, por lo cual Alex debe inventar nuevas mentiras para evitar un gran disgusto a su madre.

Mientras tanto un hecho importante se produce en la vida de Alexander y su hermana. Ella trabajadora en una hamburguesería ha visto a su padre acompañado de otros dos chicos, posiblemente su hijo e hija. Para relajar a la familia, Alex lleva a Christiane, a su hermana y al novio de ésta a un paseo campestre, donde Alex se entera que su padre, Robert, trató de huir a Alemania Occidental con toda su familia en 1978 pero que Christiane temió perder a sus hijos si el plan fallaba, por lo cual a último momento rehusó acompañar a su esposo, de lo cual se arrepintió después.
Poco después sufre Christiane un nuevo infarto y es ingresada en el hospital, situación que aprovecha Alex para falsear un nuevo telediario: en esta ocasión convence a un taxista parecido a Sigmund Jähn (el primer astronauta germanooriental) para que se haga pasar por el famoso cosmonauta, lance un discurso como nuevo "presidente de la RDA" y proclame "la necesidad de unirse con Alemania Occidental" para así poner fin de manera suave a las mentiras creadas para cuidar a Christiane.

No obstante, durante su estancia en el hospital, Lara le revela a Christiane todas las transformaciones políticas de los últimos meses. Poco antes de morir, viendo uno de los últimos telediarios falsos de Alex, Christiane es consciente del montaje que su hijo le ha preparado por amor; conmovida por el empeño de Alex en crear una realidad paralela sólo para no disgustarla, Christiane se niega a revelarle que ella ya conoce la realidad de los hechos.
Como trama paralela, la película revela la verdadera historia del padre de Alex y el reencuentro con su hijo, y este con sus dos pequeños hermanastros. De hecho, Alex invita a su padre a ir a su madre, pues es una de las cosas que más consolaría su ya desdichada vida. La madre finalmente muere y sus cenizas son esparcidas por el cielo de Alemania con uno de los cohetes que tanto gustaban a Alex cuando era pequeño, a pesar de que eso fuese contra las leyes de cualquiera de las dos Alemanias. La película acaba con los protagonistas en el tejado y con estelas de colores sobre el cielo de Berlín.
La película fue dirigida por Wolfgang Becker cuya filmografía se compone de las películas Schmetterlingen (1987) y La vida en obras (1997) entre otras. Sus protagonistas son Daniel Brühl, nacido en Barcelona e hijo de madre española y padre alemán; Katrin Saß y la bellísima Chulpan Jamatova (Todo por el éxito, Luna Papa, Tuvalu) y la casi debutante María Simón.

Uno de los personajes secundarios en la trama es el astronauta y mito en la RDA Sigmund Jähn, aunque éste no acabó como taxista tras la reunificación (como indica la película), sino como consultor de la DLR (Deutsches Zentrum für Luft- und Raumfahrt) o Agencia espacial alemana, heredera de la del antiguo Oeste, y posteriormente de la ESA o Agencia Espacial Europea.
La mayoría de las escenas fueron tomadas en la capital alemana en espacios, algunos para mí conocidos como la Karl-Marx- Allee y alrededor de las Plattenbauten cerca a la Alexanderplatz, además de los Studios Berlin de Adlershof, Charité, Coca-Cola Niederlassung en la Hildburghauser Strasse 224 - 232, el Eimer Nightclub en Rosenthaler Strasse, Keibelstraße, la Klinikum Buch, y la Neue Wache de Unter den Linden.
El apartamento de la madre de Alex está ubicado en el distrito berlinés de Friedrichshain y gran parte de las escenas fueron tomadas ahí, incluida una de las más importantes; cuando la madre de Alex decide salir del apartamento, a pesar de ello Friedrichshain solo es mencionado por Denis en las noticias montadas luego de esa escena.
La película tuvo éxitos notables y fue un auténtico taquillazo en Alemania y el resto de Europa. .Se presentó en el Festival de Berlín de 2003 en la Sección oficial de largometrajes donde consiguió el Premio Ángel Azul a la mejor película europea. Ganó el Premio Especial del Jurado en el Festival de cine de Valladolid en 2003 y consiguió los Premios del Cine Europeo 2003 a mejor película, actor (Daniel Brühl) y guion, así como todos los premios del público (película, actor y actriz, este último por Katrin Saß). En Gran Bretaña fue nominada en ese mismo año a los Premios BAFTA: Mejor película de habla no inglesa.
Las críticas fueron en general positivas. Carlos Boyero cuando escribía en el Diario El Mundo publicó que era "Una película irónica, lúcida, piadosa y divertida." Mientras que Ángel Fdez. Santos señalaba en el diario El País que estábamos ante una "Magistral comedia oscura de Wolfgang Becker, cada día más arriba en su escalada hacia la cumbre del cine alemán de ahora."
Se trata de una historia entretenida y original que se mueve en tono de comedia, pero ligeramente tendente hacia lo agridulce con un retrato de las renuncias personales que conllevó aquel momento histórico. A su vez, la película plantea críticas tanto al socialismo (lleno de parafernalias, burocracia y militarismo), como al capitalismo (repleto de símbolos vacíos y exaltaciones de lo meramente material) Sitúa al personaje central como un hombre que vacila entre su rebeldía juvenil y el amor y respeto que siente hacia su madre. Sus observaciones del tiempo posterior no son juicios políticos sobre ventajas y desventajas del comunismo contra capitalismo, sino lo que destaca es el intento de Alexander (Daniel Brühl) de construir un socialismo ideal a través de un mundo virtual con televisión trucada y de unos personajes que mienten, pero sin maldad.
Extraordinario es el momento en el que la televisión informa de que los europeos occidentales escapan despavoridos de sus países de origen para refugiarse en el paraíso soviético, huyendo del mundo de depravación que suponía el sistema capitalista.
Aparte de su lectura política, la película consigue crear una historia amena, singular y muy humana y sobrecogedora como la historia de esta Alemania del siglo XX.

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