viernes, 3 de abril de 2015

Oliveira en el Valle de Abraham




Tuvo que ser en el año 1994 cuando el Gran Teatro de Córdoba planteó la emisión de algunas películas que estaban fuera de la ruta , digamos, comercial. Entre ellas recuerdo dos, una de Ken Loach titulada Ladybird, Ladybird y protagonizada por Crissy Rock con su característico estilo de cine documental y otra , entre algunas más, la titulada El valle de Abraham, una película dirigida por Manoel de Oliveira. 
¿Por qué saco este recuerdo a relucir? Pues esta claro, ayer a mediodía el Twister de ABC informaba de lo siguiente: Muere el director de cine portugués Manoel de Oliveira a los 106 años. Yo escribí algo así en mi móvil en referencia al longevo director portugués que empezó en el cine mudo y que el año pasado seguía estrenando película. Algo meritorio. 
De este director nacido en Oporto he visto poco cine, pero recuerdo una coproducción entre del año 1993 entre Portugal-Francia-Suiza que se centraba en una bella chica , Ema, que según la sinopsis – de la que tengo que tirar trascurridos más de veinte años- es una mujer de una belleza desafiante, y no sólo para Carlos, su marido, con quien se casó sin amor. 

Su gusto por el lujo y lo refinado, las ilusiones que tiene por la vida, el deseo que inspira a los hombres, le hacen a ella valedora del sobrenombre de La Pequeña Bovary. La acción tiene lugar en varias mansiones rurales de la cuenca del Duero a lo largo de un período cercano a los cincuenta años, entre 1940 y 1990. 

Narra la historia de Ema (Leonor Silveira), mujer de gran belleza y poderoso atractivo, hija única, enferma a los 5 años de la que le quedó una leve cojera. La chica, como en Madame Bovary perderá a su madre a los 6 años y quedó al cuidado de su padre, perezoso y egoísta. Quedará recluida en la casa hasta los 14 años. 
Por indicación del padre contrajo matrimonio sin amor con el doctor Carlos Paiva (Luis Miguel Cintra) y fue madre de dos niñas: Loreto y Luisona. 

Al hilo de la narración, vamos viendo el carácter machista y envidioso de la alta sociedad portuguesa – e ibérica- terrateniente, la marginación de la mujer a papeles marginales, el desinterés por la formación, el desprecio por la cultura, la presencia abrumadora de la religión, el recurso al pasado como justificación del propio status, el desinterés por el progreso, el apego a códigos morales estrictos y a la doble moral, y los silencios sobre la explotación actual de los no favorecidos. 

En este marco de mediocridad y prejuicios, Ema se siente impulsada a afirmar su libertad, romper las cadenas de códigos anacrónicos de conducta, a provocar y a escandalizar a su sociedad, a buscar una vida asentada en la búsqueda del lujo, el refinamiento y la seducción como fuentes de plenitud personal. Son tres los amantes, pero ninguno impide que su vida caiga en un estado de desilusión inexorable. 

Vale Abraão su nombre en portugués era , eso sí recuerdo, una película larga de casi tres horas, lenta y delicada, desarrollada en una hacienda de la zona cercana a Oporto. 
Se basaba en un guión del mismo director inspirada en una obra literaria, la novela "Vale Abraao", de Agustina Bessa-Luís. Contó con la fotografía de Mario Barroso y la interpretación de Leonor Silveira como Ema, Luis Miguel Cintra como Carlos, así como con las actuaciones de Cecile Sanz de Alba, Rui de Carvalho, Gloria de Matos, Luis Lima Barreto, Micheline Larpin y Mario Barroso. 
La crítica española, especialmente la del Diario El País, la valoró muy positivamente Luis Martínez dijo de ella que era un "Bello e intenso ejercicio en el que las imágenes y las palabras se arman en un arriesgadísimo y vibrante contrapunto, contemplada por una voz en off eterna. De por medio, la aventura más sugerente y profunda del cine moderno"; mientras que Ángel Fdez. Santos sentenciaba lacónicamente con un “Inmensa”. 

Parece ser que hablamos de la obra culminante de este director fallecido en el día de ayer. Está abiertamente inspirada en la figura de Madame Bovary, según la versión que de ella hizo Agustina Bessa-Luís. 
Fue rodada en la cuenca portuguesa del Duero, en las quintas de Monsul y Vesúvio (Peso de Régua), que Barroso con su fotografía destaca especialmente los paisajes de los cultivos intensivos en bancales. 
La película obtuvo premios y menciones en diversos festivales como Cancún, Ginebra, Tokyo, Sao Paulo, Cannes. 

Aspectos a destacar de esta esteticista película eran sobre todo la música, básicamente clásica, con fragmentos de Beethoven, Fauré, Debussy, Schuman y Chopin; y por su puesto la fotografía, naturalista y que se centra en detalles como el libro abierto de Madame Bovary, el Oratorio, el fuego de la chimenea, el ejemplar de "A Muralha" de Agustina Bessa-Luís y, por supuesto, a espacios abiertos y los colores azules, los preferidos de Ema. El guión combina la acción con un extenso texto de la narradora asumida por Loreto y su voz en off, la hija mayor de Ema. 

La película, que ofrece una visión básicamente femenina, no llegó a cautivarme y eso en eso ayudo su largometraje, la recreación de ambientes y detalles y el movimiento parsimonioso de los actores y actrices. La película reflexiona sobre el amor y la belleza, el deseo y la fidelidad y sus respectivos contrarios. Esta película yo la califiqué en su momento para mis adentros, y así la recuerdo, como minuciosa, pausada, casi lánguida, triste, melancólica y parsimoniosa. 

Reconocer que la obra de Manoel de Oliveira es ante todo libre , estando alejado de cualquier corriente fílmica o estilo, un autor que actúa con la más entera libertad y así ha vivido hasta su muerte. Manoel Cândido Pinto de Oliveira se encargaba de la dirección, de la producción, el montaje y del guión Manoel de Oliveira era considerado como el cineasta más prestigioso de su país y el más conocido. 
Como dije en mi Tweet es el último participante del cine mudo, pues Manoel de Oliveira como actor en una película de Rino Lupo, un cineasta italiano. Continuó interpretando tras haber hecho sus primeras aproximaciones como director, y llegó a obtener un papel relevante en la segunda película sonora rodada en Portugal, A Canção de Lisboa, de Cottinelli Telmo. Luego, ya como director consumado, será rara la vez que no aparezca, al menos fugazmente, en sus filmes. 
El Duero será protagonista en parte de su filmografía, de hecho, en 1931, dirigió su primer corto, Douro, faina fluvial, un documental sobre la jornada de trabajo de los pescadores de las riberas del río Duero, y revelaba su particular sensibilidad y su espíritu afín a las vanguardias europeas. Otros documentales son Já se fabricam automóveis en Portugal y Miramar, praia de rosas, ambos de 1938, que se perdieron. En 1942 dirigió Aniki Bobó, relato de una pandilla de chicos de las calles de Oporto, que es un largometraje directo, simple, vivo, que supuso un logro excepcional, sobre todo si se tiene en cuenta que fue anterior al neorrealismo italiano. 



En 1956 dirigió El pintor y la ciudad, película a partir de la cual su estética y su lenguaje fílmico tomaron un rumbo distinto, minimizando la importancia del montaje y priorizando los planos largos y la puesta en escena más teatral, arropada por diálogos densos y textos muy trabajados, lo que le ha supuesto diversas críticas y ciertos enemigos de su obra, así como alabanzas y admiración de sus seguidores, sean o no incondicionales.
La dictadura de Salazar cercenó su carrera de continuo (incluso fue detenido por la policía política salazarista y pudo hacer tan solo doce películas hasta la Revolución portuguesa de 1974. Sólo pudo realizar, básicamente, documentales, como Acto de primavera, La caza, Las pinturas de mi hermano Júlio (1965) y El pan. La última película de esa etapa, en la que entra ya en una trama novelesca, es El pasado y el presente (1972). Una vez triunfó la revolución de los claveles, recupera su pulso cinematográfico con Benilde, de 1975, basada en la obra teatral de José Régio. 
Oliveira rodará con relativa facilidad a partir de entonces: hará treinta filmes hasta hoy y muchas veces inspirados en la literatura como Amor de perdición (1979), que retoma la célebre novela de de Camilo Castelo Branco; Francisca (1981), basada en la novela de Agustina Bessa Luís; Visita (1982); Lisboa Cultural (1983), documental sobre una de las capitales de Europa; El zapato de raso (1985), en cuatro jornadas, basada en la larga pieza teatral de Paul Claudel, que recibe el León de Oro en el Festival de Venecia. Además, Mi caso (1987), de José Régio; Los caníbales (1988), original película cantada; No, o la vana gloria de mandar (1990), sobre la historia portuguesa. 
Desde 1990 venía rodando prácticamente una película al año. Vivió la transición del cine mudo a la banda sonora y de las imágenes en blanco y negro a las de color. Pero incluso en la actualidad, en la era de las películas digitales y de la tecnología 3D, él seguía detrás de la cámara.
La siguiente década será asimismo tremenda con La Divina Comedia (1991); El día de la desesperación (1992), sobre el suicidio de su admirado escritor Camilo Castelo Branco o la vista en 1994; Valle Abrahám (1993), basada en Agustina Bessa Luís. A esta le siguió A Caixa (1994), inspirada en la obra de Alvaro de Carvalhal; El convento (1995), a partir de otra novela de Agustina Bessa Luís; Party (1996), según la pieza teatral de la misma Agustina Bessa Luís; Inquietud (1998), que difunde tres relatos de escritores de diversas épocas y estilos; La carta (1999), basada en la obra central de Madame de La Fayette; Palabra y utopía (2000). 
Oliveira continuó trabajando en el siglo XXI, con Vuelvo a casa (2001), rodada en Francia, con guión suyo; Porto de mi infancia (2001), evocaciones sueltas de su ciudad natal (por ser capital de la cultura); El principio de incertidumbre (2002), basada de nuevo en la novela de Agustina Bessa Luís; Una película hablada (2003); El quinto Imperio (2004); Espejo mágico (2005); Belle toujours (2006), breve réplica del Belle de jour de Luis Buñuel; Cristóbal Colón (2007). Ya centenario, Oliveira ha hecho Singularidades de una chica rubia (2009), a partir de un cuento de Eça de Queiroz; y El extraño caso de Angélica (2010), un viejo proyecto de finales de los años cuarenta que no llegó a rodar . 
Recibió en 2002 el premio Mundial de las Artes, en una ceremonia celebrada en el Monasterio de la Valldigna el 5 de octubre de 2002 . Pero estrenó en la 69 Mostra de Venecia su film O Gebo e a Sombra, que sobre un antecedente del Esperando a Godot de Samuel Beckett. Su trayectoria le reportó en 2004 el León de Oro en el Festival de Venecia, un premio que corona los más de 50 galardones que el director recogió a lo largo de su carrera, entre ellos también una Palma de oro del Festival de Cannes (2008). 
Manoel de Oliveira rodó más de medio centenar de largometrajes de ficción y documentales. El amor no correspondido, la tentación carnal, la ambición por el poder y el reto a la muerte fueron los temas principales de sus películas, mientras que su estilo se caracterizó por la fina ironía y un sentido del humor a veces negro. Desde 1975, elige un cine estático, rueda con planos fijos: "¿Tú mueves la cabeza a lo loco para mirar algo? No, la cosas se mueven delante de ti, y tú las sigues a veces en una panorámica".

Sus películas narrativas se caracterizan por una marcada teatralidad y una casi constante reflexión acerca de la naturaleza del arte, el espectáculo y la complejidad del ser humano. En diciembre pasado seguía planeando una nueva película. 
Tres meses antes de fallecer había estrenado el corto O Velho do Restelo (El viejo de Belén) en el Festival de Venecia. "No tengo ningún secreto, son caprichos de la naturaleza", solía responder el cineasta cuando le preguntaban por su longevidad. El decano del cine mundial decía que debía su energía al trabajo. "Lo que realmente me agota es estar parado", llegó a decir en una ocasión. "Si dejara de rodar, dejaría de vivir". Y dejo de rodar, Manuel de Oliveira fallecía ayer, 2 de abril de 2015, a los 106 años de edad.Este es mi pequeño homenaje. 



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