domingo, 22 de enero de 2012

Cursi, pero inolvidable


El menor de los míos ha ido creciendo rodeado de Phineas y Ferb, los Digimon, los Pokemon y compañía. Básicamente desconoce a Donald, Mickey, Goofy y al resto de la cuadrilla. Ante eso me he propuesto que tenga un ligero barniz – no puede tampoco vivir al margen de su tiempo – de cine de animación clásico. He empezado con la que puede ser considerada como un clásico entre los clásicos. De hecho fue la primera película en VHS que pedí para mi hijo. El tiempo pasa, y ya no se puede luchar contra Boing, Disney Channel o Clan, pero persistiré en mi intento. 
En este 2011 hemos tenido en pantalla una Blancanieves. No hace tanto una turbadora Sigorney Weaver representaba a la madrastra de una Blancanieves casi terrorífica. Pero hoy nos referimos y toca la película de animación de Disney. 
En el año 1937, Walt Disney Pictures estrenó la primera película de animación. El personaje era Snow White and the Seven Dwarfs basada en el cuento de los hermanos Grimm sobre Schneewittchen. Como en el cuento original, una malvada Reina, celosa de la belleza de su hijastra, ordena su asesinato, pero la joven huye y encuentra refugio en el bosque junto a siete enanos. 
Esta versión fue dirigida por David Hand y el guión lo realizaron conjuntamente Ted Sears, Otto Englander, Earl Hund, Dorothy Ann Blank, Richard Creedon, Dick Richard, Webb Smith inspirándose en la obra de los Grimm. La música estuvo a cargo de Leigh Harline, Paul Smith, Frank Churchill y se nominó su banda sonora original. Parece ser que la película es un remake del film “Blancanieves” (Dawley 1916). 
El rodaje se hizo con aportación de una ingente cantidad de trabajo personal y técnico, que supuso un gran esfuerzo de producción. Como hemos dicho fue nominado a un Oscar (banda sonora) y gana uno honorífico por sus logros técnicos y artísticos. Producido por Walt Disney para Walt Disney Pictures, se presentó en sesión de preestreno el 21de diciembre de 1937 en  la ciudad de Los Ángeles.
Disney se auto-hipotecó para sacar adelante lo que se denominó "la locura de Disney". Y tanto que fue locura, nadie daba un duro por un largometraje a color y con sonido sincronizado en los años 30, nadie menos Disney que no descansó hasta conseguir sacar adelante el proyecto. La obra fue un éxito y hoy está considerada como una de las más taquilleras de la historia y la cinta de video más vendida. La animación del film es colosal siendo aún a día de hoy difícil de superar, los personajes como los siete enanitos han marcado época, por no hablar de sus pegadizas canciones. 
El film suma elementos de comedia, animación, cuento de hadas, fantasía, musical, romance, terror, infantil y familiar. Su creación fue posible gracias al concurso de 750 artistas, 3 años de trabajo, un presupuesto de 1,488 M. USD y la producción de casi 2 millones (presupuesto de 2,8 millones de dólares ) de bocetos y dibujos. 
El trabajo lució un notable y loable perfeccionismo, que se vio superado en algunas obras posteriores, como “Fantasía” (Sharpsteen 1940). Los planos del film están llenos de vida (seres humanos, criaturas del bosque, árboles y fondos). El humor se basa, sobre todo, en las bufonadas de los enanitos y su gracia ingenua y disparatada. Componen situaciones llenas de ternura, cautivadoras, entretenidas y graciosas. Se eliminan los lances más duros, crudos y atroces de la obra literaria como la bailarina castigada a bailar con zapatos de hierro candente, tomándose como una elipsis en la película. Los pasajes de terror componen situaciones inquietantes que giran en torno de la reina, posiblemente el personaje malvado mejor construido y más conocido de la filmografía de Disney. De hecho fija el arquetipo de mujer malvada en el que se han mirado los personajes femeninos más viles del cine. 
A partir de un argumento sencillo y sin complicaciones, construye un relato divertido, tierno y entrañable, que fija algunos de los parámetros de Disney. Entre ellos, su estética cursi, remilgada y almibarada, hecha a la medida de los gustos del público mayoritario de los años 30. Son escenas memorables la conversación a la reina con el siniestro espejo mágico (en la tradición oral, el sol o la luna, ya que el espejo como mueble es del XVI), el regreso a casa de los enanitos (en la tradición oral, duendes o guardianes del bosque), la transformación de la reina en bruja disfrazada de labradora anciana, el primer encuentro de los enanitos con Blancanieves, etc. 
De acuerdo con el cuento original, la narración incluye elementos de otros cuentos (“La bella durmiente”, “La Cenicienta”...), convenciones muy arraigadas (los espejos dicen siempre la verdad, las palomas anuncian la paz...) y partes de narraciones de gran difusión, como la del Paraíso terrenal (la reina se equipara a la serpiente diabólica, la manzana envenenada evoca la que Eva toma del árbol de bien y del mal, el mundo es concebido como un Edén, la bíblica maldad femenina...). Refleja los prejuicios sociales del momento (reparto de labores entre Blancanieves y los enanitos), prácticas crueles medievales o anteriores (extracción del corazón de un oponente para comérselo). 
La banda sonora de Frank Churchill, Leigh Harline y Paul J. Smith, ofrece una partitura jocosa y descriptiva, a las que acompañan 11 canciones originales, que fueron dobladas en la edición de 2009, como “El pozo de los sueños”, “Silba mientras trabajas”, “Cavar, cavar”, “Ay Ho”, “Mi príncipe vendrá”, “Primer beso de amor”, etc. La fotografía, de Maxwell Morgan, en color (technicolor de tres colores), ofrece un gran dinamismo, un ritmo intenso, abundante humor visual, pasajes de tensión y terror, un acertado diseño de los personajes no humanos y una magnífica caracterización de la maldad de la reina. Blancanieves es un prodigio de la técnica y un auténtico hito en la historia del cine. En ella Disney aplicó su descubrimiento: la cámara multi-plano, que proporcionaba a los fondos mayor dimensión y realismo. La denominada rotoscopia (rodar primero con actores de carne y hueso para luego dibujar sus movimientos) aún sigue impresionando (fíjense en la cojera de la bruja o en los delicados ademanes de la protagonista). Incluida en la lista de las 100 mejores películas de la historia realizada por el American Film Institute en junio de 1998. 

El antecedente literario de esta obra lo tenemos en el siglo XVI, en el libro de Giambattista Basile llamado Pentamerone o Lo cunti de li cunti aparece la historia de Lisa, una niña que con siete años se clava un peine mágico y queda inconsciente. Toda su familia la da por muerta y la ponen en un ataúd de cristal. Con el paso de los años, todos ven como la joven inconsciente crece hasta ser una bellísima adolescente. Una prima lejana, celosa de la belleza de Lisa, decide acabar con ella. Rompe el ataúd y agarra a Lisa del pelo, pero sin querer le arranca el peine, y la joven retorna a la vida. A esta versión aún le faltan elementos como el príncipe, los enanos y el espejo, pero tiene otros que serán importantes e inspirarán la versión que hoy se conoce: La pariente celosa, el peine envenenado, la joven que parece muerta pero duerme... 
Sin embargo, hubo una historia real de Blancanieves. Gracias a la investigación del historiador de Lohr, Dr. Karlheinz Bartels, sobre el cuento de Blancanieves y los Siete Enanitos, la pintoresca localidad, a orillas del río Meno, en la Franconia alemana, puede sentirse orgullosa de haber visto nacer, en 1729, a Maria Sophia Margaretha Catharina von Erthal, personaje real que inspiró el literario de Blancanieves. 
Muchas evidencias y puntos de conexión con las características de Lohr y sus alrededores prueban, desde 1986, esta peculiaridad del famoso cuento de los hermanos Grimm; lo que hace que destaque frente a la mayoría de los relatos infantiles. El padre de la niña que, por diversas circunstancias, devino en la ficción Blancanieves, fue Philipp Christoph von Erthal, entre 1719 y 1748, Condestable del territorio de Kurmainz, en Lohr. Por sus dotes diplomáticas, viajaba frecuentemente como enviado en misiones especiales, una especie de ministro de Asuntos Exteriores del Ducado. Por eso, tuvo la oportunidad de relacionarse con Emperadores, Reyes y Reinas de toda Europa. De ahí que, en el imaginario de los habitantes de Lohr, los “von Erthals” tuvieran todas las características de una familia real. La residencia familiar era el castillo de Lohr. Tras la muerte, en 1741, de la madre de Maria Sophia, el padre se casó el 15 de mayo de 1743, con Claudia Elisabeth Maria von Venningen, nacida Condesa Imperial de Reichenstein. La madrastra de Blancanieves, de carácter autoritario, aprovechó las frecuentes ausencias de su marido para favorecer a los hijos de su primer matrimonio. El hecho de que Philipp Christoph von Erthal no estuviera casi nunca en Lohr explicaría el evidente papel pasivo del Rey en el cuento, según han concluido las investigaciones. La principal prueba de que Blancanieves sería natural de Lohr es el “Espejo Mágico que hablaba”. El impresionante y rico espejo de 1,60 metros de altura aún se puede admirar en el museo del Spessart, en el castillo de Lohr que perteneció a los padres de Blancanieves. El espejo procede de la Manufactura de Cristal de Lohr, fundada en 1698, que adquirió fama y prestigio en toda Europa, no sólo por su delicada y refinada artesanía, sino porque las materias primas que utilizaba para la fabricación del vidrio procedían - además de la propia región- también de España. En efecto, el carbonato sódico, conocido como ceniza de soda o sosa, era importado de Alicante, a orillas del Mediterráneo español. El espejo fue un regalo del padre de Blancanieves a su segunda esposa y hablaba como muchos de los espejos fabricados en Lohr, sobre todo por las leyendas que figuraban en sus marcos, especialmente, a través de sus aforismos. La clara referencia a su egoísmo – en el medallón de la derecha se lee “Amour Propre”- debió de herir mucho la vanidad de la madrastra. También se han comprobado las referencias locales en el área de Lohr. El “bosque virgen” en el cual fue expuesta Blancanieves, era naturalmente el Spessart. 
En la actualidad, Lohr, incluso, recibe el nombre de “la Puerta del Spessart”. El camino de huida de Blancanieves “sobre las siete montañas” era el Höhenweg, mencionado ya en el siglo XIV – la llamada “Wieser Straße”. Desde Lohr, a través de este trayecto, por las siete montañas del Spessart, se podía alcanzar el pequeño reino “de los siete enanitos”. Asimismo “los siete enanitos que picaban y cavaban en busca de mineral”, eran mineros de talla pequeña o niños que trabajaban en las minas de Bieber. Alrededor de 1750 picaban allí unos 500 mineros en busca de plata y cobre. Respecto a “la manzana envenada”, la investigación de Bartels ha descubierto, citando bibliografía competente en la cual se describe el veneno, que la mitad de la manzana fue sumergida por la malvada madrastra en zumo de belladona, fruto que se encuentra también en el Spessart. Sus bayas contienen la Atropa Belladona utilizada hoy, incluso, en medicina. Su narcótico produjo en Blancanieves una rigidez tal como si hubiera fallecido. El “sarcófago transparente de cristal” y las “zapatillas de hierro”, con las cuales, en castigo, “la madrastra debía bailar hasta caer muerta en la tierra”, se producían habitualmente en la Manufactura de vidrio, el primero, y por herreros, gracias a los minerales de hierro maleables del Spessart. Debido a las cualidades de Maria Sophia, la población de Lohr la había convertido en una especie de hada. El cronista de la familia Erthal, M.B. Kittel, describía a Maria Sophia como una joven noble y llena de virtudes, “un ángel caritativo y bondadoso”, “activo contra la pobreza y la indigencia” que demostraba “su amabilidad personal”. Para el “imaginario colectivo” de la población de Lohr y el Spessart, la niña de los Erthal representaba la imagen ideal de la hija de un Rey. Estos hechos que, a lo largo de la historia no ocurren con frecuencia, debieron llegar a oídos de los hermanos Grimm que vivían cerca, en Steinau. Así, pocos años después de la muerte de Maria Sophia siguió la redacción y, al final de 1812, la primera publicación del cuento de Blancanieves y los siete enanitos. Lo dicho estamos ante una obra cursi, pero inolvidable.

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