domingo, 8 de febrero de 2015

El proceso a Mariana Pineda



¡Oh! Qué día tan triste en Granada,
que a las piedras hacía llorar
al ver que Marianita se muere
en cadalso por no declarar.
Marianita, sentada en su cuarto,
no paraba de considerar:
«Si Pedrosa me viera bordando
la bandera de la Libertad».
                           
      (Mas lejos)            
¡Oh, qué día tan triste en Granada,
las campanas doblar y doblar!
Como lirio cortaron el lirio,
como rosa cortaron la flor,
como lirio cortaron el lirio,
mas hermosa su alma quedó.
                           
      (Más lejos)
¡Oh, qué día tan triste en Granada,
que a las piedras hacía llorar!

Hace un par de semanas hablando con una compañera sobre la posibilidad de realizar un trabajo sobre el papel de la mujer en distintos momentos de la historia salieron a relucir diversos, la mayor parte previsibles para unos profesionales de la historia y la docencia, sin embargo, hubo uno que quedó en el tintero, y del que me acordé una vez pasada la reunión. Se trataba de un personaje femenino que fue la referencia del movimiento liberal español frente al régimen absolutista y restaurador de Fernando VII. El nombre de esta señora es Mariana Pineda. 

En la recuperación de la memoria histórica de esta granadina jugó un papel importante García Lorca que escribió un romance popular en tres estampas con el título de Mariana Pineda, que se estrenó en 1927, con decorados de Salvador Dalí e interpretada por Margarita Xirgu. Los decorados de la obra eran de Dalí, pero Federico se implicó mucho en los decorados. 
Figurines de Dalí
Era hija de Mariano de Pineda y Ramírez, capitán de navío de Granada y caballero de la Orden de Calatrava, que nunca llegó a casarse por motivos que se desconocen con la joven lucentina María de los Dolores Muñoz y Bueno. La vida de esta heroína transcurre en Granada. Tras la muerte de don Mariano, Mariana pasó a la tutela de un hermano de aquél, que era ciego, soltero y tenía cuarenta y siete años. 
Sin embargo, tras casarse con una mujer mucho más joven que él, traspasó sus responsabilidades de tutor a unos jóvenes dependientes suyos, José de Mesa y Úrsula de la Presa, a cuyo cargo quedó la niña a lo largo de su infancia. Se casó cuando tenía quince años con Manuel de Peralta y Valle, once años mayor que ella y que acababa de abandonar el ejército. La boda se celebró en octubre de 1819 de forma «sigilosa», en palabras de su principal biógrafa Antonina Rodrigo, debido a la condición de hija ilegítima de Mariana. 
En marzo del año siguiente dio a luz a un niño, José María, y en mayo de 1820 a una niña, Úrsula María. Dos años después, en agosto de 1822, falleció su esposo dejando a su viuda de dieciocho años con dos hijos pequeños. Al parecer fue en esos años de su matrimonio, que coinciden con el Trienio Liberal, cuando Mariana se adhirió a la causa liberal y tras la nueva restauración del absolutismo por Fernando VII en 1823, ya viuda acogió en su casa a liberales perseguidos. 
Pues es a partir de este instante cuando empieza la narración de la serie en cinco capítulos que he visto gracias a la televisión a la carta de televisión española y que tiene por título el de Proceso a Mariana Pineda. “Proceso a Mariana Pineda” es una serie de 5 capítulos, de carácter histórico y biográfico, centrada en la figura de Mariana Pineda (1804-1831) y ambientada en la Granada de 1831, en el octavo año del periodo conocido como década ominosa del reinado absolutista de Fernando VII. 
La serie fue producida por Berango Internacional Films y Televisión Española (TVE) y emitida por nuestro canal público en noviembre de 1984. 
El director de la misma fue Rafael Moreno Alba siguiendo un guión del mismo Rafael Moreno Alba, Carmen Icaza y Emilio Romero tomando como referencia desde los documentos oficiales del proceso al que fue sometida Mariana Pineda hasta algunas obras literarias como la de Federico García Lorca. La música de la serie es de Jaime Pérez, aunque el tema principal de la misma es cantado por la protagonista Pepa Flores siguiendo la letra de una copla de García Lorca. La buena y moderna fotografía es de José García Galisteo. 

El elenco de actrices y actores es lo más granado de los ochenta y está encabezado magistralmente por Pepa Flores "Marisol" como Mariana Pineda y Germán Cobos el Juez Pedrosa. Estos se hacen acompañar de Juanjo Puigcorbé como el Teniente Alba Carlos Larrañaga como Capitán Álvarez de Sotomayor, Raúl Fraire como Oficial, Rafael Alonso como Funcionario, Tony Isbert como Ferrer, Manuel Galiana como Ilustrado, Antonio Iranzo como Matías y Valentín Paredes como Padre Saila. En papeles más secundarios están José Vivó como el Confesor, José María Caffarel como Juez Ceruelo, Conrado San Martín como Abogado Defensor, Rosario Flores como Juanita Enrique San Francisco como Federico, Sonia y Alex Hohmann como Úrsula y José María (hijos de Mariana), Kiti Manver como la La Chispa, Enrique San Francisco como el estudiante del Seminario. 
La miniserie está ambientada en la Granada de 1831 y narra los últimos días de la vida de una mujer que se entregó a la causa liberal. Fue condenada y ajusticiada el 26 de mayo de 1831 con el más noble de los tres rituales que contemplaba la ejecución a garrote, tras rechazar el perdón que se le ofrecía si delataba a sus compañeros de causa. Moría esta mujer y nacía un mito. 

Si bien la serie es histórica, pues se basa en datos históricos y documentos oficiales sobre el proceso a Mariana Pineda, la serie muestra una trama de ficción convertida en síntesis dramática, donde se reflejan las costumbres de la época, su folclore y las intrigas políticas y religiosas. Además vemos esta serie como prototipo del drama español de todos los tiempos en varios aspectos: un drama social, por la miseria reinante en España y especialmente en Andalucía, un drama político con una administración ineficaz y viciada con mala gestión de un monarca y sus delegados, y un drama personal y familiar, sufrido por Mariana Pineda y sus seres más queridos. 

La historia se inicia con el regreso a casa de los hijos de una Mariana de Pineda Muñoz o Mariana Pineda (Granada, 1 de septiembre de 1804 — Granada, 26 de mayo de 1831) perseguidos por un espía absolutista y que presiona sistemáticamente a Mariana Pineda por su sospecha de que asiste a un círculos liberal. 
Parece ser que en uno de estos círculos conoció al militar de brillante expediente Casimiro Brodett y Carbonell, con el que estuvo a punto de casarse pero el matrimonio se frustró porque Brodett no consiguió la preceptiva dispensa real a causa de su filiación liberal y quedó «impurificado» viéndose obligado a abandonar el ejército, marchándose a continuación a Cuba. 
Mariana, por su parte, durante los dos años siguientes desapareció de Granada y se ignora dónde estuvo y lo que hizo durante ese tiempo. 

Cuando volvió a Granada ayudó a un primo suyo, Fernando Álvarez Sotomayor – en la serie Carlos Larrañaga, con el que se encuentra en una fiesta celebrada en casa de unos de esos liberales Ferrer (Tony Isbert) en la que están presentes la mayor parte de los liberales protagonistas como el Teniente Alba (Juanjo Puigcorbé) , el ya nombrado Fernando Álvarez Sotomayor, Raúl Fraire como Oficial, como el Funcionario (Rafael Alonso), el ya normado Ferrer el ilustrado (Manuel Galiana) Matías(Antonio Iranzo) y el Padre Saila (Valentín Paredes). 
Desde los primeros momentos de ese primer capítulo vemos la intención del alcalde del crimen de Granada Ramón Pedrosa Andrade (Germán Cobos) de trepar política y administrativamente a costa de la detención de liberales , así como del confesor (José Vivó) 

Ya en este primer episodio conocemos la detención de un grupo de liberales entre ellos, Fernando Álvarez Sotomayor junto con su tío el célebre cura liberal García de la Serrana, tío de Peralta y, por tanto, primo de Mariana, quienes fueron condenados a muerte por colaborar en el fracasado alzamiento de los ejércitos de Andalucía contra Fernando VII. Mariana, que tenía permiso para visitar diariamente a su tío el cura consiguió introducir, prenda a prenda, un hábito completo de fraile y unas barbas postizas en la celda de don Fernando, que salió tranquilamente de la cárcel por la única puerta que había, a la vista de todos. 
Liberales y absolutistas quedaron convencidos de que Mariana era la artífice de la fuga del condenado y aunque Pedrosa, alcalde del Crimen de la Real Chancillería, no pudo contra ella, apuntó a Mariana Pineda con la convicción de que ella había ayudado a escapar de la cárcel donde cumplía condena desde 1827 por haber participado en diversas conspiraciones liberales organizadas por los exiliados de Gibraltar. 
La estratagema de la que se valió para liberar a su primo en 1828 fue introducir unos hábitos en la cárcel y entregárselos a Fernando, que disfrazado de fraile salió de la prisión sin mayores dificultades porque, como había observado Mariana, los muchos clérigos que entraban y salían del establecimiento nunca eran controlados por los guardias. 

En este primer episodio conocemos la historia de amor entre Teniente Alba (Juanjo Puigcorbé) y la heroína, así como el deseo del alcalde del crimen de Granada Ramón Pedrosa Andrade de tener a Mariana. También conocemos la desavenencias entre los liberales, los exaltados como el ilustrado y los tibios como Alba. 
Fernando Álvarez de Sotomayor huye a Gibraltar aunque antes de partir se encuentra con su prima a la que agradece la ayuda.
Así vivió Mariana con su madre adoptiva, doña Ursula, viuda de Mesa, y sus hijos José María y Luisa, empeñada en diversos pleitos para recuperar algo de la herencia de su padre y de su tutor don José, vive alegada de su primo y de su amante. Cuando marcha a Motril se vuelve a encontrar con este último y deja a sus hijos en la casa de los Alba. 
En otra ocasión también atrajo la atención del alcalde del crimen Pedrosa a causa de la denuncia presentada contra ella por unas supuestas conexiones con los «anarquistas» -que era el nombre que entonces también utilizaban los absolutistas para referirse a los revolucionarios liberales de Gibraltar. Más grave fue el caso en que se vio envuelto su fiel criado Antonio Buriel —que había servido a las órdenes de Rafael del Riego— que fue detenido por Pedrosa por haber llevado cartas comprometedoras y que le valieron a Mariana verse confinada en su casa. El caso nunca llegó a juzgarse aunque Mariana en prevención ya había solicitado los servicios del abogado José María Escalera. 
La investigación en los archivos policiales ha demostrado que la policía granadina estaba convencida de que Mariana Pineda estaba directa o indirectamente implicada en los preliminares de una insurrección y que su criado Antonio Buriel «tenía preparada una docena de hombres decididos para lanzarlos a la calle». 
A lo largo de estos episodios nos vamos informando especialmente de la descoordinación del bando liberal pues los movimientos de Torrijos y Espoz y Mina no están ligados entre sí. O de cómo las universidades estaban cerradas, no había más Prensa que el Boletín Oficial del Estado, y estaban censurados muchas libros, muchos autores, gran parte de los poemas y sus respectivos versos. Porque la libertad se perseguía en la cultura, que es el primer principio de la tiranía. Granada era entonces una de las ciudades más cultas y más europeas de España.
Entre tanto, vamos conociendo como la relación entre Mariana Pineda y el Teniente Alba se rompe ante el temor del militar de caer en las manos del alcalde mayor de Granada, así que huye de la ciudad y se refugia en casa de sus padres antes de partir a Gibraltar, para desde allí tomar un barco con destino a Londres, como ya había realizado Fernando Álvarez y su mujer, y como hará Ferrer cuya intención es buscar refugio en Portugal. 

La policía absolutista del ministro de Gracia y Justicia de Fernando VII Francisco Calomarde estaba al tanto de los preparativos de una nueva insurrección liberal —algunos de sus agentes se encontraban en Gibraltar siguiendo a Torrijos y a su grupo— y lograron desbaratar el intento. 
Los liberales granadinos le encargan un estandarte con el lema Libertad, Igualdad y Ley. Compró para ello un tafetán morado en cuyo centro cosió un triángulo verde. Estos eran los colores del Oriente masónico, y como ella sabía coser pero no bordar, encargó las letras y la labor a dos criadas. Dos días antes de la fecha prevista para el levantamiento fue detenida en su casa de Granada Mariana Pineda. 
La razón viene dada por el descubrimiento de una bandera liberal - en tafetán - en un taller de confección en el que trabaja Juanita (Rosario Flores) novia de un joven eclesiástico liberal Federico (Enrique San Francisco) cuyo padre delata a algunos liberales. La bandera no está del todo bordada. 

Tras la delación de Julián Herrera, realista furibundo que sonsacó al hijo clérigo liberal y que tenía relaciones con una de las criadas y vio el bordado se fue a denunciar el caso a Pedrosa y el alcalde presionó a la costurera Juanita para que la lleve a casa de la persona que inicialmente había encargado su bordado: Mariana Pineda.
El 18 de marzo de 1831 la policía al mando del alcalde del crimen Pedrosa irrumpió en su domicilio de Mariana, el número 6 de la casa 77 de la calle del Águila en Granada, y al encontrarse «dentro de la casa que habitaba doña Marina Pineda, cabeza o principal de ella» una «bandera, señal indubitada del alzamiento que se forjaba» fue «aprehendida... teniéndosela legalmente... por autora del horroroso delito», según el relato del fiscal que presentó en el juicio al que fue sometida. 

Según el historiador Carlos Serrano, las condiciones en que se encontró la «bandera» en casa de Mariana «hacen sospechar que la introdujo en ella algún agente manipulado por la policía, sin duda una de las propias bordadoras del Albaicín a quien ella tenía encomendado el trabajo y que, descubierta o denunciada, se habría visto más o menos obligada a introducir el famoso pendón en su casa para que pudiera ser «descubierto» luego allí y sirviera de base para la acusación». Mientras se armaba el proceso, fue Mariana arrestada en su domicilio junto a doña Úrsula y sus criadas. Luego cayó o se fingió enferma. 
De momento fue confinada en su propio domicilio, bajo la custodia de un guardia, de donde escapó tres días después aprovechado un descuido del vigilante disfrazada de anciana, pero el guardia logró alcanzarla en la calle y Mariana le rogó que no la denunciara y para tratar de ablandarle le propuso que le acompañara en la huida. 
Se nombra al Juez Ceruelo (José María Caffarel) como encargado de juzgar y encausar a la liberal, mientras que su Abogado Defensor (Conrado San Martín) tendrá desde el principio dudas sobre las opciones de su defendida. 

Este hecho sería utilizado por el fiscal para imputarle un supuesto segundo delito, además del de preparar un alzamiento contra «la soberanía del Rey N.S.», el de «haber emprendido su fuga de la prisión que le fue constituida en su casa», tratando de «seducir o cohechar al dependiente que la custodiaba y que le dio alcance en su fuga, diciendo a éste que la dejara, ofreciéndole que se fuese con ella y le haría feliz».
A causa de este intento de fuga fue recluida en la cárcel de mujeres de mala vida del convento de las Arrecogidas Santa María Egipcíaca, un convento en funciones de cárcel creado para rehabilitar prostitutas y que acabó albergando a mujeres condenadas por delitos comunes o políticos. Allí los interrogatorios eran cada vez más largos y apremiantes. 
Pedrosa decidió llevar la situación al límite y sugirió al fiscal Andrés Oller, conocido liberal granadino, que sólo conservaría su puesto si pedía la pena de muerte contra su vieja amiga Mariana. 
Hoy parece claro que las autoridades absolutistas, dada su condición de mujer, no la consideraban uno de los dirigentes de la conjura liberal que creían que estaba en marcha en Granada —de hecho en ninguno en los pronunciamientos liberales del final del reinado de Fernando VII hubo mujeres directamente implicadas—, sino que la detuvieron para que denunciara a sus cómplices, verdaderas cabezas de la conspiración en la que ella sería nada más que una comparsa. Prueba de ello sería que Pedrosa, el jefe de la policía de Granada, estaba habilitado para indultarla incluso después del juicio si aceptaba declarar sobre sus cómplices, cosa a la que ella se negó hasta el final —una firmeza que por otro lado no había mostrado su primo Fernando Álvarez de Sotomayor, a quien Mariana había ayudado a escapar de la cárcel, que informó a las autoridades absolutistas de la actividades del grupo de José María Torrijos en Gibraltar a cambio del indulto—. 
No sólo esto, sino que a Fernando Álvarez de Sotomayor le faltó valor para salir de Inglaterra e intentar la liberación de su prima, a diferencia de su amado el Teniente Alba. 

Por otro lado se especuló que la detención y la condena a muerte de Mariana se debía al despecho sufrido por el alcalde del crimen Ramón Pedrosa que estaría enamorado de ella. Esta teoría la expuso veladamente durante el juicio su abogado defensor al referirse a «ciertos acontecimientos y circunstancias fatales» que habían hecho que a la referida [Mariana] «se la tenga por algunos en un concepto» que no merecía, entre las que se encontraba «no haber accedido a pretensiones de otros sujetos» quienes «no sería extraño que se hayan propuesto llevar su resentimiento y venganza hasta el extremo de arruinarla». 
Del supuesto enamoramiento de Pedrosa por Mariana no hay prueba alguna, aunque sí se puede afirmar que el alcalde del crimen de Granada se tomó el proceso como un asunto personal, presionándole para que delatara a sus supuestos cómplices, todo ello reforzado por el hecho de que Pedrosa había recibido del ministro de Gracia y Justicia Calomarde plenos poderes para investigar todas las «conspiraciones» que se produjeran en Granada, lo que le concedía un derecho de vida o muerte sobre los encausados puesto que nadie podía interferir en sus decisiones. 
Así tres semanas después de la detención de Mariana la administración de Justicia de Granada decidió que su causa pasara a las manos de Pedrosa. 
Por cierto que el expediente penal de Mariana Pineda fue robado a principios del siglo XX, aunque afortunadamente las piezas más importantes del mismo —la acusación del fiscal y el alegato del abogado defensor— habían sido reproducidos en un libro publicado en 1836, tras la muerte de Fernando VII, por su primer biógrafo y uno de amantes, el abogado José de la Peña y Aguayo. 
Por esos documentos sabemos que la base de la acusación era haber encontrado en su casa «el signo más decisivo y terminante de un alzamiento contra la soberanía del Rey N.S. y su gobierno monárquico y paternal». El «signo» consistía en tres letreros escritos con encarnado en papel al parecer que decían Igualdad; Libertad, Ley. 
Con esta prueba —una supuesta bandera a medio bordar y en las que estaban esbozadas las palabras de un posible lema— el fiscal le imputó el delito de rebelión contra el orden y el monarca, que según el reciente decreto de Fernando VII de 1 de octubre del año anterior estaba castigado con la pena de muerte, según lo establecido en su artículo 7º y que presenta magníficamente el Teniente Alba en la serie: Toda maquinación en el interior del reino para actos de rebeldía contra mi autoridad soberana o suscitar conmociones populares que lleguen a manifestarse por actos preparatorios de su ejecución, será castigada en los autores y cómplices con la pena de muerte 

Como era de esperar la defensa se basó en desmontar la «prueba» que constituía la supuesta «bandera», primero cuestionando que fuera tal, basándose en el propio informe de la policía que hablaba de un paño montado en unos bastidores no de una bandera, y en segundo lugar que la supuesta bandera fuera «revolucionaria», aduciendo que en realidad se trataba de una enseña destinada la masonería —«el emblema del triángulo verde fijado en su centro demuestra que su destino era más bien para adorno de alguna logia francmasónica»— y como las mujeres no podían pertenecer a la masonería su defendida estaba libre de culpa, o como mucho sólo podía ser condenada a una corta pena de prisión por complicidad con masones, una «secta» prohibida. 
La acusación implicaba como castigo la pena de muerte. La defensa se basó en desmontar la prueba argumentando que se trataba de una enseña destinada a la masonería, lo que al no poder las mujeres pertenecer a ella llevaría aparejada como mucho pena de prisión. La defensa también hizo insinuaciones veladas sobre una suerte de venganza de un amante rechazado que recogen las coplas populares y aleluyas: 

Granada triste está 
Porque Mariana de Pineda 
A la horca va 
Porque Pedrosa y los suyos 
Sus verdugos son,
Y ésta ha sido su venganza 
Porque Mariana de Pineda 
su amor no le dio 

A pesar de la convincente defensa que hizo su abogado, Mariana Pineda fue condenada a muerte. La condena siguió su trámite y llegó a la corte. Calomarde lo trasladó a la instancia superior de Justicia, que encontró la sentencia de muerte «justa y arreglada a la ley». 
Faltaba la firma real, que naturalmente Fernando VII se apresuró a estampar, indicando el garrote como medio de ejecución. Pedrosa, ya con la condena en la mano, trató de forzar la voluntad de Mariana, pero ella se negó a delatar. Sólo habían pasado dos meses desde su arresto cuando llegó la fecha de su ejecución. La víspera, serena, escribió un testamento que el escribano no pudo pergeñar por impedírselo las lágrimas. En otra carta explicó a sus hijos que moría dignamente por la Libertad y la Patria. Antes de acostarse para su última noche, que fue de sueño breve y sereno, tuvo un rasgo que retrata su personalidad. Debían cambiarle el vestido por si tenía algún veneno y también quitarle las ligas para evitar que pudiera ahorcarse con ellas. Mariana aceptó el cambio de vestido si, tras su muerte, lo picaban con unas tijeras para evitar que desnudaran el cadáver; pero no transigió con las ligas: «Eso, no. Jamás consentiré ir al patíbulo con las medias caídas» 
El día de su ejecución al parecer había preparada una operación destinada a liberarla durante el trayecto que conducía del convento de las Arrecogidas Santa María Egipcíaca- de hecho en la serie vemos como un ade las arrecogidas del convento La Chispa (Kiti Manver) monta una revuelta a la hora de la comida , de la misma manera que otros de los liberales encabezados por Matías (Antonio Iranzo) o como el teniente Alba se enfrenta muerte con el ilustrado (Manuel Galiana), ante lo inevitable y el beneficio para la causas liberal que puede representar la muerte de Mariana - , donde había permanecido internada, hasta el Campo del Triunfo donde estaba montado el garrote vil, pero por motivos desconocidos no tuvo lugar. 
En la serie vemos como mantuvo su dignidad hasta la hora de prepararse para la ejecución negándose a que le quitasen las ligas para no «ir al patíbulo con las medias caídas».Así que nada impidió que fuera ejecutada el 26 de mayo de 1831. 
Tenía 26 años. Su ejecución pretendió castigar la causa de los liberales, lo que la convirtió en una mártir para estos y en un símbolo popular de la lucha contra la falta de libertades, a consecuencia de lo cual llegó a convertirse en personaje principal de varias piezas dramáticas, poemas y ensayos. En la serie al final se nos recuerda que "La península goza de perfecta paz", se escribió en La gaceta, para dar cuenta oficial de la ejecución de Mariana Pineda, sentencia que sirve de cierre a la serie. 
Como dice Federico Jiménez Losantos en su artículo “Mariana Pineda: la libertad en el cadalso” y que nunca se la ha visto más hermosa. Cuando la Libertad subió al cadalso en Granada, el 26 de mayo de 1831, llevaba un vestido de percal azul con flores de azucena color caña, medias grises y zapatos de tafilete negros; tenía los ojos muy azules y la piel muy blanca; el pelo rubio, generalmente recogido en peina, caía ahora suelto sobre los hombros y el pecho; contaba 26 años y se llamaba Mariana, Rafaela, Gila, Judas Tadea, Francisca de Paula, Benita, Bernarda, Cecilia de Pineda Muñoz. Desde aquel día se le llamó sólo Mariana Pineda y su nombre se convirtió en leyenda. Es la más famosa de las heroínas liberales, y casi un siglo después, Federico García Lorca, otro granadino emplazado por la tragedia, llevó la leyenda al teatro y la hizo universal. De niño, jugando al corro, había oído cantar el romance de la belleza que, para serlo siempre, tiene que morir injustamente y en plena juventud. Jamás lo pudo olvidar. 

La vida de Mariana estuvo marcada desde antes de su nacimiento por el azar, la pasión y la desgracia. Hasta aquí la miniserie. 
En cuanto a la misma señalar que es la radiografía de una época, y un fiel reflejo de las costumbres políticas y religiosas de la primera mitad del siglo XIX en España. 
El guión se basa en los documentos oficiales del proceso al que fue sometida. El rodaje, en 1984, fue una de las producciones más ambiciosas de TVE. 
Su grabación en Madrid, Granada, Boadilla del Monte, Carmona, Sevilla y Huelva duró más de cuatro meses y costó 162 millones de pesetas. La serie consta de cinco episodios rodados en 35 milímetros (aunque el contrato con TVE estipulaba soporte de 16 milímetros) con un presupuesto de 163 millones de pesetas, abonados íntegramente por RTVE, incluido el 15% de beneficio industrial que correspondía al productor. 
Sobre la misma escribió J. R. Pérez Ornia en el Diario El País un artículo el 11 de noviembre de 1984 un artículo sobre la misma y destacó el papel de Germán Cobos que interpreta a Ramón Pedrosa, antagonista de la heroína de la libertad que encama Pepa Flores, subdelegado principal de Policía, alcalde del Crimen de la Real Chancillería y desde 1831 alcalde de Casa y Corte, comisionado, por orden, de Fernando VII, para las causas por conspiración contra la seguridad del Estado y los derechos del trono. El mismo Germán Cobos decía que "Estoy convencido de que va a ser un éxito impresionante porque es una serie comercial, una película de aventuras, con buenos y malos sobre un fondo romántico, y además ganan los malos", el juez Pedrosa, representa al verdugo de la libertad, al hipócrita sanguinario, a un ser despreciable, ambicioso y trepa. El propio actor destacaba el trabajo de su compañero y protagonista de la serie Pepa Flores -que ya no concedía ya entrevistas porque, según decía la productora, siempre se acaba preguntando por su vida privada o por sus ideas políticas-, y recibió por su trabajo "hasta 8 millones de pesetas". 
Rafael Moreno Alba, director igualmente de Los gozos y las sombras, destacó el papel de Germán Cobos como Pedrosa, pero también que "Al contrario de las heroínas de tres películas paralelas, Tosca, de Renoir, interpretada por Imperio Argentina; Vanina Vanini, de Rosellini, y Senso, de Visconti, Mariana Pineda no entrega a la, justicia a sus compañeros revolucionarios para salvar al amante. Mariana guarda silencio para salvar a los conspiradores" Carmen Icaza, la productora y coautora de guión y diálogos, señalaba en ese dario que hubiera deseado que la serie se estrenara coincidiendo con el quinto aniversario de nuestra Constitución. 
El vestuario tuvo que ser confeccionado expresamente para la serie porque las firmas españolas que trabajan para la industria del cine no disponían de él, ya que al parecer, nunca se trató esta época. Guiones y diálogos fueron revisados por Emilio Romero y posteriormente reelaborados por el director y Carmen Icaza. 

Finalmente señalar que los restos de Mariana de Pineda fueron inhumados en el cemeterio de Almengor, lugar próximo al de ajusticiamiento, situado frente a la que en el siglo XX fue Prisión Provincial de Granada. 
 En 1836 fueron exhumados y depositados sucesivamente en la basílica de la Virgen de las Angustias, en capilla del oratorio de la casa consistorial y en la iglesia del Sagrario, entre 1844 y 1854. 
El 9 de septiembre de este último año se volvieron a exhumar, colocándose la urna de nuevo en dependencias municipales. Finalmente, en 1856, los restos de Mariana de Pineda fueron depositados en la cripta de la catedral de Granada, donde permanecen, bajo una sencilla lápida, con el siguiente epitafio: 
«† D.O.M. Ad perpetuam memoriam. Reliquiæ mortales Marianæ a Pineda, quam, sæva morte, percussit tyrannus, Granatæ septimo kalendas junii, anni millesimi octogentesimi trigesimi primi. Requiescat in pace. Patria grata ejus memoriam colit. Anno M.DCCCLVI.». 
Un grupo de diputados granadinos pidieron a las Cortes que el «nombre de la célebre heroína Doña Mariana Pineda se inscriba en el salón de ellas, en premio de su civismo y amor a la libertad» y que se pasara una pensión a sus hijos. Durante el reinado de Isabel II, el interés por ella decayó. Fue redescubierta con el advenimiento del Sexenio Democrático y, sobre todo, con la Primera República Española, que erigió en su memoria un monumento público en 1873 en Granada. Con la Restauración regresó al olvido para ser de nuevo reconocida y exaltada su persona durante la Segunda República. 
En mayo de 1931, apenas un mes después de haberse producido su proclamación, la República celebró el centenario de la ejecución de Mariana Pineda mediante una serie de honores militares establecidos en un decreto del Gobierno provisional presidido por Niceto Alcalá-Zamora a propuesta del ministro de la Guerra, Manuel Azaña. Más tarde, el gobierno republicano aprobó la emisión de un sello de Correos con su efigie. En la recuperación de la memoria histórica de Mariana Pineda en los años 20 y 30 del siglo XX jugó un papel esencial el socialista Fernando de los Ríos, que fue ministro de justicia en el gobierno provisional, y que desde 1911 había sido catedrático en Granada. 

Pero sobre todo fue el poeta Federico García Lorca quien revitalizó la figura entonces olvidada y que le llevó a escribir en 1925 la obra de teatro Mariana Pineda. Romance popular en tres estampas que después de superar ciertos problemas con la Dictadura de Primo de Rivera pudo estrenarse dos años más tarde, en 1927. En la obra Lorca huye del mito liberal y lo que muestra en su lugar, según Carlos Serrano, «es su incorformidad histórica, su imposibilidad íntima de avenirse al absolutismo fernandino, los resortes de su rebelión privada que la lleva al suplicio público» Estamos ante una magnífica serie, interpretada como pocas veces he podido ver por parte de todos sus protagonistas que se acercan al sobresaliente. Y no es fácil, pues algunos diálogos son densos y complejos, pero la calidad interpretativa supera las dificultades de una grabación en directo. 
La serie saca provecho de la ciudad de Granada, auténtica coprotagonista de la misma, y si bien es cierto que los decorados interiores son sobrios, no es menos cierto el esmero en los mismos o en el vestuario, impresionante el de ella, adecuado el de ellos. 
Y si empezamos con una copla acabaremos con otra compuesta por los maestros Montesinos, Arozamena, García Segura y Torroba y que con nombre de esta luchadora por la libertad.



¡Ay, que día tan triste en Granada!

que a las piedras hacía llorar,

como lirio cortaron el lirio,

en el alma que va a despuntar.

Qué mal viento, Mariana Pineda,

ha quebrado la rosa el rosal,

tu delito es bordar en los vientos,

la bandera de tu soledad.



Marianita, di quien te ha mandado,

di su nombre, y libre seras,

que Pedrosa si no, va a mandarte,

al cadalso, por no declarar.

Y Mariana calla, por que es de razón,

que guarde un secreto, en su corazón.



Adios, adios, mi Granada,

muriendo, te doy mi vida,

yo soy una enamorada,

por el destino vencida.

En mi angustia esta varada,

una hora de pasión,

al sonar su campanada,

será como una oración.

Adios, adios, mi Granada,

ciudad de barro y de seda,

tu sabrás por voz cantada,

por quien muere ajusticiada,

¡Doña Mariana Pineda!



En los vientos ondea una rama,

y en la rama reluce una flor,

es la flor del amor que te tengo,

silencioso y dificil amor.

Si yo hablará, yo te perdería,

mi garganta te quiere llamar,

y tu nombre se muere en mis labios,

que me muerdo hasta hacerlos sangrar.



Marianita, mira que tus hijos,

sin su madre se van a quedar,

di un nombre y estaras con ellos,

si lo callas, lo vas a penar,

y Mariana calla ¿por qué callará?

si la soga al cuello, poniendose está.



Adios, adios, mi Granada,

adios, hijos de mi vida,

soñad esta madrugada,

con vuestra madre querida.

Ante mi la tierra ensancha,

su pecado original,

la sentencia, no me mancha,

me condena por leal.



Adios, adios, mi Granada,

mi alma en ti se me queda,

y a mis hijos le diras,

por quien muere ajusticiada,

¡Doña Mariana Pineda!


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