Hambre, humedad y excitación. A esas cosas me remite tanto el libro como la película. El libro, un superventas. La película un esbozo de lo que cuenta el libro. Ni tan siquiera acaba como termina el libro. Uno espera el “Lo es” al final, pero nada parece interruptus. Hablo en primer lugar del libro. Recuerdo haber escuchado una entrevista con McCourt por la radio. Pasaba por el puente romano y escuche lo de su trayectoria vital, así como de su profesión. Profesor de Literatura, escuchando sus vivencias como profesor de instituto me atrajo la idea de leerlo. Cayó en mis manos esa Navidad y, por supuesto que lo leí. Me gustó, no así el siguiente “Lo es”, un libro que carece del encanto de la infancia y la juventud del primero. La película, para mí llegó más tarde, y con más pena que gloria.
Las cenizas de Ángela, es una película dirigida en 1999 por Alan Parker; basado en el libro homónimo de Frank McCourt, ganador del Premio Pullitzer, aunque la película responde a un guión adaptado por Laura Jones y Alan Parker.
La producción del film estuvo en manos de David Brown, Alan Parker y Scott Rudin.Eñ diseño de producción recayó en el trabajo de Geoffrey Kirkland. La música pertenece a uno de los grandes, John Williams. La nebulosa y húmeda fotografía fue de Chris Connier y Michael Seresin, mientras que el montaje fue asumido por Gerry Hambling. El vestuario fue cosa de Consolata Boyle.
La interpretación estuvo a cargo de Emily Watson (Angela McCourt), Robert Carlyle (Malachy McCourt), Joe Breen (Frank McCourt niño), Ciaran Owens (Frank adulto), Michael Legge (Frank viejo), Ronnie Masterson (Grandma Sheehan), Devon Murray (Middle Malachy) Kerry Condon (Theresa Carmondy).
Esta drama cuenta a lo largo de 145 minutos la vida de la familia estadounidense McCourt. En 1935, son tiempos de emigración a América, pero esta familia hace el camino contrario. Malachy (Robert Carlyle), un alcohólico, y su mujer Ángela (Emily Watson) deciden huir a Limerick (Irlanda) con sus cuatro hijos después de ver fallecer a su hija con tan sólo siete semanas.
La obra cuenta la infancia del propio autor, Frank McCourt desde su nacimiento en Brooklyn, New York en 1930, como primer hijo de Malachy y Angela McCourt. A la familia pronto se le sumaron varios hijos más: Malachy en 1931, los gemelos Oliver y Eugene en 1933, y una hermana, Margaret, en 1934. Tras la muerte de la pequeña Margaret con tan sólo unas semanas de vida, sus padres deciden volver a su nativa Irlanda. Allí son recibidos por la familia de ella recelosos de un padre de origen norirlandés, con una tara “prebisteriana”.
Al poco tiempo de llegar mueren también los dos gemelos. Más tarde, nacen otros dos hijos para los MCCourt, Michael (1936) y Alphie (1940).
La vida en Irlanda, y especialmente en la húmeda y santa Limerick, no era fácil en aquella época (años 30 y 40), y el libro así como la película la recoge con crudeza. La familia McCourt vive en una casucha minúscula en una callejuela sucia, con una sola bombilla y conviviendo con las pulgas y los chinches del colchón, y comparten una única letrina con sus demás vecinos.
El padre, vago y alcohólico, al que el Gobierno irlandés no reconoce como perteneciente al IRA y, por lo tanto, no merecedor de una pensión, apenas logra mantener ningún trabajo, y cuando lo hace es sólo para poder beberse una pinta de cerveza. Así, la familia se ve obligada a vivir de la caridad de San Vicente de Paul o incluso de la mendicidad recogiendo carbón, subsistiendo principalmente a base de té y pan. Los McCourt representan el nivel más bajo del escalafón social. Ángela, la madre fumadora empedernida, lo comenta en algún momento: es la lucha de clases de los irlandeses, que en poco tiempo han sustituido al dominador británico, por el rico nacional.
La película transcurre con momentos de la vida de Frankie. La niñez, que parte de los recuerdos americanos y el primer contacto con la familia – una abuela de los menos cariñosa, una tía dura pero bondadosa y otros elementos consanguíneos curiosos- , la escuela controlada por nacionalistas y ultracatólicos con unos compañeros,, en ocasiones más desarrapados que los McCourt, asçi como la aparentemente plácida vida irlandesa en los pubs y en las casas. La adolescencia con el estallido hormonal, la enfermedad del tifus manifestada en la confirmación y el contacto con la literatura. Y la juventud que permite a Frank el contacto con el sexo y la convicción de marchar a Estados Unidos.
Aunque la película lleva el nombre de la madre, son dos, desde mi punto de vista los protagonistas. El principal Frank y el papel de un padre desangelado, borracho, gandul, ingenioso y cariñoso – aunque no lo demuestre apenas (el propio Frankie recibe un beso únicamente de su padre en la convalecencia- con sus hijos. El papel de Ángela destaca tras la desaparición de Malachy McCourt (padre).
El padre de Frank consigue finalmente un empleo durante la Segunda Guerra Mundial, en una planta de defensa en Coventry (Inglaterra), pero además de no mandar dinero tras su primer viaje, cuando regresa por Navidad lo hace sin nada, marchando al día siguiente a Londres enviando únicamente 3 libras, dejando de inmediato de enviar dinero a su familia que ya pierde definitivamente el contacto con él. Desde ese momento la familia depende únicamente de lo que logra obtener la madre de Frank, sin trabajo y con escasa ayuda de sus familiares, que nunca aprobaron su matrimonio con un norirlandés.
Los hermanos mayores, Frank y Malachy, comienzan a ayudar en lo que pueden, recogiendo trozos de carbón o madera de las calles, hasta que el joven Frank cae enfermo, con tifus y conjuntivitis. Poco después, la familia se ve obligada a abandonar su casa e irse a vivir con un familiar lejano que no siente ninguna simpatía por ellos. Frank consigue poco después sus primeros trabajos como repartidor de telegramas, y comienza a soñar con la posibilidad de volver algún día al lugar donde nació, los Estados Unidos. De hecho, el libro termina cuando Frank consigue ver cumplido este sueño, embarcándose para retornar a su país a la edad de 19 años.
La película se rodó principalmente en Irlanda en Dublín, en Limerick y en los condados de Wicklow, Limerick y Cork.
La película estuvo nominada tanto a los Oscar como a los Globos de Oro por la mejor banda sonora original, la de Jonh Williams en 1999, obtuvo igualmente en ese año 3 nominaciones BAFTA a la mejor actriz (Emily Watson), fotografía y diseño de producción.
Ángel Fernández Santos en el diario El País la enjuiciaba así: “Parker vuelve a caer en la retórica visual, esa cáscara oportunista, abrillantada y engañosa que es el cine cuando es reducido a una habilidosa treta ornamental e insustancial parasitaria de la literatura (...) Dolor sin enfoque moral poderoso, tratado con blandeguería" .
Por otro lado en filmaffinity leí una crónica que decía así y con la que estoy de acuerdo : “La pobreza está hábilmente retratada, es creíble y cercana, quiero decir que no hace falta haberla vivido para comprender en toda su extensión todo lo que supone. La dignidad se tambalea cuando la pobreza golpea día tras día, y Alan Parker nos narra perfectamente, con las dosis justas de creación artística, como fue la vida de todos aquellos pobres desgraciados. Se incide mucho, tal y como sucede en la biografía del propio autor, en la presencia del patriotismo irlandés -y por ende, en la militancia antibritánica- y en la educación católica, que vista con los ojos de ahora parece más cercana al integrismo (…). A la iglesia católica se la trata con justicia, mostrando su firmeza a la hora de educar, sus estrictos códigos morales, pero a la vez, siendo una parte esencial a la hora de sobrellevar la vida de tantos y tantos irlandeses. Para éstos ser católico no es una opción, y en el fondo, creo que todos se sienten agradecidos a la religión con la que crecieron. En la película está perfectamente reflejado el ambiente de carencia, la pobreza descarnada en algunos casos, pero la sociedad mantiene sus principios católicos, cuestión por la que nunca aparecen como una sociedad en decadencia. En esta historia, que es tan real como la vida misma, -y esa es una de sus grandes bazas- uno se siente, de alguna manera, extrañamente reconfortado, por una sociedad que aunque pobre, mantiene vivos los valores que hacen del ser humano algo valioso".
En cuanto al trabajo de los actores me parecen magníficos especialmente Robert Carlyle y Emily Watson, no quedando ninguno de los diferentes Frank MCCourt fuera de tono.
Comentar pequeños detalles como que Alan Parker hace un pequeño cameo, siendo uno de los médicos que atienden a Frank cuando le da el brote de tifus. Igualmente existen anacronismos como elementos que aparecen en el filme y que todavía no habían sido inventados a standarizados. Entre ellos están los radares del barco, que lleva a Frank a América en un buque comercial, o la Estatua de la Libertad aparece con elementos que se integraron en su antorcha en 1986, alguna antena de televisión en casa de Teresa o alrededores, así como otros pequeños detalles sin importancia.
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